Rusia, tan lejos y tan cerca

17.07.2020

Reseña de El Renacer de Rusia. De las ruinas de la URSS a la democracia soberana de Vladimir Putin (Letras Inquietas, Cenicero, La Rioja 2020)

Rusia, tan lejos; Rusia, tan cerca. Rusia es para nosotros, los europeos del lejano occidente, un desafío intelectual, un enorme enigma. La Gran Rusia es una masa de continente y de humanidad que se impone a nuestra alma como una Esfinge. ¿Qué es Rusia? ¿Quiénes son los rusos? Desde este rincón de la península euroasiática, la pregunta sigue sin contestación clara. Y, de forma acuciante: ¿qué quiere y puede aportar lo ruso al mundo de hoy y al de mañana? El libro del profesor Sergio Fernández Riquelme puede dar algunas claves para la respuesta. Los enigmas proseguirán, a buen seguro. La cercanía-lejanía de lo ruso a ojos de un español será materia de eterna zozobra, pero, precisamente por ello, estímulo para un conocimiento mutuo mayor y más profundo. A ese conocimiento puede contribuir, en parte, el libro El Renacer de Rusia. De las ruinas de la URSS a la democracia soberana de Vladimir Putin (Letras Inquietas, Cenicero, La Rioja 2020). El subtítulo ya nos marca el intervalo analizado y documentado por el autor: desde la caída del régimen comunista hasta el apogeo presente de la Federación Rusa, que se alza –no sin lagunas, ambigüedades y debilidades- como una gran superpotencia. Un superpotencia distinta de aquella URSS que ostentaba (en una carrera de emulación y de juego de farol) una de las partes de la bicefalia de la Guerra Fría, y significaba, con todo su despotismo, un valioso contrapeso a la hegemonía yanqui. La superpotencia rusa actual no es dueña de medio mundo, como casi llegó a ser la URSS comunista, pero sí es un actor fundamental en el presente escenario multipolar. Un escenario geopolítico éste de hoy absolutamente distinto al que conocimos en la Guerra Fría, con una regionalización y fragmentación de las áreas del poder mucho mayor, y con unas mayores posibilidades de cara al ascenso de nuevas potencias: China, Irán, países árabes, la India… Un escenario en el que Europa, una vez apagada la estrella norteamericana, dejará de ser ese altivo y poderoso “occidente”. Occidente el cual ya no es sino una cloaca. Sus nativos practican masivamente el aborto y las técnicas biosociales para ser población estéril y atomizada en el individualismo (transgenerismo, homosexualismo, feminismo radical, anticoncepción masiva, etc.). Occidente ha renunciado a su soberanía, ya no protege sus fronteras, arrienda su autodefensa militar o simplemente la descuida, desprecia su historia y sus símbolos de identidad y se deja colonizar económicamente por las nuevas potencias… 

No ésta toda la Europa. Hay una parte, la Europa central y eslava, que se está rebelando contra la política suicida y anti-europea de la U.E. Se trata de la Europa de Visegrado, por una parte, y de Rusia por la otra. Ambas, a su vez, recelan entre sí. Húngaros y polacos, por ejemplo, tienen demasiado cerca –en lo geográfico- y demasiado cercano –en lo temporal- el poderío del gigante ruso. Los abrazos de ese oso ruso son vistos con desconfianza. Sin embargo, esas dos Europas, la de Visegrado y la de Moscú, son baluartes defensivos de los valores, la tradición, el cristianismo, el orgullo nacional, en contraste con la de Bruselas. Ambas Europas son alternativa seria y atrayente a esta hez en que nos han hundido los piratas neoliberales instalados en las instituciones de Bruselas, esas superestructuras de una Alemania depredadora, que es cola de león en Occidente y cabeza de ratón en el mundo.

Centrémonos en el enigma ruso visto desde el punto de su horrenda caída como potencia comunista: hambre, droga, alcohol, prostitución, mafias, privatización, saqueo de lo público, Estado fallido… Todas estas imágenes nos vienen al recuerdo de la época Yeltsin. Este incapaz y beodo, extremista en cuanto a su ideología neoliberal, juguete de la piratería occidentalista y de las mafias internas ex comunistas, éste borrachín que bombardeó la propia sede de la soberanía popular, después de haber sido presentado por estas lares como un héroe de la libertad, subido a un tanque… este Yeltsin nefasto protagonizó la más brusca caída de un régimen y con él, de una nación. 

Caída trágica. Rusia, tan lejos, y tan cerca… ¿Quién no recuerda, en el sur de España, a aquellos temporeros rubios, quemados por el sol con la piel roja y ulcerada, recorriendo los cultivos ultra-capitalistas de una España que se abría a la ganancia fácil y al neo-esclavismo? ¿Quién no recuerda aquellos pueblos y campos mediterráneos de nuestra Piel de Toro, donde palurdos adinerados a base del neo-esclavismo de los 90, custodiaban verdaderos harenes de bellas eslavas? No sé si, en otro orden de cosas, hay estudios sobre el número de divorcios entre españoles “de a pie” causados por este tráfico de carne humana que se dio en zonas de cultivo intensivo e irresponsable, por esta esclavitud blanca vinculada al hambre y miseria de aquel gigante caído. Parece que el negocio del tráfico de seres humanos (ahora enmascarado bajo el lema “Open Society”) ha encontrado otros focos de origen,

El profesor Fernández Riquelme nos relata en su libro, de forma ágil y concisa, cómo el sucesor de Yeltsin, Vladimir Putin, logró restablecer la auto-estima nacional tras la desintegración soviética. Su libro contrasta con lo que se nos dice en los medios oficiales.

De forma condescendiente, con la altivez cada vez más necia e injustificada del occidental, nos presentan los medios oficiales y de masas a un Putin autócrata, dictatorial. La Rusia putiniana, de forma surrealista, nos las hacen pasar por un verdadero peligro inminente. Como si no debiéramos temer tanto a los yihadistas que se nos infiltran hasta el tuétano y hasta reciben nuestras pagas y subvenciones. Como si no tuviésemos que temer cada nuevo rearme de Marruecos, cada nuevo avance del reino magrebí en sus muy posibles y futuras “marchas verdes” y en su “bomba humana”, jugando con la emigración y la política de las vallas fronterizas. Como si no fuera alarmante la financiación árabe (en general, que incluye la saludí, la qatarí, la de los emiratos, etc.) de mezquitas, fundaciones, universidades y el soborno islamista a profesores, periodistas, cadenas de informaciónen España.  Como si las conexiones entre iranís, bolivarianos y sepa Dios qué cosas para con el populismo radical hispano no fueran preocupantes. Como si la aceptación sumisa de los dictados de Washington y Bruselas no fuera el verdadero peligro… ¡Pues no! Resulta que el peligro es Putin. A Putin se le puede achacar todo, incluso el triunfo electoral de Trump, el cambio climático o la persecución mundial sobre los LGTB… Putin es, la prensa occidental mayoritaria, el diablo persona, por lo visto.

Pero una aproximación más pausada y racional nos la ofrece don Sergio. Putin, un hombre hecho a sí mismo, con un currículum de éxitos (nunca perfectos, siempre perfectibles, como todo lo humano) lidera de la recuperación económica y militar partiendo del caos de la era Yeltsin. Se ha reconstruido el ejército, la estabilidad de las fronteras, la paz religiosa y étnica… La Rusia de Putin ha desplazado a su rival yanqui, incluso en el Oriente Medio, como actor fundamental, tomando iniciativas que hubieran sido impensables pocos años antes. 

Al régimen putiniano se le denomina “democracia soberana” lo cual, irónicamente, parece dar por sentado que la “cosa” por la nosotros regimos nuestra vida pública no es soberana, sino que es más bien un sistema de sumisión a los dictados globalistas, a la globocracia. Y esa globocracia es el poder de unas élites que sacan una enorme tajada como esbirros de grupos invisibles de inversores especulativos, a quienes les da igual la patria, la historia, la tradición, la fe o la comunidad. Con Putin, a diferencia de lo que estamos padeciendo en Occidente, estamos viendo un retorno de la nación. Bien es cierto que una nación como la Rusa (y otro tanto se diga de China) posee las dimensiones de un imperio. Rusia reúne las condiciones para ser considerada una Civilización (como acontecería con la Hispanidad, si hubiera más unidad entre las naciones que formamos parte de ella): un modo fundamental de instalarse en el mundo, de abracar grandes espacios y hermanar diversos pueblos, vinculados a una religión y a un poder imperial. Rusia es la Civilización del Cristianismo Ortodoxo y, guste o no, es la madre de los pueblos eslavos así como de numerosos pueblos asiáticos que han accedido a la civilización por obra de los rusos. 

Todo político es criticable. Como decimos aquí, hablando en castizo, “los políticos, para eso están”, para que se les critique. Los métodos y las formas de Vladimir Putin no siempre se ajustan al estilo de sabor acaramelado y farisaico de los líderes de Occidente. Pero hay una buena ristra de éxitos cosechados en el haber de éste líder. Otro “Occidente” podríamos reconstruir mirando, como ya he dicho en otro lugar, en un espejo: el espejo ruso. El espejo de esa nación/civilización/imperio.

El profesor Fernández Riquelme se está mostrando al lector español como un gran difusor y conocedor de esa Europa “oriental”, eslava, ortodoxa, identitaria, amante de sus naciones y defensora de su propia forma de ser. Deberíamos estrechar lazos y conocernos mejor quienes formamos parte de una gran Europa y de una gran comunión llamada Cristiandad. Los ensayos de Sergio son una valiosísima ayuda.

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