Norcia: la Cristiandad, es decir, Europa
No todo puede derrumbarse. Una reflexión después del terremoto que destruyó la basílica de San Benito.
Otra vez un terremoto ha conmocionado a Italia.
Una vez más ha sido la falla de los Montes Sibilinos la que ha hecho temblar los Apeninos, la columna vertebral de la península.
Una sacudida tremenda, de magnitud 6.5, con epicentro en Norcia, en Umbría, justo donde la semana pasada un violento movimiento telúrico, de una fuerza ligeramente inferior, golpeó las localidades de Ussita y Castelsantangelo sul Nera. Una potencia comparable a la del terremoto de Irpinia en 1980.
El corazón geográfico de Italia es golpeado a muerte. Y ya esto sería un asunto de gran valor simbólico. Pero hay más.
Lo que es golpeado a muerte, de hecho, es el corazón espiritual de Europa.
En Norcia, de hecho, se ha derrumbado la basílica de San Benito, un lugar cuyo valor histórico cultural es sólo ligeramente inferior al del monasterio benedictino de Monte Casino, el primer claustro dedicado a la regla de la oración y el trabajo, fundada por el Santo Patrón de Europa.
La basílica norcina, según la tradición, fue construida en el lugar donde en el año 480 d.C. se erguía la casa natal de Benito y Escolástica. Lo que es seguro, es que la iglesia románica de planta de cruz latina, fruto de varias estratificaciones, que incluía elementos góticos y barrocos, fue construida donde antes estaba situada una estructura romana.
En cualquier caso, se trataba una de las muchas pequeñas joyas diseminadas por todo el territorio italiano, salpicado de pueblos llenos de historia y de significado.
Esas joyas arquitectónicas, de radiante belleza, que hacen de Italia un país único en el mundo, que definen su identidad - que es cristiana y católica a pesar de la ideología laicista que hoy pretende acabar con siglos de Tradición y Belleza - y le dan el rango de superpotencia cultural de la que todos los países europeos son deudores.
Y entonces, es historiográficamente exacto decir que lo que fue golpeado el domingo por la mañana era el corazón espiritual de Europa, justo allí, en la tierra natal del Santo Patrón de Europa, Benito.
Y si tal hecho en sí mismo emana una conmoción extrema y un profundo pesar por el colapso de aquellas paredes que fueron recogiendo similar misterio y en las que hasta el otro día, cada noche a las Completas, resonaban las fórmulas rituales latinas y las notas místicas del canto gregoriano cantado por los monjes, es comprensible el motivo por el que una piedad aún más grande emana de aquella imagen transmitida por la televisión en todo el mundo y rebotada casi obsesivamente en Internet y en varias redes sociales.
La referencia es a aquel fotograma que representa a algunos de los habitantes de Norcia de rodillas, en el centro de la plaza, ante la fachada en ruinas de la basílica, reunidos en oración.
¡Qué poder emana de este fragmento del dolor y de religiosidad!
Un sentimiento de profundo significado de lo Sacro desplegándose del corazón lacerado de una comunidad que instintivamente advierte que aquellas ruinas no son sólo los restos de un lugar sagrado y fascinante, sino también el Palladio de una identidad y una pertenencia antigua.
Aquí, en esta oración, hay una conciencia que no concierne sólo a los habitantes de Norcia, sino a todas las estirpes itálicas y a los pueblos europeos: es la conciencia de que la Cristianidad, parafraseando a Novalis, es Europa.
De aquella oración, realizada en un momento tan trágico y desesperado, surge la esperanza de que no todo puede derrumbarse y que frente al desastre y a una pérdida tan grande, puede resurgir la afirmación de una Verdad, a saber, lo que Europa es, en cuanto existen sus iglesias, sus muros, sus castillos, su Historia, su Tradición, su Espíritu, que la modernidad y la moda contemporánea querrían desmantelar, reconociendo los principios y valores.
Si los hombres y mujeres de Europa supieran abrazarse junto a los norcinos en la oración y unirse a su anhelo espiritual, entonces todo lo que ha ocurrido no habrá sido en vano.