La geografía sagrada de Dugin: Rusia en el corazón de la tradición
Habitualmente en el centro de atención por su supuesta influencia en el Kremlin, Alexander Dugin reanudó y desarrolló el concepto geopolítico de Eurasia. A través de esta noción preconiza el recurso a la geografía sagrada y a la tradición en la geopolítica contemporánea.
Para Dugin, la geopolítica no es una ciencia como cualquier otra. Si la alquimia y la magia han desaparecido en favor de sus formas seculares modernas, que son la química y la física, la geografía sagrada de los antiguos se mantiene viva a través de la geopolítica. Recordando la teoría del Heartland del geopolítico británico Mackinder, Dugin hace de Eurasia la pieza clave de la geografía sagrada. Con Rusia en su centro, Eurasia encarnaría el último bastión de la tradición en el hemisferio norte, la única capaz de luchar eficazmente contra la modernidad.
El pensador ruso pretende que la geografía da forma a las ideologías, las culturas y las religiones. Las civilizaciones de las llanuras, de las estepas y los desiertos, propicias a la expansión y la conquista, difieren por ejemplo de las civilizaciones de las montañas y de los bosques, que son más propensas a preservar las tradiciones de los pueblos. Dugin también defiende la pertinencia de la oposición tradicional talasocracia – telurocracia, utilizada para calificar dos tipos distintos de potencias. Los que dominan mediante el control del mar y los que dominan mediante el control de la tierra, entendiendo siempre que estos modos de dominación no son anodinos ideológicamente.
Según Dugin, la telurocracia encarna la estabilidad, la gravedad, la fijeza y la política, mientras que la talasocracia promovería la movilidad, la fluidez, la dinámica y la economía. Mientras que los imperios terrestres, a menudo militares, serían de forma telurocrática, los imperios coloniales, más comerciales, serían más talasocráticos. Sin embargo, el geopolítico remarca que esta tipología no se resume en una simple oposición aguas/tierra y en un determinismo geográfico estricto. Existirían así tierras marítimas (las islas) y aguas terrestres (los ríos y mares interiores). Del mismo modo, Dugin observa que la geopolítica japonesa es de tipo telurocrático a pesar de su carácter insular, mientras que ve en la potencia del continente norteamericano una talasocracia que reposa en el dinamismo de sus interfaces marítimas y comerciales. Aplicando este marco conceptual, el pensador ruso considera que Eurasia, continente terrestre que iría de Europa a Asia y cuyo centro de gravedad se encuentra en Rusia, podría constituir el modelo telurocrático opuesto a los atlantistas de Estados Unidos de América.
Geografía sagrada y religiones
Más allá del marco estricto de la geografía, este dualismo se encontraría en el seno de los sistemas religiosos. Los valores de la tierra transpuestos a lo religioso se manifestarían por la profundidad, la tradición, la contemplación y la mística. El principio atlantista sería al contrario más superficial y materialista, concediéndole la primacía al rito, a la organización de la vida diaria y hasta ignorando la parte divina en el hombre. Dugin ve así en la Ortodoxia el aspecto terrestre del cristianismo, mientras que el catolicismo y el protestantismo serían la cara atlantista. Del mismo modo, en el seno del islam, el principio terrestre se encontraría más en ciertas ramas del chiísmo y el sufismo. Por el contrario, el salafismo y el wahabismo serían más atlantistas por la importancia concedida al rito y por su dogmatismo religioso deseoso de erradicar las espiritualidades tradicionales de los pueblos convertidos. Frente al protestantismo americano y el salafismo saudí, cuyas alianzas geopolíticas desde 1945 Dugin señala, el mundo ruso reúne por el contrario a las religiones de tipo telúrico con la ortodoxia rusa, pero también el islam caucásico y de Asia Central.
En cuanto al judaísmo, no sólo no escaparía de esta oposición interna, sino que ésta se encontraría también en las formas seculares del pensamiento judío. Dugin analiza las ramas místicas del judaísmo (jasidismo, sabbatísmo, cabalismo) como la expresión del aspecto terrestre de esta religión. Al contrario, el talmudismo representaría el aspecto atlantista, particularmente por el acento puesto sobre el rigor dogmático y el racionalismo. Por otro lado, recordando la influencia del mesianismo judío sobre el desarrollo del marxismo y del bolchevismo, Dugin ve en estos últimos las formas seculares del judaísmo terrestre. Al contrario, el judaísmo atlantista secularizado habría contribuido al auge del capitalismo y del espíritu burgués. El geopolítico ruso ve en esta tensión interna en el judaísmo la explicación de un recurrente "antisemitismo judío". Las intenciones de Karl Marx, afirmando particularmente que el dinero sería el Dios profano del judaísmo (La cuestión judía), serían la encarnación empírica del judío místico atacando al judío talmudista, es decir, una emanación de la tradición contra una forma de la modernidad.
Actualización de la eterna lucha entra la telurocracia y la talasocracia, pero también fundamento subyacente de la guerra entre tradición y modernidad, la oposición entra eurasismo y atlantismo no resume la visión de la geografía sagrada según Alexander Dugin. Ésta también se apoya en los dualismos Oriente - Occidente y Norte - Sur. Para el cantor del eurasianismo, Oriente encarna el arcaísmo, la tradición y la primacía de lo supra individual sobre el individuo. Occidente representa por el contrario el progreso material, la modernidad y el individualismo. Fiel a las representaciones geográficas de numerosas tradiciones (bíblica, egipcia, iraní o incluso china), esta oposición es también corroborada por las representaciones contemporáneas frecuentes del "mundo occidental" y del Oriente. Sin embargo, en la geografía sagrada, son los valores orientales los que son superiores a los valores occidentales. Podemos observar el exacto inverso en la geopolítica moderna, para la cual los valores occidentales de la democracia liberal y de los individualistas derechos del hombre asociados a una estricta economía de mercado son erigidos en modelo.
La tradición del Norte
A los ojos de Duguin, la pareja Oriente - Occidente no sería sin embargo más que una transposición horizontal tardía de la pareja geográfica que opone el norte y el sur. Tierra divina por excelencia, el Norte sería la tierra del espíritu y del ser. Si niega la idea de un Norte puramente objetivo que únicamente designaría un polo geográfico, el filósofo ruso rechaza no obstante la definición del Norte reducido a una idea. Ciertamente, la tradición primordial procedería del norte geográfico, pero esta época quedó atrás. El hombre del Norte, casi divino, hoy habría desaparecido como tal, pero siempre estaría presente de modo difuso y en proporciones variables en el seno de todos los pueblos. Lo mismo ocurre con el hombre del Sur, que encarna la tendencia al materialismo y a la idolatría. Si el hombre del Sur venera el cosmos, a menudo bajo la forma de la Tierra - Madre, lo aprehende sólo por su instinto y se muestra incapaz de comprender la parte espiritual. Estos dos tipos de hombre no se opondrían hoy frontalmente sino en el interior mismo de pueblos y civilizaciones. En cualquier caso, esta oposición no puede ser comparada con un combate maniqueo del bien contra el mal. El Norte y el Sur son complementarios, el primero encarnándose en el segundo. Sin embargo, Dugin considera que el respeto del orden divino necesita la superioridad del principio espiritual del Norte sobre el principio material del Sur.
Aunque la oposición entre el Norte y el Sur prima sobre la del Este y el Oeste, el estratega ruso observa que la primera pareja toma una coloración diferente según las transposiciones geográficas que se produzcan. Diversas combinaciones pueden ser formadas por la espiritualidad del Norte, el materialismo del Sur, el holismo del Este y el individualismo del Oeste. Dugin establece así que los valores sagrados del Norte son conservados estérilmente por el Sur, destacados por el Este y fragmentados por el Oeste. En cuanto a los valores del Sur, según su medio de inmersión opacan el espíritu del Norte, transforman el holismo oriental en negación pura del individuo, y generan un materialismo individualista en Occidente. Es bajo esta última forma como la modernidad occidental aparece a los ojos del filósofo eurasianista. Fruto de la combinación más negativa de la geografía sagrada, el supuesto éxito de los países occidentales esencialmente situados sin embargo en el norte geográfico, predica valores opuestos a la tradición. Esta inversión de los polos constituiría una característica de la edad sombría, o Kali Yuga, en la cual se encontraría el mundo hoy.
Sin embargo, Alexander Dugin no considera que la salvación deba venir del Sur. Estéril por esencia, éste sería únicamente apto para conservar fragmentos de la tradición nórdica que la mística rusa percibe en el mundo islámico, en la India hinduísta, incluso en China a pesar de su conversión parcial a la modernidad. La salvación vendría pues de la alianza entre este sur conservador y los islotes de tradición auténtica todavía presentes en el norte, y particularmente en el nordeste. Dugin sitúa pues en el mundo ruso el corazón actual de la tradición y de la lucha contra la modernidad. Incluyendo Rusia, pero igualmente sus periferias diversas, el mundo ruso reuniría cualidades geográficas (estar situado en el nordeste en el sentido de la geografía sagrada), religiosas (ortodoxia, islam euroasianista, judaísmo ruso) y las características de una potencia telúrica que le permitirían desempeñar un papel determinante en la lucha contra la modernidad atlantista, occidental y opuesta al espíritu del Norte.