¿Los diplomáticos contra Putin?
Traducción de Juan Gabriel Caro Rivera
Paradojas de la diplomacia rusa. El realismo del Kremlin y sus enemigos
Una sola persona hace la política exterior en la Federación de Rusia
A la pregunta: quién hace la política exterior en Rusia, prácticamente cualquier observador más o menos versado en el problema responderá inequívocamente: única y exclusivamente el presidente de la Federación de Rusia Vladimir Vladimirovich Putin. Y esto, a pesar de que la mayoría está, casi siempre equivocado, es correcto esta vez (majority is – almost – always wrong). Durante veinte años seguidos, los vectores de la política exterior de Rusia han sido determinados por el propio Putin, y aparentemente es por eso que hemos logrado un éxito mucho mayor en este ámbito que en la política interior. Sí, por supuesto, ha habido errores, dudas e incluso fracasos (como en el caso de Novorossiya), pero el balance general aquí es ciertamente positivo. Especialmente si se considera que antes de Putin, desde la era de Gorbachov y durante todo el período del gobierno de Yeltsin, Rusia no tenía una política exterior inteligible en absoluto. A pesar de que Yevgeny Primakov intentó, en el espíritu del realismo, corregir esas catastróficas pautas de completa subordinación a Occidente y, sobre todo, a Estados Unidos, que fueron trazadas por los reformadores liberales desde principios de los 90.
Putin y el realismo en las relaciones internacionales
Durante 20 años, Putin ha estado aplicando una política de realismo en toda regla, cuya principal tarea es fortalecer la soberanía rusa y defender los intereses nacionales con miras a fortalecer la arquitectura de un mundo multipolar. Si sumamos el curso de Primakov en los años 90, aunque menos consistente y dependiente del liderazgo del Kremlin que era una completa locura, entonces durante más de 20 años, es el realismo lo que Putin ha elevado al principio fundamental que ha dominado la política exterior rusa durante más de 20 años.
La red de agentes de liberales y globalistas en la Federación de Rusia
Parecería que, en este largo período de tiempo, los enfoques del realismo, el valor incondicional de la soberanía y el rumbo hacia la multipolaridad deberían haberse convertido en el eje principal del trabajo del Ministerio de Relaciones Exteriores, para la selección de expertos y la reestructuración de la educación en universidades especializadas que conforman el personal diplomático - ante todo MGIMO (1). Pero aquí es donde comienzan los milagros. Si el propio Lavrov, sus adjuntos directos, Churkin (hasta su prematura muerte) y Nebenzya en la ONU, y Maria Zakharova, que a menudo se desenfrena y no llega a tiempo, adoptaron la línea principal del presidente, entonces el realismo en política exterior se acabe en ellos y con raras figuras patrióticas... Si miramos al club de expertos más cercano a la dirección del Ministerio de Relaciones Exteriores: el RIAC (Consejo Ruso de Asuntos Internacionales), los curadores del Club de Valdai y la estrategia educativa general de MGIMO, entonces, para nuestra sorpresa, encontraremos una completa discrepancia en las posiciones, métodos, conceptos y pautas que ellos tienen con las de la política exterior de Putin. La RIAC, que en realidad es una rama del CFR estadounidense, está dominada por el liberalismo y el globalismo con una orientación que no disimulada hacia Occidente y, en el propio Occidente, hacia los demócratas estadounidenses y los partidarios del gobierno mundial. Sí, de vez en cuando proyectos abiertamente globalistas y atlantistas se esconden detrás de frases formales sobre los "intereses nacionales de Rusia", pero prácticamente cualquier recomendación y pericia de este prestigioso club se sustenta en una clave pro-occidental, que nada tiene que ver con el realismo y la multipolaridad.
Además, a las reuniones del Club de Valdai se invita principalmente a empleados de servicios de inteligencia estadounidenses o, más ampliamente, occidentales, expertos atlantistas y globalistas comprometidos, como fue el caso al comienzo de esta iniciativa, que contó con el apoyo directo de especialistas estadounidenses en Eurasia (es decir, ex sovietólogos) y representantes rusos de la quinta columna. Hoy el mismo contingente está ligeramente diluido entre diplomáticos y políticos de Asia y otras sociedades no occidentales, pero entre ellos se encuentran los más cercanos a la agenda globalista.
En el MGIMO, el paradigma del liberalismo en las relaciones internacionales aún domina, y el realismo es visto como algo secundario e incluso "ofensivo", lo más cercano posible al "nacionalismo".
En tal situación, cuando, además de personalmente el presidente y el jefe del departamento, Sergei Lavrov, prácticamente todo el resto del cuerpo diplomático, con la excepción de los patriotas individuales que solo confirman la regla, se guían por actitudes globalistas y liberales, mientras Putin se adhiere de manera constante e invariable al realismo, es difícil esperar un trabajo efectivo. Sí, los diplomáticos rusos se muestran reticentes a llevar a cabo las tareas marcadas desde arriba, pero consideran la necesidad de defender los intereses nacionales de Rusia en una situación de presión cada vez más feroz por parte de Occidente, que no ha abandonado sus ambiciones globalistas y hegemónicas, como una carga insensata y molesta.
Para muchos empleados del departamento de política exterior desde finales de la época soviética, esto sigue siendo, sine cura, un ejemplo vívido de que "la vida es buena". Pero tal noción es incompatible con un trabajo difícil, peligroso y a menudo ingrato, con una batalla agotadora por los intereses vitales de la Patria, que está tratando de recuperar su estatus de gran potencia y volver a los primeros roles en la política mundial, cuando todos (o al menos todo Occidente, y esto ya es no poco) se opone desesperadamente a todos.
¿Sabotaje sistémico?
Si evaluamos la escala de tal disonancia cognitiva entre el realismo de Putin y la actitud general del Ministerio de Relaciones Exteriores de Rusia, entonces, estrictamente hablando, desde algunos ángulos parece un sabotaje sistémico. Y no es necesario tener siete pulgadas de frente para adivinar en interés de quién se está llevando a cabo tal sabotaje. Tanto bajo Gorbachov como bajo Yeltsin, la orientación de Rusia hacia Occidente fue abierta y predominante, y no es casualidad que los cuadros que llegaron a la esfera de la política internacional en ese momento, no solo no se avergonzaran de la cooperación directa con Occidente, sino que también se atribuyeran semejante mérito. Por supuesto, es cómodo y seguro actuar en el campo de la diplomacia cuando se está siguiendo la globalización liberal que domina en Occidente. Esto es "la vida es buena". Pero el giro realista de Putin ha complicado significativamente la vida y esto no podía sino causar un rechazo interno, pero que ahora está latente, no manifiesto. Atrás quedaron los días en que los políticos liberales e incluso el ministro de Relaciones Exteriores de Rusia, Andrei Kozyrev, admitían directamente su atlantismo, y los principales expertos se jactaban de trabajar para la Fundación Soros*, Carnegie o incluso de participar en estructuras abiertamente hostiles como Nueva Eurasia (New Eurasia). Pero es a partir de aquí, que incluso en las organizaciones cerradas al espionaje, se reclutan hasta el día de hoy destacados expertos, diplomáticos en parte activos y profesores del MGIMO o de la Academia Diplomática.
No es de extrañar que, en tales condiciones, el sólido y numeroso cuerpo diplomático de Rusia a veces no solo no ayude al presidente a llevar a cabo las políticas que ha delineado y definido, sino que suelta lentamente todo lo que se le ponen frenos o, en casos extremos, lo sabotea abiertamente.
Rusia en Oriente Medio y África recupera el estatus de gran potencia
Un ejemplo concreto de este estado de cosas es la diplomacia rusa en Oriente Medio. Fue Putin quien, casi por sí solo y confiando en los siloviki (2), desarrolló la dirección estratégica para el regreso de Rusia a Oriente Medio como un actor influyente e independiente. Esto incluye la participación de Moscú en el sangriento conflicto en Siria, cuando, gracias al factor ruso, el país se salvó realmente, y se desarrolló el formato especial de las incómodas relaciones con Turquía, y el rumbo hacia la asociación con Irán y el mundo chiíta en su conjunto, y un formato especial de política energética con los países del Golfo Pérsico, y el acercamiento con Egipto, y finalmente, la participación en una solución pacífica al conflicto libio. Este último fue provocado en gran medida por Occidente, pero hoy Rusia tiene que rastrillarlo, junto con otras potencias de la región, que aún no han perdido por completo, a diferencia de Occidente (principalmente de Estados Unidos y Francia), su rostro. Esta estrategia de Putin en Oriente Medio ya ha pagado importantes dividendos a Rusia y, de hecho, ha cambiado el equilibrio de poder a favor de la multipolaridad y una fuerte limitación de la hegemonía occidental. Putin esbozó la misma línea para todo el continente africano: aumentar la importancia de Rusia y apoyar todas aquellas tendencias que tienen como objetivo aumentar la soberanía, la independencia y el desarrollo pacífico de todas las potencias de la región. Parecería que el Ministerio de Relaciones Exteriores de Rusia debería hacer todo lo posible para promover esta política audaz y eficaz, desarrollando incansablemente estrategias y métodos locales para implementar los ambiciosos planes del Kremlin.
El cuerpo diplomático permanece pasivo
Pero aquí es donde se hace sentir la contradicción entre la línea de Putin y la inercia de las épocas liberal, globalista y atlantista de la historia moderna de Rusia. Uno tiene la impresión de que el Ministerio de Relaciones Exteriores de Rusia, nuevamente con la excepción de Lavrov y sus adjuntos directos, no está en absoluto preparado para cumplir esta misión. Y no estamos hablando de departamentos individuales, embajadores, diplomáticos o consejos de expertos. El problema es estructural, paradigmático. El cuerpo diplomático no solo no comprende lo que el presidente quiere de él. Se resiste pasivamente, pero con eficacia, a la línea central, utilizando simulacros o frenos o informes vacíos y formales. Se trata de un problema muy grave que gradualmente se agudiza cada vez más.
Surge un dilema: ¿el realismo en las relaciones internacionales o liberalismo en las relaciones internacionales? Esta desalineación es extremadamente peligrosa. Especialmente en el contexto del creciente enfrentamiento entre Eurasia y el Atlántico, entre Rusia que se levanta de rodillas y la agonizante, pero todavía bastante poderosa y peligrosa, hegemonía globalista.
La liberación de los sociólogos cautivos en Libia: ¿falta de inteligencia, voluntad o algo más?
Este dilema puede ilustrarse con muchos ejemplos. ¿Cuáles son los únicos informes regulares de la RIAC, repitiendo las principales tesis de la presidencia de Medvedev, cuando el ahora olvidado INSOR de Jurgens y Gontmakher sugirió que Rusia simplemente se rindiera ante Occidente? Luego se le llamó "reiniciar". Parecería que todo esto es del pasado, pero los últimos artículos del miembro de la RIAC Andrei Kortunov, ex empleado de la Fundación Soros y de la notoria Fundación Nueva Eurasia, condenado por espionaje directo (la historia de la "piedra espía"), o la experiencia de Fyodor Lukyanov, jefe de la rama durante muchos años del CFR y su publicación Rusia en Asuntos Globales, nuevamente intentan volver a lo antiguo: dicen, Biden está a punto de ganar, y esta es una oportunidad para que Rusia se integre una vez más en los procesos de globalización. Una pura mentira, pero escriben lo mismo. U otro ejemplo: el trabajo del Ministerio de Relaciones Exteriores para rescatar a los sociólogos rusos en Libia, apresados ilegalmente por grupos terroristas, que son supervisados por el ministro del Interior libio, Fathi Bashaga. Ya se han realizado dos películas convincentes sobre esta historia. Los turcos, que por lo general no están demasiado inclinados a apoyar las iniciativas rusas en Libia, están dispuestos a recibir ayuda en su liberación (después de todo, estamos en lados opuestos de las barricadas allí). Y finalmente, no se puede ignorar la ética profesional de Putin: para un hombre de su historia y su estructura psicológica, es una cuestión de honor rescatar a su propio pueblo. Pero la impresión es que este principio realista: "Rusia no abandona a los suyos", tan importante para mantener el prestigio del país y fomentar actitudes patrióticas entre todos los que están dispuestos a arriesgar la libertad, la salud y la vida en interés de la Patria, es completamente ajeno al cuerpo diplomático ruso. La salvación de los sociólogos será obra de los mismos sociólogos, argumentan los partidarios del principio "la vida es buena". ¿Por qué se los llevó a Libia, donde hay una guerra civil y los extremistas armados pululan? Pero permítanme recordarles que restaurar el estatus de gran potencia requiere la interacción de muchos factores: militares, económicos, diplomáticos, pero también sociológicos y culturales. Los rusos capturados en Trípoli trabajaron en las condiciones más difíciles en interés de Moscú. Su protección es asunto de todos: desde el presidente hasta el último funcionario de relaciones internacionales.
Ahora, el Gobierno Libio de Acuerdo Nacional (GNA), que incluye a los grupos armados que han capturado y retenido a los rusos, está buscando activamente formas de llegar a acuerdos con Moscú. Sí, Rusia está más inclinada hacia Haftar, pero esta elección se basa en un cálculo racional. Lo principal es la paz. Y para lograrlo, Moscú está dispuesto a negociar con cualquier fuerza influyente: tanto con Haftar como con el gobierno en Tobruk o con el PNS en Trípoli.
Ahora el aparato de una de las figuras clave en la lucha por el poder dentro del PNS, el ministro del Interior, Fathi Bashagi (busca ocupar el asiento del primer ministro del PNS) ha comenzado a difundir rumores sobre su planeada visita a Moscú. Sin embargo, fueron Bashaga y el grupo RADA Madhalita asociado con el Ministerio del Interior de la PNS quienes organizaron la detención de los rusos y continúan deteniéndolos sin que se presenten cargos. El jefe del Ministerio del Interior libio también se distingue por sus posiciones abiertamente pro-estadounidenses: por ejemplo, en febrero de 2020, pidió a Estados Unidos que abriera una base militar en Libia para "contrarrestar la creciente influencia de Rusia en África".
No es el personaje más agradable para las negociaciones, y está inclinado a hablar con Rusia en tonos bastante duros. En esto copia parcialmente a Ankara, en la que se basa el PNS. Putin, en su nivel más alto, generalmente tiene éxito en el diálogo con Erdogan, y entre los dos realistas, los problemas en las relaciones, aunque extremadamente complejos y a veces conflictivos, se resuelven en casos críticos. Pero tengamos en cuenta: Vladimir Putin nunca hace concesiones en cuestiones de principio. Si la Cancillería seguía esta línea, su trabajo sería mucho más difícil y arduo, pero mucho más efectivo. Nada personal, estas son las leyes del realismo en la política internacional: un cálculo sobrio de los intereses nacionales de uno mismo, teniendo en cuenta los mismos intereses nacionales del interlocutor, y un análisis objetivo del equilibrio de poder en un contexto geopolítico.
Realismo y geopolítica: lealtad, comodidad, ignorancia
Entonces, con Bashaga, en el espíritu del realismo, el frente diplomático debería actuar ahora desde la posición de una gran potencia: primero, liberar a los rusos detenidos ilegalmente, y sin ninguna condición (Rusia no comercia con intereses nacionales), y luego veamos cómo podemos encontrar un terreno común para lograr la paz. Entre otras cosas, el canciller Lavrov habló sobre esto en una reunión con su homólogo libio de la NTC, Mohammad Siyala, y el viceprimer ministro de la NTC, Ahmed Maitig, en junio de 2020, cuando pidió la pronta liberación de los rusos detenidos. “Se enfatizó que la permanencia de ciudadanos rusos en prisión en Trípoli es ahora el principal obstáculo para el desarrollo progresivo de la cooperación bilateral mutuamente beneficiosa”, señaló el departamento.
Sería una vergüenza para nuestro país organizar un encuentro diplomático con un personaje como Bashaga hasta que libere a los ciudadanos rusos que ha capturado. Primero, la liberación de los rusos, luego, el diálogo. Parecería que todo está muy claro.
Pero si escuchas a expertos liberales en relaciones internacionales y te enfocas en una vida fácil, todo se verá muy diferente. Con un tema tan complejo como el PNS y no siendo Bashaga el representante más agradable (quien, por cierto, en la propia Libia está acusado de participación en actividades terroristas, así como robos multimillonarios del presupuesto libio), es mejor o no tratar en absoluto, seguir apoyando a Haftar (ya se dijo), o no plantear ninguna condición y reducir las negociaciones a deseos sin sentido. Pero el caso es que la correcta construcción de una estrategia con el PNS es la clave para resolver todo el enigma geopolítico libio y, más en general, un punto de acceso a la geopolítica del Mediterráneo Oriental, ya que el PNS es cliente de Turquía, que tiene mucho en común con Rusia en su visión y metas en el Mediterráneo Oriental. Moscú necesita el PNS, pero esto no es motivo para sacrificar símbolos y prestigio.No es una tarea fácil y, para resolverla, es necesario estar profundamente inmerso en la lógica misma del realismo: comprender las interrelaciones y los patrones de Oriente Medio y el Norte de África, y seguir estrictamente (y no formalmente) la línea de la política exterior del presidente Putin. Pero aquí es precisamente donde radica el problema. Que no es privado, sino sistémico.
Hay muchos ejemplos de la importancia del realismo y un conocimiento profundo de las leyes de la geopolítica en las relaciones internacionales. Pero si en realidad se está librando una guerra en red - híbrida - contra el rumbo de Rusia y Putin, entonces es lógico suponer que influir en la política exterior de manera beneficiosa para nuestro adversario geopolítico es una de las tareas prioritarias de toda la sexta columna, de los agentes geopolíticos de influencia. Y aquí es bastante razonable admitir tanto el factor de la pereza mental, la pasividad y el deseo de una vida fácil, como el sabotaje consciente y consecuente en toda regla.
Notas:
* La Open Society Foundation, también conocida como la Fundación Soros, es una organización cuyas actividades son reconocidas como indeseables en la Federación de Rusia por decisión de la Fiscalía General del 26/11/2015
Notas del Traductor:
1. El Instituto Estatal de Relaciones Internacionales de Moscú, o Universidad de Relaciones Internacionales del Ministerio de Asuntos Exteriores de Rusia -la Universidad de Relaciones Internacionales, cuyo nombre completo es Universidad Estatal de Moscú de Relaciones Internacionales del Ministerio de Asuntos Exteriores de Rusia (en ruso, Московский Государственный Институт (Университет) МеждународныхОтношений, abreviado como МГИМО, MGIMO). Es un centro de educación superior de Rusia.
2. En el léxico político ruso, un silovik (ruso: силови́к, IPA: [sʲɪlɐˈvʲik]; plural: siloviki, ruso: силовики́, IPA: [sʲɪləvʲɪˈkʲi]) es un político que entró en política desde los servicios de seguridad, militares o similares, a menudo los oficiales de la antigua KGB, GRU, FSB, SVR, el Servicio Federal de Control de Drogas, u otras fuerzas armadas que llegaron al poder. Un término similar es "securócrata" (oficial de policía e inteligencia).