La era del eterno presente y la evaporación del futuro
Traducción: Carlos X. Blanco
En Essere senza tempo [Ser intemporal], califiqué nuestro presente con las dos expresiones complementarias de "nihilismo de la prisa" y "aceleración sin futuro", para indicar cómo el paisaje actual del "capitalismo absoluto" necesita la aceleración de los ritmos -funcional al triunfo de la lógica del intercambio, de la producción y del beneficio, así como de la lógica ilógica del crecimiento inmenso- pero no del futuro. Por el contrario, gran parte de sus energías se gastan en la dirección de una desertización de las expectativas y una eternización sinérgica del presente, para impedir la posibilidad de un futuro diferente y una transformación del orden actual, cortándolo de raíz.
Si, en sus inicios, el capitalismo necesitaba el futuro para pensarse a sí mismo como una realidad destinada a ser global, ahora que ha conseguido efectivamente este estatus, en forma de globalización del mercado y de estandarización planetaria del pensamiento y de los estilos de vida, ahora puede contentarse con un presente eternamente reproducido. El "eclipse del futuro" de hoy (Marc Augé) -con la absolutización anexa del presente como único horizonte y, al mismo tiempo, con la naturalización de la dimensión histórica- debe ponerse en relación con una "sociedad de consumo" que aspira a permanecer históricamente siempre igual, acelerando hasta un grado increíble los tiempos de producción y consumo y, al mismo tiempo, negando de raíz toda posibilidad y toda inteligencia de un futuro diferente, neutralizando así toda pasión utópica.
De este modo, el presente invade el futuro, erosionándolo desde el interior hasta desintegrarlo por completo: el fanatismo económico actual ya no necesita futuros alternativos, sino que simplemente aspira a una eterna repetición del mismo presente, llevada a cabo a una velocidad cada vez mayor, en consonancia con el crecimiento del beneficio a un ritmo cada vez más vertiginoso. En este marco, el único futuro que nuestro mundo parece poder permitirse es el que se mide por los índices positivos de crecimiento de la producción, la economía y el PIB mundial.
El mercado, como producto histórico y social de la acción humana que se despliega sub specie temporis -y, en consecuencia, como resultado de la acción social que tiene lugar a través de la mediación de la temporalidad histórica-, elimina las huellas de su propia determinación histórico-social. Lo hace con el doble y sinérgico objetivo de anular su propia génesis y cancelar su propia y eventual extinción. De este modo, se completa esa dinámica de naturalización de lo social y de fatalización de la historia que es coesencial al capitalismo posterior a 1989.
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