La Doctrina Tradicional de los Elementos (Lección I): la renovación de los fundamentos filosóficos de la ciencia
Traducción de Juan Gabriel Caro Rivera
Transcripción de la 1ª Reunión del Grupo de los 5 Elementos
La idea que dio origen al Grupo de los 5 Elementos fue la superación de los graves errores que ha cometido la ciencia occidental moderna. Para superar estos errores debemos recurrir al tradicionalismo que fue fundado y desarrollado por Guénon y Evola. No obstante, nuestro objetivo consiste en ir más allá de ellos y continuar el trabajo que dejaron incompleto: no solo queremos retomar su evidente crítica a la Modernidad, sino restaurar el ambiente intelectual, filosófico y científico que fue destruido por esta última. Por lo tanto, nuestro objetivo es proponer algo concreto y no solo criticar lo que existe hoy.
Muchas veces pensamos que cuando se nos habla de la ciencia sagrada, la cual existía antes de la aparición de la ciencia moderna, estamos refiriéndonos a una forma de conocimiento fantasiosa, ocultista y mística, no obstante, el primer paso que debemos dar es reconstruir la verdad filosófica y científica que existía antes de que la Modernidad esparciera sus errores sobre todos nosotros. ¿Cuáles son los errores que se cometieron? ¿Cómo explicar, por medio del lenguaje, los errores que ahora predominan y la forma en que estos se desarrollaron?
El Grupo de los 5 Elementos tiene como objetivo el estudio de la cosmología – y no tanto el de la metafísica, la antropología o la política –, ya que tenemos la intención de rescatar la física sagrada que existía antes de que naciera la física profana. Por lo tanto, estamos hablando de la física y no de la metafísica: nos preguntamos por los fundamentos de la física sagrada y no por la versión incorrecta, falsa y pseudológica que ha construido la física moderna. Es la lucha entre la física aleteológica contra la física pseudológica. Pseudo = Falso, es decir, la falsedad con respecto al ser mismo de la ontología. La pseudología tiene que ver con pensar y comprender algo que es falso, pero que de todos modos existe. Platón discute este problema en el dialogo del Sofista, donde nos habla de la ontología de las cosas que no existen realmente, pero que de todas maneras hacen parte del pensamiento. La existencia de lo inexistente es lo que conocemos como la falsedad o, científicamente hablando, pseudología.
La ciencia moderna es pseudológica: intenta abordar la realidad, pero lo hace desde la falsedad. También existe la ciencia aleteología, la cual conserva una relación privilegiada con la verdad. Debemos tener muy en cuenta este problema, porque es el único modo que tenemos para poder comprender los límites (limes) que separan la verdad tradicional y sagrada de la falsedad moderna y profana. Este problema fue abordado por Evola y Guénon, pero no vamos a repetir aquí sus ideas, pues ya las conocen. Por el contrario, debemos ir más allá de ellos y estudiar temas que no abordaron, así que debemos aplicar las ideas de la ciencia tradicional a la cosmología.
Pseudología y aleteología
La aleteología está relacionada con la interioridad. Interioridad = Eternidad en el Ser. El Ser gira alrededor de un eje y ese eje es la eternidad, la verdad y la ontología. O al menos eso es lo que piensan Platón, Parménides y Aristóteles. Estos presupuestos no solo existen en el pensamiento clásico antiguo, sino que también son esenciales si queremos entender la religión, sea esta cristiana, islámica, pagana, hindú, etc. Todas las religiones y todas las filosofías coinciden en que la Eternidad existe y que el Ser gira alrededor de ese punto inamovible: el centro de todo es eterno. Por otra parte, el centro no se encuentra fuera de nosotros o de las cosas, sino dentro de nosotros. La Eternidad es algo interno y es el centro de nuestra interioridad.
No se trata de algo completamente filosófico, pues la aleteología es el fundamento de las filosofías que son verdaderas, siendo, por así decirlo, el punto de partida de todo pensamiento filosófico o religioso real. Es sobre la aleteología que se construye todo discurso acerca del alma, el espíritu y la conciencia. Sin la aleteología, todo es irreal. El fundamento real de las cosas solo se alcanza cuando la Eternidad y la interioridad radical se identifican: el motor inmóvil de Aristóteles, la Idea de Platón, Dios, la esencia natural de las cosas, la entelequia de Aristóteles y el centro absoluto son ejemplos de ello. Todas las cosas regresan a este centro y este es el fundamento mismo del mundo, el hombre, el cosmos, lo sagrado y todas las cosas. Todas las cosas giran alrededor de este eje o centro eterno del Ser.
Y este centro está dentro de nosotros: es el centro mismo de nuestra alma. No es correcto que decir que se encuentran dentro de ti, sino dentro de Mí. No está en Él, sino que es inmanente a mí mismo.
Este centro es el presupuesto de toda la ontología tradicional: es eterno y, por lo tanto, el Ser coincide con el pensamiento. Es el νοῦς, el Logos, el fundamento del pensamiento y del Ser.
El cosmos y la ontología de las cosas externas
Una vez que aceptamos esta interioridad podemos decir que nos encontramos en el campo de la ontología. Pero ¿qué es el cosmos y las cosas que existen a nuestro alrededor?
¿Qué es la ontología y el Ser de las cosas externas una vez que las abordamos desde la interioridad? ¿Cuál es el estatus, el papel de la exterioridad y de las cosas externas dentro de este contexto? La respuesta a estas preguntas nos permitirá crear una verdadera ciencia y abandonar la falsa ciencia que considera que la ontología es algo externo.
Es importante tener en cuenta que la interioridad, según la Tradición, no considera que las cosas existen por completo fuera de nosotros. Todas las cosas que existen y que forman parte del Ser no son completamente exteriores, sino que hacen parte del umbral de nuestro Ser intelectual.
Este es un punto muy importante: las cosas no existen si primero no están relacionadas de alguna forma con el centro y con la interioridad misma. Las cosas no existen sin una relación con la Eternidad o si no están conectadas con el centro mismo de esta interioridad. Nada puede existir fuera de ella.
Las cosas nacen dentro del umbral de esta conciencia y al interior de la estructura del Ser (Nous, Noesis). El gran error de la ciencia moderna consiste en que no comprende que fuera de este círculo solo existe una cosa: la NADA. Por lo tanto, existe algo que se encuentra privado del Ser y esta exterioridad absoluta no es otra cosa que la NADA. Más allá de la interioridad solo existe la NADA y todo lo que es externo no es más que NADA. Así que lo exterior puede resumirse así: exterior = el umbral que existe entre la conciencia y la NADA. Así que si existen cosas externas a nosotros significa que estas cosas existen independientemente de la conciencia, el alma, el Espíritu, la Eternidad o la interioridad.
Todo lo que existe en el exterior se encuentra en la frontera o umbral que separa a la pseudología de la aleteología, es decir, a la ciencia falsa de la ciencia verdadera, porque toda falsedad comienza cuando creemos que existen cosas fuera de nuestra conciencia. La ciencia sagrada afirma que lo único que existe fuera de nosotros es la NADA y que la NADA es lo único que encontramos por fuera.
El Cosmos mismo se encuentra en el umbral o en la frontera de nuestra consciencia. El Cosmos no es interno, pero tampoco es externo: es exterior. El Cosmos es la realidad que existe en el límite y que está a nuestro alrededor: es la línea que separa a la interioridad de la NADA. Más allá de esa línea existe la NADA.
La ontología de la exterioridad
Estas ideas quizás sean extrañas y extravagantes para los modernos, pero son el fundamento de la sacralidad. La ontología de la exterioridad es la comprensión del límite que existe entre el Ser y la Nada.
Es a partir de estos presupuestos que somos capaces de comprender el significado de la fenomenología o la concepción de los existenciales de Heidegger. Heidegger sostiene que el mundo no existe fuera de nosotros: In-der-Welt-Sein es un existencial y eso significa que no existe el mundo sin el Ser-en-el-Mundo y no existe el mundo sin nosotros. Fuera de nosotros = NADA. Estos son los principios de la Tradición y lo sagrado. Cuando salimos al mundo exterior y entramos en el espacio de lo que está afuera de nosotros nos topamos con la NADA. Eso quiere decir que la externalidad no existe. Pretender que existe el mundo, el cosmos, la materia, la física, las cosas y los cuerpos fuera de la interioridad significa cometer un grave error ontológico. Aceptar la existencia de la externalidad o que las cosas existen totalmente independientes de nosotros es entrar en el espacio de la falsedad absoluta y caminar hacia la pseudología.
El átomo no existe
La ciencia contemporánea fue fundada sobre la afirmación nominalista de que existen objetos externos independientes y es por eso que comenzamos a creer que existían cosas ajenas a nosotros, al Nous (νοῦς), a la Eternidad, al Pensamiento y al Espíritu. Para poder llegar a semejante afirmación, es necesario partir de la idea de que existe un objeto metafísico fuera de nosotros. Demócrito lo llamó el átomo y este no es otra cosa que la esencia misma de la falsedad. El átomo y el vacío en el que este se mueve son los falsos principios sobre los que se construye la metafísica moderna, ya que desde la perspectiva de la física sagrada podemos decir que mientras más nos acercamos a la NADA o la exterioridad simplemente nos topamos con la continuidad. Todo lo que existe en la periferia hace parte de la continuidad, ya sea que se trate de movimientos, cambios, etc. Por el contrario, la discontinuidad, que nos permite medir las cosas, hace parte de la interioridad y se corresponde con la trascendencia inmanente de nuestra conciencia. Lo que nos permite medir el movimiento o el cambio no es el movimiento en sí, sino lo que existe dentro del movimiento. El medio es la relación que el fenómeno tiene con la Eternidad. Por eso Aristóteles decía que existían dos cosas: los cuerpos, que son continuos, y el medio por el cual se produce el movimiento y el cambio, que es la capacidad espiritual que existe en el centro de las cosas y que está relacionada con la Eternidad. Tal discontinuidad no hace parte de la naturaleza, sino que es parte del Espíritu que existe en la naturaleza. Es el Espíritu el que separa, distingue y diferencia. Y esta diferenciación no existe fuera del Espíritu, del Logos y del Pensamiento. Por eso el átomo no puede existir para la interioridad o la aleteología, porque no existe un Logos que pueda dividir la nada. Cuando decimos que existen los átomos y el vacío, entonces presuponemos la existencia de un Logos que los diferencia desde la interioridad, es decir, la existencia de un Logos exterior o exteriorizante.
El atomismo es una forma de revolución negativa e implica el colapso de cualquier clase de física o metafísica. Cuando afirmamos que existe el átomo y el vacío, decimos que la diferenciación o la discontinuidad dentro de la continuidad existe sin la necesidad del Espíritu o la mente. Es así como caemos en la falsedad y en la teoría del atomismo que parte del átomo como principio de todo (filosóficamente, las partículas subatómicas son un absurdo, pues si el átomo es divisible entonces no es para nada un átomo). El átomo no existe y no puede existir. No se puede construir la verdad partiendo desde el átomo. Toda investigación sobre el átomo lleva siempre al problema de la inexistencia, porque nunca es posible alcanzar el fin de la divisibilidad, ya que la divisibilidad no pertenece a la exterioridad, sino a la interioridad. Encontrar las cualidades del átomo fuera de nosotros es algo imposible. Se trata de un error metafísico. Toda construcción de un mundo fuera de nosotros, de la materia, de la sustancia, de los elementos, del átomo, de las partículas, de las partes, no es otra cosa que la proyección perversa de una intelectualidad o Logos que se desploma y toma una forma antinatural y perversa, porque intenta aplicar las categorías de la existencia a cosas que no existen. La ciencia moderna implica el paso de la exterioridad a la externalidad. El atomismo científico en las ciencias modernas ha llegado a la conclusión de que el átomo no existe, pero toda la ciencia moderna ser basa en él. Las raíces de la ciencia moderna están en el atomismo y el atomismo nunca ha podido ser demostrado o confirmado, por lo que es absurdo. La única razón por la que el atomismo sigue siendo defendido es porque de otro modo sería imposible la externalidad.
¿Cómo podemos volver a la normalidad? ¿Cómo podremos restaurar la sacralidad y la verdad tanto en la ciencia como dentro del conocimiento y otros campos? Creo que debemos empezar por volver al momento en que se produjo en Occidente y en la cultura occidental el paso de la concepción pre-atomista del mundo al atomismo. Esta concepción no tenía nada que ver con la magia, la abstracción, la teúrgia o la alquimia, sino que estaba basada en Aristóteles y la física que él defendía. No es posible entender a Aristóteles sin que volvamos nuestros ojos a la interioridad. No obstante, hoy en día interpretamos el aristotelismo y la filosofía antigua a través del atomismo, por lo que partimos del error de que los antiguos y los medievales creían en la existencia de cosas externas y leemos los textos a partir de esta perspectiva. Los modernos creen que la existencia de cosas externas a la mente es algo evidente, pero no es así.
Esta supuesta realidad evidente no es otra cosa que una metafísica invertida, ya que no existe nada de natural en el atomismo o el vacío. No solo se trata de una forma de anti-metafísica sino también de una anti-naturaleza o forma de hipnosis, sugestión o ataque psicológico.
La ciencia moderna no es más que propaganda sobre cosas falsas o construidas. Toda nuestra ciencia y educación se basa en la imposición de esta propaganda y eso ha llevado a que seamos incapaces de leer con claridad a los autores premodernos: todo lo leemos usando los ojos y los presupuestos del atomismo, la exterioridad y la pseudología moderna.
Es necesario que restauremos primero las cualidades naturales del cosmos y abandonemos la exterioridad atomista con tal de alcanzar la exterioridad existencial situada en el umbral de esta última. Para eso debemos reposicionar el cosmos fuera de la periferia de la conciencia y llegar a la frontera entre la conciencia y la Nada, donde se encuentra la naturaleza real de las cosas. Así podremos superar estos problemas y entender las cosas de una manera mucho más correcta que como lo hacemos hoy: a través de una relectura del aristotelismo, el platonismo y la ciencia premoderna.
No es posible construir una metafísica verdadera a partir de una física falsa
Es posible usar algunas herramientas modernas para llevar a cabo un retorno a la metafísica antigua, empezando por el uso de la fenomenología, la lingüística, la psicología y el romanticismo/idealismo alemán. Ahora bien, la pregunta que debemos hacernos es: ¿qué debemos aceptar o rechazar? El atomismo debe ser anatema, al igual que todo lo que tiene que ver con la existencia de las cosas externas. Si refutamos la externalidad o la idea de que las cosas existen independientemente de nosotros, del Espíritu y la Eternidad, entonces seremos capaces de rescatar ciertos autores y filósofos premodernos y también algunos filósofos o científicos modernos que nos permitan reconstruir el edificio de la ciencia aleteológica.
Por ejemplo, Aristóteles dice que el cosmos está compuesto de varios elementos, pero estos elementos nacen dentro del umbral de la conciencia y no fuera de la conciencia. Por lo tanto, el éter no existe o no existe como externalidad. El éter es un elemento que existe en el umbral. Los otros 4 elementos son externos y sólo son reales en la medida en que se relacionan con la interioridad. No son realidades subjetivas, psíquicas o mágicas, son elementos físicos que existen en el espacio de un modo muy diferente a como lo entiende la Modernidad. Esta es la perspectiva verdadera con la que debemos estudiar los elementos; no se trata de misticismo, sino de una forma de FÍSICA evidente que explica cómo se generan o cambian las cosas, etc. No es posible construir una verdadera metafísica sobre una física incorrecta. No es posible seguir construyendo nuestro saber sobre cimientos falsos. No es posible creer en la religión si dependemos de una cosmología falsa. La física moderna causó la destrucción del cristianismo. La metafísica tradicional no puede existir sin una física tradicional. Sin el apoyo de una física tradicional, no podremos lograr nada.
La forma
La forma es el aspecto que tiene un objeto cuando es percibido por la interioridad. Es precisamente en la forma donde se manifiesta el aspecto espiritual de las cosas. Las leyes que rigen sobre los objetos se encuentran ligadas a la forma. Por eso la geometría era tan importante en la Antigüedad: precisamente porque se ocupaba de las relaciones entre las formas. Las matemáticas, la lógica y la geometría pertenecen al orden del Sujeto Radical, al Intelecto Activo se sitúa en el centro de todo. Cuando salimos del Logos y nos dirigimos hacia el umbral, la lógica, la geometría o las matemáticas todo comienza a transformarse, dejando de ser lineal o riguroso. La lógica se convierte en retórica. La física no se puede estudiar a partir de la lógica matemática o la geometría. Ninguna ley puede verificarse si se basa en el devenir. La forma del cuerpo no pertenece enteramente a la exterioridad del cuerpo: tiene una relación con la Eternidad y la interioridad, por lo tanto, la forma afecta todos los procesos de nuestra realidad. La forma es la relación que tiene nuestro cuerpo con la Idea. La forma es siempre una metáfora de algo interno. El cuerpo es poético. La esencia tiene un aspecto retórico, poético e incluso físico. Las matemáticas deben ser una forma de teología y tratar sobre las cosas eternas, no verificables o no físicas. Si algo existe exteriormente no es matemático. A = A sólo puede ser Dios. Los experimentos físicos, por lo tanto, sólo pueden ser retórico-poéticos.
Los elementos
Los elementos no son cosas, sino relaciones que tienen que ver con la interioridad. Sin la presencia del Sujeto el elemento no existe. Los elementos pueden volverse unos contra otros precisamente porque son meras relaciones. Todos los elementos tienen una relación con el éter y el éter se relaciona con el Sujeto en la exterioridad. El umbral se puede ver en la distancia que este tiene con respecto al centro.
Objetividad y soberanía intelectual
La interioridad no es la subjetividad, sino la objetividad intelectual. Existen tanto el Intelecto activo (νοῦς ποιητικός) como el Intelecto pasivo (νοῦς παθητικός). El intelecto pasivo se limita a reflejar lo que supuestamente está fuera. El intelecto activo (equivalente al Sujeto Radical) construye el mundo, es el νοῦς ποιητικός. Es a través del Intelecto activo que la interioridad adquiere un carácter soberano.
En el mundo del devenir, las cosas solo pueden ser verdaderas y/o falsas desde una perspectiva fenomenológica, por lo que en el mundo del devenir la apariencia puede ser una imagen de una determinada verdad. Pero sólo una imagen, no la verdad misma.