LA CONSTRUCCIÓN DEL ESTADO RUSO FRENTE AL CINISMO DE LAS ÉLITES

02.08.2021

A la hora de construir un Estado se necesita la participación de todos, pero en este artículo hablaremos de la élite rusa contemporánea y su ideología (o, siendo más precisos, el hecho de que cambian de ideología como si cambiaran de ropa). La mayor parte de la élite rusa actual surgió en la década de 1980 y provenían de instituciones como el Komsomol, el Partido Comunista, la KGB, sectores comerciales, economistas jóvenes y, posteriormente, de ciertos círculos marginales que estaban compuestos por mercaderes-agricultores, especuladores y miembros del crimen organizado.

Toda nuestra élite actual, a excepción de los círculos marginales, fue formada por el Partido Comunista, el marxismo, el comunismo científico y la política soviética: todas sus ideas sobre la existencia, el tiempo, la materia, la sociedad, las personas y la conciencia provienen de allí. Hoy resulta claro que ninguno de ellos se aferró a estas ideas y que no se sentían atraídos por ellas. Eso no quiere decir que tuvieran otra ideología, pero nunca fueron fieles a la ideología con la que se formaron.

Una vez que la URSS colapsó y la Federación Rusa nació de sus cenizas, adoptaron rápidamente la ideología liberal. Los agentes y socios occidentales insistieron en este tema y la nueva élite rusa pronto se prestó a jurar lealtad a los valores liberales.

Debemos recordar que quienes hicieron esto no fueron viejos disidentes y verdaderos liberales como por ejemplo Novodvorskaya o Lev Ponomarev, sino personas que venían del Partido Comunista, la KGB o estructuras pseudocientíficas ineficaces (como Burbulis, Gaidar, Chubais) que de repente estuvieron al mando del Estado en la década de 1990. A todo lo anterior se sumó la influencia indirecta de muchos matones, ladrones y rateros. El régimen que se implantó en ese entonces explotó todo lo que pudo la creación de la democracia nominal que existía en esa época y rápidamente formaron clanes oligárquicos por todo el país. Todos ellos lucharon entre sí durante la presidencia de Yeltsin por medio de la compra de facciones enteras de diputados de la Duma (algunos de estos diputados siguen ocupando hoy en día los escaños que tenían en ese entonces) y se repartieron entre ellos todas las industrias.

Cuando Putin se convirtió en el presidente de la Federación Rusa, lo primero que hizo fue rechazar este modelo político por medio de un creciente énfasis en la estatalidad y la soberanía nacional frene al liberalismo formal. Inmediatamente algunos oligarcas se indignaron ante estos hechos, pero los rebeldes fueron encarcelados. El resto terminaron aceptando las reglas de juego que les impuso Putin. Rusia dejó de ser una democracia y se convirtió en una “democracia gestionada”; el liberalismo puro cedió su lugar a la formula “liberalismo + Estado”. Casi toda la élite rusa juro lealtad a estos principios, por lo que se puede decir que han renunciado con bastante facilidad al comunismo y al liberalismo que alguna vez defendieron. Durante la presidencia de Medvédev (2008-2012) volvieron a sus andadas y esperan volver a tener la misma libertad con la que contaron durante la década de 1990, cuando se llenaban los bolsillos con todo el dinero que saquearon. No obstante, después de que acabaron las protesta de Bolotnaya simplemente volvieron a “enfilarse” con tal de poder acceder al oro y al petróleo.

Cuando Putin asumió la presidencia por tercera vez en 2012 (y especialmente después de lo que sucedió en Crimea) las reglas que se habían impuesto se hicieron aún más estrictas. La fórmula de “liberalismo + Estado” empezó a hacer cada vez más énfasis en lo estatal que en lo liberal y esta última palabra se volvió sinónimo de “agente extranjero”. Todo ello llevo a la vergonzosa disolución de las quiméricas plataformas liberales tanto dentro como fuera de Rusia Unida. Tal es el estado en que se encuentran la élite rusa actual: han cambiado cuatro veces de ideología en un corto período de tiempo y han asumido sistemas tan diferentes como el comunismo, la democracia liberal, el post-liberalismo y el estatismo en diferentes momentos. Sin embargo, siguen aferrándose a toda costa al poder y a sus posiciones.

La conclusión que podemos sacar de todo esto es la siguiente: la élite rusa no cuenta con una ideología coherente y sistemática. Es probable que tiendan inconscientemente al liberalismo, pero tal ideología les impediría alcanzar el éxito en sus carreras.

Ninguno de ellos es capaz de soportar las penurias y sacrificios que hicieron los revolucionarios de principios del siglo pasado en nombre de una idea, hasta el punto de arriesgarse a ser tachados de “agentes de influencia occidental”. La élite actual tiene mucho que perder, empezando por el robo y el saqueo de presupuestos equivalentes a la riqueza de países enteros.

Es por eso que la característica por excelencia de la élite rusa es el cinismo.

La élite rusa actual (exceptuando quizás a Putin, que impone las leyes ideológicas gracias a su autoridad) está compuesta de individuos pragmáticos muy cínicos que tienen como único objetivo satisfacer sus apetitos y ambiciones individuales. No creen en nada ni en nadie, pero están dispuestos a luchar, usando todos los métodos disponibles, contra cualquiera que los desafíe.

Puede decirse que son pasionarios dispuestos a arriesgar con tal de conseguir dinero, poder, recursos y fama. Además, saben cómo ganar y salirse con la suya. Es una élite agresiva, cínica, sin escrúpulos, amoral y egocéntrica. No obstante, tienen mucho éxito. Se puede decir que son una especie de bastardos exitosos.

En resumen, esa es nuestra élite y no contamos con otra. Todos ellos cuentan con antecedentes similares y han salido victoriosos de las batallas y guerras que han librado gracias a una interminable cadena de traiciones y crímenes. El problema radica en que ellos no creen en ninguna idea y respaldaran cualquier idea que Putin imponga como “Crimea es nuestra” (esto excluye, por supuesto, a personajes como Gref y Aven). Si las cosas cambian, les importara un bledo a “quién le pertenece Crimea”: todo ello es irrelevante para su existencialismo licantrópico.

Esa es la condición real de nuestra élite. Pero, ¿cuáles son las ideas de Putin con respecto a la construcción de un Estado del cual habla cada vez más y qué supuestamente quiere crear? ¿A quién nombrará como su sucesor? La respuesta que se dé a la primera pregunta determinará sin duda la segunda.

Si Putin acepta que es imposible construir un Estado – es decir, un Estado como Idea, que tiene una misión ideológica y un propósito civilizatorio –  usando a la élite existente, entonces dejará abierto el campo a que los más fuertes luchen por el poder después de que él salga de la presidencia. Putin sabe que todos ellos son una jauría de lobos cínicos y agresivos. El más fuerte ganará y es precisamente para evitar que empiece esta “lucha de todos contra todos” que Putin ha hecho cambios a la Constitución cuando ha podido. Es un intento de frenar las ansias de estos “darwinistas sociales” que están dispuestos a lanzarse al ring cuando suene la campana.

Por otra parte, Putin no era ni mucho menos el más fuerte agente del Estado cuando asumió la presidencia. Yeltsin lo invistió con este poder con tal de que los oligarcas no arruinaran el país. Pero tal estrategia no podrá repetirse nuevamente sin mucha habilidad. En la historia tales cosas solo ocurren una vez y posteriormente lo único que se puede hacer es crear simulacros o copias bastante inferiores.

Por lo tanto, si Putin ha llegado a una especie de acuerdo con dicha élite, entonces la construcción del Estado no avanzara más. Eso no significa que todo empeorará, pero tampoco mejorará. No se puede esperar nada de esta élite de cínicos: las futuras generaciones, es decir, los hijos y los nietos de estos lobos, carecen de las cualidades de sus ancestros, pues se encuentran completamente descompuestos por la cocaína, la promiscuidad y el escándalo de Courchevel (1) que los hace incapaces de pisotear a los demás. Perderán el poder cuando lo asuman. El grado de agresividad y voluntad que tenían los miembros del Komsomol de la década de 1980, los bandidos y ladrones de los años 90, los creadores de las directrices del año cero y los participantes del “Consenso de Crimea” (¡se trata de los mismos individuos!) se ha ido esfumando. Sin embargo, todos ellos se aferran al poder y le dicen a su prole sin vacilar: “debes hacer lo mismo que yo hago o al menos intentarlo”. No obstante, sus descendientes no cuentan con la fortaleza para realizar semejantes acciones.

Ahora bien, si Putin tiene una idea (y no puede ser de otro modo pues gobierna nuestro país, aunque tenga una idea puramente hipotética) sobre nuestro futuro… entonces podremos hablar de la construcción seria y responsable del Estado.

Por lo tanto, lo primero que se debe hacer es sustituir a nuestra élite.

Tales cínicos no son aptos para gobernar el Estado y sólo son útiles cuando realizan algo que los afecta personalmente. Por el contrario, la construcción de un Estado requiere del apoyo de todos.

El Estado es una tarea grupal y la élite rusa se encuentra dispuesta a adaptase a cualquier clase de Estado – sea este fuerte, débil, poderoso, decadente soberano, colonizado, socialista, liberal, nacionalista – si eso significa que pueden conservar su poder. Por lo tanto, una misión importante no les puede ser encomendada ya que esta no consiste en tomar, quitar, apropiarse o exprimir a los demás. Un montón de cínicos no son aptos para crear un Estado, pero pueden utilizar a este último para su propio beneficio.

Si el Estado es realmente importante para Putin, entonces deberá hacer que este asuma una ideología, es decir, el Estado debe convertirse en una idea, una meta, una pasión, un elemento creativo y un valor supremo. Y para que eso suceda, es necesario contar con una élite adecuada que lleve a cabo la construcción y creación de semejante Estado. La ideología de tal élite no será ni el comunismo ni el liberalismo, debido a que ambas consideran que el Estado debe ser abolido.

Eso nos lleva a la conclusión de que debemos contar con otra ideología y para ello debemos recurrir a la historia de Rusia o a los ejemplos que podemos extraer de otras sociedades no occidentales y no modernas. Todo esto se resume en un acto de voluntad, ya sea probable o improbable.

De todos modos, es un imperativo cambiar la élite. Hemos llegado al punto de que se hace imperativo un cambio rotundo.

Es necesario elegir entre la élite que existe hoy o Rusia. Y esa decisión la toma una sola persona. En su momento Stalin anunció que era necesario renovar el Partido, lo cual significaba el fortalecimiento del Estado.

Es hora de una gran purga, una real y no cosmética u ostentosa. Para ello se debe abolir la visión cínica del mundo que ha instaurado la élite moderna y a partir de ahí podremos avanzar.

Notas del Traductor:

1. El escándalo de Courchevel es un incidente que tuvo lugar el 9 de enero de 2007 en la estación de esquí francesa de Courchevel, en el que la policía francesa detuvo a varios miembros de alto rango de la gran empresa rusa debido a una investigación relacionada con una red de prostitutas de lujo.

Traducción de Juan Gabriel Caro Rivera