Ikki Kita: el ideólogo del nacionalismo japonés
Introducción
A menudo se asocia a Japón con la bomba atómica, los crímenes de guerra y un ejército antaño formidable. Sin embargo, a menudo se pasa por alto la trayectoria histórica que condujo a estas ideas y las influyentes figuras implicadas en ello. Una de esas figuras es Ikki Kita, reconocido como el «padre del fascismo japonés», cuyo legado está rodeado de controversia e incomprensión. Kita sigue siendo una de las figuras más controvertidas de la historia japonesa. Como pensador político, imaginó un Japón radicalmente reestructurado, combinando socialismo, nacionalismo, budismo y militarismo. Durante el tumultuoso periodo de principios del siglo XX, los escritos de Kita sirvieron de modelo revolucionario, abogando por amplias reformas agrarias, la nacionalización de la economía y la «Restauración Showa» como medio para fortalecer y unificar el Japón. Aunque sus ideas fueron seguidas fervientemente por los jóvenes oficiales del Ejército Imperial, también provocaron una feroz controversia, que finalmente condujo a su ejecución. Este artículo explora la importancia de las obras de Kita, las ideologías que conformaron y su impacto duradero en la trayectoria de Japón hacia el militarismo y la guerra.
Vida temprana e influencias
Kita nació en 1883 en la pequeña isla de Sado, en la prefectura japonesa de Akita, en el seno de una familia de samuráis y comerciantes. Aunque su familia era relativamente modesta, estos antecedentes le expusieron muy pronto a los retos del Japón rural y a las desigualdades que la Restauración Meiji exacerbó. También le inculcó un espíritu rebelde. Estas experiencias alimentaron su pasión por la lucha contra la injusticia social y la desigualdad, que consideraba que corrompían la sociedad japonesa desde dentro. Kita asistió a la universidad, pero pronto se decepcionó. Lector prolífico, se formó mediante el estudio independiente y la investigación filosófica, explorando en particular el socialismo, el confucianismo y el pensamiento político occidental. Influido por filósofos occidentales como Platón, Rousseau y Marx, así como por nacionalistas japoneses y pensadores reformistas, Kita desarrolló una perspectiva única sobre la reforma social.
Promulgación de la nueva constitución japonesa por el emperador Meiji en 1889
Su desarrollo intelectual coincidió con la rápida modernización e industrialización de Japón durante la era Meiji, en la que Japón trató de alcanzar a Occidente tras ver humillada su dignidad por los tratados desiguales impuestos por las potencias occidentales. Aunque la modernización de Japón fue un éxito gracias a la rápida industrialización, también introdujo nuevos retos, como la desigualdad de ingresos, las tensiones sociales y las presiones imperialistas occidentales. Estos problemas reforzaron la creencia de Kita de que Japón necesitaba un gobierno fuerte y centralizado que protegiera sus intereses frente a las potencias occidentales y cuidara de su pueblo mediante reformas económicas. Su consumo diario de cocaína, una adicción que desarrolló para aliviar el dolor de una lesión infantil, probablemente influyó en sus intensas y a veces radicales opiniones sobre la sociedad y el gobierno.
En septiembre de 1905 Kita abandonó su ciudad natal de Sado para trasladarse a Tokio durante los disturbios de Hibiya, que estallaron en protesta por el Tratado de Portsmouth. Negociado por el presidente estadounidense Theodore Roosevelt, este tratado puso fin a la guerra ruso-japonesa. Contenía disposiciones favorables a las ambiciones imperialistas de Japón, otorgando reconocimiento internacional a la influencia y el control de Japón sobre partes de China y Corea dominadas por Rusia. La victoria japonesa fue la primera gran victoria de una raza no blanca contra una gran potencia y permitió a Japón pasar de ser una nación explotada como China a una capaz de sentarse a la mesa de negociaciones con el resto de potencias del mundo. A pesar de estos avances, los grupos nacionalistas consideraban el tratado como un humillante fracaso y eso desencadenó numerosos disturbios. Aunque Kita compartía el deseo de los manifestantes de mejorar el prestigio internacional de Japón, no estaba de acuerdo con su valoración del Kokutai, al que veía como «una herramienta en manos de la oligarquía». En este contexto, Kita escribió su primer libro El Kokutairon y el socialismo puro. George Wilson resume el contexto de su publicación: «Kita escribió su primer libro en un contexto de descontento popular generalizado por el resultado de la guerra ruso-japonesa» (George Wilson, Radical Nationalist In Japan: Kita Ikki 1883-1937)
Los disturbios marcaron un aumento de las revueltas políticas violentas en Japón en consonancia con la ideología política radical de Kita. Kokutairon es el primer libro de motivación política de Kita y refleja sus primeras opiniones y afiliaciones políticas. Danny Orbach describe esta etapa como la «fase socialista, secular y racional» de Kita. Según Oliviero Frattolillo, Kita se vio impulsado a escribir «Kokutairon» por la mentalidad acrítica de sus compañeros intelectuales. Frattolillo señala: «Kita criticaba especialmente la actitud sumisa de ciertos intelectuales hacia el sistema, que aceptaban con obsequiosidad la adquisición de nuevas teorías y nuevas formas de conocimiento procedentes de Occidente, traducidas y trasplantadas a Japón» (Oliviero Frattolillo, Interwar Japan Beyond The West: The Search For a New Subjectivity In World History)
Con este libro Kita pretendía criticar las deficiencias de la sociedad y proponer una alternativa socialista. El segundo libro de Kita, An Informal History of The Chinese Revolution, era un análisis crítico de la Revolución China de 1911. Atraído por la causa de la Revolución China de 1911, Kita se unió a la Tongmenghui (Liga Unida) liderada por Song Jiaoren. Viajó a China con la intención de ayudar a derrocar a la dinastía Qing, a la que consideraba una marioneta de las potencias occidentales. Sin embargo, Kita también estaba interesado en el nacionalismo revolucionario. El grupo nacionalista Kokuryūkai (Asociación del Río Amur/Sociedad del Dragón Negro), fundado en 1901, compartía sus opiniones sobre Rusia y Corea, lo que le llevó a unirse a él. Como miembro especial de la Kokuryūkai, Kita fue enviado a China para escribir sobre la situación durante la Revolución Xinhai de 1911. Cuando regresó a Japón en enero de 1920 Kita se había desilusionado de la revolución china y de las estrategias que proponía para lograr los cambios que había previsto durante su estancia en China. Unió fuerzas con Ōkawa Shūmei y otros para fundar la Yuzonsha (Sociedad de los Dejados Atrás), una organización nacionalista y panasiática, y dedicó sus esfuerzos a escribir y realizar activismo político. Con el tiempo, se estableció como uno de los principales teóricos y filósofos del movimiento nacionalista en el Japón antes de la Segunda Guerra Mundial.
El Imperio de Japón experimentó un crecimiento económico durante la Primera Guerra Mundial, pero esta prosperidad llegó a su fin a principios de la década de 1920 con el estallido de la crisis financiera Shōwa. El malestar social creció a medida que la sociedad se polarizaba y cuestiones como la venta de las hijas se convirtieron en una necesidad económica para algunas familias debido a la pobreza. Los sindicatos estaban cada vez más influenciados por el socialismo, el comunismo y el anarquismo, mientras que los líderes industriales y financieros de Japón seguían acumulando riqueza gracias a sus estrechas relaciones con políticos y burócratas. Los militares, percibidos como «libres» de la corrupción política, tenían en su seno elementos dispuestos a tomar medidas directas para hacer frente a lo que consideran amenazas para Japón derivadas de las debilidades de la democracia liberal y la corrupción política.
La última gran obra política de Kita fue Un esbozo de plan para la reorganización de Japón. Escrito originalmente en Shanghái, pero prohibido en 1919, el libro fue finalmente publicado en 1923 por Kaizōsha, la editorial de la revista Kaizō, aunque el gobierno lo censuró. La idea de una política nacional (Kokutai) es un tema común en la primera y la última obra política de Kita. Imaginaba a Japón superando una inminente crisis nacional en la economía o en las relaciones internacionales, liderando una Asia unida y libre, y unificando la cultura mundial a través de un pensamiento asiático japonizado y universalizado. Lo veía como una preparación necesaria para el surgimiento de una única superpotencia, que consideraba inevitable para la futura paz mundial. Un aspecto esencial de esta visión era el rechazo de la democracia liberal y el panasianismo.
Nacionalismo, socialismo y militarismo
La ideología de Kita fue objeto de acalorados debates y muchas de sus fuentes se mezclaron en una ideología única y confusa. Como resultado, ha sido mal caracterizada y etiquetada con otros calificativos vagos y poco útiles, como extrema derecha o fascismo. La ideología de Kita a menudo contradecía las ideas dominantes de su época y desafiaba el espectro político izquierda-derecha.
George Wilson desarrolla este punto cuando afirma: «Creo que la complejidad de la teoría de la revolución de Kita plantea la cuestión de si los términos izquierda y derecha son realmente útiles para clasificar a los pensadores japoneses de principios del siglo XX. El análisis izquierda-derecha tiene su origen en la Revolución Francesa y posteriormente se ha extendido a otras naciones occidentales para denotar ciertas líneas generales de orientación política: la derecha significa un deseo de preservar las instituciones existentes y reforzar los lazos sociales tradicionales, en particular el patriotismo y los vínculos familiares, mientras que la izquierda sugiere un deseo de cambio, de reforma a gran escala de los asuntos del pueblo auspiciada por el gobierno. La izquierda suele asociarse con el apoyo de la clase baja, mientras que los intereses de la clase alta cuentan con el respaldo de las fuerzas de derechas. Ambas son ipso facto capaces de pasar de formas moderadas a formas extremistas tanto de creencia como de acción con tal de alcanzar sus objetivos. Aceptando estos criterios como supuestos bastante típicos sobre el continuo político, podemos decir – anticipándonos a nuestra conclusión – que Kita Ikki no encaja en la imagen estándar de la derecha» (George Wilson, Radical Nationalist In Japan: Kita Ikki 1883-1937).
En cuanto a las ideas de Kita sobre el kokutai, concebía al emperador como un líder paternal, esperanzador y espiritual tras el que todos podían unirse. En esta época del Japón el emperador Meiji se alejó del poder absoluto e introdujo el constitucionalismo, dando lugar al concepto político de «kokutairon». Este concepto, formulado por Tatsukichi Minobe, considera al Estado liberal, o kokutai, como supremo, e incluso al emperador como un mero «órgano del Estado» definido por la estructura constitucional y no como un poder sagrado más allá del propio Estado. Minobe utilizó la metáfora de la cabeza del cuerpo humano para describir el papel del emperador. Esta tesis estaba influida por el filósofo jurídico alemán Georg Jellinek, cuya Allgemeine Staatslehre (Teoría General del Estado) se publicó en 1900, y por el concepto británico de monarquía constitucional. Minobe advirtió que la Dieta japonesa debía limitar cuidadosamente el derecho del emperador a ejercer el mando supremo sobre el ejército si no quería que Japón acabase con un gobierno dual en el que el ejército llegase a ser completamente independiente y estar por encima del imperio de la ley, sin rendir cuentas a la autoridad civil.
Ikki Kita no estaba de acuerdo con el kokutairon, defendía el absolutismo y una monarquía paternal platónica y deseaba recuperar el espíritu de la Restauración Meiji, con su poder absoluto, pero liberado de las falsas promesas de las potencias occidentales. El principal punto de divergencia radica en su uso del totalitarismo. Kita entendió el totalitarismo a partir de su lectura atenta de la República de Platón, que le inspiró a emular sus ideas. «La República de Platón era vista por estos radicales japoneses como el fundamento de las ideologías socialistas y comunistas occidentales. Cada vez más, por lo tanto, el texto era concebido como el anteproyecto de la revolución social…» (Hyun Jin Kim, Plato In East Asia ?).
Otro elemento central de la filosofía de Kita era su crítica a las élites gobernantes de Japón, a las que consideraba corruptas y alejadas del pueblo. Criticaba a los zaibatsu (grandes conglomerados industriales) por explotar a los trabajadores y mantener estrechos vínculos con el gobierno, lo que, en su opinión, comprometía el bienestar del pueblo japonés en beneficio de los zaibatsu. Una mezcla de budismo, lassallismo, marxismo y platonismo alimentaba su oposición al capitalismo y su deseo de ver Japón gobernado por líderes comprometidos con el bienestar del pueblo y no con el beneficio privado. Un aspecto intrigante de la ideología de Kita es su frecuente uso del término «socialdemocracia», que hace referencia a la versión defendida por Ferdinand Lassalle. George Wilson explica el impacto de Lassalle y Marx en Kita en este contexto: «En Sado, como en otros lugares, el cambio de siglo trajo consigo una oleada de nuevas ideas. El socialismo heredó el manto de protesta que antes llevaban los pensadores de minken. Los jóvenes socialistas se inclinaron hacia el romanticismo, influidos más por el ejemplo del efervescente Ferdinand Lassalle que por Karl Marx…» (George Wilson, Radical Nationalist In Japan: Kita Ikki 1883-1937).
Sin embargo, los liberales modernos y algunos críticos vieron en ello una admisión de «fascismo social». A pesar de su admiración por Marx, Kita discrepaba con él en ciertos aspectos, como su falta de espiritualidad. Sin embargo, en otras áreas, como el análisis económico de Marx, Ikki Kita fue uno de los primeros en elogiarlo.
«Aunque Kita no estaba de acuerdo con Marx en algunos puntos clave (por ejemplo, rechazaba vehementemente la teoría de los precios de Marx) y hacía hincapié en su propia interpretación independiente del socialismo, estaba fuertemente influido por las ideas marxistas. Desde las primeras líneas de Kokutairon se declaró dispuesto a defender el «socialismo científico» frente a sus detractores y en todos sus escritos posteriores elogió a Marx por su profunda comprensión del desarrollo histórico, económico y social. Incluso llegó a afirmar que la idea marxista de que «el capital es una acumulación de saqueo» era una «verdad inmutable igual a la ley de la gravitación» (Danny Orbach, A Japanese Prophet: Eschatology and Epistemology In The Thought of Kita Ikki).
En su programa político se considera necesario un golpe de Estado para establecer un estado de emergencia bajo el liderazgo directo de una personalidad fuerte. Debido a la estimada posición del emperador en la sociedad japonesa, Kita veía al soberano como el individuo ideal para suspender la Constitución, establecer un consejo iniciado por el emperador y reestructurar fundamentalmente el Gabinete y la Dieta, cuyos miembros serían elegidos por el pueblo y estarían libres de «influencias nocivas». Así se lograría la verdadera esencia de la Restauración Meiji. La «Dieta de Reorganización Nacional» propuesta revisaría la Constitución siguiendo los planes del Emperador, impondría límites a la riqueza personal, la propiedad privada y los activos corporativos y crearía entidades nacionales gestionadas directamente por el gobierno, como los Ferrocarriles Japoneses. La reforma agraria implicaría la transferencia de todo el suelo urbano a los municipios, de forma similar a las grandes reformas que Mao Zedong llevó a cabo posteriormente en China.
El nuevo Estado debía abolir el sistema de la nobleza kazoku, la Cámara de los Pares y todos los impuestos y garantizar el sufragio masculino, la libertad, los derechos de propiedad, los derechos de educación, los derechos laborales y los derechos humanos, todos ellos conceptos extraídos de su lectura de Lassalle. Mantener al emperador como representante del pueblo expulsaría a las élites privilegiadas y daría a los militares los medios para fortalecer Japón y permitirle liberar Asia del imperialismo occidental.
«Abolición del sistema nobiliario: Al abolir el sistema nobiliario, podremos acabar con la aristocracia feudal que forma una barrera entre el emperador y el pueblo. Esto realizará el espíritu de la Restauración Meiji» (Kita Ikki, Esbozo general para la reconstrucción de Japón).
Algunos estudiosos han traducido mal la obra de Kita y se han centrado demasiado en el darwinismo de su ideología, intentando vincularlo a figuras como Hitler. Sin embargo, el darwinismo de Kita estaba influido por Marx, que a su vez estaba influido por Darwin, lo que significa que Kita está más cerca del darwinismo de los Wobblies que del de la Alemania nazi. Su posición es, por tanto, comparable a la de Gramsci, Du Bois, Mao o Sukarno, que no estaban de acuerdo con Marx, pero, lo consideraban una fuente de inspiración. Además, incluso los estudiosos que atribuyeron el darwinismo a Kita, como Nicholas Howard, lo hicieron con sus propias palabras porque no encontraban la palabra para el realismo político, la teoría que se centra en la naturaleza competitiva y conflictiva de la política y en cómo el poder y la seguridad son las principales cuestiones de las relaciones internacionales.
En cuanto a la perspectiva geopolítica de Kita, también preveía que Japón desempeñara un papel de liderazgo en Asia y se opusiera al imperialismo occidental formando una «Gran Esfera de Coprosperidad de Asia Oriental». Los militaristas japoneses retomaron posteriormente este concepto en las décadas de 1930 y 1940 para justificar su expansión por Asia. La visión original de Kita de esta «esfera» era una alianza mutua de países asiáticos unificados bajo el liderazgo japonés para resistir colectivamente la influencia occidental. Aunque veía a Japón como un liberador de Asia, no abogaba por la explotación u opresión de otras naciones asiáticas, como han intentado hacer creer fuentes comunistas.
Como el mundo era injusto e irracional según la visión realista de Kita, éste sostenía que la lucha por el desarrollo positivo de Japón no era egoísta, sino una necesidad biológica y un acto revolucionario en favor de la justicia internacional. Este sentido de la justicia y la necesidad internacionales llevó a Kita a simpatizar con el desafío de Alemania a los «grandes imperios y la plutocracia internacional» durante la Primera Guerra Mundial. Aunque Alemania fracasó, Kita predijo que Japón no tardaría en hacer frente a estas injusticias y, tras la victoria, se convertiría en la «Alemania del Este», adquiriendo Australia, Siberia Oriental, las islas del Pacífico, Manchuria y Mongolia. Estas ganancias territoriales asegurarían la supervivencia de Japón como Estado-nación y garantizarían la integridad territorial de China y la independencia de la India. Sin embargo, Kita veía la liberación de Asia como el primer paso de una misión más amplia.
Kita afirmó el derecho de Japón como «nación proletaria» a tomar el control de Siberia, Extremo Oriente y Australia, sugiriendo que los habitantes de estas regiones deberían disfrutar de los mismos derechos que los ciudadanos japoneses. Argumentaba que los problemas sociales internos de Japón no podían resolverse sin abordar los retos de la distribución mundial. Este concepto se conoce como la Restauración Shōwa. Kita percibía el mundo dividido en dos clases: naciones burguesas y naciones proletarias. Veía a Japón como una nación proletaria, carente de un vasto territorio (un gran imperio colonial) y de recursos financieros (inversiones en ultramar). Por el contrario, veía a Rusia como un gran terrateniente con más territorio del que le correspondía, mientras que Gran Bretaña era vista como rentista y financiera. Esta visión era muy similar a la del protofascista italiano Enrico Corradini.
Para él, Japón debía aspirar a liderar una federación mundial difundiendo los principios sagrados del budismo por todo el mundo. Kita creía que la lucha de clases internacional contra los terratenientes y la plutocracia era la principal fuerza motriz de la historia. En su contexto histórico, la visión política de Kita era establecer un estado socialista utilizando un enfoque fascista conocido como «socialismo desde arriba» para unificar y fortalecer la sociedad japonesa. Las misiones internacionales de Japón tenían como objetivo garantizar la independencia de la India y salvaguardar la República de China, para evitar que se dividiera como África, en el espíritu de la unidad asiática. Otro objetivo de su plan era crear un vasto imperio que incluyera Corea, Taiwán, Sajalín, Manchuria, el Lejano Oriente ruso y Australia. Esta visión también implicaba el rechazo definitivo de la democracia de estilo occidental, que consideraba ajena a la conciencia asiática.
«No existe absolutamente ninguna base científica para pensar que una «democracia», es decir, un sistema estatal en el que los representantes del pueblo se eligen mediante un sistema electoral, es mejor que un sistema en el que el Estado está representado por una sola persona. La nación difiere según el espíritu del pueblo de cada nación y la historia de la formación de la nación. No se puede decir que China, que tiene un gobierno republicano desde hace ocho años, sea más racional que Bélgica, donde una sola persona representa a la nación. La idea estadounidense de «democracia» se basa en la idea de una sociedad formada por la libre voluntad de los individuos que celebran un contrato libre y en las ideas extremadamente burdas de la época en que los individuos se separaron de las patrias de Europa y formaron comunidades aldeanas que se convirtieron en naciones. La teoría del derecho divino de los electores no es más que una filosofía débil, lo contrario del derecho divino de los reyes. Esto no ocurrió cuando se fundó Japón, ni ha habido un periodo en el que dominara una filosofía tan débil. Un sistema en el que el jefe del Estado tiene que manipular las opiniones vendiendo su nombre, refinando sus modales como un actor barato para luchar en las elecciones, es para la raza japonesa, que ha sido educada para creer que el silencio es oro y la modestia una virtud, una invitación suficiente para permanecer muda y espectadora de esta extraña costumbre» (Kita Ikki, Una visión general de la reconstrucción de Japón).
Kita propuso que el Imperio de Japón adoptara el esperanto en 1919 como medio de unificación del mundo. Predijo que 100 años después de su adopción, el esperanto sería la única lengua hablada en Japón y en los vastos territorios conquistados y que el japonés se convertiría en el equivalente del sánscrito o el latín dentro del Imperio. Creía que el sistema de escritura japonés era demasiado complejo para imponerlo a otros, que la romanización sería ineficaz y que el inglés, enseñado en las escuelas japonesas de la época, no era dominado por los japoneses. Kita sostenía que el inglés era perjudicial para la mente japonesa, del mismo modo que el opio afectaba a los chinos, y que aún no había destruido a los japoneses porque la lengua alemana tenía más influencia. No obstante, pidió que se excluyera el inglés de Japón para evitar la anglización del país. Kita se inspiró en los anarquistas chinos con los que trabó amistad, que abogaban por sustituir el chino por el esperanto a principios del siglo XX.
Uno de los aspectos más significativos del pensamiento de Kita es la considerable influencia de su budismo. A diferencia de los sintoístas shōwa de su época, que en general se oponían al socialismo, Kita abrazó el budismo de Nichiren, una forma de budismo mahayana, o budismo del «Gran Vehículo», que fomentaba enérgicamente la acción política y la organización como preparación para la gran guerra venidera que Nicheren había predicho. Por tanto, Kita estaba más abierto al socialismo y a la diversidad de opiniones que los sintoístas. El budismo de Kita se diferenciaba del budismo teravada, o «budismo de los antiguos», en que se centraba en los bodhisattvas y en la ayuda comunitaria para alcanzar el nirvana. Esta forma de budismo encaja bien con el socialismo por sus aspectos comunitarios.
Su budismo nicheriano también desempeñó un papel en la formulación de su escatología o visión del ciclo de la historia. Al igual que Marx, creía que había progreso en la historia. Lo que le diferenciaba era su interpretación budista de la historia cíclica. Kita creía que la democracia social que implantaría sería la mejor etapa para que la gente alcanzara el nirvana y que el mantenimiento de este estado produciría el mayor número de bodhisattvas para acercar a la gente al nirvana. Esta mezcla de budismo y marxismo reflejaba el budismo de la Tierra Pura de una forma que se hace eco de las creencias de una antigua comunidad de monjes guerreros socialistas agrarios de Japón, los Ikko Ikki.
En Sobre el Kokutai y el socialismo puro Kita también cuestionó la perspectiva sintoísta de nacionalistas como Hozumi Yatsuka, que veía Japón como un «estado familiar» étnicamente homogéneo que descendía a través del linaje imperial de la diosa Amaterasu Omikami. Kita hizo hincapié en la presencia histórica de no japoneses en Japón y defendió que, junto a la integración de chinos, coreanos y rusos como ciudadanos japoneses durante el periodo Meiji, cualquiera debería poder naturalizarse ciudadano del imperio, independientemente de su raza, con los mismos derechos y obligaciones que los japoneses nativos. Creía que el imperio japonés no podía extenderse a regiones no japonesas sin concederles los mismos derechos o excluirlas del imperio. Al mismo tiempo, creía que Japón debía preservar una identidad japonesa diferenciada para servir de bodhisattva en el mundo. Sus opiniones sobre las políticas de inmigración y asimilación eran similares a las de Italo Balbo y Gentile.
Influencia en la sociedad japonesa y en el movimiento de los jóvenes oficiales
Aunque las ideas de Kita no gozaron de gran popularidad, sí resonaron entre los jóvenes oficiales militares japoneses desilusionados que se veían a sí mismos como guardianes del emperador y del futuro de Japón. Este grupo, conocido como los «jóvenes oficiales», era una coalición de elementos de derechas e izquierdas comprometidos con la purificación de Japón. Especialmente activos en la década de 1930 abogaban por una acción radical para destituir a los gobernantes corruptos y hacer realidad la visión de Kita de un Japón restaurado y poderoso. Creían que sólo un movimiento revolucionario dirigido por el ejército podría salvar a Japón de sus problemas sociales y económicos y mantener su autonomía frente a las potencias occidentales.
Una facción de esta coalición de jóvenes oficiales fue la Sakurakai, o Sociedad de los Cerezos en Flor, una sociedad secreta nacionalista formada por jóvenes oficiales del Ejército Imperial Japonés en septiembre de 1930. Su objetivo era reorganizar el Estado siguiendo líneas totalitarias militaristas, posiblemente mediante un golpe militar. La sociedad perseguía la restauración de Shōwa, con la intención de restaurar al emperador Shōwa (Hiro-Hito NDT) en la posición que le correspondía, sin partidos políticos ni burócratas corruptos, bajo una nueva dictadura militar. También apoyaban el socialismo de Estado, tal y como lo defendia Ikki.
Dirigido por el teniente coronel Kingoro Hashimoto, jefe de la sección rusa del Estado Mayor del Ejército Imperial Japonés, y el capitán Isamu Chō, con el apoyo de Sadao Araki, el Sakurakai comenzó con unos diez oficiales en activo del Estado Mayor del ejército. Luego se amplió para incluir a oficiales de rango de regimiento y compañía, y contaba con más de 50 miembros en febrero de 1931, llegando a varios centenares en octubre de 1931. Uno de sus principales líderes fue Kuniaki Koiso, futuro Primer Ministro de Japón. El Sakurakai se reunía en un dojo dirigido por Morihei Ueshiba, fundador del Aikido, en la sede del movimiento religioso Oomoto en Ayabe.
En 1931, durante el Incidente de Marzo y el Incidente del Color Imperial, los Sakurakai, junto con elementos nacionalistas civiles, intentaron derrocar al gobierno. Tras la detención de sus líderes después del Incidente del Color Imperial, el Sakurakai se disolvió y muchos de sus antiguos miembros se unieron a la facción Toseiha dentro del ejército. La admiración de los jóvenes oficiales por las ideas de Kita llevó a varios intentos de golpe de estado durante la década de 1930, siendo el más notable el incidente del 26 de febrero de 1936. En este suceso, un grupo de jóvenes oficiales intentó tomar el control del gobierno japonés y asesinar a figuras políticas clave que consideraban obstáculos para la reforma nacional. Aunque fue sofocado, el golpe de estado puso de manifiesto el alcance de la influencia de Kita en los círculos militares y la radicalización de ciertas facciones de la sociedad japonesa.
El incidente del 26 de febrero de 1936
La facción Kōdōha, o Vía Imperial, fue fundada por el general Sadao Araki y su protegido, Jinzaburō Masaki. Esta facción radical pretendía establecer un gobierno militar que promoviera ideas totalitarias agresivas, militaristas y expansionistas, obteniendo el apoyo principalmente de oficiales jóvenes. El Kōdōha apoyaba firmemente la hokushin-ron («doctrina de expansión hacia el norte»), abogando por un ataque preventivo contra la Unión Soviética, al considerar que Siberia formaba parte de la esfera de interés de Japón.
El Ejército Justo era un grupo de jóvenes oficiales del IJA que apoyaban a la facción radical de Kodoha. Estos jóvenes oficiales creían que los problemas de Japón provenían de su desviación del kokutai, un concepto que a grandes rasgos significaba la relación entre el emperador y el Estado. Creían que las «clases privilegiadas» explotaban al pueblo, provocando una pobreza generalizada en las zonas rurales y engañaban al emperador, mermando así su poder y debilitando a Japón. En su opinión, la solución pasaba por una «Restauración Shōwa» inspirada en la Restauración Meiji que había tenido lugar 70 años antes. Sus creencias estaban fuertemente influenciadas por el pensamiento nacionalista contemporáneo, en particular por la filosofía política de Ikki Kita. El 26 de febrero de 1936, intentaron dar un golpe militar destinado a purgar el gobierno y la cúpula militar de sus rivales y oponentes ideológicos.
El Incidente del 26 de febrero (26-28 de febrero de 1936) fue un intento de golpe de Estado en el Imperio de Japón, orquestado por jóvenes oficiales del Ejército Justo que apoyaban a Kodoha. Su objetivo era llevar a cabo la «Restauración Shōwa», purgar a sus oponentes políticos y restablecer el poder directo bajo el Emperador Showa (Hirohito). La «Restauración Shōwa» prevista pretendía ser un reflejo de la Restauración Meiji, con un pequeño grupo de personas capacitadas apoyando a un emperador fuerte. Aunque lograron asesinar a varios altos cargos y ocupar el centro gubernamental de Tokio, no consiguieron asesinar al primer ministro Keisuke Okada, tomar el control del Palacio Imperial ni ganarse el apoyo del emperador. Aunque sus partidarios en el ejército intentaron sacar provecho de sus acciones, las divisiones internas y el enfado generalizado por el golpe impidieron cualquier cambio gubernamental. Ante la abrumadora oposición del ejército, los rebeldes se rindieron el 29 de febrero. Las consecuencias han sido la represión de la sublevación, el declive de la influencia de la facción Kodoha y el aumento de la influencia militar sobre el gobierno.
El legado y la ejecución de Kita Ikki
Kita ejerció una profunda y compleja influencia en el nacionalismo y el militarismo japoneses. Su obra intelectual inspiró a reformistas radicales que apoyaban el establecimiento de una dictadura militar estricta y un gobierno autoritario. Estas ideas contribuyeron al avance de Japón hacia el militarismo en la turbulenta década de 1930 y principios de 1940, en un contexto de insatisfacción generalizada con una democracia ineficaz y de desafíos geopolíticos, como el fin del Tratado Anglo-Japonés, que dejó a Japón aislado. La visión de Kita de la Gran Esfera de Coprosperidad de Asia Oriental, concebida inicialmente como una organización idealista y cooperativa, se transformó en un sistema al que él se oponía, a medida que sus ideas se reconfiguraban para alinearse con la agenda del gobierno imperial. Personalidades como Konoe intentaron poner en práctica los ideales de Kita a través de reformas laborales, propuestas de igualdad racial en la Sociedad de Naciones y esfuerzos para obtener el indulto de los líderes ultranacionalistas implicados en el incidente del 26 de febrero, que habían intentado asesinar a su mentor Saionji. Sin embargo, Konoe se enfrentó a la oposición de varias facciones del gobierno japonés y a presiones externas, como la venganza de Estados Unidos y las intrigas de China. Finalmente, Konoe, partidario de la diplomacia, cedió el poder al más agresivo Hideki Tojo.
En 1937, durante la «Purga del 26 de febrero», Kita fue detenido y ejecutado por el gobierno japonés, que lo consideraba una amenaza para la seguridad del Estado. Aunque algunas de sus ideas fueron parcialmente adoptadas por las autoridades gobernantes, Kita era considerado un ideólogo peligroso, capaz de incitar al descontento y desafiar el arraigado poder de la élite. Su ejecución no acabó con su influencia; los escritos de Kita siguieron resonando, convirtiéndose en textos fundamentales para los pensadores nacionalistas y militaristas que imaginaban la salvación de Japón en forma de un estado socialista centralizado y autoritario.
Herencia
El legado ideológico de Kita ha tenido una influencia sorprendente, sobre todo dentro de la ideología Juche de Corea del Norte. Esta ideología refleja las creencias de Kita, como la dinámica líder supremo/emperador, la colaboración internacional contra el imperialismo occidental, el antiliberalismo, el anticapitalismo, el socialismo de Estado, el totalitarismo y el Songun. A pesar de su propaganda antijaponesa, estos principios permitieron que las ideas de Kita sobrevivieran en Corea del Norte. En Corea del Sur, algunos medios de comunicación liberales de izquierda han retratado la administración de Park Chung-hee como antiamericana, fascista panasiática y Chinilpa, cuyas influencias se remontan a la educación japonesa de Kita y a su estudio del incidente del 6 de febrero. Inejiro Asanuma, líder del Partido Socialista Japonés, estaba muy influido por Kita y abogaba por una alianza con Mao y Sukarno, haciéndose eco de los ideales de Kita de una esfera de prosperidad. Sin embargo, fue asesinado por Otoya Yamaguchi, un nacionalista japonés pro-inglés-estadounidense protegido por Bin Akao. El asesinato de Asanuma sirvió para sofocar cualquier movimiento genuino japonés en favor de la soberanía y para afianzar elementos neoconservadores en muchas facciones del nacionalismo japonés.
En el Japón actual, el movimiento nacionalista está muy atenuado y desconectado de las ideas de Kita, muy influido por las perspectivas angloamericanas, un escenario al que Kita se habría opuesto rotundamente. La Cuarta Teoría Política de Aleksandr Dugin se alinea con algunas de las ideas de Kita cuando se considera en el contexto de los actuales alineamientos geopolíticos, como explica Kazuhiro Hayashida en Lo que los japoneses necesitan para entender la Cuarta Teoría Política. Kazuhiro subraya la importancia de recordar ideas y figuras históricas para comprender teorías contemporáneas como las de Dugin. Kazuhiro se centra en Kanji Ishihara, antiguo soldado del ejército imperial y budista Nichiren influido por Kita, que fue reconocido por sus teorías estratégicas durante el periodo de entreguerras y por su planificación y ejecución de la reconquista de Manchuria por el emperador Qing, Esto permitió a Manchuria convertirse en una potencia económica multicultural al servicio de las ambiciones de Japón, gracias a sus prácticas agrícolas colectivas y a una industrialización que mejoró el nivel de vida, superando a Japón en la producción de acero. La minería del carbón, la extracción de petróleo y la agricultura se convirtieron en industrias importantes, los puertos y las ciudades se modernizaron, el comercio y los negocios florecieron y Manchuria se industrializó más que la República de China. Manchuria se convirtió en la región más industrializada de toda China, lo que llevó a los soviéticos a utilizarla como base de operaciones y permitió a Mao ganar la guerra. Aunque las teorías de Ishihara perdieron importancia tras la Segunda Guerra Mundial, el autor cree que siguen ofreciendo valiosas perspectivas. Las ideas de Ishihara, como las de Kita, se alinean bien con la Cuarta Teoría Política de Dugin, que cuestiona el liberalismo.
El gobierno chino contemporáneo tiene vínculos ideológicos con Kita, ya que las reformas económicas de Deng Xiaoping estuvieron muy influidas por Park Chung-hee y el modelo económico japonés que inspiró las economías de los Tigres Asiáticos. El burócrata chino Wang Huning también ha incorporado muchas de las ideas de Kita en China, dirigiendo la nación hacia el establecimiento de una Pax Sinica a través de iniciativas internacionales como el proyecto Cinturón y Ruta, que recuerda los esfuerzos de la Sociedad del Dragón Negro. Wang expresó su desdén por la política multipartidista y se distanció del marxismo, abogando en su lugar por un sistema corporativista.
Yukio Mishima, también muy influido por Kita, creía que su vida debía culminar con su propio incidente del 26 de febrero, destinado a restaurar la soberanía japonesa frente a la influencia occidental, o arriesgarse a una muerte artísticamente significativa. Para ello, fundó la Tatenokai, o Sociedad del Escudo. Mishima apreciaba la cultura tradicional japonesa y se oponía al materialismo occidental, al globalismo y al comunismo, temiendo que erosionaran la identidad cultural única de Japón y dejaran a su pueblo «desarraigado». El 25 de noviembre de 1970 Mishima y cuatro seguidores entraron en una base militar del centro de Tokio, tomaron como rehén al comandante e intentaron sin éxito reunir a las Fuerzas de Autodefensa Japonesas para derrocar la Constitución japonesa de 1947. Tras su discurso, gritó «Larga vida al Emperador» antes de suicidarse.
Kita sigue siendo una figura controvertida de la historia japonesa. Su ideología radical pretendía crear un Japón más fuerte y justo combinando nacionalismo, socialismo y militarismo para hacer frente a problemas como la disparidad económica y el imperialismo occidental. Sus ideas inspiraron a muchos y supusieron una amenaza para la Unión Soviética. Las potencias coloniales occidentales y el propio Japón lanzaron una campaña de desinformación para suprimir y tergiversar sus ideas. En realidad, Kita pretendía desmantelar el capitalismo y se veía a sí mismo como un budista totalitario que utilizaba Japón como vehículo para la iluminación mundial, haciéndose eco de la visión de Fichte para Alemania. Su búsqueda de la salvación budista mundial le convirtió en una importante figura del fascismo genérico/tercera posición en Japón, junto a figuras como Akira Kazami y Seigō Nakano.
Traducción de Juan Gabriel Caro Rivera