Hacia una teoría general del horror

25.12.2024

Poco a poco hemos avanzado en una cierta dirección: hacia una teoría general del horror. Heidegger contrapone el horror (Angst, angustia) al miedo (Furcht, temor). El miedo nos hace huir, mientras que el horror nos inmoviliza. La distinción que hace la psiquiatría entre el trastorno de ansiedad y miedo es algo diferente, pero complementaria a la idea de Heidegger. El horror surge del interior, es el enfrentarse a algo indefinido e inexpresable. El miedo siempre viene de fuera y tiene – aunque sea un fantasma – una causa, una forma y una explicación.

Las películas de David Lynch transmiten maravillosamente la angustia, pero se trata de un género de terror muy diferente. El horror interno hace que una persona no tenga miedo. Por el contrario, el estar inmersos en un terror mezquino y terrible (la «criatura temblorosa») nos protege contra el impacto del horror interior.

La deshumanización del hombre, cada vez más aguda y cercana, puede generar tanto miedo como horror. El miedo nos hace esquivar el problema, mientras que el horror nos empuja al combate. El horror es más cercano a la eternidad, en cambio, el miedo es inherente al tiempo.

Eugene Thacker, en su libro Horror of Philosophy, explica el horror a través de tres tipos de «mundo», siguiendo las ideas del realismo crítico (OOO - Ontología Orientada hacia Objetos):

  1. El mundo-con-nosotros, es decir, el mundo como existencial de Heidegger (in-der-Welt-sein). Este tema lo desarrolla el amigo de Heidegger y alumno de Husserl, Eugen Fink – kosmologische Differenz – la diferencia entre las cosas del mundo y el mundo en su conjunto. Fink interpreta esto en el espíritu de la distinción de Heidegger entre el ser y los entes (el juego como imagen del mundo).
  2. El mundo en sí. La teoría materialista del objeto.
  3. Y el mundo sin nosotros. Según Thacker es este último el que nos infunde el horror, ya que se sitúa entre el mundo-con-nosotros y el mundo-en-sí. Esta dimensión intermedia es la experiencia del contacto con algo que suprime activa y concretamente nuestra propia naturaleza. Es la zona del horror puro, no del miedo. El contacto con el mundo-sin-nosotros es mucho más grave que la muerte personal. Cuando perecemos, nuestra especie permanece. Pero la experiencia de la extinción de la especie es verdaderamente horrorosa. Elon Musk ha reflexionado recientemente sobre ello.

Este tema aparece entre otros realistas especulativos como Meillassoux y Harman en un contexto similar. Al construir una ontología de los objetos, se plantea el fin del sujeto (y de cualquier correlacionismo) hasta llegar a la hipótesis del ser del otro lado de las cosas, donde se concentra el horror absoluto. Esto se ilustra con motivos y tramas lovecraftianas, integrando en la filosofía sus imágenes e ideas sobre dioses idiotas y civilizaciones subacuáticas.

El propio Heidegger lo insinúa, ya que para él el horror (Angst) actúa como experiencia de la nada o del ser puro («¿Qué es la metafísica?»). Sin embargo, los realistas críticos toman de Heidegger a su obsesión por los objetos dejando de lado la vida, el sujeto y el Dasein, mientras que para Heidegger el Dasein es central.

Por supuesto, una teoría general del horror debería comenzar con la naturaleza de lo sagrado y el Temor de Dios (aquí, claramente, estamos hablando de horror, Angst, Dios no asusta, sino que horroriza). Después, Boehme, Pascal, Hegel y Kierkegaard, hasta finalmente llegar a Heidegger y el pensamiento post-heideggeriano: Sartre y Camus hasta Deleuze y OOO.

Por cierto, para Pascal y Kierkegaard, el horror es evocado por el mismo Universo autónomo descrito por la física de los Nuevos Tiempos como algo frío e infinito. Tal vez sea éste el responsable de las grotescas descripciones de la naturaleza oscura en Dios según la teosofía de Boehme.

El pensamiento de Plotino y Dionisio Areopagita sobre el pre-ser de lo Uno, sobre la teología apofática, nos preparó para otro tipo de horror: uno transformador, elevador y deificador. El Temor al Señor es el eje vertical del ser.

¿Cuál podría ser el fenómeno o concepto más cercano al horror ruso? ¿Cómo viven e interpretan el horror los rusos? A primera vista, un ruso no conoce el horror ante el mundo porque, para nosotros, el mundo es una continuación orgánica de uno mismo: las raíces de las palabras «мир» (mundo) y «милый» (querido) son la misma según Kolesov. Lo querido no inspira horror. Tampoco el mundo como comunidad.

Entonces, los rusos no conocen la naturaleza como tal (en sí misma, como objeto). Los rusos tienden a animarla y espiritualizarla (de ahí el tecnoanimismo de Andréi Platónov, su bolchevismo mágico). Y, por supuesto, Fedorov, para quien la materia es la danza de partículas de las cenizas de nuestros padres. Los átomos de Tsiolkovsky han probado la dulzura de la vida. Nuestra ciencia no es materialista, sino panteísta.

Lo que horroriza a un ruso no es tanto la ausencia y la alienación de la vida, sino sus excesos y aberraciones. De ahí el tema predominantemente eslavo del vampiro. Un vampiro es un exceso de vida. Debería estar muerto, pero, de algún modo, no lo está.

El obstinado amor por la vida en un ruso, al parecer, desplaza el horror demasiado adentro, tan adentro que ni nosotros mismos nos damos cuenta. Pero los demás sí lo notan. El horror es lo que inspiramos.

Traducción de Juan Gabriel Caro Rivera