Encuentro con Heidegger: una invitación a emprender el viaje
El pensamiento y sus autoridades
Martin Heidegger es un autor fundamental. Forma parte de las figuras ineludibles de la historia del pensamiento. Muchas cosas pueden omitirse, considerarse opcionales, ojearse a placer. Pero existen pensadores que exigen un estudio cuidadoso y profundo. Sin tal estudio nuestras nociones [представления; nociones, puntos de vista, conceptos, ideas; este término será considerado explícita y detalladamente más adelante; hasta entonces, suele traducirse como nociones] sobre el pensamiento, la filosofía [y] la historia de la cultura serán defectuosas, incompletas, fragmentarias y, por lo tanto, poco fiables.
Heidegger es indispensable para cualquiera que viva en el mundo de hoy, en la Rusia de hoy, e intente al menos de algún modo fundamentar el hecho de su disponibilidad [наличия], presencia [присутствия]. La mayoría de las veces, por supuesto, no tenemos que hablar de presencia: después de todo, «presencia» significa etimológicamente «estar cerca de la esencia» [быть при сути; la palabra «суть» adquirirá más tarde un significado especial; hasta que el autor efectúe ese cambio explícitamente, se traducirá como «esencia»], pero ¿quién está ahora «cerca de la esencia»? No obstante, ¿quizá podamos al menos reflexionar sobre la disponibilidad? Incluso quien plantea una pregunta sobre su disponibilidad, aunque sin mucha profundidad, no puede eludir a Heidegger.
Es imposible pensar, y en particular pensar sobre la disponibilidad, sobre uno mismo, sobre el mundo, sobre la vida y la muerte, sin apoyarse en una u otra escuela de pensamiento. Que nosotros mismos no sepamos qué sistema filosófico está en la base de nuestro pensamiento no significa que no exista tal sistema. Seguramente existe: al fin y al cabo, nuestros pensamientos y nociones proceden de alguna parte. Si atendemos con atención al contenido de nuestra misma conciencia, si hacemos un inventario aproximado de él, podemos darnos cuenta de que una parte de él procede de Platón, otra de Aristóteles, una tercera está en consonancia con las enseñanzas de Descartes, una cuarta con la dialéctica de Hegel; algunos pensamientos están tomados del arsenal de la teología, otros del marxismo; en algunos tienen una evidente influencia de Kant y en alguna parte se encuentra un fragmento nietzscheano. El hecho de que la filosofía no nos llegue directamente, no de forma inmediata, sino a través de cientos de ecos anónimos – en la escuela, la familia, la sociedad, los medios de comunicación, la educación, las conversaciones cotidianas y la desarticulada cultura del consumo – no cambia este hecho.
Nos parece que nosotros mismos pensamos, pero tal ilusión sólo surge de la ignorancia o de una educación deficiente. Basta con que empecemos a trabajar sobre nosotros mismos para que nos demos cuenta de que citamos constantemente, la mayoría de las veces, aquellas fuentes cuya existencia no conjeturamos. Precisamente por eso, cualquier persona que desee pensar honestamente empezará por determinar las autoridades y los sistemas de referencia del pensamiento en filosofía, ciencia y arte.
Una persona que piensa siempre es en cierto modo un filósofo. Un filósofo siempre pertenece a alguna escuela de pensamiento: o sigue la filosofía religiosa, o es kantiano, o hegeliano, o liberal, o marxista, o freudiano, o positivista, o nietzscheano, o estructuralista, o partidario de la «filosofía de la vida», o solipsista, o existencialista, o materialista, o darwinista, etc. En muy raras ocasiones, un filósofo es capaz de llevar a cabo una síntesis interesante y original de diferentes escuelas; y aún más raras veces, con lagunas de siglos enteros, aparecen esos pensadores que abren nuevos caminos y realmente abren nuevos horizontes para el resto de la humanidad. Se trata de grandes personas, que marcan los hitos del pensamiento de toda la humanidad; y ésta los recuerda durante siglos honrándolos por eso.
Quien comprende a los grandes [pensadores] y adopta una de estas posibles posiciones filosóficas se asegura para sí la condición de filósofo, de ente pensante de pleno derecho [существо]. Y aquí está la honestidad más importante: uno debe en primer lugar inclinarse ante una autoridad (aunque también con el «pensamiento secreto» de derrocarla más tarde) y pensar sobre sí mismo y sobre el mundo en el salón interior de las grandes ideas y teorías. Tampoco los que se empeñan en ser originales de una vez y a cualquier precio permanecen mucho tiempo en la filosofía; su lugar es el mercado.
Traducción de Juan Gabriel Caro Rivera