El viejo tonto que removió dos montañas
Condenar el Mercado Común es una manifestación de miopía histórica. Es mucho más aprovechable y más sencillo heredarlo, y, si es necesario, forzar los acontecimientos para obtener esta sucesión
Jean Thiriart, 1964
Esta derrota era inevitable. De un lado, gentes que vivían en una especie de capullo de seda, tejido blandamente por los norteamericanos, todo facilidades… De otro, un ejército formado por jóvenes vietnamitas del Norte, duros, nacidos en la lucha, adoctrinados desde la infancia… Los conozco bien. He luchado contra ellos y no han podido cambiar. Se lanzan al asalto por oleadas, sin importarles la vida. Piensan en la patria… Sus dirigentes hablan de “patria comunista”. Comunista o no, la idea de patria es un motor para el que no se ha encontrado sustituto
El general Bigeard, refiriéndose a la derrota de los USA en Vietnam, 1975
Cuando repasaba la bibliografía de la que disponía para hacer el presente trabajo, topé con “El estilo del trabajo en el partido”, de Mao Tse Tung, selección de diversos escritos del líder comunista chino redactados entre 1929 y 1945, y que se refieren a diversos aspectos de la estrategia y funcionamiento del partido comunista durante la época de su ascensión al poder, frente a los nacionalistas y a los invasores japoneses, así como ante las injerencias de potencias extranjeras, europeas o americanas.
Buscaba allí ejemplos del modo y la mentalidad para encarar una lucha de liberación a gran escala, continental, cuando encontré la fábula china a la que se refirió Mao con ocasión de la clausura del VII Congreso del partido en 1945.
Dice la fábula:
“El viejo tonto tenía noventa años y vivía con su familia al pie de dos enormes montañas. De generación en generación, esas montañas les dificultaban la comunicación con los pueblos de alrededor. Tenían que subir y bajarlas para ir al mercado e incluso para ir por agua al riachuelo. Odiaban profundamente esas montañas, pero se sentían incapaces de hacer nada, hasta que un día, el viejo reunió a la familia y le comunicó su voluntad de allanarlas para acortar el camino.
Al día siguiente se pusieron a trabajar todos los miembros de la familia, excavando la tierra y transportándola hacia unos valles profundos. Al cabo de unas semanas, apareció un viejo sabio de barbas blancas y quedó atónito ante tan extraña operación:
—Pero, ¡por Dios! ¿Qué estáis haciendo?
—Queremos remover estas dos montañas que nos estorban —contestó el viejo tonto con naturalidad.
—¿No creéis que es una idea insensata, ya que sois tan pocos y las dos montañas son gigantescas?
—Es cierto que somos pocos y además ya estoy muy viejo. Sin embargo, tengo hijos y nietos, y ellos tendrán también hijos y nietos. Si bien las dos montañas son altas, no podrán crecer más. Si de generación en generación vamos cavando las montañas sin cesar, llegará un día en que las allanaremos.
Al escucharlo, el viejo sabio se marchó moviendo la cabeza, mientras que el viejo tonto siguió trabajando sin parar con el mismo ánimo que cuando inició la faena. Toda la familia seguía su ejemplo con redoblado esfuerzo.
Transcurrieron unos meses y el Divino se enteró del empeño y la irrevocable decisión del viejo tonto y su familia y, conmovido por la férrea voluntad de esos humildes trabajadores, envió a dos inmortales a remover las montañas.
Una madrugada, cuando despertó el viejo y se preparó para seguir con el rutinario trabajo, se dio cuenta de que las montañas habían desaparecido y frente a sus desconcertados ojos se extendía una amplia llanura.”
Decía Mao que esas dos montañas eran para los chinos el imperialismo y el feudalismo. Yo no tengo inconveniente en afirmar que las dos montañas que hoy pesan para la construcción de la nación europea son, por una parte, los caducos Estados-nación como España, Francia, Gran Bretaña, Alemania, etc., inevitablemente acompañados por las reivindicaciones micronacionalistas catalanas, vascas, bretonas, escocesas, lombardas, etc. Y por la otra el imperialismo americano, brazo armado del capitalismo posmoderno.
La misión del movimiento revolucionario europeo es liberar a nuestro pueblo de esas dos losas, aunque ahora pueda parecer poco menos que imposible, pero, si tal como en el cuento, la Divinidad acabó por apiadarse de ese viejo tonto, ¿no seremos capaces de despertar la conciencia de nuestra gente, nosotros, jóvenes quizás tan estúpidos como para desafiar al destino, como tantas veces lo hizo la juventud de Europa? ¿No seremos dignos de lástima por mantener la mirada en el futuro, mientras apenas nuestros compatriotas pueden sostenerse en el presente? Somos visionarios y eso es lo que nos salvará. Visionarios como Nietzsche, Ortega y Gasset, Thiriart, y de Benoist, entre otros, que nos marcan el camino a seguir en esta nueva etapa del camino hacia el reencuentro con el porvenir, siempre vivido y siempre por vivir, por nuestra generación, fruto destilado tras miles de años combatiendo, defendiendo y organizando a nuestros pueblos.
Europa será.
(Este texto forma parte del libro "La nación Europea y otros escritos", Ed. Nueva República, 2010).