EL PARADIGMA POLÍTICO RUSO: REALISMO CONTRA LIBERALISMO
Debemos tener en cuenta todo lo anterior con tal de hacer una verdadera cartografía del pensamiento político ruso, porque primero necesitamos trazar la cartografía semántica que nos permita comprender las palabras con tal de crear una ciencia política bien fundamentada.
La política rusa suele abordarse desde aspectos demasiado particulares, y este detallismo termina por hacer que la imagen del conjunto se vuelva borrosa. El panorama es ensombrecido por las elecciones, los nombramientos, los procesos penales, los escándalos de corrupción, el enfrentamiento entre grupos de poder, los ataques y contraataques de la oposición liberal, mientras que el covid-19, la vacunación, los cambios de estrategia de las autoridades, la propaganda, la represión y el levantamiento de las restricciones sanitarias terminan por enturbiarlo todo. Además de que el actual y creciente enfrentamiento con Occidente distorsiona aún más la imagen que nos podemos hacer de lo que sucede.
Antes de que desarrollemos un análisis sobre los fenómenos, acontecimientos o tendencias de la política rusa, tenemos que distanciarnos de todas estas violentas convulsiones que se producen a nuestro alrededor. Si no hacemos eso, caemos en el escándalo o la histeria: cosas insignificantes adquieren proporciones gigantescas hasta que las palabras, los gestos y las luchas eclipsan la razón, por lo que las coincidencias y accidentes se convierten en “pruebas incontrovertibles”. Por esa razón buscamos el modo de salir de semejante histeria y poner nuestros pies en un terreno fiable, sereno y equilibrado que nos ayude a pensar ecuánimemente.
Rusia, como cualquier otro Estado, es un lugar donde se intersectan la política interior y exterior. No podemos separar por completo ambas vertientes, ya que las dos están estrechamente entrelazadas. Podemos decir que tanto lo interno como lo externo son esferas relativamente separadas dentro de la política rusa, pero no son procesos aislados sino elementos donde uno u otro predominan según el contexto. La política interior está dominada por los factores internos y la exterior por los externos. Pero en los dos casos existen vectores y fuerzas opuestas que chocan.
Esta interrelación entre lo interno y lo externo se manifiesta de forma clara en el fenómeno de los liberales que se encuentran en el poder o lo que he llamado la “sexta columna” que (a diferencia de la “quinta columna”, en la cual encontramos opositores abiertos al régimen de Putin, además de enemigos del Estado ruso) es leal a las estructuras de poder. No obstante, la “sexta columna” tiene una relación con el poder y las políticas patrióticas muy cercana a la “quinta columna”, política que es diametralmente opuesta a la dinámica del Estado ruso. Dentro de la política interna rusa operan tanto la oposición como los liberales en el poder. Sin embargo, es evidente que ambos componentes están estrechamente vinculados a los círculos globalistas occidentales y, por lo tanto, están integrados en las estructuras y dinámicas de la política externa. El Occidente liberal ejerce su influencia sobre Rusia no sólo por medio del uso de los opositores abiertos de la “quinta columna”, sino también por medio de la “sexta columna”. La única diferencia entre ellos es que la primera expresa sus críticas abiertamente y en voz alta, mientras que los segundos, cercanos a los círculos de poder como Chubáis, Nabiúllina o Silouanov, hacen sus críticas en privado.
Otro punto importante que debemos tener en cuenta es que Rusia no es simplemente un Estado nacional que ha sido reconocido internacionalmente, sino que es un Estado que aspira a ser un polo independiente capaz de influir mundialmente: ese ha sido el proyecto político de Putin durante estos 21 años, ya que él no se conformó con una soberanía nominal y en su lugar optó por hacer todo lo que estuviera a su alcance – o al menos todo lo que él es capaz de comprender de los procesos políticos mundiales – con tal de conseguir que Rusia ejerza una soberanía absoluta. Esto lo ha conseguido en muchos aspectos, al menos si lo comparamos con la lamentable situación en la que se encontraba Rusia en los años noventa con Yeltsin y el actual Estado ruso. El gran odia y temor que Rusia despierta hoy en día en Occidente deja claro que existe una transformación dramática, ya que se ha convertido en un sujeto de las relaciones internacionales y posee una soberanía real. Esto queda demostrado con acciones concretas muy radicales como sucedió con “Crimea es nuestra” o la intervención en Siria. Y en la medida en que la soberanía se fortalece, también lo hace la autonomía de la política interna. Todo eso es natural: cuanto menos depende un Estado y su sistema político (junto con su economía, tecnología y cultura) de factores externos, más autosuficientes y autónomos son sus procesos políticos internos. Putin (consciente o intuitivamente, esa es otra cuestión) es un defensor del realismo en las Relaciones Internacionales y cree que la política interior debe ser totalmente independiente de la política exterior: eso solo puede ocurrir si la soberanía es absoluta y total.
Pero el Occidente moderno, y especialmente sus élites globalistas, las cuales volvieron a la Casa Blanca con Joe Biden tras el interludio de Donald Trump (un realista), son partidarios de la escuela liberal en las Relaciones Internacionales (RI). Por lo que el objetivo que ellos tienen es completamente opuesto al de Putin: sostienen que la política interna de todos los Estado debe ir desapareciendo hasta que esta dependa todo lo posible de factores externos, es decir, de estructuras supranacionales.
La teoría liberal de las RI considera que la soberanía no es un bien sino un mal y “un obstáculo para el progreso humano, la democracia global y el desarrollo social”. La versión más radical de esta teoría sostiene que este proceso de integración de la comunidad mundial debe llevar a la creación de un Gobierno Mundial que sustituya a los Estados-nación. No es una “teoría conspirativa”, ya que la podemos encontrar en cualquier libro de texto de Relaciones Internacionales. La Unión Europea es el intento de construir ese Gobierno Mundial, pero sólo a escala local, es decir, europea. Podemos considerarlo como un prototipo de este Gobierno Mundial. Otras instituciones supranacionales, como el Tribunal Europeo de Derechos Humanos, el Tribunal de La Haya, etc., están inspirados por las mismas ideas.
La Rusia de Putin, con su constante énfasis en la soberanía y el realismo es considerada como un obstáculo a este proceso para los globalistas liberales. Y cuanto más autónoma se vuelve la política interna de Rusia, más aumenta la presión del Occidente liberal y globalista sobre nosotros. Lo mismo sucede con otros países que quieren afirmar su soberanía como China, Irán, Turquía o Bielorrusia. Pero China es el único país que puede compararse con Rusia en términos de potencial soberano (teniendo China un poder económico y demográfico muy superior, mientras que Rusia posee mejor industria armamentística, posición geográfica y recursos naturales).
Esto nos lleva a concluir que la lucha entre la Rusia de Putin contra el Occidente liberal es estructural. Esta tensión es la que determina todos los procesos al interior de la política rusa; la lucha entre el liberalismo global y la soberanía nacional nos brinda la clave a la hora de analizar los procesos que suceden al interior de nuestro país. La estructura semántica de la política rusa es una tensión constante entre liberalismo y realismo: todo fenómeno debe ser explicado desde esta perspectiva. Lo que nos lleva a:
- La transición desde el régimen de Putin al de su heredero,
- Las próximas elecciones parlamentarias,
- La reestructuración de la Administración Presidencial o el Gobierno,
- Las reacciones frente a la pandemia y la vacuna,
- Las relaciones interétnicas,
- Los procesos en las diferentes regiones rusas,
- Los conflictos al interior del Kremlin,
- Las formas y procedimientos a la hora de reprimir a la oposición (en particular contra los agentes extranjeros),
- La estrategia y los principales objetivos de la represión política,
- El nombramiento de ciertos personajes en lugares clave,
- Las estrategias mediáticas de las autoridades y la oposición,
- Las principales tendencias culturales,
- La política de la Iglesia,
- y el resto de las reformas.
Pero todo lo podemos entender desde esta perspectiva que hemos planteado. Entre esta última y la realidad empírica existen laberintos gigantescos – al estilo bizantino, intrincados y sofisticados – donde encontramos toda clase de intrigas, luchas por el poder, los recursos y la influencia, planes y conspiraciones, competencia entre actores o complejos mecanismos de corrupción y criminalidad. No obstante, si ignoramos la estructura semántica real – realismo contra liberalismo, soberanía contra globalización – terminamos creando una imagen falsa y creemos que nos encontramos frente a un proceso caótico. Grave error.
En posteriores entregar demostraré que este caos empírico de la realidad política rusa se ha venido transformando en estructuras de orden lógico que, por medio de la voluntad, la perseverancia y una capacidad de pensamiento coherente, es posible comprender. O al menos eso espero.Traducción de
Juan Gabriel Caro Rivera
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