El "hombre integral": Lucian Blaga, Vasile Bancila y un nuevo paradigma para la ecología
Traducción de Juan Gabriel Caro Rivera
La agenda ambientalista se ha convertido, durante las últimas décadas, en una de las principales áreas que promueven los globalistas. Desde una perspectiva práctica, tal agenda queda consignada mediante el uso del concepto de "Gran Reconstrucción" (The Great Reset), que hoy día es promovido por estos círculos globalistas y también por el fundador del Foro Económico Mundial, Klaus Schwab (1). En este sentido, lo que se busca realmente es el traspaso (bajo el amparo de una consigna ecológica) de la gestión del medio ambiente de manos de los Estados a corporaciones e instituciones supranacionales que se han integrado entre sí y que son lideradas por la inteligencia artificial.
A nivel teórico, tal idea se corresponde con el culto de la naturaleza como pura materia. Esta idea permea por completo las teorías que sostienen el transhumanismo, o al menos así razona una de las más destacadas apologistas del ciber-feminismo: Donna Haraway, quien defiende hoy la Chthulucene como el final del mundo antropocéntrico. En este último caso, la narrativa acerca de la ecología termina por entrelazarse con el tecnocéntrismo y la negación de todo aspecto propio de lo humano [1].
Si revisamos la historia de todas las iniciativas ambientales famosas, que van desde la World Wildlife Forum(WWF) hasta Greenpeace, encontraremos que todas ellas están al servicio de los círculos del mundialismo y su agenda es la globalización, el maltusianismo y la eugenesia: estos son los fundamentos de los movimientos ambientalistas contemporáneos.
“Para que la naturaleza viva, la humanidad debe morir”: este es el veredicto que dictaminan casi todos los movimientos ecologistas de hoy.
Al mismo tiempo, este "ambientalismo" considera que la naturaleza tiene un papel especial que jugar. En las utopías liberales de los representantes del WWF, solo deberán existir reservas ambientales en un mundo dominado por una inteligencia artificial todopoderosa y en el discurso de intelectuales como Haraway y los seguidores de todas las ideologías tecno, ciber y xenofeministas, al igual que en los representantes de la ontología orientada hacia los objetos y que está inspirada en figuras lovecraftianas, la inevitabilidad de semejantes desastres ecológicos se convierte en una especie de profecía auto-cumplida....
Encontrando una alternativa
¿Es posible abordar de una manera diferente el tema del ambientalismo, de la interacción del hombre con el mundo animal, lejos de la perspectiva que nos ofrece el marco discursivo del imperante pos-liberalismo? Hasta ahora, la derecha convencional no nos ofrece nada mejor que un continuo apoyo al industrialismo o la negación del cambio climático como es promovido por Trump y la extrema derecha. Por razones evidentes, varias de las ideas defendidas por el ecofascismo y el anarco-primitivismo siguen siendo sostenidas nada menos que por marginados y, por regla general, carecen de un fundamento filosófico serio.
Al mismo tiempo, es obvio que apelar a las ideas de Heidegger (2) o de Ernst Jünger, desarrollando sus reflexiones acerca de la tecnología, sería mucho más productivo para la formación de un discurso ecológico antiliberal: esto nos ayudaría a entender la interacción entre el hombre, la naturaleza y la tecnología desde la perspectiva de la Cuarta Teoría Política.
Sin embargo, podemos encontrar ideas igualmente interesantes e importantes que fueron desarrolladas en otro contexto filosófico: ese marco sería el de la filosofía de la cultura y las reflexiones antropológicas hechas por el gran filósofo rumano Lucian Blaga y su constante interlocutor, el filósofo ortodoxo Vasile Bancila.
Lucian Blaga: la "mutación ontológica"
Apelar a esta tradición filosófica particular hoy día es importante por las siguientes razones: una de las características de los heraldos del futuro post-humano, sea que se trate de intelectuales radicales al estilo de D. Haraway o de los representantes del establishment globalista como K. Schwab, es la fusión entre la agenda tecnológica y la medioambiental, y ambas igualmente niegan al ser humano. A primera vista, parecería que es precisamente el desarrollo de la tecnología la causa principal de la degradación de la naturaleza, pero el ambientalismo dominante contemporáneo no nos llama a detener el desarrollo tecnológico, sino a dar un salto hacia adelante mediante el uso de tecnologías que sean "más seguras" para la naturaleza. Y este salto es un salto hacia el abandono de los últimos vestigios que nos quedan de humanidad.
El antropocentrismo es declarado como el enemigo principal desde diversos campos del pensamiento ecológico, incluida la ecología profunda, que critica el tecno-centrismo de la civilización moderna, pero sostiene que es necesario avanzar hacia una comprensión no antropocéntrica de las relaciones del hombre con la naturaleza [2].
A su vez, el filósofo (y biólogo por su segunda carrera) Lucian Blaga, en la década de 1930, formulaba la simple, y al mismo tiempo profunda, paradoja que explicaba esta aparente contradicción: no existe una diferencia fundamental entre la existencia animal y la técnica. Es precisamente la existencia humana, cuando es verdadera y auténticamente humana, la que es fundamentalmente una existencia no técnica.
Blaga cita esta idea con mayor claridad en su Trilogía de la cultura, la cual fue escrita en los años anteriores a la Primera Guerra Mundial [3].
Su filosofía es sumamente importante, ya que en ella el hombre es interpretado como un ser que ha sufrido una mutación ontológica y cuya principal diferencia con respecto a los demás seres vivos es el deseo de ver las cosas más allá de los datos que son inmediatos. El hombre, en este caso, no puede dejar de ser una criatura metafísica, no puede dejar de preguntarse por el misterio de lo que está más allá de lo que es dado de forma inmediata, así como tampoco puede dejar de amar, según escribe el mismo Blaga. Este sujeto metafísico – en su salto hacia lo trascendente, hacia lo Absoluto fundamentalmente incognoscible (el Gran Anónimo), que no puede conocer de forma plena – crea, por otro lado, la cultura.
Todas las "especies animales", aunque sean probablemente el resultado de muchísimas mutaciones biológicas, representan un único tipo ontológico, es decir, una sola mutación ontológica, ya que todos los animales "existen" de la misma manera: de forma directa con respecto a las cosas y buscando asegurar su propia existencia, según afirma el mismo Blaga. El hombre, por el contrario, puede (e incluso debe) existir según una perspectiva diferente, no solo en la medida en que no interactúa de forma directa con las cosas, sino que tampoco existe únicamente con la intención de asegurar su existencia: el hombre existe para contemplar el horizonte de lo misterio y de la revelación.
La existencia de lo verdaderamente humano es el Bien. Esa es la existencia que surge en ese horizonte de lo misterioso y de la revelación. Allí se da lugar para la existencia de formas culturales que se distinguen, las unas de las otras, por la existencia de un estilo, que en sí es el sello verdadero de este deseo por lo trascendente. Todos los demás seres vivos viven en el horizonte de lo que es dado de forma inmediata. Dentro de este horizonte, pueden crearse muchas formas que son arbitrarias y perfectas con respecto a la adaptación a esta realidad de lo que es dado de forma inmediata. Pero esas formas no crearán ninguna clase de cultura, sino que producirán la civilización y la tecnología. Entonces la oposición que hace Spengler entre la civilización y la cultura comienza a tomar una nueva perspectiva:
“En última instancia, la civilización podría ser algo creado por una especie animal que este dotada de una excelente inteligencia”, escribe Blaga [4].
Así que la tecnología y la civilización no necesitan del hombre. La vida de los insectos, al igual que la civilización, no es otra cosa que una adaptación a algo que nos es dado de forma inmediata y que no suscita profundas cuestiones metafísicas: son fenómenos del mismo orden. El hombre, a su vez, no es solo un animal inteligente o pensante (un ser vivo), sino que es algo más.
Es muy indicativo el hecho de que Blaga discute, en La trilogía de la cultura, esa ausencia que encuentra en Heidegger. Para él, el concepto del Dasein de Heidegger, con sus diferentes existenciales, es demasiado plano y esta desprovisto por completo de una dimensión de verticalidad, la cual es necesaria para establecer la realidad humana. Blaga demuestra en este momento claramente su trascendentalismo, ya que se niega a aceptar a Heidegger precisamente por el deseo que tiene este último de construir una filosofía completamente inmanente.
Blaga dice que la diferencia entre el hombre y el animal, según Heidegger, es "sólo" de grado (lo cual no es suficiente), mientras que él mismo postula la existencia de una ruptura brusca. Existir como persona significa, para Blaga, vivir un distanciamiento con respecto a lo inmediato es parte de la existencia humana, que está determinada por el salto que esta misma da hacia ese misterioso horizonte que está más allá, hacia ese horizonte misterioso.
“Lo inmediato existe para la persona únicamente bajo la idea de superarlo. Lo inmediato existe para el hombre solo como un medio para transitar hacia algo más. Como un síntoma de otra cosa distinta, como una señal del más allá", dice Blaga.
Está claro que en tal óptica el rechazo de la dimensión trascendental del ser humano (que ha sucedido durante la Modernidad) significa una transición del plano de la cultura al plano de la civilización. Pero según la filosofía de Blaga, tanto la naturaleza como la tecnología pertenecen al mismo plano existencial (la tecnología es desprovista de los últimos vestigios que quedaban de su dimensión cultural). En este caso, el rechazo de lo trascendente será también el rechazo del ser humano en sí. Como resultado lógico de todo esto, se debería establecer a una simbiosis entre lo natural y lo tecnológico sin el ser humano, que es precisamente aquello que hoy proclaman las voces dominantes al interior del globalismo.
Vasile Bancila: la incorporación a la "sociedad de las máquinas"
El concepto mediante el cual Blaga diferenciaba al hombre y a los animales, también era sostenido por otro filósofo rumano, que fue su constante compañero y el partidario de una "autoctonización de la filosofía", Vasile Bancila. En uno de sus ensayos, "El espíritu de la festividad", escrito en 1936 (al mismo año en que Blaga conceptualizo las diferencias entre el hombre y el animal en su obra "La génesis de las metáforas y el significado de la cultura"), Bancila considera el "salto a lo trascendente" como una cualidad que es distintiva de los seres humanos.
“La trascendencia, la intuición de una realidad profunda y compleja, es lo que caracteriza a la cultura… El valor de la cultura depende de cómo se capte, se organice y se valoricen las visiones que se tiene de esas realidades profundas y suprasensibles. Sin este prerrequisito, no tendríamos una cultura: en el mejor de los casos, tendríamos el virtuosismo, el conocimiento, la técnica, la sofisticación, que son parte de la civilización - escribe Bancila, además de poner, nuevamente, en el mismo plano la "civilización" y el mundo animal -. Los animales pueden tener una especie de civilización. Los castores poseen una especie de técnica, un oso puede lanzar piedras o madera – las cuales podemos asumir como herramientas creadas al azar –, el canto de algunos pájaros tiene una sofisticación incomparable. Pero los animales no tienen nada que sea equivalente a la cultura [5]”.
En su otro ensayo, "El declive de la festividad", Vasile Bancila vuelve a abordar el tema de la interacción entre el mundo humano y el mundo natural, y señala la siguiente paradoja: el hombre moderno proclama que ya no es esencialmente diferente de los animales, que ha eliminado cualquier dimensión trascendental, ya no cree en Dios ni en los santos o los ángeles, y se considera a sí mismo como un mono que ha evolucionado. Sin embargo, esto no lo ha llevado a acercarse al mundo animal, sino distanciarse de él y a destruirlo. En lugar de acercarse al mundo natural, el hombre se parece cada vez más a la máquina, se distancia de la sociedad de los animales y entra en la "sociedad de las máquinas" [6].
El hombre integral y la unidad en el amor
Al mismo tiempo, los seres humanos guiados por la Tradición pensaban y actuaban de una manera diferente. Ellos se caracterizaban por una actitud distinta hacia el mundo natural. En particular, Bancila habla de los campesinos como los últimos representantes del paradigma de la Tradición en Rumania, ya que ellos creían que los animales tienen un alma. Además, las campesinas que criaban a los gusanos de la seda en sus casas, lloraban sus muertes y acompañaban esos lamentos con rituales como si esos seres fueran personas.
Encontramos esa misma comprensión de la naturaleza en la mayoría de los pueblos arcaicos, donde los patrones que son atribuidos al comportamiento humano son aplicados en muchas ocasiones, si no es que en todas, a las especies animales.
Vasile Bancila señala esta diferencia fundamental en lo que respecta a la actitud hacia la naturaleza del Hombre de la Tradición frente al Hombre Moderno. El Hombre Moderno niega su dimensión trascendental, se reconoce a sí mismo como una variación del animal, pero al final se asemeja no a los animales, sino a las máquinas. Al contrario, el Hombre de la Tradición es claramente consciente de sus diferencias frente al animal, pero su humanidad es tan fuerte que no se encierra en sí misma y la extiende hacia los animales.
No es la humanidad la que debe entrar en la “sociedad” de los animales (donde no encontramos para nada a los animales, pero sí a las maquinas), sino que, por el contrario, el mundo viviente debe integrarse en esta humanidad total que pertenece al mundo de la Tradición.
“En la vieja sociedad, el hombre se consideraba esencialmente diferente a los animales, pero se acercaba a ellos guiado por el amor”, dice Bancila. Los romanos tenían un día en que colaban a los animales una corona. Y el pueblo rumano logró tal comunión espiritual con los animales que en algunos momentos incluso estos eran presentaban a la comunidad religiosa”.
Ese "circulo espiritual" entre el mundo del hombre y los animales es, por lo tanto, únicamente posible en un mundo habitado por una humanidad integral y amorosa [7], que comparte sus festividades y es libre.
Tal humanidad es, por regla general, según Bancila, la manifestación viva de una fiesta popular, es la supresión de lo inmediato en favor de lo trascendente, del mismo modo en que se suprime el tiempo en favor de la eternidad, algo parecido a la espera terrenal del paraíso, esos son los momentos donde se producen las mayores experiencias espirituales y el mayor ascetismo, son los momentos donde se produce una máxima concentración.
“La idea misma de las festividades es la idea por medio de la cual se organiza totalmente la misma existencia”, dice Bancila. Porque una fiesta es un baile circular en el que uno se familiariza con la realidad en todos sus aspectos necesarios, posibles, imaginables o supuestos. Es el lugar donde se produce la comunicación con lo trascendente; es una forma de comunicación con la naturaleza cósmica, es la interacción con la sociedad, es incluso una manera de comunicación con la flora y la fauna y, finalmente, es la comunicación con uno mismo al contener o eliminar las contradicciones, los desengaños y las demandas”.
En una fiesta auténtica, lo humano, al lanzarse hacia lo trascendente, consigue un acercamiento paradójico al reino de los animales y los vegetales, pero desde una perspectiva que se encuentra fuera de los límites de lo dado de forma inmediata y a través del descubrimiento de una dimensión misteriosa, la cual no solo está fuera, sino que también hasta al otro lado de las cosas.
“Un hombre que vive las fiestas es un ser humano vivo, incluso se encuentra biológicamente conectado con la fuerza vital de la naturaleza, que, a pesar de toda su espiritualidad y a pesar de todas sus manifestaciones opuestas, no ha ido a ninguna parte”, escribe el filósofo.
La salvación de la naturaleza y del hombre
Al haber resumido lo que pensaba Vasile Bancila y sacando las conclusiones que podemos extraer de su pensamiento, somos capaces de llegar finalmente a la siguiente conclusión: sólo el retorno a la figura de este “hombre integral”, cuyo fin no es la existencia de lo dado de forma inmediata dentro del mundo, sino el hecho mismo de que este hombre sea impulsado hacia lo trascendente, por medio de ese llamado que hace la Tradición y lo festivo, y que le permite abrirse a la eternidad, entonces el hombre puede verdaderamente retornar a ese sentimiento de unidad cósmica que se da entre el mundo animal y el mundo humano.
Esta posición adoptada por Bancila esta correlacionada con la antropología de Lucian Blaga y con la enseñanza ortodoxa de que el hombre es un microcosmos del que dependen la aparición y la totalidad de los fenómenos del mundo que nos rodea (por lo tanto, la caída del hombre significa una distorsión de toda la naturaleza creada y corporal del cosmos, y no solo de él mismo).
En otras palabras, la naturaleza puede salvarse solo si el hombre se salva primero.
La misma idea puede ser expresada de otra manera: solo la figura del hombre integral, que extiende su humanidad a todo el mundo viviente, nos permitirá hacer de este mundo un lugar verdaderamente vivo, encontrar en él a los seres vivos que lo habitan y llegar a apreciarlos. El mundo viviente es, entonces, un reflejo de esa humanidad integral. Por eso, al haber perdido nuestra orientación espiritual y el movernos en dirección al mundo de los objetos, causó que el ser humano se reconociera simplemente como un “animal” y terminará por alejarse cada vez más del mundo de los seres vivos para acercarse muchísimo más a una realidad habitada por máquinas sin alma.
Los seres vivos están vivos, son relevantes e importantes únicamente para un sujeto humano verdaderamente vivo. Para el mundo de los objetos, la vida es solo una de esas fluctuaciones de la materia y no existen criterios según los cuales se deba preferir lo que está vivo a la que no lo está, salvo el criterio que establece la humanidad o su analogía con respecto a la humanidad. En este caso, la propia conciencia ecológica, o cualquier pensamiento que esté preocupado por la preservación de la naturaleza, solo podrá ser sostenido por una humanidad que persista siendo humana. Es importante que nos orientemos a la preservación y al fortalecimiento de esta misma humanidad, solo así nuestra intención de mantener esta humanidad podrá manifestarse auténticamente y lograr la preservación y la salvación de la naturaleza. De lo contrario, no habrá nada que pueda salvarse, ni nadie que quiera o pueda hacerlo.
Notas:
[1] Донна Харауэй. Антропоцен, Капиталоцен, Плантациоцен, Ктулуцен: создание племени. URL: http://moscowartmagazine.com/issue/39/article/771
[2] Michael E. Zimmermann. Rethinking the Heidegger-Deep Ecology Relationship//January 1993Environmental Ethics 15(3):195-224
[3] En sus construcciones filosóficas posteriores (la Trilogía Cosmológica), Blaga establece algunos matices un tanto diferentes. En particular, cita la división entre la tecnología natural y la humana, señalando que el objetivo de la tecnología humana es conquistar la naturaleza y superar el plano mismo de lo natural. Por lo tanto, la cultura no es para Blaga una segunda naturaleza, sino algo fundamentalmente diferente. El propósito de la tecnología en la naturaleza (el uso de herramientas por parte de los animales) no es la creación de esta segunda dimensión, sino el mantenimiento meramente utilitarista de la existencia dentro del mismo plano en el que se encontraba anteriormente. См. Blaga. L. Trilogia cosmologică: Diferenţialele divine, Aspecte antropologice,. Fiinţa istorică / Lucian Blaga. – Ed. a 2-a. – Bucureşti: Humanitas, 2015.
[4] Blaga. L. Trilogia culturii. Orizont si stil. Spatiul mioritic. Geneza metaforei si sensul culturii. Editura pentru Literatură Universală.Bucureşti, 1969.
[5] Bancila V. Duhul sarbatorii. Revista “Gândirea”, Anul XV, Nr. 4, Aprilie 1936. URL: http://www.miscarea.net/w/?p=9892
[6] Bancila V. Declinull sarbatorii. Revista “Gândirea”, Anul XV, Nr. 5, Mai 1936. URL: http://www.miscarea.net/w/?p=9892
[7] El concepto de "hombre integral" es utilizado por Lucian Blaga, en la Trilogía Cosmológica, para hablar simplemente del hombre como ser que existe en el horizonte del misterio y la revelación.
Notas del Traductor:
1. https://katehon.com/ru/article/klaus-shvab-globalist-transgumanist-revolyucioner
2. https://www.geopolitica.ru/en/article/heideggers-deconstruction-technology