El error básico al concebir una defensa

31.03.2016

Cuando uno observa aquellas fortalezas de planta geométrica y baluartes estrellados, puede pensar que fueron el culmen de las defensas. Unas construcciones capaces de albergar una inmensa potencia de fuego en su época, que sería capaz de repeler cualquier ataque que se presentase. Sin embargo hay un error en esta concepción exclusivista de la defensa, veámoslo.

Cuando se piensa en defensa, y se cree que basta con atrincherar un ejército dentro de una ciudad fortificada, se está cayendo en un error. El uso de una posición defensiva sólo puede limitarse en función de las demás razones temporales operativas, tales como: Enemigos que ataquen, tropas que defiendan, y refuerzos previsibles que, tanto  el enemigo o tú mismo puedas enviar a la posición en disputa.

Siguiendo con el ejemplo de las fortalezas de hace siglos, un ejército que asedie una ciudad, puede barrerla, bien por potencia de fuego, bien por inanición. Claramente hasta la más grande de las fortalezas puede caer si se la asedia con fuerza suficiente, y que además nadie acuda en su auxilio. He aquí ese error al concebir las defensas: Necesitan invariablemente de un ataque para ayudar a levantar el cerco. Y esta necesidad se encuentra en el origen mismo de las posiciones fortificadas varios milenios atrás.

Todo tipo de defensas son parapetos en su sentido estricto, es decir, pueden parar un golpe, pero no los pueden parar todos. Sirven para un fin concreto y pueden dar uso durante un periodo de tiempo, pero siempre necesitarán de la mano humana para verse reforzados o reubicados.

También esta dinámica nos puede mostrar que, tanto las operaciones defensivas necesitan apoyo ofensivo, como que las operaciones ofensivas también necesitan de planificaciones defensivas. Esto se debería a que, como todas las cosas de la naturaleza, cuanto menos se componen de dos elementos, y en el caso de los conflictos, se componen de acciones ofensivas y defensivas, el día tiene a la noche, el invierno tiene al verano, y así sucesivamente. Son, por tanto, elementos complementarios que se encuentran en la naturaleza de las cosas y por tanto, todo estratega que se precie, sabrá estimar el valor complementario de los pares.