El equilibrio del poder geopolítico en diferentes momentos cronológicos. Parte 6
Hace quinientos años, en 1524, el mundo volvió a experimentar los mismos acontecimientos geopolíticas que hemos descrito en las anteriores entregas, mientras que otros nuevos comenzaron a gestarse. En aquel momento reinaba una sorprendente calma en todas las regiones de Asia. El único acontecimiento relevante fue la muerte del Sha Ismail I en Irán el 23 de mayo, conocido por ser un gran poeta, un profundo pensador, un hombre valiente y el fundador de la dinastía safávida. Le sucedió en el trono su hijo de diez años, Tahmasp I, un gobernante bastante gris y sin iniciativa que, sin embargo, permanecería en el trono 52 años. Su vecino, el sultán Solimán el Magnífico, se preparaba para lanzarse a las profundidades de Europa en un momento donde existía una gran calma y estabilidad.
Mientras tanto, la situación era totalmente la contraria en Europa y Rusia, pues ambos lugares estaban experimentando crueles conflictos. Dinamarca y Suecia descansaban tras el fatídico desastre de 1523, en cambio las fronteras de Francia, Alemania e Italia estaban en llamas. En cierto modo, el año de 1524 se parece bastante al 524: el emperador Carlos V lanzó una ofensiva desde el norte de Italia hacia Francia siguiendo las mismas rutas que los ostrogodos habían utilizado un milenio antes. Pero su avance sólo fue posible gracias a la deserción de uno de los hombres más ricos de Francia: Carlos el Borbón, el cual fue obligado a tomar esta decisión inaudita debido al comportamiento sin precedentes de la reina madre Luisa de Saboya, la cual enviudó a los 18 años y buscó desenfrenadamente cada vez más y más amantes hasta convertir a su corte en una zona de libertinaje. Durante muchos años mantuvo una relación con el Condestable Carlos de Borbón, pero en 1521, cuando, tras la muerte de su esposa (la última de la familia Borbón de la rama anterior), Luisa de Saboya exigió casarse con Carlos, este acabó su relación con ella. Luisa, enfurecida por la ruptura, pasó los siguientes tres años fabricando acusaciones falsas en los tribunales, argumentando que todas las vastas propiedades de la familia Borbón en diversas partes de Francia debían pasar a la corona. Al verse en la indigencia y perseguido, Carlos de Borbón cometió traición y huyó a la corte de Carlos V en diciembre de 1523 y aceptó el título de Generalísimo del Sacro Imperio Romano Germánico.
El talentoso Condestable, unos cuantos meses después de ser recibido por la corte de Carlos V, entró en guerra con su país natal, derrotando dos veces a los franceses en Gattinar y Sesia (donde el famoso caballero Bayard cayó de un disparo por la espalda el 30 de abril) e invadió Provenza. Los puertos de Antibes, Frejoux y Tolón cayeron ante sus tropas. Entonces, Carlos de Borbón se declaró conde de Provenza y sitió Marsella. Con las tropas inglesas de Enrique VIII avanzando sobre París, la posición de Francisco I era crítica. Para colmo, ese mismo año hizo ejecutar a su inocente tesorero, el anciano Sanblancet, bajo las falsas acusaciones de su madre de que gastaba dinero en la defensa de su posición en el norte de Italia. Lanzándose a una desesperada contraofensiva contra Carlos V y Carlos de Borbón, Francisco I y su inadecuado conocimiento de la realidad, secundado por generales como Bonivet (Guillaume Gouffier) y Lautrec, terminó sufriendo el desastre de Pavía...
Sorprendentemente, las victorias de Carlos V de Habsburgo en los campos de batalla de Italia y Francia se debieron en gran medida a que su Sacro Imperio Romano Germánico se encontraba en llamas. La Guerra de los Campesinos, que comenzó en mayo, se extendió rápidamente por el sur y el oeste de Alemania, incluyendo Austria, Suiza y Alsacia. El epicentro de las rebeliones en el verano de 1524 fue la Selva Negra, junto con las montañas y bosques de las cabeceras del Rin y el Danubio. Inspirados por la «Carta del Artículo» del anabaptista Müntzer, multitudes de caballeros libres y campesinos rebeldes – tanto protestantes como católicos nominales – quemaron monasterios y casas solariegas al son de la canción de las bandas de Florian Guyer, la cual aún cantan los niños y soldados alemanes: «Spieß voran, drauf und dran, / Setzt auf's Klosterdach den roten Hahn! / Uns führt der Florian Geyer an, trotz Acht und Bann, / den Bundschuh führt er in der Fahn', hat Helm und Harnisch an. / Als Adam grub und Eva spann, kyrieleys, / wo war denn da der Edelmann? kyrieleys. / Das Reich und der Kaiser hören uns nicht, heia hoho, / wir halten selber das Gericht, heia hoho». «El Imperio y el Emperador (Reich y Kaiser) no nos oyen»: con ello se referían a la preocupación de Carlos V por las guerras exteriores. Para colmo de males, ese mismo año también se sublevaron los habitantes de Praga y los trabajadores de las minas eslovacas, tras lo cual Carlos tuvo que reforzar y normalizar la administración de estos territorios, limitando la arbitrariedad de los ricos.
Los levantamientos y la devastación que sufría el centro de Europa en el año de 1524 repercutieron en las crecientes tensiones que experimentaba Rusia. Basilio III tuvo que librar simultáneamente una guerra en dos frentes: contra los lituanos y contra los tártaros. La retirada del Sacro Imperio Romano Germánico de los acuerdos de la alianza antipolaca con Moscú conllevó la necesidad de concluir lo antes posible una tregua con el monarca polaco-lituano Segismundo I el Viejo, que se llevó a cabo en 1522, cuando al final de la guerra de diez años Rusia recibió Smolensk y conservó Opochka. A partir de 1521, con la sucesión de los kanes de Kazán y la guerra intestina del Kanato de Crimea como trasfondo, Basilio III trasladó sus principales fuerzas militares al frente del Volga contra Safa-Girey. Tras rechazar las incursiones tártaras en Kolomna y Moscú, Sukhona y Totma, Galich Mersky y Nizhni Nóvgorod lanzadas en 1523, Basilio III expulsó a los montañeses Mari de su ciudad de Tsepel, fundando en su lugar la fortaleza más oriental del Estado ruso, en la confluencia del río Sura con el Volga, y la llamó en su honor Vasilsursky. Esta ciudad se convirtió en la base de la última incursión hacia Kazán lanzada en el verano de 1524.
El líder formal de la campaña era el kan Shigaley (Shah-Ali), que había sido depuesto hacía tiempo y vivía en Rusia, aunque el asedio de Kazán fue dirigido por los príncipes I.F. Belsky, M.V. Gorbaty-Shuysky y el boyardo M.Y. Zakharyin, de cuyo hermano descendería más tarde la familia real de los Romanov. El asesinato del kan de Crimea Mehmet-Giray Nogai cerca de Astracán jugó a favor de Rusia y dejó sin aliados a Sahib-Giray de Kazán. Privado del apoyo en Crimea, Sahib-Giray, desesperado, pidió ayuda directamente al sultán turco Solimán, prometiéndole convertirse en su vasallo, y en mayo de 1524, enterado del comienzo de la campaña rusa, abandonó Kazán y huyó a Turquía, pero fue detenido por los crimeos en el camino. Por otro lado, la flota fluvial rusa de I.F. Paletsky sufrió una terrible derrota en la batalla con los Mari el 19 de julio. Sin embargo, el asedio de Kazán comenzó el 15 de agosto, aunque no se desarrolló de forma impresionante y terminó en noviembre de ese mismo año, con la firma de una tregua. Moscú y Kazán restablecieron sus relaciones diplomáticas. La feria anual de verano se trasladó de Kazán a territorio ruso; Vasilsursk permaneció bajo dominio moscovita. La restauración del prorruso Shigaley en el trono tendría que esperar otros siete años, pero la victoria táctica de Basilio III era segura a la larga.
Al comparar la situación geopolítica de 1024 y 1524 se notan varias constantes (el liderazgo de China e Irán, el papel primordial del triángulo franco-alemán-polaco en Europa) y el evidente ascenso de Rusia. Basilio III era descendiente directo de Yaroslav el Sabio y controlaba hasta dos tercios de la Rus' de Yaroslav. Sin embargo, Moscú sustituyó a Kiev como polo de poder. Kiev, que llegó a tener entre 20 y 30 mil habitantes hace mil años, solo tenía 5 mil habitantes hace quinientos años, mientras que Moscú en 1524 tenía ya unos 70 mil habitantes y su arquitectura, durante el reinado de Basilio III, superó por fin a la antigua Kiev de Yaroslav. Se puede confirmar este hecho cuando el 13 (23) de mayo de 1524 Basilio III erigió en Moscú el bello monasterio Novodevichy. E incluso el detalle de que el Gran Duque Vasili Ivanovich intentara afeitarse la barba por primera vez en quinientos años no hace sino matizar su paralelismo con su gran antepasado.
El príncipe de Moscú nunca se olvidó de Kiev: en sus mejores años sus tropas se situaron en el río Dniéper, a unos 70-100 kilómetros de la antigua capital y en sus comunicaciones con los embajadores del Sacro Imperio Romano Germánico, ante toda Europa, Basilio III proclamó su legítimo derecho a anexionarse toda la tierra rusa, toda la «patria», incluidas Kiev y Lvov. Los reyes polacos, que se habían apoderado de las tierras rusas occidentales, eran percibidos en Rusia tanto hace mil años como hace quinientos años como los principales enemigos en sus campañas para recuperar todo lo perdido. Al extender su esfera de influencia hasta Kazán, el Gran Duque no hacía sino preparar el terreno para un futuro avance hacia el Oeste. Durante los próximos cinco siglos Rusia recuperó su estatus de polo de poder civilizatorio independiente, lo que le permitió resistir a los encarnizados conflictos del siglo XVI, que sepultaron varias civilizaciones.
Traducción de Juan Gabriel Caro Rivera