El equilibrio del poder geopolítico en diferentes momentos cronológicos. Parte 4

18.10.2024

Trazado geopolítico hace 1500 años

Quinientos años después, en el año 524 d.C., los polos geopolíticos más importantes del Viejo Mundo seguían siendo el Imperio Romano (ahora bizantino) y el Imperio Celeste. No obstante, el equilibrio de poder que se encontraba en los márgenes de estos imperios había sufrido cambios importantes. Durante este año no se produjeron acontecimientos de escala mundial, lo cual nos facilita nuestra laborar al estudiar «en este momento» las tendencias que estaban en auge hace mil quinientos años.

China, hace 1500 años, estaba de nuevo en un estado de guerra intestina, como lo había estado hace 2000 años y como lo había estado hace 2500 años. El imperio septentrional de Toba Wei, dominado por una dinastía bárbara nómada que hace tiempo se había chinificado, se estaba desmoronando rápidamente bajo los golpes de rebeliones internas e incursiones de los xianbi de habla mongola que venían desde el exterior. El Sur de China estaba gobernado por la dinastía Liang, cuyo emperador Wu-di empezó a acuñar monedas de hierro en 524, lanzando una ofensiva exitosa contra los Wei del Norte y tomando Pengchen. En el Noreste, el aliado de Wu-di era el reino coreano de Silla: el rey Popkhan introdujo un sistema judicial burocrático según el modelo chino a partir del 521 y, combinando los matrimonios dinásticos con el uso de la fuerza, comenzó en el 524 a conquistar la región tribal de Kaya, en el extremo Sur de Corea. En cuestión de años lograría expulsar de allí a los colonizadores japoneses del Estado de Yamato, que bajo el más bien dudoso usurpador del trono imperial Keitai pasaba por malos momentos. Muy al Sur, en la India, proseguía la desintegración y decadencia del poder Gupta. Finalmente, al Norte de China, en el curso superior del Yenisei, en el año 524 los zhuzhanes derrotaron a los teleutas, siendo este el único acontecimiento importantes de este año en el territorio de la actual Rusia y que podemos fechar con exactitud. Dos mil teleutas, que ahora viven en la región de Kemerovo, han sobrevivido hasta nuestros tiempos como recuerdo de los tiempos de aquellas campañas.

El nodo y centro semántico de todos los acontecimientos geopolíticos desde el Océano Atlántico hasta Asia Central en el 524 era sin duda el Bizancio bajo el reinado del emperador Justino. Tras veinte años de tregua se preparando una nueva guerra en contra del Irán sasánida, la cual ya estaba empezando a afectar a sus Estados vasallos. El sobrino del emperador y su futuro sucesor – Justiniano el Grande – se apresuró en el 523-524 a llegar por mar a Yemen con el propósito de ayudar a los ejércitos etíopes de Axum que se encontraban en una situación catastrófica bajo los golpes del reino judío de los himyaritas. En Najran, los himyaritas mataron a 4.300 mártires cristianos que se negaban a aceptar el judaísmo. Cabe señalar que la situación sobre el terreno no ha cambiado mucho en mil quinientos y que los husitas yemeníes invadieron recientemente la ciudad fronteriza saudí de Najran. Las guerras religiosas de esta tierra continúan siendo libradas por las mismas tribus y clanes yemeníes que son descritos en las fuentes de esta época.

Dado que los himyaritas actuaban como aliados de Irán, el sha iraní Kavad I decidió tomar represalias contra Bizancio en Georgia reprimiendo la revuelta del aliado de Justiniano, el príncipe Gurgen, y ocupando Georgia. Sin embargo, Kavad tenía problemas en su política interior, pues estaba viendo la forma de deshacerse de los comunistas mazdakitas gnósticos que lo habían llevado al poder.

Así, Justino avanzaba con confianza en el Este mientras prefería contentarse con victorias diplomáticas en el Occidente, sobre todo porque su principal vecino en Italia – el rey ostrogodo Teodorico el Grande – reconoció formalmente su dependencia de Constantinopla. En el año 525 Justino envió allí una magnífica y representativa embajada al Papa Juan I, que tuvo que pedir a Justino que cesara la persecución de los herejes, a la que pertenecían los ostrogodos. En vista de las infructuosas negociaciones, pronto llegaría la muerte del Papa en la prisión de Equinox. Mientras tanto, en el 524, otro notable prisionero de Teodorico, el último gran filósofo romano Boecio, murió torturado en la cárcel. Le faltaba poco para completar sus obras y complejos comentarios sobre silogismos de lógica, que aún se utilizan hoy en día. Después de Boecio, Teodorico envió al otro mundo a su suegro Símaco, presidente del Senado romano.

La crueldad de Teodorico se hace un poco más comprensible y explicable si tenemos en cuenta la guerra en la que se vio envuelto ese mismo año. Todo comenzó con un conflicto entre los co-gobernantes francos Clodómero, Hildeberto, Clotaro y Teodorico de Metz – los cuatro hijos de Clodoveo – en contra de sus vecinos borgoñones. El reino borgoñón se encontraba entonces al Este de la actual Francia y estaba compuesto por Lyon, Vienne y Besançon. Su rey Segismundo había estado casado con la hija de Teodorico, de la que tuvo un hijo, Sigirico, heredero del trono, pero lo había matado por instigación de su segunda esposa, la cual era una sirvienta. Teodorico tenía que vengar a su nieto, pero estaba mucho más interesado en cómo apoderarse de los territorios fronterizos de los borgoñones con pérdidas mínimas. Le encargó la tarea de vengar a Segismundo a sus hermanos francos, a quienes se les ocurrió una razón extra para invadir Borgoña: vengarse de su abuelo, que había sido asesinado por el padre de Segismundo treinta años antes.

En el año 523 los francos lanzaron una ofensiva que se adentró al interior de Borgoña, mientras que los ostrogodos de Teodorico avanzaron lo más lentamente posible, esperando recoger los frutos de las victorias ajenas a cambio de nada. Debido a este retraso, sin embargo, tuvieron que pagar una multa a los francos. En cualquier caso, el rey Segismundo y su segunda familia fueron llevados cautivos a Orleans ante el rey Clodómero. En la primavera del 524 los borgoñones se sublevaron, expulsaron a los francos y proclamaron rey a Godomero II, hermano de Segismundo. Esto obligó el 1 de mayo a que Clodómero decapitara a sangre fría a Segismundo y su familia y arrojara sus cadáveres a un pozo cerca de Orleans. Después, los cuatro reyes hermanos volvieron a invadir Borgoña, pero el 21 de junio fueron derrotados inesperadamente en Virontsia (actual ciudad de Vezerons-Kürten, en Francia, con un millar y medio de habitantes). La derrota fue culpa del mismo Clodómero que en el fragor de la batalla cabalgó demasiado lejos y fue asesinado por los borgoñones, tras lo cual las tropas de sus hermanos se retiraron desordenadamente. Las posesiones de Clodómero se repartieron inmediatamente entre sus hermanos (en concreto, Troyes, Sans, Auxrre y Limoges pasaron a Teodorico de Metz), y cinco ciudades borgoñonas, incluida Aviñón, pasaron a Teodorico el Ostrogodo, como este quería desde un principio. Fue así como las astutas artimañas de los bárbaros germanos provocaron un cambio en el equilibrio de poder en la región (sólo quedaban diez años para que se produjera el fin del reino borgoñón), afectando a su vez directamente a los intereses de Bizancio, cuya supremacía imperial formal reconocían todos estos bárbaros.

Así pues, podemos hablar de la formación de dos bloques geopolíticos en esta época. El primero incluía a los godos, los burgundios, Bizancio y Axum, mientras que el segundo incluía a los francos, los ostrogodos, Irán y los himyaritas. Muy pronto, en pocos años, la dinámica de este sistema oscilaría bruscamente cambiando el equilibrio de poder...

La guerra franco-burgundia del 524 merece ser estudiada con más atención, no sólo porque dos reyes murieron, sino también porque el joven Teodeberto, hijo de Teodorico de Metz y su futuro sucesor en el trono, muy probablemente causó grandes cambios. Teodeberto influyó indirectamente en la cultura mundial por el hecho de que un poco antes, probablemente en el 521 a la edad de 18 años, no sólo había sido capaz de repeler la primera incursión escandinava de los godos en Frisia, sino que también mató en batalla al rey godo Higelak. El poema más importante de esta época, el de Beowulf, comienza hablando de este acontecimiento histórico: «Hyne wyrd fornam, / syþðan he for wlenco wean ahsode, / æhðe to Frysum. He þa frætwe wæg, / eorclanstanstanas ofer yða ful, / rice þeoden. He under rande gecranc. / Gehwearf þa in Francna fæþm feorh cyninges / breostgewædu and se beah somod. / Wyrsan wigfrecan wæl reafeden / æfter guðsceare. Geata leode / hreawic heoldon». «El destino alcanzó al hombre amante de la libertad / dentro de las fronteras frisonas: llevando aquel ornamento al cuello / el jefe de su escuadra llegó sobre el mar, pero cayó bajo los escudos, / y con su cuerpo la coraza / fue a parar a los francos, y este tesoro / también se convirtió en presa de los más débiles / enemigos en el campo de batalla, donde muchos gautas / fueron arrebatados por la Muerte».

Fue tras la muerte de Hygelak cuando Beowulf se vio obligado a ponerse al servicio de Hrothgar, rey de los daneses, y matar al malvado Grendel y a su madre. Se cree que en el año 525 d.C., tras la muerte de Hrothgar, Beowulf se convirtió en rey, sentándose en su trono en Heoroth, las Cámaras doradas del Ciervo. Es difícil imaginar un mayor contraste cultural entre dos mundos diametralmente opuestos: en este momento Boecio escribía sus complicadas obras filosóficas sobre lógica en prisión, mientras que Beowulf arrancaba la mano a un demonio. Sin embargo, ambos acontecimientos sucedieron al mismo tiempo hace exactamente 1.500 años. Boecio era un cristiano sólo de nombre, bautizado nominalmente, pero que nunca menciona a Dios en sus escritos y que se consuela con la filosofía en prisión. Beowulf, por su parte, es un pagano que se encuentra con predicadores cristianos por primera vez en esa época (al menos tal como lo presenta el autor anónimo del poema sobre él) y especula sobre la Providencia del Dios Único, viendo su acción en todas partes del mundo. Este contraste plantea no sólo un dilema geopolítico, sino también geocultural: la elección entre la sabiduría filosófica externa de una civilización en decadencia y la sabiduría interior de un representante de la sociedad tradicional.

La armonía entre ambos caminos puede encontrarse en la milagrosa vida de Santa Brigitta de Kildare, en Irlanda, que murió a una edad avanzada hace 1.500 años, el 1 de febrero de 525. Recibió su nombre en honor de la diosa pagana Brigitta y fue elegida para salvaguardar el fuego eterno de su santuario: era hija de un druida y junto con sus amigos se convirtió al cristianismo, cambiando sus vestimentas druídicas por ropas monásticas. Al mantener el simbolismo del culto a Brigitta en forma de la cruz de mimbre y seguir guardando el fuego eterno en el monasterio, la santa dio a estos rituales un significado cristiano. Fue acogida en el seno del Señor exactamente en Imbolc, el primer día de febrero, fiesta de la antigua Brigitta, y un año después repitió este destino la alumna predilecta de Santa Brigitta llamada Darlugdach, cuyo nombre significa «hija de Lugh». Fue de este modo que el mito y la historia se encontraron y se fundieron en la luz de la gloria de Cristo. Esta es otra lección que podemos extraer del año 524/525, un momento en que el mundo era dominado por la hegemonía bizantina rodeada por débiles monarquías bárbaras y que puede hacernos reflexionar sobre el ahora.

Traducción de Juan Gabriel Caro Rivera