ACERCA DE NOMOS Y LA REALIDAD POLÍTICA LOCAL

13.04.2021

Preséntate a ti mismo y a tu organización: cómo se encuentra articulada, desde cuándo existe y cuál es su tamaño.

En primer lugar les agradecemos la entrevista y enviamos nuestro más cálido saludo al pueblo italiano en este difícil momento que atraviesa. Mi nombre es Esteban Montenegro, soy uno de los responsables de la actividad editorial de Nomos, grupo de estudios dedicado a la difusión y publicación de pensamiento político alternativo. Nuestra formación se sitúa a mitad de camino entre la filosofía y la geopolítica, aunque no nos limitamos a lo que estrictamente se produce en estos campos. Digamos que nos interesa aplicar un enfoque multidisciplinar que parta desde nuestra propia situación en el mundo y que tome de ella su hilo conductor. Dicho esto, no consideramos que la distinción centro-periferia marque una discontinuidad insalvable, razón por la cual hilvanamos muchas de nuestras propias reflexiones en diálogo con autores europeos. En nuestro catálogo contamos con los nombres de Diego Fusaro, Alain de Benoist y Aleksandr Dugin, autores prácticamente desconocidos en nuestro país antes que iniciáramos nuestra labor.

Nomos existe desde mediados del 2018 y tiene por caja de resonancia un gran número de jóvenes con formación académica en las disciplinas antes mencionadas y amplios sectores de la militancia política y sindical local. Si bien estos se encuentran desperdigados alrededor del país, el núcleo operativo de Nomosestá en Buenos Aires y tiene un número de entre 15 y 20 personas cada una con un rol funcional distinto. Cabe aclarar que no somos una agrupación política tradicional, razón por la cual no apuntamos a aumentar el número de integrantes, sino a llegar a más lectores con nuestras publicaciones. Superando nuestras propias expectativas, llevamos vendidos miles de libros de pensadores considerados “malditos” por la prensa hegemónica y recibimos cada mes miles de visitas en nuestro sitio web (www.nomos.com.ar), donde volcamos también artículos de nuestra autoría y traducciones inéditas.

¿Cuáles son vuestras principales raíces, fuentes de inspiración y paradigma político?

Además del común interés por los autores europeos que publicamos, también coincidimos en la lectura de clásicos de la Konservative Revolution alemana (Schmitt, Spengler, Jünger, etc.) y el gusto por las fuentes de la filosofía occidental. Pero fundamentalmente compartimos una formación ligada al pensamiento y la filosofía nacional de nuestro país y la necesidad de rescatar sus aportes, tan valiosos como olvidados. Nos referimos a Carlos Astrada y Nimio de Anquín, por el lado de la filosofía, y a Juan Enrique Guglialmelli y Norberto Ceresole, por el lado de la geopolítica, sólo por nombrar algunos. Además, tanto nuestra historia personal como nuestras elaboraciones teóricas se insertan en el horizonte simbólico del peronismo, que más allá de su doctrina (no siempre estudiada) configura una matriz histórica de posibilidades filosófico-políticas que exceden por mucho lo escrito.

¿Cómo veis la situación política en Argentina, y cuáles son los principales desafíos que tenéis que enfrentar? ¿Cuánto queda de la herencia política de Perón?

La situación argentina siempre es preocupante porque somos una nación inconclusa, que todavía no tiene formas institucionales que permitan encauzar sus potencialidades en un sentido ascendente o, por lo menos, constante. A esto se suma una realidad social muy deteriorada y una estructura económica dependiente. Ésta es una situación común a toda “Nuestra América”, como le llamaba Martí. 

Lo peculiar en nuestro país es el peronismo, que configura hasta la actualidad un amplio abanico de organizaciones políticas, sindicales y sociales diversas, pero con una memoria más o menos común por base. La herencia política de Perón está en el pueblo mismo, tal como lo dejara en claro él mismo. Sería un error reducirla a liderazgos puntuales. Más bien ocurre lo contrario, hay liderazgos puntuales que vienen legitimándose en su legado colectivo, con resultados distintos según el caso. Hoy hay un gobierno nuevo que se sostiene en la unidad de todos los actores institucionales y partidarios que se identifican con el peronismo. A pocos meses de asumir está enfrentando una pandemia y una crisis económica muy dura, comparable a la que atravesamos en 2001. A juzgar por los desastres que se ven en otras latitudes, está tomando medidas acertadas. Mucho más no podemos decir por el momento. 

Para quien no conoce la situación desde dentro, podemos acercar alguna caracterización vaga y general. Podría decirse que la dirigencia peronista actual tiene una estrategia gradualista, distinta de la propia de Perón que consistió en aplicar medidas estructurales desde un primer momento. Esto puede mostrarse adecuado para tiempos de normalidad, si se encara en forma inteligente, pues permite superar la “restricción externa” con renegociaciones de la deuda externa y un crecimiento del PBI que licue su costo real. Pero dado que la crisis aumenta el riesgo sistémico, es probable que la realidad nos obligue a dar algunos “golpes de timón”. Razón por la cual, los sectores de responsabilidad institucional deben analizar distintos escenarios y medidas posibles adecuadas a los mismos. Improvisar en tiempos de normalidad tiene costos, pero en situaciones críticas puede ser letal. 

Desde Nomos, nuestro principal desafío de cara al presente político es intervenirlo conceptualmente en forma indirecta, para alumbrar posibilidades latentes en nuestras tradiciones políticas que orienten la toma de decisiones en función del interés y la realidad nacional, y al margen de las exigencias perimidas de la hegemonía liberal, sea ésta planteada por derecha (neoliberal) o por izquierda (progresista).

¿Cómo veis la situación de América Latina y cuáles son vuestras perspectivas de integración continental?

La situación continental presenta una seria falta de estabilidad política como resultado de la ausencia de planeamiento estratégico en las clases dirigentes, determinadas por el oportunismo y la promoción de intereses económicos que atentan contra el bien común. Cuando las crisis se vuelven insoportables, ciertas revueltas y puebladas inorgánicas sacuden el status quo, pero sólo para dar pie a nuevas formas de gestión de los viejos intereses. En algunos países la descomposición social que todo esto provoca ha llevado a situaciones donde estructuras marginales prebendarias reemplazan las funciones esenciales que el Estado ha descuidado y representan de facto la fragmentación territorial de su potestad. Siendo que la pandemia vendrá a agravar este escenario, la situación adquiere contornos dramáticos.

Las perspectivas inmediatas de integración tampoco son buenas. Si bien el horizonte continental es el marco imaginable más apropiado para concebir el despliegue total de la potencia de Nuestra América, lo cierto es que en lo inmediato los foros regionales vienen sosteniendo propuestas tendientes a establecer tratados de libre comercio perniciosos para las industrias locales. Recientemente Argentina ha puesto al borde de la ruptura el Mercosur al rechazar plegarse a este tipo de propuestas. Lo cual muestra que la Realpolitik no siempre va de la mano con las intenciones ideológicas que llevemos con nosotros. La unidad continental no puede ir contra la unidad nacional ni contra los intereses propios de cada Estado miembro. Caso contrario, replicaríamos el experimento antidemocrático de la Unión Europea, donde los intereses determinantes son los del poder económico. Debemos tender a la integración, pero eso no puede constituir una regla abstracta y general, válida de cualquier forma y en cualquier caso. Lamentablemente, por lo general la Idea de la unidad continental no parte del estudio de la realidad sino de una mera expresión de deseo. En este sentido, es mucho lo que todavía queda por hacerse.