Consecuencias para España del acoso estadounidense a Venezuela (III)
Si se examinan de cerca las relaciones entre Venezuela y los Estados Unidos, la perplejidad es la sensación dominante. En las elecciones de diciembre de 1998 el fallecido Hugo Chávez Frías, tras haber intentado un golpe de estado en dos ocasiones anteriores, ascendió por fin a la Presidencia de la República venezolana. Desde aquel momento la retórica antiestadounidense fue haciéndose cada vez más estridente. Sin embargo, a día de hoy los EE.UU. siguen siendo los principales compradores de petróleo venezolano. La empresa estatal Petróleos de Venezuela (PDVSA), creada en 1975, es propietaria de la estadounidense CITGO, con más de seis mil estaciones de servicio en territorio de los Estados Unidos; propietaria de refinerías en los estados de Tejas, en Luisiana, en Illinois, en Georgia y en Nueva Jersey; así como de otras en países satélites de los Estados Unidos, como Gran Bretaña o la República Federal Alemana. No parece que ninguno de esos intereses se vean de momento afectados por las medidas de «emergencia nacional» del Gobierno de Obama por la «amenaza inusual y extraordinaria» que Venezuela representaría para los EE.UU. En contraste, la española REPSOL ya ha sufrido como consecuencia de la política del Gobierno Rajoy, y se teme que sus intereses en el Caribe peligren aún más.
La plutocracia venezolana, estrechamente relacionada con los Estados Unidos y a menudo a su servicio (y al de Gran Bretaña, aunque ahora en menor grado) muestra también esa contradictoria relación con el régimen chavista. Por ejemplo, el propietario del Banco Occidental de Descuento (BOD), Víctor Vargas, «el banquero de Chávez» y ahora de Maduro, pasa más tiempo en sus casas de Miami, Palm Beach y Nueva York que en las que tiene en Venezuela. Sus imperio financiero no ha sufrido por las medidas de Washington D.C. En contraste, la intervención del Banco Madrid y el corralito que han sufrido sus clientes a instigación estadounidense.
Es inevitable referirse a uno de los asuntos más indignantes para los españoles y para los venezolanos de buena ley: la presencia de la organización terrorista ETA en Venezuela. Desde hace años se sabe que los etarras allí trasterrados gozan de protección, de toda clase de facilidades y hasta de puestos oficiales. En calles y edificios se encuentran murales, pintados por los «bolivarianos» chavistas, en favor del terrorismo separatista que sufren las Provincias Vascongadas, Navarra y el resto de España. Portavoces chavistas usan de vez en cuando la retórica de «liberación nacional».
Mas esta situación, ¿empezó con Chávez? ¿Cuándo empezaron los gobiernos democráticos españoles a facilitar que miembros de ETA se refugiaran en Venezuela? En 1989, mucho antes del ascenso de Chávez al poder, gobernando en España el proestadounidense PSOE.
Y ¿desde cuándo el nacionalismo vasco (en realidad, antivasco) dispone de redes en el país sudamericano? Respondamos a esta pregunta: esas redes se consolidaron durante la II Guerra Mundial, y especialmente después de ella, con el apoyo del OSS estadounidense, que luego se convertiría en la CIA. Las redes sionistas también jugaron su papel.
Pero sobre todo esto volveremos en próxima entrega.