El concepto de Tercera Emancipación como idea geopolítica de liberación para el Perú e Iberoamérica
1. Introducción: la idea de emancipación en el nacionalismo popular de Juan Velasco Alvarado
Juan Velasco Alvarado en 1969 dio un Mensaje a la Nación por el 28 de julio, recordando la independencia nacional del Perú, en dicha ocasión precisó que el Perú así como el resto del continente americano, eran herederos de un ilustre pasado, y que en el proceso de grandes transformaciones de las estructuras sociales, económicas y políticas de la Nación peruana que se estaban dando bajo la égida del Gobierno Revolucionario de las Fuerzas Armadas, que el presidía, se estaba viviendo una experiencia única, rumbo a la liberación definitiva que sentaría las bases de un genuino desarrollo, doblegando en el proceso el poder de una oligarquía egoísta y funcional a lo foráneo, recuperando una auténtica soberanía frente a presiones extranjeras y dando comienzo a la magna tarea de realizar la justicia social en el Perú. A todo esto, Velasco aúno un concepto propio de dicho marco, recordando (para bien o para mal) la fiesta nacional que apertura la vida del Perú como república independiente, reafirmando rendir homenaje a los forjadores de lo que llamó «primera emancipación» o «primera independencia» en clara alusión a los padres fundadores de la patria peruana, y en esa misma línea hizo mención a un concepto que resonaría durante todo el tiempo que duró el proyecto de la revolución peruana, al menos durante su primera etapa en donde Velasco tendría mayor presencia, en alusión a una llamada «segunda independencia».
Por segunda independencia, en su discurso, se entendía en términos de verdadera emancipación, interpretada en el sentido de que, si la primera independencia fue una emancipación formal (una independencia en cierto sentido impuesta en tanto orquestada por intereses extranjeros aliados con las élites de la época que gravaron al pueblo una carga de empréstitos como consecuencia de dicho proceso), contrario a ello, la segunda independencia se configuraba como la real emancipación del pueblo peruano. Y esto es así porque no es novedad para los peruanos de hoy de que el Perú republicano que se fundó en 1821 no se estableció bajo una igualdad real sino bajo una igualdad formal, recordando al sociólogo peruano Hugo Neira (2021) que al respecto señalaba que lo que estableció la República en el Perú fue por cerca de dos siglos un sistema cuasi feudal, en donde los hacendados no solo obtuvieron tierras sino que la condición de los indígenas fue, pues, la de práctica servidumbre y de que todo esto fue muy normal desde 1821 hasta, precisamente, la revolución militar peruana de 1969 en donde se prohibió dicho sistema latifundista y gamonalista por ley.
2. La historia política peruana juzgada a través de la idea de emancipación nacional
Durante este periodo conocido como la Revolución peruana (1968-1980), en referencia a las grandes reformas y reestructuraciones que estaba realizando el Gobierno de la Fuerza Armada a efectos de exterminar este sistema semi-feudal que aun existía en el Perú y que tenía sumido a las grandes masas populares campesinas a la más vergonzante servidumbre, es que se produce, con los matices del caso, el finiquito de dicho sistema, y es dentro de este marco que se encumbró este concepto de segunda emancipación como la idea fuerza de todo el proceso de cambios que se estaban dando en el Perú de fines de los 60´s. Sin perjuicio de todo este ímpetu de grandes promesas y grandes expectativas anunciadas por el proyecto velasquista, ya sabemos en qué terminó la tan ansiada Revolución peruana, sin desmerecer por ello sus aportes al proceso de liberación peruano y al entendimiento de un ideario vernacular del pensamiento nacional, y ello por algo que se repite en la mayoría de nacionalismos populares de Iberoamérica, los famosos errores en conducción política y también en conducción económica que terminaron por desgastar progresivamente estos proyectos. Siendo que en lo que respecta a la experiencia velasquista, al día de hoy se tiene identificado plenamente que su error neurálgico fue: el estatismo exacerbado que ahogó la libertad económica del pueblo. Lo cual generó que no se lograra uno de los objetivos principales de la revolución peruana, la tan ansiada independencia económica que trajera consigo la soberanía política plena para la relevancia geopolítica en el concurso de naciones, porque vale recordar que el velasquismo también era un proyecto geopolítico que buscaba que el Perú recobrara un sitial de importancia en el continente junto con la hermandad Iberoamericana de los demás pueblos.
Después de esta experiencia, y sin perjuicio de que ya era claro para muchos que el estatismo exacerbado es perjudicial para la vida económica y social de una nación, esto no fue impedimento para que un joven Alan García (en su primer gobierno) volviese al intervencionismo clásico y llevara al Perú a una de las peores crisis económicas que ha vivido nuestro país, equivalente a una economía de posguerra, llegando a un histórico nivel de inflación de 2´178,482% (BCR) al término de su mandato. En ese contexto, diremos que es que surge para nosotros la idea de una tercera emancipación definitiva, que era esperada por toda la población peruana, la emancipación del yugo de la cleptocracia, el nepotismo, la corrupción y el estatismo exacerbado.
Alberto Fujimori en un inicio fue concebido por la población peruana como aquel presidente que llevaría a cabo esa emancipación final, sin embargo, ya sabemos en que acabó ello. Con Fujimori se abandonó el estatismo exacerbado, y se produce la recuperación económica después del desastre del primer gobierno de Alan García, de nuestra moneda y de las condiciones de vida en general, así también como la venta de la gran mayoría de las empresas del Estado, que nos dejaron sin industria nacional, y que decir que todas estas ventas fueron su gran caja chica y el origen de grandes malversaciones del erario público. Es decir, se pasó de un extremo a otro: del estatismo exacerbado a la privatización neoliberal y la desregulación exacerbada. Tal así también, con los matices del caso, han sido los procesos de varias naciones de Iberoamérica que se han enfrentado a extremos similares en su búsqueda por la liberación y el desarrollo de todo su potencial social, económico y cultural, es decir, civilizatorio.
3. La tercera emancipación como idea geopolítica de liberación para el Perú e Iberoamérica
Es por estas razones que la idea de una tercera gran emancipación del Perú (que reconocemos que es un ideal compartido por todo el continente Iberoamericano para sus respectivas comunidades nacionales) aun es una aspiración nacional pendiente. Y como lecciones históricas, los peruanos (y los iberoamericanos en general) debemos sacar que los extremos deben de ser superados en una unidad armónica, solo así, podremos construir al Perú como una potencia emergente, rechazando los extremos de la justicia social sin libertad económica (representado en las experiencias de inspiración socialista clásica de tendencia dogmática y acrítica), y de la libertad económica sin justicia social (representado por el neoliberalismo hasta el día de hoy, que en el Perú tiene en el fujimorismo su férreo defensor sin matices). La tercera gran emancipación del Perú (y de todo Iberoamérica), será así, del yugo de la cleptocracia, el nepotismo, la corrupción, el estatismo exacerbado y de la privatización neoliberal y la desregulación exacerbada.
La tercera gran emancipación deberá por ello tener como lineamiento fundante: libertad económica con justicia social. La suprema síntesis entre la Libertad en el Mercado con Equidad Social promovida por el Estado, todo ello para el fin de obtener poder cultural y civilizatorio y como consecuencia de ello poder geopolítico real. Síntesis que las mayores potencias culturales contemporáneas (p.ej. China y Rusia) han sabido congeniar para sus procesos de desarrollo. De la mano de una profunda moralización social. Por estas razones, y terminando la presente, consideramos que los objetivos de la Revolución peruana–y que no pudieron concretarse adecuadamente por sus errores ya denotados– se presentan como aún vigentes, pero que, guiados por este nuevo espíritu de síntesis histórica, alcanzan un nuevo significado tan necesario para el renacimiento nacional que tan apremiante se presenta hoy más que nunca, no solo para el Perú sino para todo Iberoamérica. Y estos objetivos no son que los siguientes: «1. Transformar la estructura del Estado, haciéndola más dinámica y eficiente para una mejor acción de Gobierno; 2. Promover a superiores niveles de vida compatibles con la dignidad de la persona humana, a los sectores menos favorecidos de la población, realizando las transformaciones de las estructuras económicas, sociales y culturales del país; 3. Imprimir a los actos de Gobierno un sentido nacionalista e independiente sustentado en la firme defensa de la soberanía y dignidad nacionales; 4. Moralizar al país en todos los campos de la actividad nacional y restablecer plenamente el principio de autoridad, el respeto a la ley y el imperio de la justicia; 5. Promover la unión, concordia e integración entre ciudadanos, fortaleciendo la conciencia nacional».