La hegemonía
La palabra hegemonía proviene del griego antiguo ἡγεμονία que significa liderazgo o dirección. Los griegos solían usar esta palabra para hablar de aquella polis que tenía predominancia dentro de una coalición de “ciudades-estado” aliadas. Por otro lado, Tucídides contrapuso la “hegemonía”, es decir, el gobierno basado en el consentimiento de los demás, al poder basado en la opresión o ἀρχή (arche). Los griegos llamaban ἀρχή al imperio persa, ya que lo consideraban un sistema de gobierno basado en la fuerza y el soborno y que constantemente usaba la fuerza militar para reprimir a aquellos que se le oponían.
En cambio, la hegemonía reconocía que era la χάρις (charis) – la misericordia, la generosidad, el don – la fuente de todo poder y subordinación (de ahí el término “carisma”). Hoy en día estamos viendo como la hegemonía se transforma en arche, ya que el hegemón actual no le queda otra forma de preservar su sistema político, cultural, estilo de vida y liderazgo sino mediante el uso de la fuerza.
Sin embargo, resulta interesante que Antonio Gramsci comprendiera el problema de la hegemonía de una forma muy parecida a los griegos, pues consideraba que el dominio de los otros es indirecto y se basa sobre el “sentido común”, el cual es una forma de construcción social que subordinada tanto a los individuos como a los grupos sociales a un determinado programa. Esto nos lleva a concluir que el paso de una hegemonía occidental basada en el dominio del “sentido común” a un uso ilimitado de la fuerza significa que este sistema ha entrado en crisis: la democracia global se está convirtiendo rápidamente en una tiranía global.