La globalización atlantista, fase suprema del imperialismo
Traducción: Carlos X. Blanco
La globalización como unificación jurídica y mercantil del género humano corresponde a la tercera fase del imperialismo como figura coesencial -ya identificada por Lenin en El imperialismo, fase suprema del capitalismo (1916)- del modo de producción capitalista.
En la fase abstracta del capitalismo, tal como la hemos esbozado en Minima mercatalia, encontramos en forma dominante el imperialismo mercantilista de los siglos XVII y XVIII. Se caracteriza por el comercio triangular de esclavos entre Europa, África y América.
El primer momento fue la llegada de los europeos a África, a la costa de los esclavos (hoy Senegal, Gambia, Guinea, Sierra Leona, Benín). Los esclavos se intercambiaban por productos europeos. La segunda etapa fue de África a América. Los esclavos eran transportados por barco y vendidos a las Indias Occidentales, Brasil y las colonias británicas del sur a cambio de dinero. La tercera etapa era de América a Europa: una vez vendidos los esclavos, los barcos regresaban a Europa con sus bodegas llenas de productos tropicales. La duración media de este circuito infernal era de dieciocho meses.
Conviene recordar que el propio Locke, deidad tutelar del pensamiento liberal, se jactaba de haber invertido sólidamente en este comercio de seres humanos, que justificaba en teoría admitiendo la "esclavitud razonable" de los negros. A esta triangulación del comercio se une la práctica del racismo como legitimación de la desposesión colonialista.
Negación de la unidad de la humanidad, el racismo no se basa en el "prejuicio" sino en el "post-juicio". De hecho, se utilizó como arma ideológica para legitimar la expropiación colonial mediante el argumento - auténtico asylum ignorantiae - de que los seres humanos considerados inferiores no tenían derecho a oponerse a la ofensa sufrida. Contra el racismo, siempre se aplican las palabras del Tratado Político de Spinoza (VII, 27), natura una, et communis omnium est: "la naturaleza es una y común a todos".
En la fase dialéctica del capitalismo burgués y proletario, encontramos el imperialismo stricto sensu, el imperialismo de los siglos XIX y XX estudiado por Lenin. Este es el imperialismo sobre el que se estructuró la Primera Guerra Mundial, sobre la base de la "nacionalización de las masas" (Nationalisierung der Massen) y la hostilidad entre los Estados nacionales dictada por sus apetitos adquisitivos y el deseo de extender su dominio económico-político sobre territorios cada vez más amplios. Los esclavos son ahora directamente explotados in situ, en sus tierras de origen, reducidos a colonias del Occidente expansionista. El nacionalismo imperialista es el marco ideológico en el que se desarrolla este proceso.
Finalmente, en la fase absoluta y flexible, la nueva figura del imperialismo es la globalización americano-céntrica, en el sentido antes mencionado, es decir, como lógica de extensión a escala planetaria del mercado y de su antropología y, al mismo tiempo, del orden monopolar atlantista, con la desestructuración anexa de todo lo que no se ajusta a él (en primer lugar, el sistema de Estados nacionales soberanos).
La esencia de la globalización es la "saturación" (Saturierung) del mundo subsumido por completo en el capital, y de ahí la tendencia a la polarización de todo el género humano, según la dicotomía de las masas precarias posburguesas y posproletarias y la nueva élite neofeudal de los señores del globalismo de-soberanizador y los fundamentalistas del libre mercado y los planes empresariales.
Tal es la esencia del nuevo imperialismo globalitario y posmoderno, mediante el cual el fanatismo económico del libre mercado ocupa todos los espacios del planeta y de la imaginación, a través de los procesos de inclusión neutralizadora y de agresión atlantista antes mencionados.
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