GEOINGENIERÍA Y ARMAS CLIMÁTICAS
Traducción de Juan Gabriel Caro Rivera
Las fuertes llovizna que han azotado a los países europeos y asiáticos, así como los numerosos incendios que se producen tanto en Rusia como en el extranjero, han llevado a que muchos se pregunten una vez más: ¿es posible que el ser humano controle los fenómenos naturales? Y sí tal tecnología existe, entonces ¿puede ser utilizada para fines destructivos (como lo vemos en una película de acción y ciencia ficción como Geostorm)? O, diciéndolo de otro modo, ¿acaso existen las armas climáticas (geomagnéticas, estratosféricas, etc.)?
Empezaremos diciendo que no vamos a estudiar las teorías conspirativas que hablan de las estelas químicas [a] relacionadas con los mil millones de oro [b], ni tampoco vamos a hablar del sistema HAARP, que ya ha sido desmantelado. Vamos a abordar el tema desde una perspectiva racional.
Es obvio que existen tecnologías que controlan los fenómenos meteorológicos. Solo basta decir que, hace relativamente poco, las nubes sobre Moscú fueron dispersadas durante el 9 de mayo con tal de que no afectaran el ambiente festivo o interfirieran en el desfile militar. Tanto en China como en los Emiratos Árabes Unidos se emplean técnicas para provocar precipitaciones artificiales como un medio para combatir la sequía que afecta a estos países.
No obstante, si vemos las cosas desde un contexto más amplio, podemos decir que estas tecnologías tienen una relación directa con la ideología política. Los Estados Unidos empezaron a desarrollar tecnologías con tal de controlar el clima desde principios del siglo XX en el mismo momento en que se popularizaba la doctrina del “Destino Manifiesto”, que afirmaba el derecho divino de los Estados Unidos a la dominación mundial.
El primer uso exitoso de una tecnología climática tuvo lugar en Texas en 1916, cuando Charles Hatfield utilizó sus inventos para provocar fuertes lluvias. Sin embargo, es difícil llamar a esto un éxito rotundo, pues se desató una fuerte tempestad que destrozó varias edificaciones y causó muchas muertes. Además, el éxito de Hatfield es bastante cuestionable debido a que había fracasado muchas veces.
Fue a partir de la década de 1990 que se comenzó a hablar abiertamente en Occidente de la necesidad urgente de desarrollar estas tecnologías bajo la cubierta de una agenda medioambiental. El termino de “geoingeniera” comenzó a ser utilizado desde el año 2000 y fue considerado por varios gobiernos como una estrategia muy importante en su política exterior (1).
Por ejemplo, el periódico británico de izquierda The Guardian dice en un artículo del 2011 que “la geoingeniería es un proyecto destinado a luchar directamente contra los efectos del cambio climático, eliminando el CO2 del aire o limitando la cantidad de luz solar que llega a la superficie del planeta. Aunque la geoingeniería a gran escala se encuentra todavía en fase de desarrollo, sus defensores afirman que puede llegar a ser indispensable en caso de que el mundo desee evitar los peores efectos del cambio climático. Los críticos, por el contrario, afirman que la geoingeniería no es realista y puede ser un falso camino a la hora de reducir las emisiones” (2).
Los medios usados para controlar el clima incluyen polímeros plásticos, poner cal en el agua, enterrar carbón vegetal con el objetivo de aumentar la concentración de carbono en el suelo, el pastoreo de ciertos tipos de ganado, la liberación de aerosoles de sulfato en la estratosfera con el objetivo de reflejar la luz solar del espacio, el uso de drones para aumentar la nubosidad sobre el océano rociando agua de mar en el aire, pintar los tejados de color blanco con el fin de aumentar la reflectividad e incluso el poner pequeños espejos en el espacio exterior que se encuentra entre la Tierra y el sol.
La geoingeniería ha recurrido a muchas ideas con tal de minimizar el impacto de las catástrofes naturales. Incluso se ha planteado “que cuando acontezca una gran erupción volcánica en el hemisferio norte es necesario liberar sulfato en la estratosfera del hemisferio sur para contrarrestado rápidamente el calor, gracias a ello ambos hemisferios se enfriarían. En caso de evitar una grave sequía, entonces habríamos obtenido una gran victoria” (3). Pero como no se han producido pruebas de cambo, todas estas hipótesis permanecen siendo parte de la especulación teórica.
Cabe señalar que The Guardian reconoce que el uso de la geoingeniería con el objetivo de cambiar la estructura del clima planetario tiene implicaciones geopolíticas importantes para la gobernanza mundial, lo cual implica un conflicto entre diferentes Estados.
El blog del Council on Foreign Relations da una definición similar a la anterior, pero habla abiertamente del uso de estas tecnologías como armas.
“La geoingeniería para el bien común (CBG, por sus siglas en inglés) son aquellos tipos de tecnologías usados para la manipulación del clima y que son desplegados con un propósito global, ya sea en la estratosfera o en alta mar, e incluyen el usar aerosoles estratosféricos, al igual que fertilizar con hierro los océanos y el blanqueamiento de las nubes que se encuentran en el mar. El derecho internacional aún no regula de forma exhaustiva el CBG, mientras que las leyes medioambientales y el derecho a la guerra sólo se aplican de forma indirecta o bajo condiciones específicas. Sin embargo, la seguridad nacional es inseparable de las cuestiones científicas, legales y éticas que rodean al CBG, al igual que sucedió con el desarrollo de la bomba atómica. En caso de que una gran potencia como Estados Unidos decida desarrollar las CBG, entonces grandes potencias como China o potencias medias con capacidad científica como el Reino Unido podrían considerar eso como un permiso tácito para contar con ellas, especialmente si consideramos que esta tecnología proporciona una ventaja estratégica o táctica. Esto podría dar lugar a una especie de carrera armamentística climática con tal de ver qué Estado será capaz de manipular el clima para su propio beneficio” (4).
Esto podría ser considerado como una admisión explicita de la existencia de las armas climáticas. Al mismo tiempo, Foreign Affairs, una publicación del Council on Foreign Relations, lleva años impulsando la geoingeniería (5), por lo que no podemos descartar el hecho de que se libre una carrera armamentística con la intención de controlar el clima. De hecho, Estados Unidos tiene muchas patentes en este campo. La legalización de estas tecnologías y su aplicación a nivel internacional daría a las empresas estadounidenses no sólo enormes beneficios económicos, sino también una especie de derecho moral a estar en la cúspide de la pirámide con tal de administrar todo este proceso.
EE.UU. dispone de este tipo de tecnologías desde hace mucho tiempo. Una de las primeras patentes en este ámbito fue la US3613992, conocida como “Método de modificación del clima” (6). El inventor fue el estadounidense Robert Knollenberg y registró su invento en marzo de 1966. A partir de este momento, podemos comenzar a estudiar el desarrollo de ese tipo de inventos por parte del gobierno estadounidense con tal de modificar el clima.
Otra patente muy parecida sería la US3564253, llamada “Sistema y método de irradiación de secciones de la superficie terrestre”. El inventor es Arthur Buckingham de la Westinghouse Electric Corporation, cuya patente fue registrada el 16 de febrero de 1971. Ya no se trata de “sembrar” las nubes con sustancias químicas – algo que podría hacerse por medio de aviones – sino de una tecnología más precisa que recuerda a un arma.
La patente US5762298, “Utilizar satélites estratégicamente situados en la órbita terrestre para modificar el efecto de la radiación solar en los ciclos meteorológicos de la Tierra”, es incluso más reciente y su inventor, Franklin Chen, la registro en junio de 1998.
Además, hay muchas otras patentes confidenciales, es decir, que se encuentran clasificadas debido a su uso militar o que hacen parte del sistema de inteligencia de los Estados Unidos.
Existen y siguen existiendo empresas que producen diversos sistemas y dispositivos que emplean estas tecnologías (7).
Pero también hay organizaciones que vigilan la aparición de estas tecnologías y describen detalladamente su impacto (8).
Así que las armas climáticas, es decir, las tecnologías para el control de la naturaleza, realmente existen. Lo que es mucho más difícil de determinar es la interdependencia entre los desastres naturales y el posible uso de estas tecnologías experimentales. Por ahora, los globalistas occidentales atribuyen todo esto al calentamiento global y proponen combatirlo... usando la geoingeniería.
Notas:
1. https://web.archive.org/web/20090618133101/http:/www.parliament.uk/docum...
2. https://www.theguardian.com/environment/2011/feb/18/geo-engineering
3. https://heliophage.wordpress.com/2013/03/31/climate-geoengineering-for-n...
4. https://www.cfr.org/blog/can-we-use-geoengineering-defend-ourselves
5. https://www.foreignaffairs.com/articles/global-commons/2013-03-27/truth-...
6. https://www.geoengineeringwatch.org/patents/patent-3613992.pdf
7. https://www.pmeasuring.com/es/
8. https://www.geoengineeringwatch.org/
Notas del Traductor:
a. La teoría conspirativa de las estelas químicas, también conocida como quimioestelas (chemtrails en inglés), dice que las estelas de condensación de larga duración dejadas por los aviones a gran altura son en realidad «estelas químicas» que consisten en agentes químicos o biológicos rociados por los aviones con fines nefastos no revelados al público en general. Quienes creen en esta teoría conspirativa dicen que si bien las estelas de vapor normales se disipan relativamente rápido, las estelas que permanecen durante mucho tiempo contienen otras sustancias. Quienes se suscriben a esta teoría especulan que el propósito de la liberación química podría ser el manejo de la radiación solar, la modificación del clima, la manipulación psicológica, el control de la población humana o una guerra biológica o química, y que las estelas causan enfermedades respiratorias y otros problemas de salud.
b. El término de mil millones de oro es una metáfora utilizada en el periodismo postsoviético ruso para referirse a la población de los países más ricos y desarrollados, en donde se hace manifiesto el desequilibrio entre el nivel de vida y el consumo de estos con respecto a los países en desarrollo. En 1999, Sergei Kara-Murza escribió que “recientemente, en Occidente, el término ‘mil millones de oro’ se ha vuelto muy común y ha comenzado a referirse a la población de los países del Primer Mundo que hacen parte de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico”. Epistemológicamente, el término “mil millones de oro” tiene su origen en el neo-maltusianismo del informe del Club de Roma titulado Los límites del crecimiento (1972). El nombre se asoció originalmente a la población total de los países capitalistas desarrollados: Estados Unidos (311 millones), Canadá (34,3 millones), Australia (22,6 millones), los países de la UE (28 países, 500 millones en total), Japón (127,4 millones), Israel y Corea del Sur, junto con la perspectiva de refrenar el crecimiento de las mismas durante el siglo XXI. Pero debido a la globalización y a la creciente desigualdad social en los países desarrollados, el termino de “billón de oro” ha comenzado a designar a la “clase media” global, como estrato social privilegiado por los procesos de fusión de la economía mundial.