Tiranía de las minorías y subversión de los valores
"Es esencia misma de los gobiernos democráticos que el imperio de la mayoría sea en ellos absoluto, puesto que fuera de la mayoría en las democracias no hay nada que resista". Con esta frase el jurista francés Alexis de Tocqueville en su obra Democracia en América describía el Imperio moral que la mayoría tenía, un inmenso poder de hecho y de opinión que como paradoja traía una nueva forma de tiranía, según el pensamiento liberal de la época.
La descripción que hace Tocqueville se da en el marco del surgimiento de las nuevas democracias como la estadounidense donde la participación de los ciudadanos mediante la libre asociación, la libertad de expresión y el trabajo creaban lazos comunitarios y de comunicación formando una opinión pública de la mayoría que imponía su voluntad a través de la participación política. La destrucción de empleos causada por la globalización como consecuencia ha disuelto los lazos comunitarios, alejando a los ciudadanos de la participación política, dejándolos sin voz, y ha creado una opinión pública entorno a los intereses de las minorías plutocraticas que sí participan imponiendo su voluntad.
Lejos quedó la idea del imperio de las mayorías en los gobiernos democráticos, estos hoy se han convertido en democracias de minorías y el imperio de éstas en absoluto, conteniendo una nueva forma de tiranía. Si la esencia de la Democracia, según Tocqueville, radica en el imperio de las mayorías y esto no ocurre entonces no hay democracia, escondiéndose el ejercicio del poder de las minorías bajo la partidocracia.
En torno a esta cuestión otro jurista, en este caso alemán, Carl Schmitt, ya daba cuenta de este imperium moral, en el cual la validez de los valores, se basa en posiciones de valor, postulando que "la posición de valores es por consiguiente nula si no se imponen".
Hoy es la "tiranía de las minorías" la cual impone sus no-valores (anti valores) mediante la opinión pública-da, es decir, la opinión de su monopolio de medios de comunicación. Pero para lograr esta posición superior en donde sus anti valores tengan validez ha de lograr un cambio de pensamiento, una nueva moral, un nuevo orden ético, una modificación en las costumbres, ello mediante la subversión de los valores o la transvaloración de los valores. A través de la ideología.
Convirtiendo al bien en mal y el mal en bien llamando bueno a lo malo y malo a lo bueno, la izquierda progresista abandonó el materialismo de Marx y tomó el relativismo y nihilismo de Nietzsche manteniendo el anticristianismo, sustituyó la lucha de clases por la subversión de los valores, tal como lo propone la máxima exponente del movimiento feminista y LGTB Judith Butler. Los valores de la patria se han subvertido por los valores del dinero. Ya no más Dios, Justicia o Libertad sino "Yo", "inclusión" y "diversidad". El bien común se reemplaza por la ideología igualitarista, la tradición de cada pueblo y las diferencias por la homologación cultural y el infierno de lo igual.
Tocqueville planteaba que antaño la tiranía empleaba cadenas y verdugos, los príncipes materializaban la violencia sobre los cuerpos, pero también describía que la civilización había perfeccionado hasta el despotismo y en nuestros días "deja el cuerpo y va derecho al alma".
Tiempos de lucha, una lucha por el alma. Una batalla cultural, también una batalla por la voz, por la palabra. Donde hablaremos porque como dijera Leonardo Castellani “seguimos hablando para que siga respirando la patria. Mientras habla una nación, no está muerta".