El "Brexit" y el principio del fin de la UE
Inglaterra siempre ha sido un país relativamente ajeno a la Europa continental. Por una parte su situación geopolítica como isla, y por otra parte su pertenencia al mundo cultural anglosajón (juntamente con su “hijo”, los EEUU) han sido la causa de que sus únicas intervenciones en la política Europea hayan ido únicamente dirigidas a que ninguna de las naciones europeas pudiera erigirse en líder: combatió al Imperio Español, a la Francia de Napoleón, a la Alemania de Bismarck y a la de Hitler, siempre con notable éxito.
Pero Inglaterra no resistió a la UE, entre otras cosas porque la UE no es un proyecto europeo, sino un proyecto mundialista. A pesar de todo, y debido a la fuerte resistencia interna, Inglaterra ingresó en la UE, pero se mantuvo fuera del euro.
La profunda crisis de la UE y las fuertes movimientos populares que se están produciendo en la mayoría de los países europeos (España es la triste excepción) ha vuelto a revitalizar los sectores euroescépticos en Inglaterra. Estos sectores son políticamente transversales: es cierto que están políticamente capitalizados por el populismo de la UKIP, pero también hay potentes corrientes euroescépticas en el seno del Partido Conservador y entre las bases del Partido Laborista. La presión de estos sectores ha conseguido que se convoque un referéndum para la salida de Inglaterra de la UE: el “temido” Brexit.
Y el Brexit ha ganado, con una participación notable en el referéndum y con una holgada mayoría. A pesar de la presión de los poderes fácticos, de la oligarquía financiera y el lloriqueo de la izquierda rosada, la mayoría de los británicos ha optado por salir de la UE. Los sectores más desfavorecidos de la sociedad, los trabajadores, los parados, los jubilados, las clases medias amenazadas han inclinado la balanza. Los votantes tradicionales del laborismo han demostrado que este partido ha perdido el contacto real con sus bases.
El Brexit ha demostrado, entre otras muchas cosas, que la clásica división izquierda/derecha ya no es operativa, ya no sirve. Las oligarquías financieras y la izquierda llorona de “papeles para todos” y “REFUGEES WELCOME” están en el mismo bando: el del mundialismo. Es lógico: el derribar fronteras no favorece únicamente a la “libre” circulación de personas, sino también de capitales y de productos. Del otro lado están las clases populares, los que quieren tener patria (solo los ricos pueden permitirse el lujo de no tener patria), los que quieren un mercado interior, los que quieren que se proteja a la industria local, los que no quieren sentirse extranjeros en su propia ciudad, los que aman sus tradiciones y sus costumbres.
Hay un detalle muy significativo: tanto los separatistas catalanes como escoceses han tomado partido por la UE. Quieren la “independencia”, exigen el “derecho a decidir”, para ponerse a las órdenes de la Merckel, del Banco Central Europeo y del FMI. ¡Que les pregunten a los griegos el respeto que la UE tiene por el derecho a decidir de los pueblos!
La victoria del Brexit puede ser el principio del fin de la UE. Puede desencadenar una sucesión de referéndums y de victorias euroescépticas. No es el fin de Europa, al contrario, puede ser el inicio de un renacer. La UE no ha sido nunca un proyecto europeo sino mundialista.