ELECCIONES 2024 EN VENEZUELA: HACIA LA CONSOLIDACIÓN DEL PATRIOTISMO Y EL SOBERANISMO CONTRA EL GLOBALISMO ATLANTISTA EN LA ERA MULTIPOLAR DE LA SUDAMÉRICA DEL SIGLO XXI
Moscú, 06 de Mayo del 2024
Este 28 de Julio del 2024 será otro día histórico para el Pueblo Venezolano, y por extensión para todo el Pueblo Indo-Iberoamericano; pues una vez más, y a pesar de las diatribas e invectivas de la prensa occidental (y occidentalizada por extensión) hegemonizada por la narrativa de la declinante unipolaridad atlantista anglo-americana, el Pueblo Venezolano de manera libre y soberana a través de un acto de genuina y real democracia popular, volverá a las urnas electorales, para decidir una vez más, los destinos de Venezuela, un país asediado y acosado por los poderes ultramarinos de siempre (ayer Inglaterra, hoy Estados Unidos -y subordinados-), y que hoy como ayer siguen viendo con gran apetencia los ingentes recursos estratégicos en materia energética que este país sudamericano posee, a saber y por decir tan solo algo: las más grandes reservas de petróleo probadas (300.000 millones de barriles de petróleo) del planeta, y sin contar reservas de gas, oro, etc.; y al que sobre todas las cosas no se le perdona, que desde la llegada del Comandante Hugo Chávez Frías como gran conductor nacional, aquel glorioso 02 de febrero de 1999 en que el Pueblo Venezolano le confió su destino, haya tenido la dignidad de marchar por la senda de la autonomía, la independencia, y la soberanía.
Habida cuenta de que por la propia dinámica de los procesos histórico-políticos de las últimas décadas signadas por el ascenso de la ideología liberal, que como apunta el Prof. Alexander Dugin; está esencialmente anclada en una errónea concepción antropológica que absolutiza al individuo como un fin en sí mismo, totalmente desarraigado de toda idea de comunidad (familia, religión, nación, cultura, civilización, etc), y es hegemónica en todo occidente (y en buena parte del mundo occidentalizado por extensión); así pues, a la actualidad las fronteras ideológicas del cada vez más obsoleto eje que prevaleció en la Bipolaridad de la Guerra Fría (1945-1992); “izquierda vs. derecha”, prácticamente se han desvanecido, es decir, a la sazón de nuestro días, prácticamente son meros eslóganes irrelevantes, vaciados de contenido, pues de facto hoy en día las denominadas izquierdas han claudicado en su lucha por la verdadera y genuina justicia social y la consecuente lucha por la liberación de los pueblos oprimidos, pues como alguna vez señaló el relevante sociólogo francés Alain Soral (2018); gracias a las corrientes filosóficas posmodernas enmarcadas dentro del globalismo liberal (político y cultural), la izquierda ha terminado por convertirse en mero suplemento cultural de la derecha neoliberal en lo económico, y en fiel subordinada a la unipolaridad atlantista anglosajona (OTAN) en lo geopolítico; y así púes tenemos, a un Gabriel Boric en Chile (de izquierda) y a un Javier Millei en Argentina (de derecha), en teoría “rivales ideológicos”, pero que en la práctica, despotrican abiertamente y sin ambages contra la Venezuela de Maduro, y contra la Rusia de Vladimir Putin. Y ni qué decir de toda la fauna existente dentro de la Unión Europea.
Como apuntan relevantes marxologos contemporáneos en clave patriótica y soberanista, como el italiano Diego Fusaro, hoy las izquierdas ya no son rojas, sino que son fucsias; es decir, están neutralizadas y/o esterilizadas en su confrontación contra las élites tecno-plutocráticas del capitalismo financiero (Banco Mundial, Fondo Monetario Internacional, etc), entes materiales que en última instancia sustentan y propalan el globalismo (tanto de izquierda como de derecha), y ante el cual han claudicado, al asumir por completo todas sus prerrogativas, plasmadas en la Agenda 2030 (ecologismo catastrofista, feminismo radical, abortismo irrestricto, lgbtismo, anismalismo antihumanista, etc etc), en realidad una agenda eugenésica-neomalthusiana de control poblacional a escala global; y al suplantar las históricas banderas rojas de la clase trabajadora por la posmoderna bandera LGBTI; evidenciando con esto, que la actual “confrontación” entre izquierda vs. derecha acontece únicamente en el plano supraestrutural (cultural, es decir, entre el progresismo posmodernista de izquierda y el conservadurismo reaccionario de derecha), más no en lo estructural (económico); pues total y a fin de cuentas, en mucho más fácil y barato vender la ficción (“nuevos derechos”, p.e.) como supuesta “necesidad”, antes que atender a la realidad doliente de millones de personas con necesidades materiales concretas (agua, luz, desagüe, etc.)
Todo esto aconteciendo en el marco de transición sistémica hacia el Nuevo Escenario Global del Siglo XXI, signado por el rápido declive de la Unipolaridad Angloamericana (EEUU y subordinados), y la firme emergencia de la Multipolaridad Euroasiática (China, Rusia, Iran, India, etc), esto es, y para decirlo de otro modo, que hoy evidenciamos el fin de cinco siglos de dominio occidental en general, y el declive de dos siglos de dominio anglosajón en particular. Asistimos pues, a la emergencia de un nuevo mundo signado por el protagonismo de múltiples polos de poder geopolítico/geoestratégico anclados en perspectivas civilizatorias/cosmovisionales propias, que en sinergia (a través de plataformas como los BRICS), hoy vienen socavando y acelerando el desgaste de la hegemonía occidental, que como enseña el Prof. Alexander Dugin, es la “Civilización del Anticristo”, pues es allí donde acontece, la negación y/o destrucción de todo aquello que nos hace humanos, empezando por la destrucción de la familia (piedra angular de toda idea de comunidad), en nombre del más recalcitrante de los individualismos.
El maestro Norberto Ceresole, relevante sociólogo sudamericano, respecto a la globalización, entendido no solo como un proceso histórico, sino, sobre todo, como un proceso de dominación de las minorías contra las mayorías, alguna vez sentenció:
“La globalización como modelo de gobierno mundial es una estructura oligárquica que condena a la marginalidad al vasto «país» mundial de los excluidos, a los pobres y sin poder, dentro y fuera de los países centrales, dentro y fuera del espacio blanco-occidental. En el plano político interno opera dejando grandes vacíos en el ordenamiento democrático, de tal manera que la capacidad de decisión siga en manos de los que Adam Smith, en el siglo XVIII, llamó «los amos del universo», quienes se manejan «con el vil principio: Todo para nosotros, nada para los demás».” (Ceresole, N. p.28: 1999)
En este contexto, Venezuela vuelve a posicionarse como un faro para el ascenso de la multipolaridad en Sudamérica, puesto que a la actualidad es el único país con capacidades y condiciones concretas (recursos estratégicos, fuerzas armadas soberanas, moral nacional, etc), con posibilidad real de catalizar procesos multipolares en nuestra región, y desde allí lograr lo que alguna vez nuestros grandes pensadores continentales (Manuel Ugarte, Antenor Orrego, J.E. Rodó, Vasconcelos, Haya de la Torre, Mariátegui, etc) tanto habían anhelado, es decir, la unificación de nuestro “Pueblo Continente” en un polo civilizatorio con identidad propia, que pueda estar a la altura de los grandes desafíos que plantea un convulsionado e inquietante Siglo XXI, en donde el declive de occidente viene a su vez acompañado, de múltiples conflictos con implicancias globales en las tres placas geopolíticas más importantes (Ucrania en Europa Oriental, el Genocidio Palestino en Medio Oriente, la próxima crisis en el Indo Pacífico con Taiwan), y con el agravante de la amenaza real de conflagración nuclear, porque “todo imperio muere matando”.
El ideal es grande y el camino es largo, sin embargo, mientras sigan existiendo líderes que reivindiquen la Patria Grande, es decir, nuestro común destino como pueblos del Sur de América, siempre habrá una esperanza, mientras se reivindiquen las banderas de la Soberanía Nacional, siempre estará encendida la llama de la liberación de nuestros pueblos; así pues, mientras el legado del Comandante Hugo Chávez aún guíe los pasos de Venezuela, aún habrán esperanzas para Nuestra América, pues como Ceresole acertadamente apuntó respecto al Comandante:
“… líder de toda la América hispano-criolla. Pero eso no quiere decir que ese proceso de «internacionalización» del «modelo venezolano» se producirá automáticamente. Que caerá del árbol, simplemente, como una fruta madura. Esa proyección sólo podrá ser el resultado de un laborioso trabajo de edificación político-estratégico dentro de un entorno altamente favorable en casi todos los movimientos populares de la región. En términos de poder, la proyección regional-internacional del liderazgo de Hugo Chávez le dará al proceso venezolano interior un grado de protección (contra conspiraciones interiores-exteriores) del que hoy carece.” (Ceresole, N. p.11: 1999)
Nos espera un largo camino aún por recorrer para cristalizar la liberación de Nuestra América, y aún quedan muchas tareas por hacer, empecemos pues por apoyar a la Venezuela de Chávez, hoy bajo conducción del Presidente Nicolás Maduro.
(*) Soc. Carlos F. Mamani Aliaga; Sociólogo por la Universidad Nacional de Cajamarca (Perú), Director del Gabinete de Reflexión Crítica y Estratégica Proyecto Patria (Cajamarca-Perú), Director del Departamento de Relaciones Internacionales y Asuntos BRICS del Centro de Estudios Crisolistas (CEC, Lima-Perú), Sub Director del 1er Curso Curso Internacional: "Fundamentos de Geopolítica" (CREI/AsiaTv. 2023-2024), actual doctorando en Relaciones Internacionales, Estudios Regionales, Procesos Globales en la "Universidad Rusa de la Amistad de los Pueblos" (RUDN), y Secretario de Relaciones Internacionales de la Asociación de Estudiantes Peruanos de la RUDN. Colaborador permanente como experto en geopolítica, guerra híbrida e inteligencia estratégica en diversos tanques de análisis, medios alternativos y cadenas internacionales de noticias: AsiaTv (Argentina), CREI (Nicaragua), Prensa Alternativa (Perú), Detrás de la Razón (México), TeleSur (Venezuela), Geopolítica.ru (España), Geoestrategia.es (España), Russia Today (Rusia), Sputnik (Rusia), etc.