Maoísmo y tradición

26.06.2021

Traducción de Juan Gabriel Caro Rivera

“El estudio de la ideología debe estar basado en un 99% en las obras del Gran Timonel Mao Tse Tung, porque superan, por mucho, las opiniones de Marx, Engels, Lenin y Stalin”.

Lin Piao

Los orígenes taoístas de la teoría de las contradicciones

Mao Tse Tung dice: “Por carácter general de la contradicción entendemos que ésta existe en todos los procesos y los recorre desde el comienzo hasta el fin: movimiento, cosas, procesos y pensamiento, todo es contradicción” [1].

Mao admite, con Marx, que la contradicción es el motor universal de todo desarrollo. Pero el pensamiento de Mao se diferencia del marxista en el momento en que, amparándose en la tradición taoísta, describe el carácter complementario de los opuestos: “Sin ‘arriba’ no habría ‘abajo’; sin ‘abajo’ tampoco habría ‘arriba’” [2].

El taoísmo enseña que el yin y el yang son “principios opuestos y, al mismo tiempo, complementarios e inseparables, ya que poseen valores distintos: se trata de lo eterno masculino y lo eterno femenino, lo activo y lo pasivo, el Cielo (en un sentido amplio) y la Tierra, lo luminoso y lo oscuro, lo creativo y lo inerte, y así sucesivamente” [3]. El yin y el yang son “dos categorías que están vinculadas simbólicamente a la luz y a la sombra: en todas las cosas, el lado iluminado es yang y el lado oscuro es yin; pero, puesto que no se encuentran nunca el uno sin el otro, aparecen como complementarios mucho más que como opuestos” [4].

Es este principio de complementariedad, presente en todas las tradiciones del Lejano Oriente, el que una vez más encontramos en la teoría maoísta de la contradicción donde se sostiene la interdependencia de los adversarios: “Así sucede con todos los contrarios: en virtud de determinadas condiciones, junto con oponerse el uno al otro, están interconectados, se impregnan recíprocamente, se interpenetran y dependen el uno del otro; esto es lo que se denomina identidad” [5]. El taoísmo sostiene que la “existencia e inexistencia, lo difícil y lo fácil, lo largo y lo corto, lo alto y lo bajo permiten conocer mutuamente lo uno y lo otro” [6], etc. En el taoísmo esta sucesión permanente de los contrarios produce modificaciones que “a veces se complementan y a veces se suceden entre sí” [7].

Creemos que semejante interpretación maoísta de las contradicciones dialécticas se encuentra ligada a las tradiciones del Lejano Oriente e implica una reivindicación del taoísmo usando una terminología marxista-leninista.

El carácter solar del nuevo orden maoísta 

Con “tal de profundizar la gran revolución cultural proletaria” en la China se decía: “El crecimiento de todas las cosas depende del Sol y la revolución depende del pensamiento de Mao”.

En esta oración se expresa la idea de que la Cabeza se identifica con el Sol. Anteriormente el Emperador de China le daba vueltas al “Templo de la Luz” siguiendo las posiciones del Sol –que para el observador parecía venir del Sur– mientras se detenía doce veces, señalando simbólicamente las doce estaciones que se corresponden con los doce meses; “se identificaba así sucesivamente a los «doce soles», que son los doce âdityas de la tradición hindú, y también los «doce frutos del Árbol de la Vida» en el simbolismo apocalíptico” [8]. Mao continuó usando este simbolismo de los emperadores que sigue escuchándose en las canciones de la revolución china:

El Este es rojo, el sol está saliendo.

China ha dado lugar a un Mao Zedong.

El Partido Comunista es como el sol.

Hace brillar todo lo que alumbra.

Dondequiera que esté el Partido Comunista.

Para hacer la revolución necesitamos a Mao.

El pensamiento de Mao Tse Tung es como el Sol que ilumina desde el Este.

Necesitamos al Gran Timonel para navegar en alta mar.

Respetamos y amamos al presidente Mao, nuestro educador, nuestro guía.

 Es el Sol en nuestro corazón, el Sol rojo dentro del corazón del pueblo revolucionario.

 ¡Hurra el presidente Mao!

Los rayos de la Montaña Dorada de Pekín iluminan el planeta.

Este sol dorado es el presidente Mao.

Este carácter solar constantemente atribuido a Mao Tse Tung nos hace pensar que el maoísmo es la encarnación contemporánea de la gran tradición imperial china.

El voluntarismo

El maoísmo reinterpreta a su manera las fuerzas que interactúan en la historia. Mao reafirma la importancia que tienen las ideas en los procesos históricos: “las ideas correctas características de la clase avanzada se convertirán en una fuerza material para transformar la sociedad y el mundo” [9].

Mientras que el marxismo considera que las fuerzas materiales son las que determinan todo, el pensamiento de Mao parte de que el hombre es el principio de todo: “solo es necesario que existan los hombres para de ese modo lograr cualquier cosa... La Revolución puede cambiar el mundo” [10]. De ahí que se afirme cuatro principios: el hombre es superior a la materia, lo político es superior a las otras actividades, la doctrina es superior a la política, las ideas vivas son superiores a las ideas escritas. Se trata de un idealismo voluntarista que excluye cualquier clase de determinismo laico o marxista. El maoísmo sitúa al hombre en el lugar que le corresponde: el hombre es el sujeto de la historia y no el objeto de un final predeterminado.

Este idealismo voluntarista es el fundamento de la revolución cultural: “La revolución cultural tiene como objetivo revolucionar el pensamiento humano” [11]. El hombre es el centro de todo, no la economía: no basta transformar esta última realidad, hay que transformar al hombre. Corneliu Codreanu también propuso “reformar al hombre”: “Este país va directo hacia la ruina por falta de hombres, no de programas. Eso es lo que sostenemos. No debemos crear programas, sino hombres, hombres nuevos” [12]. Pero la analogía entre las doctrinas de Codreanu y Mao se hace mucho más evidente cuando comparamos la importancia que el maoísmo concede al campesinado dentro del nuevo orden que quiere crear.

El campesino

La importancia que el maoísmo concede al campesino, además de la antítesis existente entre la campo y ciudad, es de un carácter fundamental para la concepción maoísta del Estado. Estos dos pilares inspiraron todas las teorías "ruralistas" europeas defendidas por Oswald Spengler, Walther Darré, Karl Dyrssen, Ferenc Szàlasi, etc., donde la fidelidad al “Bauerntum” [campesino] es vista como el principio sobre el que se funda la fuerza de la sangre y el “Volk”. La concepción del campesino que tienen Mao y Lin Biao se expresa en la oposición entre el burgués, el “nuevo nómada”, el “hombre infértil” – el protagonista por antonomasia de la “Zivilization”, fase terminal y crepuscular de un ciclo – en contra de la Figura antidemocrática del campesino, “la fuente siempre viva de la sangre que en las ciudades hace la historia universal” [13].

En el nuevo orden maoísta encontramos nuevamente las profecías heréticas bolcheviques de crear un régimen basado sobre el campesino-soldado, o también las ideas de una Alemania que de haber retornado a sus tradiciones socialistas y campesinas podría haberse unido a Rusia en contra del “Occidente” mercantilista [14].

Lin Biao escribió: “La Guerra de Resistencia contra el Japón fue, en su esencia, una guerra revolucionaria campesina dirigida por nuestro Partido… Apoyarse en los campesinos, crear bases rurales de apoyo, utilizar el campo para rodear las ciudades y finalmente tomarlas: he aquí el victorioso camino que recorrió la revolución china” [15].

Lin Biao defiende esta teoría de la creación de bases revolucionarias en las zonas rurales para posteriormente tomar las ciudades como un principio que debe ser practicado universalmente: “Mirado el mundo en su conjunto, la América del Norte y la Europa Occidental pueden ser llamadas las ‘ciudades del mundo’ y Asia, África y América Latina, sus ‘zonas rurales’. Después de la Segunda Guerra Mundial, por diversos motivos el movimiento revolucionario proletario en los países capitalistas de la América del Norte y de la Europa Occidental, se ha visto retardado temporalmente, mientras el movimiento revolucionario popular en Asia, África y América Latina se ha desarrollado con todo vigor. De modo, pues, que la revolución mundial de nuestros días también presenta, en cierto sentido, una situación en que las ciudades se ven rodeadas por el campo” [16].

Ferenc Szàlasi, líder del Partido de la Cruz Flechada, llamó en su momento a una insurrección de las naciones agrícolas en contra de las economías industriales de las plutocracias europeas y norteamericanas.

Es desde esta “perspectiva aristocrática y lucha existencial en contra de la burguesía citadina” [17] donde podemos ver la oposición entre la sociedad fundada en la fidelidad a la tierra de los antepasados ​​que se enfrenta a la civilización cosmopolita, el mundo basado en la sangre opuesto al mestizaje democrático. Los intelectuales burgueses se escandalizan ante semejantes horrores: “Es posible que esta veneración delirante por la forma que tiene la cabeza sea una nueva clase de racismo que aún no se ha arraigado en otros pueblos asiáticos” [18]. “China está construyendo una nueva muralla mucho más alto y más inexpugnable que la anterior: consiste en separar a los chinos de todos los extranjeros a su alrededor, en aislar a los chinos. Nadie puede hacerse amigo de los chinos, no importa si son europeos, africanos o asiáticos” [19].

La guerra

“La guerra templa al pueblo y hace avanzar la historia” [20]. Esta frase de Lin Biao resume perfectamente la ética espartana de la China maoísta. Tales declaraciones escandalizan a las conciencias pacifistas que perciben en ellas un cierto eco de la exaltación de la guerra que alguna vez resonó en el manifiesto de Marinetti: “la guerra —única higiene del mundo”.

Los periodistas burgueses tiemblan ante la visión maoísta de la guerra: “Entre los símbolos de la Guardia Roja revolucionaria, junto a la hoz y el martillo, se encuentra también un elemento nuevo y blasfemo que no hace parte del marxismo: el rifle. Los rifles dicen mucho más sobre Mao que cualquier exegesis de sus escritos. Karl Marx quería la paz, Mao Tse Tung quiere la guerra; Karl Marx predicó la paz como el fin último de la lucha de clases, Mao Tse Tung proclama que la guerra popular será eterna...” [21].

El heroísmo revolucionario es tratado en un capitulo del “Pequeño Libro Rojo”: en ese capítulo se exaltan las virtudes guerreras, el coraje, el sacrificio y el espíritu de lucha: “Un ejército siempre avanza decidido a vencer y jamás quiere someterse al enemigo. Incluso cuando enfrentando condiciones adversas continuará luchando hasta el último hombre” [22]. “Debemos desarrollar continuamente nuestro estilo de lucha: tener coraje en la batalla, no tener miedo al enemigo ni miedo a la fatiga; la lucha continua, debemos perseverar en la lucha para volver a ella después de intervalos cortos de tiempo” [23].

“Miles y miles de mártires sacrificaron heroicamente sus vidas por el pueblo. ¡Levantémonos y avancemos en este camino rojo lleno de sangre!” [24]. El maoísmo exalta los valores heroicos y opone al pacifismo una concepción guerrera de la vida basada en una espiritualidad, unos valores y una ética que es característica de ella. Esta concepción no da espacio a la existencia del individualismo, sino que predica una actividad impersonal que, libre de cualquier subjetividad, da importancia al sacrificio heroico que es por definición una forma des-individualizada de anonimato.

Frente a las sociedades mercantiles que únicamente promueven las “virtudes cívicas” y que “identifican los valores materiales con los valores en sí mismos y donde el ideal de vida es la vida segura y cómoda del trabajo, la producción, el deporte, el cine y la sensualidad” [25], el maoísmo propone como alternativa un tipo de sociedad en la que el guerrero y el héroe son los protagonistas.

Pero no debemos creer que porque el maoísmo propone una moral militar superior a la moral burguesa no advierte en contra del militarismo: “El Partido manda el fúsil, y jamás permitiremos que el fúsil mande al Partido” [26]. El componente militar es antes que nada guerrero y existe dentro de la esfera de los medios, no de los fines: en el nuevo orden maoísta el principio guerrero se encuentra subordinado al principio político, así como dentro del Estado platónico el elemento volitivo y la casta guerrera se encuentran subordinados al elemento intelectual y a la élite compuesta por los sabios e iniciados.

El arte

“Nuestro arte y nuestra literatura, ya sean de nivel superior o elemental, sirven a las grandes masas del pueblo y, en primer lugar, a los obreros, campesinos y soldados; se crean para ellos y son utilizados por ellos” [27].

Cuatro años después, el estalinismo formuló su teoría del arte en términos similares: “Depende de la literatura ayudar al Estado a educar adecuadamente a la juventud, responder a sus problemas, enseñar a las nuevas generaciones a ser valientes, a creer en su causa, mostrar a cada uno el camino para superar los obstáculos y barreras...” [28].

Esta verdad dada por el arte es similar a la concepción política defendida por Platón: “El totalitarismo platónico (...) surge de la conciencia de que la vieja clase dominante está muerta y que una nueva no ha nacido todavía. Viendo las cosas desde esta perspectiva, el totalitarismo platónico coincide históricamente en muchos puntos con el totalitarismo moderno, ya que este último busca reemplazar a las viejas élites políticas que nacieron de las revoluciones liberales” [29].

Contra las desconcertantes teorías burguesas sobre el arte, Mao afirma que “no existe, en realidad, arte por el arte, ni arte que esté por encima de las clases, ni arte que se desarrolle al margen de la política o sea independiente de ella” [30]; el arte en China debe ser un arte popular. Igual que Platón, Mao define el arte “liberado” como aquello que remite a los modelos imperecederos de la poesía tradicional china. Mao Tse Tung fue también poeta como también lo fueron los antiguos emperadores Han, Leang, Tang y Wei, a quienes conoció y copió a la hora de realizar ejercicios de poesía según las fórmulas tradicionales, lo que dotó a su poética de elegancia, fuerza y ​​espíritu aristocrático [31].

La medicina

El maoísmo también representa una alternativa tradicional en el campo de la medicina a la pseudo-ciencia occidental que hoy predomina en el mundo moderno. La acupuntura ha sido practicada en China desde tiempos muy antiguos, y el Occidente capitalista se ve obligado a admitir que tal cosa contradice la idea de “progreso”: “Después de la guerra del opio, en 1840, donde la decadencia general del país y la creciente esclavitud de los emperadores Ching ante los agresores imperialistas era un hecho, la acupuntura terminó siendo relegada a los márgenes. La situación se agravó aún más bajo el gobierno reaccionario del Kuomintang, que discriminó por completo esta forma de terapia tradicional” [32].

El nuevo orden de Mao Tse Tung ha significado, en el ámbito científico, un redescubrimiento de la medicina tradicional. “Desde que fue fundada la nueva China, el Partido y el Estado han intentado por varios medios recuperar las terapias tradicionales, por lo que se han abierto varios centros de investigación en Pekín y en otras grandes ciudades con tal de institucionalizar la acupuntura en casi todos los hospitales” [33]. La acupuntura, como todas las formas de medicina tradicional china, parte de la doctrina de que la enfermedad es causada por el hecho de que se ha perdido el equilibrio que mantiene la tensión ideal entre el yang (lo masculino, lo activo) y el yin (lo femenino, lo pasivo). La medicina china tiene como objetivo llegar a la causa, en contraposición a la medicina secular que se dedica a tratar los efectos y que puede describirse simplemente como sintomática.

“Pero hay otro punto de vista que hay que tener en cuenta: la medicina china, como todas las ciencias tradicionales, posee muchos elementos simbólicos que le permiten ser aplicada en el contexto de la filosofía taoísta como una forma realmente cognitiva que sirve como fundamento para la realización personal. El médico chino intenta restablecer el equilibrio relativo de la salud frente a la enfermedad, por lo cual le da al paciente la clave simbólica para realizar el Tchenn-jen, el Hombre real, que es el punto de partida de todo proceso de conocimiento que conduce a los estados superiores del ser y que culmina en la identidad con el Tao, es decir, en la condición de Cheun-jen u Hombre trascendente” [34].

Es precisamente al defender esta alternativa en contra de la pseudo-ciencia del mundo moderno donde el maoísmo recurre a la ciencia tradicional y crea las condiciones favorables para el retorno a un principio iniciático que está inscrito en las artes y las profesiones. En el caso de la medicina, la acupuntura reivindicada por la revolución maoísta pone los cimientos del dicho tradicional: “Cúrate a ti mismo”.

Notas:

[1] Mao Tse Tung, “Sobre la contradicción”.

[2] Idem.

[3] Julius Evola, “Introduzione al Tao Te Ching”.

[4] René Guénon, “La Gran Tríada”.

[5] Mao Tse Tung, op. cit.

[6] Lao Tze, “Dào Dé Jīng”.

[7] Julius Evola, op. cit.

[8] René Guénon, op. cit.

[9] Mao Tse Tung, “¿De dónde provienen las ideas correctas?”

[10] Mao Tse Tung, “Discorso del 16 Settembre 1949”.

[11] Decisiones del Comité Central del Partido Comunista de China, agosto de 1966.

[12] Corneliu Z. Codreanu, “La Guardia di Ferro”.

[13] Oswald Spengler, “La decadencia de Occidente”.

[14] Esta es la tesis que sostuvo Karl Dyrssen en su libro Die Botschaft des Ostens, escrito en 1933 y que respaldaba las revueltas campesinas a favor de la creación de un “socialismo prusiano” que liberaría a Alemania del capitalismo burgués. En general, está es la tesis que defienden todos los nacional-bolcheviques, no solo alemanes, sino de todos los países europeos.

[15] Lin Biao, “¡Viva el triunfo de la guerra popular!”

[16] Op. cit.

[17] Giorgio Freda, “Dos cartas contra corriente”. Sobre el papel del campesinado en el nuevo orden chino, el autor escribe: “¿Es posible negar que la fórmula de Lin Biao – o, mejor dicho, la consigna–, articulada en la lucha del ‘campo contra la ciudad’, sugiere la misma tesis defendida por Spengler, y que ciertos estudios del actual ‘paisaje’ chino indican (adaptadas a las condiciones de su régimen histórico, además de otras razones) actitudes similares a las expresadas en Europa, por ejemplo, por el prusianismo?”

[18] Salvatore Pellegrino, “Epoca”, N° 834.

[19] Lamberti Sorrentino, “Tempo Illustrato”, N° 45.

[20] Lin Piao, op. cit.

[21] Lamberti Sorrentino, op. cit.

[22] Mao Tse Tung, “Sul governo di coalizione”.

[23] Mao Tse Tung, “La situazione attuale e i nostri nemici”.

[24] Mao Tse Tung, “Sul governo di coalizione”.

[25] Julius Evola, “Gli Uomini e le Rovine”.

[26] Mao Tse Tung, “I problemi della guerra e della strategia”.

[27] Mao Tse Tung, “Intervenciones en el foro de Yenan sobre arte y literatura”.

[28] Pravda, 2 agosto 1946.

[29] Adriano Romualdi, “Platone”.

[30] Mao Tse Tung, op. cit.

[31] Muchos de los poemas escritos por Mao nacieron de su experiencia en el combate, y en ellos se revela una visión del mundo que no es profana, sino, si podemos decirlo, tradicional; como el poema “Los Inmortales”, donde hablando de dos revolucionarios se dice que no están muertos, sino que han conquistado la inmortalidad y están en el Cielo, junto con los dioses.

[32] Comentario de un libro de acupuntura de la Universidad de Pekín, 1972.

[33] Idem.

[34] Tullio Masera.

Fuente: http://xoomer.virgilio.it/controvoce/maoismoetradizione.htm