La natividad rusa
Traducción de Juan Gabriel Caro Rivera
Transcripción del programa en línea "Dugin Guideline" del 7 de enero del 2016
“El día en que la Virgen da a luz al Verbo y es cuando la tierra da la bienvenida a lo Sagrado. Los ángeles y los pastores lo alaban. Los Magos persas siguen a la estrella. Por nuestro bien ha nacido un niño-Dios muy pequeño”
Las estrofas de este kontakion (1) son cantadas por la Iglesia rusa durante la fiesta que celebra la Natividad de Cristo. Esta festividad es sumamente solemne, debido a que en ella se condensa el significado total de las enseñanzas cristianas. Y como somos cristianos, en ella encontramos la esencia de todo nuestro destino. Pero no somos sólo "cristianos" en un sentido abstracto que viven en un tiempo que no conocemos o que existen en un espacio que nos es desconocido. Somos cristianos rusos que vivimos en la Rusia contemporánea. Y con tal de participar conscientemente en nuestro destino, debemos comprendernos a nosotros mismos, saber en dónde vivimos, cómo vivimos y cómo nos relacionamos con cada momento de nuestra vida y antes que nada debemos conocer la relación que tenemos con el mayor acontecimiento en la historia de la humanidad: con la Natividad de Cristo. Este acontecimiento nos plantea la cuestión de la comprensión que tiene la ortodoxia del espacio y el tiempo y la relación que tiene esta misma comprensión del espacio y el tiempo con nuestro lugar en el mundo y nuestro tiempo particular.
Entonces, el kontakion que cantamos comienza con las siguientes palabras: "El día en que la virgen". "Virgo", del adjetivo "virgen", es decir, la Virgen María (en ruso, el acento de esta palabra generalmente se hace en la primera sílaba, el acento en la segunda sílaba distingue a la Virgen de otras María). "Hoy" significa que es "hoy", que es "este día". ¿Qué significa para nosotros "este día", "el día de la Natividad de Cristo"? Si nos aproximamos a este misterio desde una posición secular, es decir, si no creemos en lo que nos enseña la Iglesia y, en consecuencia, si no creemos en Dios, en la realidad de su ser y de su poder, entonces el “hoy” tiene un sentido histórico y simbólico, y la fiesta en sí tiene el carácter de un recuerdo. Es decir, el “hoy”, el 7 de enero de 2016, recordamos un evento que sucedió hace 2016 años. Pero para los creyentes ese no es el caso.
Para los creyentes, Dios está por encima del tiempo y todo lo que se encuentra conectado a Él no puede medirse según las escalas que usan los seres humanos para medir el tiempo. Para la Iglesia y para los creyentes "este día" que canta el kontakion es precisamente el día de "hoy", el "ahora", el 7 de enero del 2016. No es una metáfora, sino que es una realidad. El evento de la Natividad de Cristo tiene lugar este día, "hoy". Cristo nace en este momento y cambia radicalmente el destino del mundo, el destino de los pueblos y nuestro destino gracias a su nacimiento.
Así que en este "día" chocan dos clases distintas de tiempo: el tiempo cotidiano y el tiempo de la eternidad, la eternidad se estrella con el tiempo, lo cambia y lo convierte en otra cosa, en un momento mágico que cambia por completo las proporciones y la autenticidad del ser. En este momento mágico producido por la Natividad, el rayo de la presencia de Dios logra abrirse hacia el ser. Es una incisión que no ocurre una sola vez y no tiene nada que ver con un acontecimiento que solo ahora estamos recordando; nosotros creemos que está sucediendo ahora mismo.
Esta idea se indica con la palabra "hoy".
"El día en que la Virgen da a luz al Verbo". El Verbo es Aquel que existía cuando no existía nada, Aquel que precede a la existencia. El tiempo surge junto con la existencia, como su dimensión más importante. Pero el Verbo está fuera del tiempo, ya que él existe y, sin embargo, el kontakion nos dice que el Verbo, es decir, Dios mismo nace precisamente “hoy”, en el tiempo. Esto significa que existe como tal en el "ahora", que el "hoy" es capaz de dar cabida en su interior a un ser que está más allá del tiempo. Esta es la grandeza de la Buena Nueva: nos informa que ha sucedido algo sin precedentes, inaudito, imposible y que es capaz de derribar todas las construcciones filosóficas, todos los argumentos sostenidos por el sentido común ordinario. Desde el punto de vista del sentido común, desde el punto de vista de la "sabiduría del mundo", tal cosa es una especie de "locura". Por eso el Santo Apóstol Pablo dice: “¿Dónde está el sabio? ¿Dónde el letrado? ¿Dónde el disputador de las cosas de este mundo? ¿No ha hecho Dios necedad la sabiduría de este mundo? Pues por no haber conocido el mundo a Dios en la sabiduría de Dios por la humana sabiduría, plugo a Dios salvar a los creyentes por la locura de la predicación” (1 Cor. 1: 20-22).
Ahora bien, para nosotros, específicamente para ustedes y para mí, que vivismo en este momento, en el 7 de enero de 2016, ¿qué es más importante: el sentido común, que nos sugiere amablemente que simplemente estamos hablando por medio de alegorías grandilocuentes y metáforas hermosas, o el hecho directo de que rechazamos todos los argumentos que se oponen a nuestra fe? La respuesta depende de si creemos en Dios, de si somos cristianos, entonces todo se reduce a este "día", a si nos encontramos listos para entenderlo y si estamos listos para recibirlo. Lo importante es trascender nuestra mente y abrirnos a una nueva dimensión propia del tiempo, a esta dimensión del Verbo, esa dimensión donde se produce la Natividad.
De la actitud que se desprende de nosotros hacia este "hoy", se puede dictaminar quienes somos. No solo hablar de cada uno de nosotros por separado, sino sobre el pueblo, la cultura, la civilización, el país y la sociedad: si somos un pueblo que vivimos en esta dimensión navideña y somos uno con esa dimensión. O si, por el contrario, no los somos, y este es nada menos que un tributo formal que prestamos a una convención cultural que recientemente hemos redescubierto. Si aceptamos la segunda realidad, eso significa que no somos cristianos, que no somos un pueblo ortodoxo y somos una sociedad no ortodoxa. Si aceptamos la primera realidad significa que nos encontramos en el centro del mayor de los milagros que eclipsa a todos los demás milagros posibles.
Aquí es donde llegamos a la parte de la "tierra". "Cuando la tierra da la bienvenida a lo Sagrado". La escena de la Natividad sucede en una cueva, es decir, en un agujero, un agujero excavado en la roca, en una montaña y que se encuentra en medio de una depresión. La Tierra se parte en dos y le proporciona el espacio necesario a esa densa estructura que compone al Verbo y a lo Sagrado con tal de que pueda manifestarse en su interior. Ahora nos encontramos frente a un milagro que sucede en un lugar específico, es decir, en el espacio. Es un Dios Sagrado, porque se encarna en una forma corporal dentro del mundo o dentro del espacio. Pero gracias a su misericordia, este Dios voluntariamente se hace "táctil", nace en la tierra, en nuestro mundo. Y para recibirlo la tierra debe proporcionarle el espacio que requiere.
Por supuesto, según el sentido común, ese espacio debería ser un lugar infinitamente grande y no una especie de cueva. Pero según nuestra fe, la cueva era en realidad pequeña, modesta, capaz de albergar solo al Hijo de Dios, a la Madre Purísima, a José el Justo e incluso al pesebre, compuesto por un burro y un toro... Un gran abismo no sería siquiera suficiente para contener en su interior a lo Sagrado. Sí, ese abismo no sería capaz de contenerlo, pero la ortodoxia nos enseña que le basto una simple cueva. Pero la cueva, para existir, debe mover la tierra, debe hacer espacio para ella y, por lo tanto, se convierte en el lugar más importante en la historia del mundo, el lugar más importante que existe al interior del espacio.
Ahora la pregunta es: ¿dónde se encuentra esa tierra en la que ha sido "creado este pesebre sagrado"? Respondemos: en Belén de Judea, que es llamada la "Casa del Pan". Pero, ¿dónde está la Casa del Pan? Nuevamente aparece una línea divisoria: para aquellos que piensa nada menos que el “hoy” significa “en ese entonces”, “hace mucho tiempo”, y que la “tierra” significa “otra tierra”, una “tierra lejana” o “esa tierra” extranjera, en consecuencia, piensan que la cuestión es antes que nada "traer", preparar y liberar esa cueva que está ubicada en ese lugar lejano. Pero ese no es el caso para los verdaderos creyentes. La tierra de la que se habla es nuestra tierra, la tierra rusa.
Si el tiempo se dobla en esta santa y bendita noche de la Natividad de Cristo, para darle cabida al Verbo, entonces "este día" es otro milagro y parte de esa magia sucede en este momento: "la tierra de los fieles", la tierra de Cristo, la tierra rusa, nuestra tierra se convierte en este lugar Sagrado. Es decir, nuestra tierra debe partirse, debe moverse, debe tratar de dar un lugar santo para la presencia del Señor. Este es nuestro Belén ruso, que no se sitúa en otro lugar, sino que se recrea en el aquí. Es un lugar que nace en Rusia para darle espacio a la Natividad de Cristo, un lugar que debemos preparar: que nosotros abrimos, cultivamos y creamos.
El pesebre - la cueva – es un lugar que está vacío, no se encuentra lleno. Cristo nace en la tierra, donde existe un espacio que se halla libre, donde existe un espacio vacío, que todavía no sido obstruido por una vida sin sentido y, si está obstruido, entonces es despejado para que se produzca este gran momento. Puede ser pequeño y sencillo, pero debe estar vacío, limpio y preparado. Esta cueva es el alma de los rusos, son nuestras iglesias, el lugar donde la gente acude en masa para celebrar la Navidad.
¿No es Rusia la "Casa del Pan"? ¿Acaso no consiste casi toda historia en este esfuerzo de labrar y cultivar el pan? La palabra "Campesino" en ruso (Крестьянин) proviene de la palabra "Cristiano" (христианин): es quien cultiva el pan de siglo en siglo y construye la "Casa del Pan", construye este Belén ruso, hace que la tierra rusa sea digna de la Navidad. La convierte en una tierra donde sucede la Natividad. Se trata de una tierra mágica que se encuentra "aquí". Es cierto que es "aquí" y no "allá", si es que somos verdaderamente rusos y verdaderos cristianos ortodoxos rusos, y si entendemos quiénes somos... ¿Y cómo se debe tratar el pensar en Cristo en esta tierra de la Natividad, en nuestro país, en nuestras extensiones, en nuestro lugar? ¿Cómo nos hace sentir esto al respecto?
En esta tierra, en el momento de la Navidad, mientras tanto, los “ángeles y los pastores” convergen para la “glorificación” del “milagro”. Los espíritus más elevados que están con Dios, son las "luces" que se dirigen a los simples pastores que hacen guardia esta noche. Lo más alto entra en contacto con lo más bajo en el momento de la Natividad. Tanto los ángeles como los pastores dedican sus canciones a esta "luz de sabiduría" que supera a cualquier inteligencia. Y los pastores se apresuran a la cueva para maravillarse frente al milagro más grande de todos: el nacimiento de Dios. ¿Quiénes son los ángeles? Obviamente no somos nosotros, pero, a veces, los rusos somos capaces de sentir el vuelo de los ángeles de una manera penetrante y brusca, para ello, solo basta con que nos alejemos de todo lo que nos rodea, cerrar nuestros ojos materiales y abrir nuestros ojos espirituales: esos ojos que miran hacia un lugar diferente, hacia nuestro interior. Pero también podemos ser los pastores, quienes montan guardia cuando todos los demás están dormidos. Solo aquellos que no duermen cuando todos los demás duermen, pueden esperar encontrarse junto a estas tierras cercanas a este Belén que nace en esta noche bendita, que es la más santa de todas las noches.
Y ahora, llegamos a lo que es más importante. "Los Magos persas siguen a la estrella". ¿Quiénes son esos sabios y que traen? Son Magos persas. Pero los magos llevan consigo varios regalos (oro, incienso, mirra) que son parte de este espacio y tiempo mágico. Significa que estos magos son "persas" solamente si la Natividad es para nosotros un recuerdo del pasado y no un Evento real. Es importante aquí que estemos hablando de la palabra rusa para designar a los "magos" (волхвы). Los persas no conocían las Escrituras, no eran practicantes de la Ley. Pero fueron los primeros en venir a adorar al Dios-hombre cuando aconteció la Encarnación. No fueron los judíos, sino los persas los que fueron a visitarlo. No los que seguían la Ley, sino los que estaban fuera de la Ley vinieron a contemplar la Natividad desde muy lejos y desde afuera.
En la propia Judea, el rey Herodes es quien, por el contrario, está descontento con el nacimiento que ha acontecido respecto al Salvador y decide eliminar a todos los primogénitos que han nacido esa noche. "¡Bendito sea aquel que tomará y herirá con una piedra a todos los primogénitos!" (Salmo 136). Los que se encuentran cerca y están amparados por la ley se han preparado para romper la cabeza de sus primogénitos contra una piedra, mientras que los que están lejos van a adorar al Dios-niño. Los magos de Zoroastro estaban esperando a su "salvador": el Saoshyant y ellos adoraban el fuego. Pero en el momento decisivo, tomaron la decisión más importante de todas: creyeron en el verdadero Salvador del mundo, prefirieron el resplandor de la Luz del Verbo al fuego. Existe la sabiduría de aquellos que no practican la Ley, la verdadera Fe, pero que esperan la verdad de forma obstinada y fervorosa, y cuando llega la hora se preparan para hacer el viaje con tal de encontrarla.
Los magos rusos entregan sus regalos, aquí y ahora, para llegar a ese lugar que ha sido bendecido en el momento mismo en que se produce esa bendición.
El camino de los magos es el camino de Rusia, el pueblo ruso es el pueblo que se halla a sí mismo esperando todo el tiempo. Espera de forma tranquila, silenciosa y obstinadamente; mantiene su concentración, espera incluso cuando no es necesario esperar nada, cuando es estúpido y no tiene sentido esperar, cuando es necesario abandonar y renunciar a todo... Pero espera. Y espera durante siglos reunido en un círculo, mientras se alarga sin cesar el tiempo. Pero llegará un momento donde en Oriente (nota: sucederá en el Este, no en el Oeste, ya que Satanás cayó en el Occidente y es desde allí que vienen los rayos eléctricos producidos por las luces errantes que habitan el pantano del que habla San Telmo) se encenderá una estrella. La estrella es el signo de los magos rusos y el cumplimiento de las expectativas de los rusos. Esto significa que es hora de que nos preparemos para semejante viaje.
¿A dónde iremos? Pues a Belén, a la Natividad de Belén. ¿Cuándo iremos? "Hoy", "aquí", "ahora". Y llevaremos oro, aunque, obviamente, tendremos que buscarlo en otro lugar, y en los últimos siglos de nuestra historia hemos reemplazado el sagrado incienso por algunas otras sustancias y químicos, además de otros olores y mezclas: ya no olemos a incienso, sino a petróleo, a menudo se trata del humo de un escape que huele de forma más repugnante que el desodorante o las lociones. Aun así, todos tenemos que entregar nuestras propias contribuciones, nuestros propios tesoros. El ruso todavía posee un corazón: debería regalarlo como obsequio, para que no quede otra cosa. Es mejor darle al recién nacido Cristo, a nuestro Dios ese corazón: es mejor vivir sin un corazón y entregarlo a Cristo para que lo sostenga con sus pequeñas manos de infante.
Ahora sobre la estrella rusa. La estrella es un punto de luz en la noche, un agujero que brilla en la negrura del cielo. Un pequeño haz de luz que esta vivo. Ese es nuestro corazón. "Los magos viajan siguiendo la estrella", ellos caminan y son guiados por la luz del corazón de los rusos: ese corazón único que nos une a todos y que entregaremos como regalo. Algo semejante da la impresión de que podría suceder más adelante. Pero lo importante de todo esto es que los magos persas, esperando que la salvación vendrá "en algún momento posterior", de acuerdo con las ideas que tenían de adorar el fuego, sienten en ese momento entienden que el "mañana" ha llegado, que el futuro ya ha llegado y que todo se ha hecho realidad. Y luego la estrella del corazón se enciende en el cielo negro y ellos se marchan. Su tarea (nuestra tarea) es llegar a ese lugar y a ese momento, es decir, exactamente a la medianoche del 7 de enero del 2016.
Y aquí está el final del kontakion: " Por nuestro bien ha nacido un niño-Dios muy pequeño". Dios nace por nosotros. No nace para sí, sino que nace debido a nosotros. Y de nuevo, no por algún "nosotros" abstracto, sino por el bien de los rusos. Por supuesto, no solo por el bien de los rusos, sino de todos nosotros. Pero para nosotros todo es ruso. Todo es concreto y nada es abstracto. Nadie debe ofenderse, sino que lo importante es ir a Belén, viajar siguiendo una estrella y glorificar la Natividad de Cristo. Allí nos encontraremos todos, pero solo “allí”: cuando ese allí se convierta completamente en el “aquí”, cuando transformemos este tiempo y este espacio en el tiempo y el espacio de la Natividad. Es entonces cuando las palabras del Evangelio serán pronunciadas en todos los idiomas. Y será traducida a nuestro idioma si resulta que nuestro idioma es verdaderamente cristiano y ortodoxo, si nosotros mismos somos el pueblo de Cristo y nuestro país es protegido por la Santísima Virgen.
“Por nuestro bien” no basta, es demasiado. Pero en la Natividad de Cristo todo es siempre demasiado: nace el Verbo, lo Sagrado se manifiesta en un simple pesebre, los espíritus celestiales de más alta jerarquía se reúnen con los pastores, la Virgen da a luz y alimenta al bebé que es envuelto en un pañal, que es "el niño más tierno": el Dios Eterno. Todo adquiere un halo celestial, mágico, y se mueve más allá del horizonte de cualquier lógica humana. Dostoievski escribió las siguientes palabras que luego repitió en Los hermanos Karamazov: "Si te llegaran a probar matemáticamente que la verdad existe fuera de Cristo mismo, entonces estarías de acuerdo en permanecer junto Cristo y dejar de lado la verdad". Hemos oído hablar de tales demostraciones matemáticas y casi todas las hemos repetido durante casi un siglo. Si la verdad está en contra de Cristo y el milagro de su nacimiento, entonces la verdad no importa. Tal verdad no tiene ningún valor; en una palabra, no se trata de una verdad rusa. La verdad rusa es una verdad controvertida, la verdad de lo que no puede ser, pero es. Además, es la única que realmente puede ser.
Estar al lado de la Natividad de Cristo en el momento justo de la Natividad de Cristo: esa es la elección que el pueblo ruso hace, hizo y hará. De lo contrario, no solo no existirá, sino que no existe hoy y nunca ha existido. Los rusos están en contra de la verdad, si la verdad no es igual a Cristo. E incluso si los rusos existen sin Cristo, entonces no son rusos, son una especie de "izquierda" que muchos no entienden de que se trata...
¡Feliz Navidad! Porque "por nosotros ha nacido el hijo del Dios Eterno".
Notas del Traductor:
1. Kontakion o Kondakion (Griego: κοντάκιον, kontakion) es un tipo de himno de la Iglesia ortodoxa. El término deriva de la palabra griega κόνταξ (kontax, "palo"),1 en concreto el eje en el que se enrolla el pergamino. Esto describe el modo en el que las palabras aparecen cuando se lee el rollo. La palabra se usaba en origen para describir una forma de poesía bizantina, cuyos orígenes datan del siglo VI, posiblemente anteriores.