Europa tiene muchos defectos, pero el principal es haberse destruido a sí misma
Hay muchos intelectuales "incrustados" en las tropas de los poseedores del capital que acusan a todos los disidentes de ser "antioccidentales".
Si usted duda de las propiedades taumatúrgicas de un producto terapéutico administrado por la fuerza, entonces es un teórico de la conspiración anticientífico y antioccidental.
Si duda de que Ucrania es el bastión de la democracia y de que Rusia está dirigida por un loco que quiere conducir tanques hasta Lisboa, entonces es usted un putiniano antioccidental.
Si duda de que Israel es por definición una pobre víctima, injustamente atormentada por los celosos y antisemitas verdugos palestinos, entonces es usted proterrorista y antioccidental.
Ahora bien, el término "occidental" es bastante ambiguo, ya que hoy incluye básicamente todo lo que cae bajo la influencia de EE.UU. y sus bungalows en todo el mundo. Lo que me gustaría dejar claro aquí es que si por antioccidental esos intelectuales simbólicos quieren decir antieuropeo, están muy equivocados.
Aparte de los intelectuales a sueldo y de los que creen saber lo que pasa en el mundo porque leen Repubblica-Corriere, para los disidentes conscientes ésta es una fase histórica de grave angustia cultural.
Lo es porque cualquiera que no sea un parvenu cultural conoce la extraordinaria riqueza, multiplicidad y profundidad de la cultura europea, y se siente justamente orgulloso de ello.
Aunque, por supuesto, ya no hay lugar para la arrogancia de quienes creían hace un siglo que sólo había una cultura en el mundo digna de ese nombre, la europea, y que todo lo demás era barbarie, sigue siendo cierto que la cultura que comenzó en Grecia en el siglo VI a.C. y se ramificó durante dos milenios y medio en el abanico de las ciencias, las artes y el conocimiento en Europa y más allá, es un patrimonio increíble, que exige humildad a cualquier intelecto.
¿Quién ha percibido siquiera los mundos espirituales que emanan de Platón, Aristóteles, Tomás, Dante, Descartes, Spinoza, Leibniz, Monteverdi, Miguel Ángel, Cervantes, Purcell, Shakespeare, Bach, Mozart, Wagner, Mahler, Debussy, van Gogh, Dostoievski, Thomas Mann, Niels Bohr, etc. etc.? Aquellos que han tenido aunque sólo sea una pequeña parte de esta experiencia no pueden sino sufrir terriblemente al ver todo esto devorado, pervertido y destruido por el accidente histórico de la hegemonía estadounidense durante los últimos 70 años.
Europa tiene muchos defectos, pero el principal es que se destruyó a sí misma hace un siglo, dejando el camino libre a ese parvenu enriquecido del sobrino estadounidense, que la llevó, paso a paso, a convertirse en una mala copia de sí misma, prescindible como sucedáneo.
Y nuestro sufrimiento es saber que ahora estamos en el lado equivocado de la historia, tan equivocados como hace un siglo, pero hoy también perdedores; y sentir que el inminente derrumbe traerá consigo bajo los escombros también ese patrimonio único.
Traducción por Enric Ravello Barber