El papel del exclusivismo político y religioso en la pedagogía
La Real Academia Española define al exclusivismo como la «obstinada adhesión a una persona, una cosa o una idea, sin prestar atención a las demás que deben ser tenidas en cuenta». Término asociado al segregacionismo, el clasicentrismo, el etnocentrismo, y claro está, al elitismo. Incluso podría mencionarse al hermetismo, especialmente en el caso de sociedades secretas que operan al margen del resto de la sociedad y requiere de ciertas condiciones para su estabilidad.
Más allá de los juicios de valor que puedan hacerse del exclusivismo en sus distintas tendencias y matices, así como de su otro polo, el inclusivismo, resulta necesario reflexionar sobre el papel que ejerce tanto en la personalidad del sujeto que forma parte de una sociedad exclusivista y se forma en el seno de una élite. Las sociedades tienen élites que son formadas para cumplir el rol que tienen en el sistema -en cuanto las élites son necesarias y tienen un papel- y preservar la tradición.
En cuanto a la educación, entendida como medio para quintaesenciar, reproducir y transformar modelos de sociedad, el exclusivismo es una vía para la consolidación del poder. Así como ha sucedido históricamente en los centros de formación de las clases dominantes, también ha pasado en los monasterios y los sacerdocios. Reglas claras y procedimientos rigurosos para mantener intacto el orden interno, a la vez que se promueve la camaradería, el utilitarismo renditario y el espíritu sectario entre los pocos que forman parte del grupo selecto.
Y desde la historia de la formación de los Eupátridas en la Atenas arcaica hasta nuestros días, el exclusivismo juega un papel fundamental en la configuración política, social y religiosa de los pueblos y las comunidades, así como en las estrategias usadas para mantener el poder en momentos de especial tensión. No solo por cuestiones sociotecnocráticas, sino porque para conservar el poder las élites necesitan de sujetos que sientan más empatía hacia los suyos que hacia el resto.
La situación planteada por los franceses Pierre Bourdieu y Jean-Claude Passron en su obra La reproduction sigue siendo vigente. Esas aulas con muros y esos sistemas escolares dependientes de un orden social y económico determinado establecido aún se procuran leyes para salvaguardar, mantener y reproducir dicho orden, en cuanto ellos mismos dependen de él.
A través de prudentes precisiones y adecuados matices, podría afirmarse que la educación tiene distintos grados de inclusivismo y exclusivismo, dependiendo de la sociedad a analizar. Sin ignorar que el proceso de formación de clases socioeconómicas es constante y dinámico; la clase media, con un pie abajo y otro arriba. Hay una educación para cada sujeto, en función de su identidad y el rol esperado por la sociedad. Tanto los muros como los puentes que existen en una cultura se sostienen en la educación y el modelo pedagógico. El mayor impacto de la educación es que esta, sobre todo, opera en lo invisible. lo dicotómico y lo nominal. El orden compartimentado así es internalizado.
La educación es un desafío para la sociedad en toda su estructura, en la medida de que no solo se trata de conocimiento y técnica, sino también de valores y redes de poder. Así, la crisis de un sistema político no es ajena a la decadencia de sus élites en función de las expectativas que tiene el todo, como sistema orgánico, de ellas. Crisis que puede anteceder a la extinción, como ocurre una y otra vez en la historia de grupos sociales, políticos, económicos y religiosos. Unas élites se extinguen, mientras otras nuevas surgen. Esa es la historia y toca aprender de ella… con la educación como hilo conductor. Las cosas tienen sus ciclos.