Conflictos congelados, negocios frescos
El término de “conflictos congelados” se ha usado principalmente para una serie de conflictos que han quedado estancados en el espacio post-soviético. Brevemente: Con la caída de la Unión Soviética se desataron una serie de conflictos entre las ex-repúblicas soviética. Destacaron tres: En Moldavia, el conflicto con Transdnistria; en Georgia, el conflicto con Abjasia y Osetia del Sur; y entre Armenia y Azerbaiyán, el conflicto por Nagorno Karabaj. Todos estos conflictos -en general- se detuvieron tras un alto el fuego después de varios años de conflicto en la primera mitad de la década de 1990. Y desde entonces, aquellas tierras se quedaron en el congelador, detenidas en una situación de paz armada.
La intensidad de la “congelación” difiere en cada caso. Por ejemplo, a principios de abril de 2016 hubo varios días de guerra entre el ejército azerí y las fuerzas de la república de Nagorno Karabaj. En agosto de 2008 se produjo un conflicto severo entre el ejército georgiano contra las fuerzas surosetias y abjasianas, que además implicó al ejército Ruso pues intervino después de que el ejército georgiano atacase a la misión de paz rusa que estaba destacada en Osetia del sur desde la década de 1990. Y en el caso de Transdnistria, se ha mantenido bastante tranquila, solamente en 2015, tras el nombramiento del expresidente georgiano Mijail Saakashvili como gobernador de la región ucraniana de Odesa, hubo ciertos ánimos de cerrar el espacio aéreo ucraniano, con el consiguiente resultado de bloquear el acceso de los suministros rusos a su fuerza de paz que quedó en Transdnistria tras los combates de 1991-92. Cabe recordar que Saakashvili era presidente de Georgia en 2008, y fue el iniciador del conflicto antes mencionado de agosto de 2008.
Pero dejemos a un lado los temas militares y veamos las implicaciones políticas de todos estos casos, a los que ahora hay que sumar el caso Ucrania con el regreso de Crimea a Rusia (conflicto que había quedado congelado en 1994) y la guerra del Donbass que ha causado tanta sorpresa como terror, pues era difícil por no decir imposible, que nadie imaginase una guerra de esta magnitud en Europa. La cuestión es que los gobiernos de Moldavia, Ucrania, Georgia y Azerbaiyán, más que resolver estos conflictos por una vía diplomática, decidieron resolverlo por vías militares, con la cobertura de EEUU que cuando le interesa geopolíticamente habla de la soberanía territorial inquebrantable de los estados, y cuando no le interesa exige el “derecho de autodeterminación”, cuya presentación al mundo data de 1918 con el presidente estadounidense Woodrow Wilson, cuya autodeterminación llegaba solamente hasta los territorios de imperios rivales, mientras que en territorio aliado, tal autodeterminación carecía de fundamento. Claro que carecía de fundamento, siendo los intereses económicos la piedra angular de sus acciones geopolíticas, tienen que considerar la división de los rivales mientras ellos mismos copan todo lo demás.
Pero no salgamos de la cuestión de lo político. Los gobiernos pro-estadounidenses de Moldavia, Ucrania, Georgia y Azerbaiyán han instigado el odio como herramienta política, pues mientras la economía de esos países no hacía más que hundirse, más se incrementaba la dialéctica sobre el conflicto. Aquellos gobiernos necesitaban de un enemigo exterior, y el conflicto congelado les ha servido para distraer la atención, se podría afirmar sin duda que los conflictos congelados son un “arma de distracción masiva”. En vez de hacer políticas para mejorar la sociedad y la economía, se hacen políticas para mantener el conflicto, y sobre todo, para la compra de armas, el gran negocio internacional del gobierno de los EEUU.
¿Por qué es tan rentable un conflicto congelado? Antes mencionamos la compra de armas, pero también es la excusa para mantener el terror social en el país que sea, a la par que se introduce ese conflicto en la educación y los medios de comunicación, para que las gentes de esos países, vean toda su vida el conflicto congelado como lo único importante a lo que prestar atención; pensando de forma irracional e impulsiva, evitando cualquier reflexión sobre el origen y desarrollo de aquellos conflictos, y sobre todo, para que esos gobiernos tengan a mano otro recurso más y es llamar “traidor” a cualquiera que ponga en entredicho la versión oficial, eliminando o creyendo eliminar la posible oposición que surja al mantenimiento del conflicto. Y así se cierra el círculo del negocio.
Se venden armas, se trafica con el sufrimiento… ese es el juego del tablero mundial. Que no digo que sea bueno o malo, sino que es así a la luz de los hechos. Los conflictos ya no son como la famosa referencia de Clausewitz, de que la guerra es la política por medios extremos, sino que la guerra aparece como un negocio más si se puede controlarlo y acotarlo, tanto geográficamente como en la intensidad. Estos conflictos congelados de seguro que tendrían solución rápida y pacífica, puesto que sólo a los gobernantes les interesan esos conflictos, pero a la gente, a cada pueblo, la guerra es una desgracia que sacude y destruye sus hogares y su futuro. Y no digo desde un pacifismo “hippie”, sino desde la única realidad en la geopolítica, y es que la fuerza sólo negocia con la fuerza, tratándose aquí de la fuerza del pueblo, de cada pueblo contra los gobiernos que les arrastran y les hacen morir por sus intereses económicos bajo coloridos carteles y lemas pegadizos para odiarse entre sí, y no tener cada cual su lugar para existir.