Las categorías de Imperio y Multitud: análisis crítico

28.04.2016

Desde el final de la Guerra Fría, en numerosas descripciones que se han hecho de la escena internacional, se ha insistido permanentemente en la oscuridad de la soberanía moderna, en la incapacidad del Estado para orientar la economía y un plan de desarrollo, en la pérdida de importancia del Estado como un actor principal de las relaciones internacionales, y en la crisis de las entidades nacionales. La "disminución" de la soberanía del Estado-nación ha sido constantemente señalada y su creciente incapacidad para regular los intercambios económicos y culturales, así como la pérdida de la importancia del concepto de "pueblo" como sujeto social y la aparición de un nuevo sujeto social llamado la "multitud", que crece dentro de un imperio.

Entre los autores más importantes, en el pensamiento de izquierda, que redefinieron el concepto de imperio y que propusieron la desaparición del concepto de pueblo como sujeto social, hay que hablar de Michael Hardt y Antonio Negri, quienes tienen mucho cuidado en aclarar que no emplean la palabra "imperio" como una metáfora, sino más bien como un concepto. Para ellos:

"El Imperio es una nueva forma de orden mundial, el poder en red, que emerge hoy y que incluye a los Estados-nación como elementos clave o nodos, junto con las instituciones supranacionales, las principales corporaciones capitalistas y otras potencias. En la red imperial no todos los poderes son iguales, por supuesto. Muy por el contrario, algunos Estados-nación tienen un enorme poder, y otros casi ninguno. [...] Pero, a pesar de las desigualdades, se ven obligados a cooperar para crear y mantener el orden mundial actual con todas sus divisiones y sus jerarquías internas"(Hardt y Negri, 2004: 14).

Para Hardt y Negri, en ese nuevo orden mundial, ningún Estado-nación puede constituir el centro de un proyecto imperialista. Ellos creen que el imperialismo parece haber cesado, porque ni siquiera el más poderoso de los estados, los Estados Unidos, puede "mantener el orden mundial" por sí solo sin la colaboración de las otras potencias principales de la red imperial.

Del mismo modo que el imperio es un producto de la globalización, su otra cara es la aparición, en medio del imperio mismo, de un nuevo sujeto social:

"La multitud, que puede ser considerada como una red abierta y expansiva, donde todas las diferencias pueden ser expresadas de una manera libre y justa"(15).

Mientras que el "pueblo" es uno, la "multitud" es plural y se compone de innumerables diferencias internas que nunca podrían ser reducidas a una sola identidad. La multitud exige una sociedad democrática global abierta e inclusiva. Sobre esto, Hardt y Negri afirman:

"La democracia a escala global se está convirtiendo en una demanda cada vez más extensa, a veces explícita y otras veces implícita en las innumerables quejas y resistencias que se manifiestan en contra del orden mundial actual" (18).

Por esto, afirma Negri, las fuerzas progresistas deberían trabajar en la construcción del proyecto "multitud".

Las brillantes ideas expresadas por Antonio Negri y Michael Hardt en su obra Imperio y Multitud -a pesar de su enorme valor para el análisis crítico de la realidad internacional - presentan, a nuestro entender, algunos errores conceptuales en su base. Creemos que la categoría de "imperio" como "no central" en las ideas de Negri -que el autor trae a esta última etapa de la globalización - ya era una realidad evidente a partir de la primera etapa del proceso de globalización. En la obra de Negri existe una sobreestimación del papel desempeñado por los Estados en la Paz de Westfalia hasta la etapa que denominamos "la tercera globalización", y una subestimación del papel de los Estados (fundamentalmente el papel de los Estados continentales como los Estados Unidos, China, India, Rusia y, posiblemente, la Unión Europea, si es capaz de ir desde el estadio de la integración económica al de la integración político-militar), en el escenario internacional actual. Sobreestimación y subestimación, en la mente de Negri y Hardt, son dos caras de la misma moneda. El imperio no es un hecho nuevo. El error de sobreestimación del papel desempeñado por los Estados-nación europeos, después de la Paz Westfalia, nubla el hecho de que el imperio, que preferimos denominar "estructura hegemónica del poder mundial" -siguiendo a Samuel Pinheiro Guimarães -, ya era una realidad evidente desde el principio del proceso de globalización. Viendo cómo el imperio es una realidad permanente, no es menos cierto, sin duda, que en la actualidad ha aumentado su campo gravitacional, causando que la soberanía de los Estados-nación clásicos sea erosionada.

Sin embargo, es mucho más discutible que lo que denominamos "Estados continente", o en términos de Darc Costa (2005), "mega-estados", hayan disminuido considerablemente la sustancia de poder. Del mismo modo, cuando se analiza el concepto de multitud y uno mira a China o al mundo islámico, se ve rápidamente que la idea de Hardt y Negri de "multitud" corresponde a la sociedad occidental y a pequeños núcleos "occidentalizados" del mundo islámico y asiático. Rara vez el habitante común chino, por ejemplo, será capaz de identificarse a sí mismo con la "multitud" como Negri la entiende.

Es por lo menos dudoso que la gran mayoría de la población de China esté inlcuso interesada en "el proyecto multitud", que significa "la posibilidad de la democracia a nivel mundial". Es aún más dudoso que la gran mayoría de la población islámica, desde Marruecos a Indonesia, entienda la democracia, conceptualmente, de la misma manera que lo hace la mayoría de la población de México o Alemania. También parece dudoso que el habitante común de la India, considerando que él o ella no lo hayan hecho ya, salga y descubra -en un futuro próximo- el "elemento común" que le permitirá a él o a ella "actuar juntos" con el común habitante de Pakistán. En China y los países islámicos parece estar, todavía, y por bastante tiempo más, "el pueblo" y no la "multitud". El "sujeto social" prevaleciente en la India, Pakistán, China, Indonesia, parece ser "el pueblo" y no la "multitud". Parece muy difícil de producir, en términos de Negri, el "terreno común" entre el individuo que vive en Calcuta y uno que habita en Beijing o Bangladesh. La declaración de Negri de que "la democracia a nivel mundial se está convirtiendo en una demanda cada vez más extensa" resulta difícil de sostener cuando nos alejamos de la filosofía (el propio Negri afirmó que su trabajo es filosófico: "Tened en cuenta", escribe Negri en Multitud, "que este es un libro de filosofía", Hardt y Negri, 2004: 19), y aterrizamos en el análisis sociológico concreto. Sin lugar a dudas, es cierto que los factores primarios de producción e intercambio - el dinero, la tecnología, las personas y las mercancías - cruzan, cada vez con mayor facilidad, las fronteras nacionales.

Tampoco hay ninguna duda de que, en concordancia con el proceso de la globalización, la soberanía de los Estados-nación - aunque todavía eficaz - ha ido disminuyendo lentamente. Sin embargo, hay una excepción evidente que desafía esta descripción anterior: el Estado, el pueblo y la nación de China, están mucho más consolidados hoy que a principios del siglo X. No hay una crisis de identidad en China de ningún tipo. El Estado chino no ha perdido poder y el pueblo chino se ha zambullido en la globalización con una rotunda efervescencia nacionalista.