Londres en guerra con Moscú para destruir Europa
No una continuación del Nuevo Gran Juego, con el enfrentamiento entre EEUU y la URSS por el control de Asia Central. Sino una reedición del Gran Juego original, el que enfrentó a la Rusia zarista y a Gran Bretaña en el siglo XIX. Porque a Londres nunca le gustó la realidad que supuso la desaparición del Imperio Británico, el fin de la explotación colonial, la pérdida progresiva de relevancia en la escena internacional.
No, no al nivel de Italia, que se alegra de haberse convertido en colonia de Estados Unidos y celebra con entusiasmo los bombardeos angloamericanos que masacraron a mujeres, ancianos, niños. Por otra parte, el gobierno italiano ni siquiera tiene el valor de condenar los crímenes de Israel en Gaza. Don Anbondio, comparado con los ministros italianos, era un superhéroe.
Pero a Londres no le basta con evitar verse reducida como Roma. Y ha aprovechado el conflicto de Ucrania para volver a levantar cabeza intentando infligir el mayor daño posible a su enemigo de siempre: Rusia. Y poco importa a los belicistas británicos que debilitar a Rusia signifique fortalecer a China precisamente en Asia Central. Porque, a fin de cuentas, a Londres le interesa más penalizar a Europa que golpear a Pekín.
Por eso los británicos fomentaron el levantamiento inicial en Ucrania, para derrocar al presidente debidamente elegido pero amigo de Rusia. Por eso hicieron fracasar los acuerdos de Minsk. Por eso se oponen a la paz. Porque cuanto más dure la guerra, más jóvenes rusos y jóvenes ucranianos morirán. Y más empobrece a Europa mantener esta guerra, imponer sanciones, hacer todo lo que perjudica, en primer lugar, a sí misma.
En Asia Central, Londres, nunca volverá. Tampoco volverá a Nueva Delhi. Los indios también hablan inglés, pero no olvidan el millón de muertos por la represión británica de un levantamiento. No olvidan las masacres y los robos. Y no olvidan a los africanos. Y a los latinoamericanos.
Los únicos que lo han olvidado todo son los italianos. Pero son poco útiles en los proyectos británicos. Sí, son buenos, los italianos. Cada estornudo de la casa real británica se convierte en un asunto de estado para los periodistas italianos. Pero entonces Roma siempre está esperando órdenes de Washington. Mejor recurrir a los polacos, los suecos, los finlandeses. Amigos que ya envían a sus muchachos a morir en Ucrania.
Así puede abandonar la UE mientras sigue condicionándola a través de sus amigos en nómina. Empujándoles hacia una guerra que acabaría con el sueño de una Europa fuerte, independiente y capaz de dialogar con el mundo.
No, a los británicos no les gusta una Europa así. Se han aferrado al clásico: «Milord, hay niebla sobre el Canal de la Mancha, el continente está aislado».