El nuevo presidente de Filipinas, Rodrigo Duterte, durante su campaña electoral prometió incluso que podría hacer concesiones hacia China en la disputa sobre las aguas del Mar del Sur de China. A cambio de la inversión china, Duterte ha ofrecido encontrar una solución mutuamente aceptable a la cuestión. Del lado de Manila está la decisión del arbitraje internacional de La Haya, pero China hace caso omiso de las instituciones internacionales y, hasta hace poco, no reaccionó a las iniciativas que provenían del lado de Filipinas.
Japón se aprovechó del retraso de China. Japón no tiene ninguna pretensión sobre el territorio de la Mar del Sur de China, pero con percibe con temor el creciente poder de China. De acuerdo con la visión jerárquica de las políticas globales y regionales de Japón, China reclama un lugar en la jerarquía que no le corresponde. A su vez, Japón trata de ocupar de nuevo un "lugar que le corresponde" en la región, usando incluso los medios militares. En los círculos de derecha de Japón que tienen una influencia en el gobierno actual, es muy popular la idea de un "concierto asiático": un bloque de paises de Asia y del Pacífico, dirigido contra China. Japón también ofreció un contrato para las Filipinas de 2 mil millones de dólares que serán destinados a la construcción de ferrocarriles en las islas, y ahora también promete ayudar en términos militares.
Los Estados Unidos utilizan la confrontación entre China y Japón para fortalecer su posición. Filipinas es uno de los puntos de referencia del dominio estadounidense en la región. Los Estados Unidos percibieron con gran preocupación la iniciativa pro-china de Duterte, pero ahora los estadounidenses pueden mantener su influencia sin mucho esfuerzo si Japón es capaz de convencer al líder de Filipinas de que puede sustituir a China como socio capaz de asegurar el desarrollo de la economía filipina.