¿La islamofobia es producto del miedo? Sí... pero no
La estupidez es como el viento... no tiene dueño.
Ciertamente una gran parte de las masas europeas no islámicas demuestran escasa inteligencia al tragarse las tergiversaciones y generalizaciones islamófobas de medios de difusión y grupos políticos. No hablamos de justicia o de respeto por verdad, sino de inteligencia, pues no hay mejor forma de conseguir que el terrorismo tacafre acabe convirtiéndose en un mal endémico y un problema irresoluble en Europa que mantener esta broma macabra de asociar musulmán con islamista e islamista con terrorista (a no ser que se imite a Radovan Caradzich), lanzada por no pocos medios de manipulación y grupos políticos, criminalizando o -en el mejor de los casos- colocando bajo sospecha a millones de musulmanes.
A modo de analogía ¿Alguien se imagina que la prensa o los partidos políticos españoles hubieran asociado ETA al pueblo vasco, y con ello hubieran estimulado una campaña de odio indiscriminado hacia los vascos o hacia los españoles de la «Cornisa cantábrica»? ¿Alguien puede atisbar que hubiera pasado si se hubiera asociado el GRAPO a la clase obrera y los medios hubieran alentando agresiones contra los asalariados? España no sólo no habría acabado con ETA o con el GRAPO en la vida, sino que habría estallado por los aires mucho antes de la huida hacia adelante de Mas para escapar de la justicia española.
Pero aún reconociendo todo esto, preguntamos ¿Acaso las masas islámicas o la mayoría de sus tolerados como representantes han demostrado a lo largo de todos estos años un poco de más inteligencia en sus reacciones -o ausencia de reacciones-? Nosotros respondemos que no. Las masas musulmanas que residen en Europa no sólo se han mostrado tan idiotas como la mayoría de los no musulmanes, sino que en ciertos aspectos, han mostrado ser aún más ceporros, lo que ya es decir.
Unos cuantos llevamos años atizando el autismo de las masas de «creyentes» que siguen la mar de felices viviendo en Musulmalandia en la Luna de Valencia -Internet favorece, encima, el «proceso de desenganche»-: en el peor de los casos, ni puñetero caso -valga la redundancia-; en el mejor de los casos, descalificaciones por «molestar», «criticar a los hermanos» o «generar división». Asimismo algunos venimos denunciando la letal subordinación del «islam real» al costumbrismo o supremacismo árabe (aunque sean hispanos o bereberes sus adheridos), que ha respaldado considerablemente a generar una imagen del islam como «complemento» de una identidad extranjera, cuando no un instrumento de determinados estados para su propaganda. La principal arma de los islamófobos no es acusar a los musulmanes de terroristas o machistas, o de narcotraficantes o esquiroles: la principal arma es acusarles de extranjeros. Y miren por donde, son muchísimos los musulmanes los que han venido empeñándose en darles la razón.
Y si citamos las llamadas de atención a la tolerancia hacia los canales y redes que difunden el abdelwahabismo u otras corrientes tacafres esto ya es para declarar la «yihad» menor. Cuando en junio del 2014 el «tacafrarca» Abubácar se proclamó califa de los musulmanes, su misma proclamación supuso una declaración de guerra abierta contra todos los musulmanes del planeta. ¿Hubo reacción en los musulmanes en España? Muy pocos. La mayoría dijo que ese asunto «no les concernía», o que «no sabían del tema» para tomar posición. Bueno, pues a las malas, el Daesh ya nos concierne a todos. Es triste que tenga que pasar así, pero parece que el personal sólo se muestra dispuesto a aprender a palos: con una letra entrando con sangre y con dolor. Aunque la mayoría de los musulmanes siguen empeñados en repetir consignas tan débiles, tan ñoñas y tan evasivas como «el terrorismo no tiene religión», el «Daesh no es islam» y similares.
¿Que entendemos cuando se afirma que la islamofobia es generada por el miedo?
Cierto es que la islamofobia es producto del miedo. Pero afirmamos con rotundidad que no es provocada por el miedo al islam. De ninguna manera. La islamofobia es producto del miedo de los pueblos europeos, sí, pero a situaciones ciertamente pavorosas que recorren sus naciones:
• del miedo a la persistencia de las incertidumbres sociales y económicas desatadas con la crisis, y al «estado del precariado» que está percibiéndose como una realidad inevitable.
• del pavor ante las consecuencias catástroficas políticas y humanitarias provocadas en Oriente Medio
• y, sobre todo, del espanto que provoca la constatación de que la clase política europea actual conforma una casta de mediocres y miopes incapaces que sólo piensan en ganar las próximas elecciones.
La crisis de los refugiados sirios es un signo. Los europeos saben que si aceptan a trescientos mil refugiados hoy, tendrán que acoger a tres millones de refugiados mañana, y a treinta millones pasado mañana, y poco después a trescientos millones de desheredados del mundo entero. Cierto es que la Unión Europea tiene gran parte de culpa en catástrofes como las de Somalia, Afganistán, Iraq, Libia, Siria, Norte de Nigeria, Mali, Costa de Marfil o Yemen, al secundar o respaldar las acciones -abiertas o encubiertas- de las potencias de la OTAN, del Ente Sionista o sus aliados las petromonarquías del Golfo. Los países citados están sumidos en desastres provocados, en gran parte, por los depredadores de París o reunidos en una ocasión en las Azores. Pero a los pueblos no les interesa tanto enterarse de las causas de los problemas sino evitar que sean ellos los que soporten esos problemas. Y más si reconocer las causas del problema implica revolverte contra el poder.
Sólo desde este punto de vista, podemos admitir que la islamofobia es producto del miedo -al igual que ocurre con el odio al chiísmo entre las masas sunnitas- es una válvula de escape del miedo. Representa una liberación de tanto miedo acumulado que no ha podido descargarse contra los causantes de tanta incertidumbre, de tanto abuso y confusión. Es el caso típico del empleado maltratado en el trabajo, que no atreviéndose a enfrentarse a sus maltratadores porque perdería su empleo, descarga su frustración contra la esposa: ésta aparece como la parte más débil.
Por lo tanto, lo acertado es señalar que el agente provocador de este odio no es tanto el miedo sino la cobardía, pues el odio se encauza no contra el objeto o sujeto que provoca el miedo. Al contrario: la islamofobia se desata porque el musulmán -y sobre todo la musulmana- no da miedo, porque el islamófobo se sabe amparado por la corriente dominante y el poder mediático, y porque confía en que su actividad quedará impune. Sí, es la cobardía lo que provoca la islamofobia, pero esa cobardía NO nace del miedo hacia el objetivo contra el cual se encauza el odio, sino del miedo hacia otras cosas que el cobarde no quiere o se niega a afrontar o reconocer, pues entiende que le supera: por cobardía los sujetos prefieren descargar sus miserias y frustraciones en objetivos más fáciles. Y que vienen tantos años demostrando su indolencia, su autismo o su nula capacidad para reaccionar con un discurso que no insulte la inteligencia con sus declaraciones «moro-buenistas» o negaciones «desapegadas».