Tal escenario es idéntico a lo que ha venido ocurriendo en los países víctimas de las llamadas "revoluciones de color". Después de las elecciones, una parte de la población controlada por las élites globales a través de las redes de ONGs, salen a las calles para organizar largas protestas, levantando campamentos con tiendas de campaña en las plazas centrales.
Si las auotridades muestran signos de debilidad ante este tipo de situaciones, entonces las protestas relativamente pacíficas se transforman en enfrentamientos armados con la policía: de repente, aparecen en manos de los manifestantes armas de fuego, y después hay algún muerto. Enotnces, los medios de comunicación agravan la situación al límite, y los manifestantes irrumpen en los edificios del gobierno, matando o expulsando al gobierno legítimo del país.
Es importante recordar que los Estados Unidos difieren de la mayoría de los países en los que se llevaron a cabo "revoluciones de colores", sobre todo en lo relativo a la gran cantidad de armas en manos de la población. Este factor podría jugar a favor del recién elegido presidente, como también en su contra. En cualquier caso, las actuales autoridades y la policía deben actuar más firmemente contra los manifestantes con el fin de prevenir una escalada.
El hecho mismo de un comportamiento tal de los partidarios de Hillary Clinton y las élites neoliberales muestra el deseo de establecer una dictadura y no el respeto por la democracia. Donald Trump ha sido elegido legítimamente por el pueblo de los Estados Unidos, de acuerdo con las leyes establecidas, y la falta de respeto hacia este hecho significa un desprecio hacia los Estados Unidos, sus ciudadanos y sus leyes.