Un nuevo Dreyfus, Jamal Zougam ¿chivo expiatorio del 11-M?
El documental del cineasta francés Cyrille Martin sobre el 11-M, destroza la versión oficial de la masacre. Martin repasa la investigación policial, la instrucción judicial y el juicio, y va demoliendo una a una todas las pruebas del caso, basándose en los propios documentos judiciales y en las declaraciones de los testigos.
Cyrille Martin, un hombre procedente de la izquierda y cuyo documental ha sido distribuido en Francia a través de una productora de tendencia anticapitalista, termina concluyendo que toda la versión oficial del 11-M no es más que una inmensa cortina de humo, una gigantesca farsa, con la que se estaría encubriendo una operación de terrorismo de estado.
Y todo ello, sin tener en consideración aspectos del 11M tan oscuros como:
Que desaparecieran las actas de recogida de muestras de los trenes.
Que se incineraran en el vertedero de Valdemingómez centenares de efectos procedentes de los trenes, muchos de los cuales podían perfectamente haber servido para determinar el explosivo utilizado en la masacre.
Que el gobierno español permitiera que los chatarreros terminaran llevándose a trozos el único vagón que se salvó del desguace, encontrado por Libertad Digital años después de la masacre.
Que se detuviera el 13-M a dos hindúes como supuestos implicados en la trama islamista.
Que la Policía ocultara al juez los registros informáticos del gimnasio donde Jamal Zougham estuvo la noche anterior a los atentados.
Que Jamal Zougham careciera de todo tipo de antecedente y fuera incluido en la lista de sospechosos habituales tres años antes de la masacre, por una sospechosísima serie de errores judiciales que tenían que ver con el número de teléfono de su madre.
Que los supuestos suicidas de Leganés esperaran disciplinadamente durante horas a que se desalojara a los vecinos de todos los bloques de viviendas colindantes, antes de hacer estallar el piso coincidiendo con el telediario.
Que Marruecos recibiera de las autoridades españolas la petición de traducir las supuestas llamadas de despedida de los supuestos suicidas de Leganés cuatro horas antes de que esas llamadas se produjeran.
Que se impidiera durante horas a la Policía Judicial el acceso a los cadáveres de los presuntos suicidas de Leganés, a pesar incluso de las órdenes de la juez Teresa Palacios.
Que en el desescombro del piso de Leganés aparecieran mezclados (y milagrosamente intactos) libros suníes y chiítas.
Que la supuesta carta de despedida de uno de los supuestos suicidas de Leganés estuviera escrita en árabe, pero firmada en caracteres latinos.
Que el único sospechoso que supuestamente huyo a la carrera del piso de Leganés, fuera absuelto en el juicio del 11-M.
Que el tribunal del 11-M se negara a que se examinaran las pruebas relativas a la posible implicación de los presuntos suicidas de Leganés en los atentados, de modo que los herederos legales de los presuntos suicidas no han tenido que indemnizar a las víctimas, porque no se ha determinado judicialmente la implicación de sus familiares en la masacre.
Que de todos los sospechosos detenidos por el 11-M, los únicos que tuvieran relación con Al Qaeda eran los dueños de la casa de Morata de Tajuña donde nos dicen que se montaron las bombas, y justo a esos no se les imputó nada y no fueron procesados ni enjuiciados.
Que apareciera milagrosamente vivo un presunto implicado en la masacre al que previamente los medios defensores de la versión oficial habían presentado como suicidado en Irak.
Que Marruecos se haya negado sistemáticamente a enviar ningún tipo de documentación oficial que avale, no ya la implicación, sino incluso la identidad de los supuestos suicidas de Leganés.
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