Del conflicto limitado al conflicto global

30.03.2022

Durante una reunión de la Fuerza Expedicionaria Conjunta (una iniciativa interna de la OTAN liderada por el Reino Unido que une a los estados escandinavos y bálticos), el presidente ucraniano Volodymyr Zelenski, tras insistir en un mayor apoyo de Europa (sus declaraciones siempre se ajustan perfectamente a los deseos de Washington), admitió con franqueza que su país no podrá unirse a la Alianza Atlántica[1].

1] Estas declaraciones, y el contexto en el que se hicieron, pueden interpretarse de varias maneras. En primer lugar, resulta bastante desconcertante que los dirigentes políticos ucranianos se hayan dado cuenta, a las tres semanas de iniciado el conflicto, de que su entrada en la OTAN está descartada. En segundo lugar, no está claro qué quiere decir exactamente el presidente ucraniano cuando pide a Europa que haga más. De hecho, la Unión Europea ya ha garantizado un suministro de armas a Ucrania por valor de 450 millones de euros. Estados Unidos ha garantizado 350 millones de dólares, además de los 650 millones aportados en 2021 junto con 90 toneladas de material de guerra. En concreto, Estados Unidos y la OTAN suministraron a Ucrania 17.000 misiles antitanque Javelin (fabricados por Lockheed Martin Corp) y 2.000 Stingers (fabricados por Raytheon). El director ejecutivo de Raytheon, Gregory J. Hayes, declaró el 25 de enero de este año: "No hay más que ver las últimas semanas: los ataques con aviones no tripulados en los Emiratos Árabes Unidos, las tensiones en Europa del Este y el Mar de China Meridional. Todo esto está presionando el gasto militar en estas regiones. Por tanto, espero ver grandes beneficios para nosotros"[2].

2] De hecho, por el momento, el único ganador real en el conflicto parece ser la industria armamentística occidental. Ya ha ganado más de un billón de dólares con la guerra. Esto hace que uno se pregunte, y plantee nuevas preguntas, sobre otro aspecto de la declaración de Zelenski: ¿se ha hecho algo para evitar este conflicto? La respuesta es no. ¿Por qué no se hizo nada? La respuesta, en este caso, no puede obviar el hecho geopolítico.

El periodista italiano Manlio Dinucci ha dimitido del "diario comunista" Il Manifesto después de que éste retirara rápidamente de su página web un artículo en el que revelaba el plan de la Rand Corporation (una organización supuestamente sin ánimo de lucro financiada por el Pentágono) para doblegar a Rusia. La organización, entre otras cosas, se jacta de haber ideado la estrategia que plegó a la URSS a finales del siglo XX. Esto, según el analista Peter Schweizer, se basaba en cinco pasos básicos: a) atraer a Moscú a la carrera armamentística incurriendo en enormes gastos para la llamada "guerra de las galaxias"; b) mantener bajos los precios del petróleo; c) fomentar el bloqueo occidental de las inversiones en la URSS; d) apoyar la lucha de Solidarnosc en Polonia; e) apoyar la rebelión en Afganistán[3].

El nuevo plan de la Rand Corp, publicado en 2019, calca (con las debidas diferencias) el de la década de 1980. Prevé atacar a Rusia por su lado más vulnerable, el de la exportación de hidrocarburos, para conseguir que Europa reduzca su importación de gas ruso en favor del GNL norteamericano. A nivel interno, prevé seguir atizando las protestas antigubernamentales aprovechando una gran quinta columna. Mientras que, en el plano militar, prevé un mayor crecimiento del papel de la OTAN en Europa. Gracias a esta estrategia, Estados Unidos tiene una alta probabilidad de éxito con un riesgo mínimo. Además, "proporcionar ayuda letal a Ucrania explotaría la mayor vulnerabilidad externa de Rusia, pero cualquier aumento del suministro de armas y de material militar estadounidense a Ucrania tendría que calibrarse cuidadosamente para aumentar el coste para Rusia sin provocar un conflicto mucho mayor en el que Rusia, debido a su proximidad, obtendría ventajas significativas"[4].

¿Cuáles serían estas "ventajas significativas"? El conocido estratega Zbigniew Brzezinski, en su obra más famosa, El Gran Tablero de Ajedrez, temía que Rusia pudiera recuperar la posesión de la costa del Mar Negro. Esto, según el teórico del "arco de crisis" y la balcanización de Asia Central, permitiría a Rusia encontrar la manera de ser y existir como un "estado imperial" extendido por Europa y Asia[5].

Ahora bien, si echamos un vistazo rápido al mapa de Ucrania a la luz de la operación especial de las fuerzas militares rusas, queda claro que el objetivo es precisamente hacerse con el control de la franja costera que va de Odessa a Mariupol (no es de extrañar que los combates hayan sido más intensos en esta región), mientras que el cerco a Kiev se reserva para el mero papel de presión en las negociaciones. Hasta la fecha, además, el ejército ucraniano (que es difícil de encuadrar como una estructura unitaria) no parece tener ninguna posibilidad de contraofensiva, a pesar del continuo flujo de ayuda militar de Occidente. Huelga decir que esto perjudicaría considerablemente la estrategia de la OTAN de utilizar a Ucrania como puente hacia la región del Transcáucaso[6].  6] Y esto deja algunas dudas sobre si Estados Unidos quería realmente llevar la crisis hasta el punto de provocar ese "conflicto" del que Rusia obtendría las mencionadas "ventajas significativas".

Así pues, si es cierto que a corto plazo la crisis geopolítica beneficia a la estrategia norteamericana de debilitar la recuperación económica europea pospandémica para canalizar los flujos de capital hacia Estados Unidos, no es menos cierto que a largo plazo los efectos de la operación militar rusa podrían ser mucho más complejos de lo que se imagina actualmente.

De hecho, desde la perspectiva occidental, queda la esperanza de que la prolongación del conflicto hasta el amargo final y el fuerte régimen de sanciones impuesto a Moscú puedan conducir a una intensificación de las divisiones internas, a un "cambio de régimen" y a un gobierno ruso más abierto al diálogo con Washington y, en consecuencia, a la construcción de un posible frente común contra la verdadera amenaza a la hegemonía mundial norteamericana: China. Sin embargo, también parece que el conflicto actual está imponiendo una poderosa aceleración a ciertas dinámicas históricas que ya se habían manifestado en años anteriores, resaltadas además por la crisis pandémica, y no todas de acuerdo con los deseos de Estados Unidos.

De hecho, en "Occidente", los últimos años se han caracterizado por una continua reducción del margen de maniobra de los dirigentes políticos con un desplazamiento del poder de decisión hacia el llamado "estado mayor de la información": el entrelazamiento de los servicios secretos del Estado y los vinculados a las grandes corporaciones industriales y financieras. Esto ha llevado a un fortalecimiento de ese "capitalismo de la vigilancia", ya manifestado en los dos años de la pandemia y precedido a principios de la década de 2000 por la Ley Patriótica de la administración Bush, que está transformando rápidamente el espacio hegemonizado por Estados Unidos en una especie de "jaula de acero" weberiana de pensamiento único liberal. En este sentido, la geopolítica de la vacunación y el encargo del Estado en beneficio de las multinacionales han sido simplemente un anticipo de lo que será el futuro de Occidente. A través del "estado de emergencia" permanente, por ejemplo, se está ocultando la voluntad del actual gobierno italiano de vender lo poco que queda del patrimonio nacional en beneficio de las empresas y los fondos de inversión extranjeros: no en vano, la venta del 49% de Enipower a Sixth Street: una empresa creada por antiguos ejecutivos del banco de inversión Goldman Sachs[7].

Sin embargo, el conflicto ucraniano también plantea problemas en cuanto a la sostenibilidad del sistema mundial hegemonizado por Estados Unidos. En el momento de escribir estas líneas, más allá de los países tradicionalmente incluidos en el contexto "occidental", la vulgata de sanciones contra Rusia no parece haber calado en el resto del mundo.

Turquía, el segundo ejército de la OTAN, no parece en absoluto dispuesta a seguir el régimen de sanciones, prefiriendo un papel de mediación entre Ucrania y Rusia. Lo mismo ocurre con China, que no está dispuesta a arruinar su ventajosa cooperación comercial con Rusia, y con la India, que estudia con Moscú formas alternativas al uso del dólar en las transacciones comerciales recíprocas. Además, la República Popular China y Arabia Saudí están explorando la posibilidad de utilizar el yuan como moneda de referencia en el comercio de petróleo (China importa de Arabia Saudí el 25% de sus necesidades de crudo)[8]. 8] Esto socavaría gravemente los cimientos de la globalización estadounidense, es decir, la globalización del dólar que nació cuando, de acuerdo con la OPEP, Estados Unidos vinculó su moneda al comercio internacional del petróleo. Este acto les permitió imponer al mundo el principio de que para comprar petróleo se necesitan dólares y para conseguirlos hay que someterse a los deseos del productor de dólares.

Esta es también la razón de los constantes ataques de Estados Unidos a la única moneda que hasta ahora ha desafiado tímidamente la hegemonía del dólar: el euro. Y ésta es la principal razón de la obsesión norteamericana por el control hegemónico sobre Europa y por contener su potencial refuerzo político mediante una constante expansión hacia el Este (no es de extrañar el impulso a la ampliación de la Unión para incluir a Moldavia, Georgia y la propia Ucrania).

Volviendo al caso saudí, conviene entender qué determinó la decisión de Riad de negar un aumento de la producción de petróleo para compensar la caída de las exportaciones rusas. Además de los factores puramente económicos (el alto precio del petróleo es una panacea para las arcas saudíes, puestas a prueba por el gasto militar debido a siete años de agresión infructuosa contra Yemen), entran en juego otros factores. Después de las más que condescendientes administraciones de Obama y Trump, el principal objetivo de Biden ha sido reducir el apoyo logístico de Estados Unidos a la mencionada guerra de Yemen. El objetivo era reabrir la puerta a Irán (partidario de Ansarullah) y la negociación del acuerdo nuclear. Esto, en los planes de Washington, debería haber limitado el desarrollo excesivo de la cooperación entre Teherán, Pekín y Moscú (sin olvidar que el propio Brzezinski sostenía la tesis según la cual la comunión de intenciones entre estas tres fuerzas habría puesto en grandes dificultades la estrategia hegemónica global de EEUU). Una negociación que, a decir verdad, no parece destinada a un futuro brillante. Estados Unidos no puede garantizar (o, más probablemente, no quiere garantizar) que un eventual cambio de administración en 2022 pueda conducir a una nueva retirada unilateral. La parte iraní, al mismo tiempo, parece buscar una estrategia exterior desconectada del éxito o no del acuerdo (una estrategia que también incluye la dura respuesta a los ataques sionistas en Siria mediante el reciente bombardeo de las instalaciones del Mossad en el Kurdistán iraquí). Por tanto, la reacción saudí no puede atribuirse únicamente al intento de Estados Unidos de establecer nuevos canales de negociación con Irán o al renovado interés de los medios de comunicación occidentales por el caso Khashoggi. Esto parece estar más fácilmente relacionado con el hecho de que Estados Unidos, en los últimos años, ha reducido drásticamente la importación de petróleo de Arabia Saudí, transformándose en un importante competidor del Reino, y del hecho de que Riad ha empezado a alimentar no pocas dudas sobre el papel efectivo de Washington en la región. Esta última, de hecho, parafraseando la famosa moción de Henry Kissinger, parece mucho más interesada en proteger sus propios intereses que a sus aliados (reales o presuntos).

No muy diferente a la respuesta saudí ha sido la reacción de los Emiratos Árabes Unidos y Venezuela. Caracas, tras décadas de sanciones y repetidos intentos de desestabilización interna, ha puesto como condición para exportar su crudo a Europa la eliminación del régimen de sanciones y el reconocimiento de la legitimidad del gobierno de Maduro: por tanto, un "desprestigio" que un Occidente embarcado en la enésima e hipócrita "cruzada democrática" contra lo que Carl Schmitt definió como el retorno del "maquiavelismo político" no puede permitirse. (No es de extrañar que el propio Nicolás Maduro haya hablado de un conflicto global ya en marcha, aunque limitado al ámbito económico-financiero).

Más proclives a satisfacer las exigencias de Occidente parecen ser Qatar (donde se encuentra la mayor base estadounidense de Asia occidental) y Bahrein (monarquía suní en un pequeño país de mayoría chiíta de dudosa legitimidad y ya protagonista de los "Acuerdos de Abraham").

Hoy, observando el cuadro general de las cambiantes relaciones internacionales (y ante la constatación de que Occidente no produce materias primas y su sector manufacturero se ha reducido drásticamente en las décadas anteriores en nombre de la economía virtual y de una globalización que se presumía inmutable), parece evidente que quien sufrirá el aislamiento, a medio-largo plazo, no será Rusia, sino la parte del mundo inserta en la "jaula de acero" del totalitarismo liberal.

Y hoy, la única manera de apretar aún más las mallas de esta jaula es prolongar el conflicto en Ucrania el mayor tiempo posible, lo que también permite respirar al complejo bélico-industrial. Esta vía es posible gracias al flujo constante de armas y mercenarios en el suelo del país de Europa del Este.

A este respecto, el papel de la infame empresa contratista Blackwater (Xe Services desde 2009, Academi desde 2011) y su fundador Erik Prince merece una breve mención.

Conocido en las noticias por intentar socavar a las empresas rusas en su apoyo a Khalifa Haftar en Libia, Prince obtuvo 2.000 millones de dólares en contratos gubernamentales de Washington entre 1997 y 2010 para apoyar el esfuerzo bélico en Irak y Afganistán, además de otros 600 millones de dólares de la CIA por contratos clasificados como secretos[9]. 9] Sus hombres fueron expulsados de Irak tras la masacre de la plaza Nisour en Bagdad (septiembre de 2007) en la que murieron 17 civiles iraquíes y otros 20 resultaron gravemente heridos. Y él mismo ha estado involucrado de diversas maneras en asuntos relacionados con el tráfico de armas, petróleo y minerales preciosos. Esto dice mucho sobre el papel que desempeñan los grupos privados en los territorios en los que operan.

Su conexión con Ucrania es igualmente problemática. Ya en febrero de 2020, Prince habría expresado al asesor de Volodymyr Zelensk'yi, Igor Novikov, su interés por crear una empresa militar privada formada por antiguos veteranos de la guerra del Donbass. Además, se dice que apoyó la idea de crear una empresa para producir municiones y reunir a las principales empresas de aviación del país bajo una sola marca. El objetivo, de hecho, habría sido crear un "consorcio de defensa aérea verticalmente integrado"[10] capaz de competir con gigantes como Boeing y Airbus a través de la adquisición de Antonov y de la empresa Motor Sich (la principal empresa ucraniana productora de motores de avión). La operación debería haber sido apoyada por la presión norteamericana para garantizar que la propia Motor Sich no fuera comprada por empresas chinas (una práctica también muy utilizada en Italia).

A principios del verano de 2020, Ucrania dio los primeros pasos para hacer realidad el proyecto del "empresario" norteamericano. En junio de ese año, Prince entró en contacto directo con la oficina presidencial ucraniana a través del ex productor de televisión y amigo personal de Zelensk'yi Andriy Yermak (también conocido por su papel como interlocutor directo de Kurt Volker y Rudy Giuliani en la creación de expedientes anti-Biden a cambio de la liberación de la ayuda militar estadounidense a Ucrania durante la administración Trump).

El plan de negocios preveía, entre otras cosas, el desarrollo de una estrecha cooperación con la inteligencia ucraniana para la planificación estratégica y logística y para el entrenamiento de las fuerzas de seguridad ucranianas.

Estos hechos no chocan mucho con las declaraciones del portavoz de la milicia popular de la República de Donetsk, Eduard Basurin, que denunció la presencia de instructores militares estadounidenses en la región de Sumy que se remonta a Academi. En concreto, se dice que han preparado a las milicias del Batallón Azov para un inminente ataque a gran escala en el Donbass.

Además, en noviembre de 2021, el Ministerio de Defensa ruso dio la voz de alarma sobre la presencia en el este de Ucrania de 120 mercenarios occidentales cuya tarea, además de entrenar a las milicias ucranianas, sería la de almacenar componentes químicos a lo largo de la línea fronteriza con las repúblicas separatistas para justificar posibles ataques[12].

En este punto, también debido al hecho de que la propaganda occidental intenta presentar a estos personajes como luchadores por la libertad, es necesario distinguir entre los diferentes niveles de empresas que actúan en suelo ucraniano. En primer lugar, están las empresas militares privadas directamente implicadas en las actividades (muchos de los miembros de la llamada "legión extranjera" de Zelenski son antiguos soldados reclutados a través de estas agencias y enviados a Ucrania con la aprobación de los países europeos). En segundo lugar, están las empresas de seguridad privada que han estado entrenando a las milicias ucranianas junto con los hombres de la OTAN. En tercer lugar, están las empresas que proporcionan apoyo logístico y están implicadas en el traslado de material bélico también disfrazado de ayuda humanitaria (como ocurrió en el aeropuerto de Pisa)[13].

En el lado ruso, fuentes occidentales han afirmado la presencia del famoso Grupo Wagner en el frente de Kiev. La tarea que se le atribuye es la eliminación directa de los dirigentes políticos ucranianos cuando las fuerzas rusas entren en la capital.

El Grupo Wagner (rebautizado como Liga) también habría tenido la tarea de infiltrar voluntarios sirios y mercenarios centroafricanos en suelo ucraniano. Sin embargo, por el momento, los canales occidentales de Open Source Intelligence, siempre dispuestos a mostrar desde diversos ángulos imágenes de vehículos blindados rusos destruidos, abandonados o capturados, no han identificado aún a ningún soldado caído con una pigmentación de piel diferente a la de la región.

NOTE

[1]Ukraine’s leader asks Europe to do more but admits NATO membership is not in the cards, www.washingtonpost.com.

[2]Ukraine: the world’s defense giants are quitly making billions from the war, www.theconversation.com.

[3]Si veda P. Schweizer, Victory: the Reagan Administration’s secret strategy that hastened the collapse of the Soviet Union, Atlantic Montly Press, New York 1994.

[4]Manlio Dinucci – Ucraina, era tutto scritto nel piano della Rand Corp, www.lantidiplomatico.it.

[5]Z. Brzezinski, The Grand Chessboard. American Primacy and Its Geostrategic Imperatives, Basic Books, New York 1997, p. 46.

[6]Si veda C. Mutti, Il limite della pazienza russa, www.eurasia-rivista.com.

[7]ENI sells 49% of Enipower to Sixth Street, www.eni.com.

[8]Saudi Arabia considers accepting yuan instead of dollars for Chinese oil sales, www.wsj.com.

[9]I contractors dell’intramontabile Erik Prince tra Libia, Afghanista e Ucraina, www.analisidifesa.it.

[10]Ibidem.