Las ideas nacional-bolcheviques (2003)
Traducción de Juan Gabriel Caro Rivera
Nota del 2021: la revista Rebellion tiene su origen en el legado transmitido por el NB. En 2003, Jean Galié escribió este texto desde una perspectiva nacional-bolchevique. Lo volvemos a subir a la web para ayudar a la gente a comprender la evolución y los debates internos que existieron al interior del socialismo revolucionario europeo durante la década de los 20 del siglo pasado.
Para muchos puede parecer anacrónico el hecho de hacer referencias al nacional-bolchevismo. No obstante, para todos aquellos que están interesados en la historia de Europa y su destino, este tema es visto de otra manera. El siglo XX fue testigo de cómo nuestro continente fue sacudido por dos guerras civiles, la primera revolución comunista, la perdida de la supremacía económica y política de Europa frente a los Estados Unidos y, finalmente, la desintegración del imperio soviético a finales del siglo pasado. Sin embargo, estos eventos siempre resonaron fuertemente en Alemania. Lenin consideraba que Alemania era la clave para que triunfara la revolución comunista en Europa y que de alguna manera esto impulsaría el futuro de la revolución rusa que estaba en sus manos.
Fue durante el período posterior a la Primera Guerra Mundial cuando nació por primera vez el nacional-bolchevismo en Alemania, en particular dentro del KAPD (Partido Comunista de los Trabajadores de Alemania) en su tendencia consejista de Hamburgo.
Fue en ese ambiente donde se desarrolló la teoría de los "pueblos jóvenes" y de la "nación proletaria", además de la idea de converger con la revolución bolchevique y el "orientarnos hacia el Este" (Moeller van den Bruck). No es necesario entrar en detalles en este texto, pero podemos decir que el nacional-bolchevismo representó una alternativa relevante frente al caos que se estaba gestando en el corazón de Europa. Fue precisamente en Alemania donde se produjo el fracaso de extender la revolución comunista hacia la parte occidental del continente, este fracaso llevó posteriormente al imperialismo hitleriano y a la bipartición de Europa por parte de los soviéticos y los estadounidenses. Los nacional-bolcheviques fueron el ala más radical y anticapitalista de la revolución conservadora alemana. Sin embargo, diferían esencialmente de ella en algunos aspectos. Especialmente en ser los defensores de la idea de Europa, la cual era muy innovadora para su época. Además, fueron muy lucidos a la hora de analizar la decadencia del Occidente capitalista el cual estaba sometido a los valores impuestos por el mercado. Los nacional-bolcheviques no veían al comunismo soviético como un mal absoluto y en cambio observaron que este gradualmente se iba convirtiendo en una especie de comunismo nacionalista. No nos corresponde aquí hacer un reclamo o fabricar excusas de los errores inherentes que este último tenía y los aspectos específicos que causaron sus esfuerzos sobre-humanos. No obstante, es inútil ignorar la complejidad de lo que fue la realidad soviética. En la URSS siempre han existido tendencias favorables a la constitución de un bloque euroasiano y este bloque sigue siendo para nosotros el futuro que queremos. Esta idea fue apoyada por nacional-bolcheviques como Ernst Niekisch, que adoptó en 1935 esta idea imperial y la necesidad de crear un gran espacio germano-eslavo que superara el estrecho concepto de nación. El mismo Ernst Jünger escribió: “la palabra nacionalismo es una bandera muy útil para establecer claramente las posiciones de la lucha original que llevó a cabo toda una generación durante los caóticos años de la transición; pero no es en modo alguno, como todavía creen muchos de nuestros amigos y también de nuestros enemigos, la expresión de nuestros valores superiores: esta palabra designa una de nuestras condiciones, pero no nuestro objetivo final”. Del mismo modo, Jünger consideraba que la nación puede ser un mito movilizador en defensa de los intereses de los trabajadores ante los incesantes ataques que sufren por parte del sistema globalista, pero el objetivo final es la transfiguración de Europa por medio de una idea imperial. Este proyecto puede parecer lejano, pero no resulta ser un sueño si lo articulamos con las ideas del Nacional-Bolchevismo.
¿Cómo podemos concebir racionalmente estas ideas al día de hoy?
Aquí pasamos al segundo eje de nuestra reflexión, el cual está sustentado en el trinomio Europa-Socialismo-Identidad. Varios individuos que abandonaron los clásicos caprichos de la derecha nacionalista hacen una referencia a Europa y a nuestra identidad sin llegar a interesarse por las posiciones que sostienen los nacional-bolcheviques. De hecho, ellos toman posición por la defensa de la identidad europea frente a la inmigración que procede de fuera de Europa, mientras que acusan al globalismo de aplastar a los pueblos europeos. Como resultado de estas denuncias, se ha comenzado a desarrollar una serie de reflexiones acerca del renacimiento de nuestras raíces, nuestras patrias carnales y nuestras tradiciones. Es indiscutible que todas esas ideas despiertan un gran interés si lo consideramos desde la perspectiva de la "memoria a largo plazo", pero en su mayor parte todas esas reflexiones se reducen al ámbito de los museos. Entonces, surge la pregunta: ¿cómo articularemos el trinomio que antes mencionamos con tal de crear una actividad política eficaz? Para eso es necesario que primero identifiquemos claramente al enemigo. Por supuesto, es posible que primero denunciemos algunas dolencias, algunos de los síntomas del sistema o la acumulación de las múltiples insatisfacciones que produce la actual degeneración planetaria. La lucha contra la inmigración es una lucha que se enmarca dentro del mismo sistema. Pero, ¿quién no es capaz de ver los límites mismos de esa lucha? Limitarse a demonizar la inmigración como lo hace Guillaume Faye por medio de una visión fantasmática y étnica del Islam, al que se acusa de liderar una ofensiva mundial contra los pueblos blancos, resulta ser una visión bastante reduccionista y parece estar al servicio de los intereses del sionismo estadounidense. Sin embargo, el Islam no es la causa de la inmigración ni tampoco la causa de la autodestrucción de los pueblos europeos durante el siglo XX. Es bien sabido que los Estados Unidos ha usado la descolonización de una forma hipócrita y egoísta contra todas las potencias europeas en África, además de que también ha apoyado abiertamente a grupos musulmanes fundamentalistas en lugares como Argelia, la antigua Yugoslavia, Afganistán y el Cáucaso cuando sus intereses geoestratégicos se encontraban en juego.
Así que nosotros tenemos que atacar el corazón mismo del sistema que no es otro que el capitalismo. ¿Quién es el que hoy día está sepultando la identidad de los europeos? ¡No es otro sino el capital! ¿Quién ha conseguido revolucionar por completo al mundo entero? ¡El capital! ¡Es el único sistema económico-político que ha conseguido llevar hasta sus últimas consecuencias los procesos revolucionarios! Después de haber destruido el feudalismo e instaurar los Estados nacionales, el capital ha comenzado nuevamente a socavar los Estados nacionales. Pero no debemos dejarnos engañar por la ilusión de que se va a crear un gobierno mundial. Esta ilusión es el resultado de la hegemonía que existe actualmente y esa hegemonía es liderada por los Estados Unidos, país que busca crear un mundo unipolar en el que, por supuesto, seguirían existiendo otros muchos Estados, pero muy debilitados, como los que actualmente están siendo construidos en nuestra Europa tecnocrática donde rebosan toda clase de proyectos regionalistas y micro-nacionalistas. No daremos aquí ninguna otra perspectiva sobre las futuras hegemonías que van a entrar en competencia. Lo único que podemos decir es que el capitalismo no nos proporciona un futuro que sea habitable para la humanidad y donde sea posible preservar la gran diversidad de identidades lingüísticas y étnicas, mientras se articulan políticas basadas en las grandes civilizaciones existentes y donde podemos incluir la nuestra. No queremos que nuestra civilización desaparezca (como las demás) en medio de la homogeneización y/o bajo la influencia de una hegemonía ajena a nuestra identidad (aunque seamos capaces de admitir que se trata de una herencia que está ligada a un futuro abierto a todas las posibilidades que nos ofrece la realidad).
¿Cómo puede ser el socialismo una solución?
En primer lugar, ¡porque históricamente el socialismo es europeo! No debemos confundirlo con formas de existencia social más o menos comunitarias que ciertos círculos culturales han desarrollado en el pasado histórico. El capitalismo industrial nació en el interior de nuestra civilización y el contra-veneno que se oponía a este capitalismo también apareció aquí en Europa. Los contrarrevolucionarios consideran que el socialismo es el hermano gemelo del capitalismo, ya que ambas corrientes defienden ideas como los derechos humanos, la igualdad, el jacobinismo, etc.
Estas ideas son ciertas si consideramos que el capitalismo le dio origen al socialismo, idea que es sostenida muy a menudo. En efecto, el socialismo es fruto del esfuerzo del mundo del Trabajo por erradicar la alienación del hombre generada por el monstruoso desarrollo del capitalismo que reduce a los trabajadores a ser nada más que fuerzas de trabajo alienadas como cualquier otra fuerza existente. ¿Qué otro objetivo tiene el capitalismo sino reducir a mercancía todas las cualidades particulares de las cosas con tal de hacer posible, por medio del trabajo, que el capital busque cada vez más a su propio modo un incremento de la producción (ese es el problema de la tasa de ganancia analizada por Marx) y que termina por desembocar en el desenfreno del productivismo? El socialismo fue la respuesta que dieron los trabajadores conscientes y organizados frente a la explotación inherente que existe al interior de las relaciones sociales capitalistas. Francia estuvo, durante todo el siglo XIX, en el centro de la lucha entre la instauración de una alternativa socialista frente a la barbarie capitalista. La respuesta que se dio en ese entonces estuvo a la altura del desafío que fue planteado por el alcance que tenía la aparición de nuevas formas de organización del trabajo, las conquistas de la técnica (que fueron puestas al servicio de la productividad) y la expansión del mercado a una escala planetaria. Por lo tanto, es inútil querer un capitalismo humano moderado, etc. La lucha de clases es una realidad, aunque esta no sea la explicación definitiva del curso mismo de la historia universal. Esto nos distingue, entre otras cosas, del marxismo fosilizado que ha ido perdiendo gradualmente su vigencia al interior del movimiento obrero. Marx pensó que había descubierto que el capitalismo estaba destruyendo a las clases que existían antes de la aparición del mismo y que este proceso simplificaba poco a poco la lucha de clases hasta llevarla a un clímax fatal. Esta lucha de clases generaría una solución definitiva a todas las contradicciones, ya que creaba la única clase social capaz de reconocerse a sí misma como la última clase social universal y, por lo tanto, esta sería la única clase capaz de ponerle fin a la dominación social, económica y política en la historia. En este sentido, Marx se alegraba del triunfo del libre comercio, ya que este proceso era el único actor capaz de sentar las bases necesarias para la instauración del comunismo. “Pero, en general, el sistema proteccionista es en nuestros días conservador, mientras que el sistema del libre cambio es destructor. Corroe las viejas nacionalidades y lleva al extremo el antagonismo entre la burguesía y el proletariado. En una palabra, el sistema de la libertad de comercio acelera la revolución social. Y sólo en este sentido revolucionario, yo voto, señores, a favor del libre cambio” (Discurso sobre el Libre Cambio). ¡Ni pensar que apenas al día de hoy algunas personas se acaban de dar cuenta de que el capitalismo significa antes que nada la globalización del comercio! ¡Nuestros actuales izquierdistas se encuentran 150 años por detrás de los acontecimientos! ¿Será esa la razón por la cual su discurso en contra de la globalización termina por diluirse cada vez más en el alter-globalismo, corriente que siempre acaba por correlacionarse con posiciones a favor de la inmigración, el feminismo, etc.? Al final, estas corrientes no son sino la extrema izquierda del régimen, es decir, las tendencias más libertarias del sistema que sueñan con un mundo que ya no sea lastrado por el peso de lo humano, peso que siempre está lleno de resistencias configuradas por las raíces históricas de los hombres. En definitiva, es la realización del sueño del capitalismo financiero que solo crecería exponencialmente al destruir todas las barreras, mientras tanto, los proletarios europeos simplemente volverían a un nivel existencial muy cercano a las condiciones del Tercer Mundo. Para conseguirlo, es necesario invitar a todos los desposeídos del planeta a planificar la autogestión de su miseria en medio de carnavales al estilo de Porto Alegre.
Somos socialistas porque sabemos que fueron nuestros antepasados quienes produjeron todas las riquezas que hemos heredado en Europa. El capital se permite saquear los esfuerzos de todas las generaciones de nuestros pueblos llevando a cabo privatizaciones de todo tipo, expolios por medio de toda clase de impuestos, etc., con tal de continuar incrementando las ganancias del mercado y seguir distribuyendo sus migajas por medio de subsidios a los inmigrantes o a las clases dominantes de sus países de origen que obtienen una relativa tranquilidad social en sus territorios nacionales. Esa calma les permite a esas élites continuar con la expansión del mercado a todos los rincones del planeta (1).
Nosotros contamos la legitimidad que nos han dejado como herencia las luchas ancestrales de los trabajadores europeos que han rechazado esa lógica que desprecia a todos los pueblos y en particular a las clases trabajadoras. La solidaridad que existe entre los trabajadores de las diferentes naciones (2) no debe consistir en aceptar pasivamente en nuestro suelo a los pobres, algunos de los cuales han sido reducidos al estado del "lumpen-proletariado" y otros muchos al nivel de un neo-proletariado atomizado. La mayoría de ellos no tienen una conciencia de clase que haya sido el resultado de una lucha organizada en contra del capitalismo (3), especialmente porque esta conciencia de clase ha tenido un gran peso en nuestro continente. Se puede afirmar que los representantes de la clase dominante tomaron en consideración este problema cuando decidieron depender cada vez más de la inmigración extra-europea. La generosidad de los burgueses encuentra sus límites cuando buscan aumentar sus ganancias y mantener su dominación.
Tampoco somos de los que echan la culpa a los otros pueblos que alguna vez fueron sometidos al colonialismo. Culpamos a los capitalistas y no a los trabajadores. Al abordar este tema resulta muy significativo señalar que las bellas almas que sirven al sistema, cuando evocan el período de la colonización, olvidan casi siempre la existencia de las clases sociales con tal de únicamente hablar en singular de Europa o de Occidente como un todo y referirse al hombre blanco como los únicos agentes de la explotación de los pueblos colonizados. El propósito que tienen tales discursos antirracistas no es otro que el de decirle a los proletarios europeos que se callen para finalmente ahogarse en el magma informe de la globalización que desplaza a las poblaciones con tal atomizarlas en este todo que finalmente les impedirá organizarse con tal de luchar de forma inconsistente contra el sistema. El capitalismo puede ser racista y antirracista dependiendo de los intereses que tenga en un determinado momento histórico.
¿Qué estrategia debemos adoptar para socavar este sistema?
Las representaciones que los hombres hacen de la realidad social son parte de esta misma realidad. El transformar esas representaciones nos permite influir también sobre la realidad. La representación por antonomasia de la mistificación política en las sociedades capitalistas y democráticas es la bipolarización política entre derecha e izquierda. Esta bipolarización esta ligada al proceso de desarrollo del capital y es parte del creciente dominio que esta ejerce sobre la sociedad desde el siglo XIX. Sólo el capital ha podido subvertir todas las formas ancestrales de existencia social desarraigando a los hombres y transformándolos en proletarios. La derecha siempre ha representado la retaguardia de este movimiento de destrucción en forma retrógrada, nostálgica o reaccionaria según el caso y los acontecimientos históricos. La izquierda siempre ha representado la vanguardia de este proceso siguiendo la idea de construir un hombre nuevo, más o menos apegado al pasado dependiendo de las escuelas y las sensibilidades que manejaba una determinada corriente social. Fueron estas realidades las que inspiraron la creación del comunismo teorizado por Marx y que resulto en el detrimento de otras posibles aproximaciones al socialismo como lo fueron las escuelas de Proudhon en Francia, Sombart en Alemania, etc. La fuerza del marxismo reside en su proyecto de realización de un hombre total que ha superado toda clase de alienaciones; Marx proyectó, a un plano secular, la realización de una idea iniciática ancestral que tenía que ver con la reintegración en el hombre de todas sus facultades al desarrollarlas y armonizarlas por completo. Esa es la idea más fascinante de su doctrina (4). Este proyecto no era ajeno a las otras corrientes del pensamiento socialista, pero estaba ligado a una concepción basada en la justicia social. Esta última preocupación no es muy fundamental para Marx, lo que le interesa es la revelación del sentido de la historia material de los hombres. Ciertas formulaciones de estas ideas sugieren que las percibió de forma análoga a como se desarrollan las leyes de la naturaleza, sin que los hombres en su actividad alienante sean plenamente conscientes de los resultados generados por su acción. Esto explica en gran medida la ideología y la práctica de los partidos comunistas que una vez que llegaron al poder terminaron por sacrificar a varias generaciones en pos de un futuro brillante.
Para nosotros, el socialismo genuino tiene como propiedad establecer el nivel adecuado de producción en el sistema moderno desde la perspectiva de la participación, la socialización y el creciente control de la economía. De allí surge la lucha contra el capital financiero anónimo y cosmopolita. El Estado garantiza en el futuro el poder de la Nación (sea cual sea su extensión y sin importar que se trate de un Estado particular o de una federación socialista europea; siendo para ello esencial alcanzar una soberanía política). El Estado es la cristalización de un proyecto para el pueblo, de la comunidad política como idea a la que da una realidad sustancial y efectiva. Por todas estas razones sostenemos que cualquier lucha por la identidad europea resultará en vano si no ponemos en el corazón de nuestra doctrina, la crítica al capitalismo y la opción socialista de un espíritu genuinamente patriótico. Como pensaba Niekisch, debemos crear un vínculo natural entre la lucha proletaria y la pasión nacional en un marco verdaderamente europeo (el cual está en las antípodas del europeísmo). No tengamos miedo de evocar la lucha de clases sin convertirla en un mito absoluto, como hace la extrema izquierda, esos revolucionarios holgazanes que únicamente hacen el trabajo sucio que les piden sus patronos capitalistas. Creemos que nuestra propuesta debe partir primero del lema "ni de derecha ni de izquierda" para poder intervenir dentro de las luchas sociales (5). También es así como estaremos al servicio de la causa de todos los pueblos esclavizados por la loca trayectoria del capital.
“Sólo la voluntad de la lucha de clases, como órgano político y receptáculo nacional de la voluntad de vida, podrá liberar a los pueblos”. Ernst Niekisch. La lucha de clases. 1932.
Notas:
1) “Designar con el nombre de fraternidad universal la explotación en su aspecto cosmopolita, es una idea que sólo podía nacer en el seno de la burguesía. Todos los fenómenos destructores suscitados por la libre concurrencia en el interior de un país se reproducen en proporciones más gigantescas en el mercado mundial”. Marx, Discurso sobre el libre cambio.
2) El internacionalismo no debe confundirse con el cosmopolitismo. El prefijo “inter” en latín significa: entre, por, en medio de… Fuente: Dictionnaire Latin Français, Gaffiot. Por lo tanto, la solidaridad de los trabajadores puede existir entre varias naciones. ¿Acaso eso no es lo suficientemente claro? El cosmopolitismo significa antes que nada ciudadano del mundo y fue una expresión utilizada por primera vez por Diógenes el cínico en la Antigüedad. Esta idea volvió a ponerse de moda en el siglo XVIII y fue conceptualizada por Kant. “Si bien el romanticismo a menudo adquirió un carácter fuertemente nacionalista, el movimiento socialista de Marx, sustituyó el cosmopolitismo por el internacionalismo proletario entendido como una actitud propia de la burguesía y como 'nihilismo nacional'”. Encyclopédie de la Philosophie. LGF 2002. “Nihilismo nacional”, ¿acaso no nos resulta bastante claro aún? [Nota de julio de 2007.]
3) No debemos olvidar la grandiosa lucha que han realizado ciertos militantes de países que han sido colonizados y que buscaron liberarse del capital. Muchas de estas luchas no han sido capaces de convertirse en soluciones a largo plazo y otras solo han conseguido logros parciales. Algunas figuras importantes como la de Patrice Lumumba en África (poco mencionada en estos días y eso no es una casualidad ...) quedan en la memoria de los revolucionarios. [Nota de julio de 2007.]
4). Sobre este tema sería provechoso leer el libro de Michel Henry: Marx. I. Une philosophie de la réalité. II. Une philosophie de l’économie. Ed. Gallimard. Coll. Tel. En particular, en el volumen I, cap. II, 3 ° “La teoría del proletariado y la revolución”, en la que el autor muestra la herencia metafísica alemana (que viene desde la alquimia de Jakob Boehme, pasando por Lutero hasta llegar a Hegel y Schelling) en el pensamiento marxista, en particular en lo que concierne al significado de la dialéctica, sus diversos niveles de interpretación y aplicación. "A su manera, el proletariado se embarca en la dramática historia de los contrarios y la realiza por medio del sacrificio, el despojo de sí mismo, la completa pérdida de sí mismo que lo conduce a la redención, que constituye a su recuperación y a la reconquista del verdadero ser, a la renovación y la regeneración”. Op. Cit. T 1, pág.144. [Nota de julio de 2007].
5). Es obvio que, dado que es útil referirnos a nosotros mismos, podemos llamarnos nacional-comunistas. [Nota de julio de 2007.]
Fuente: http://rebellion-sre.fr/les-archives-de-rebellion-orientations-nationale...