El Bitcoin es una moneda de casino, simplemente especulativa
Es difícil opinar sobre la aspiración de un público deseoso de ganar en el juego, y que para ello utiliza el dinero de los casinos que representan la cantidad de efectivo que el jugador ha decidido invertir para jugar. El juego es tan viejo como el mundo. El problema aparece cuando los inventores del Bitcoin lo presentan como moneda legítima.
En estos días hemos visto una demostración de la incompetencia de los políticos y del funcionamiento absurdo de los mercados. Las modas son un fenómeno de aparición periódica en los mercados, como las pirámides (sostenidas con las aportaciones de un grupo de personas, sobre todo mujeres, cuya ganancia era garantizada por dos personas de nuevo ingreso, que contribuirían con una suma igual a la de ella, y para obtener ganancia por su parte, tendrían que introducir a la pirámide cada una a dos amigas) que fueron caricaturas de los mercados derivados creados por el sistema bancario.
Hasta hoy ningún grupo de vecinas ha logrado llegar al “final” porque ninguna pirámide tiene fondo y no puede tenerlo. Nadie previene al inversor o inversora del momento en que deben salir del engranaje. La señal de sálvese quien pueda se escucha cuando se detienen los enlistamientos, lo que ocurre tarde o temprano
Esas pirámides especulativas de vecindad, que se practicaron en México en 1981 entre las vecinas de multifamiliares o de asociaciones benéficas, fueron una reproducción simbólica de los mercados especulativos llevados al exceso de la mano de los bancos privatizados. Miguel de la Madrid era secretario de Hacienda en ese año y en 1982 ocuparía la presidencia de México. Su obra fundamental fue depredadora pues reprivatizó de manera fraudulenta los bancos nacionales que había nacionalizado el presidente José López Portillo en su VI informe de gobierno de 1981.
Ahora, el Bitcoin aparece como una moneda criptográfica tendente a transformar la actividad financiera en el mundo. Su seguridad, su aceptación por largo tiempo labrada y su desregulación, entre otras de las virtudes que ofrece el capitalismo tardío, la han convertido en la moneda de confianza de mucha gente, en especial apostadores, especuladores de pura cepa. Pero no se detendrá entre estos públicos
En el poker, los juegos de casino y las apuestas deportivas el Bitcoin impone, por ahora y poco a poco, su presencia, teniendo en cuenta la gran cantidad de dinero que se mueve en el gambling. Un dato para confirmarlo: según la compañía H2 Gambling Capital, sólo las apuestas mueven un total de 750 mil millones de euros cada año.
El nivel de la crítica al fenómeno Bitcoin en México
El economista Joseph Stiglitz (Premino Nóbel de Economía 2001) informó a la Agencia Bloomberg de que es muy probable que las monedas digitales sen declaradas ilegales: “El bitcoin está teniendo éxito por su potencia a desenvolverse en una situación esquiva y porque carece de vigilancia oficial”.
Va más allá Jamie Dimon, presidente y director general de JP Morgan se ha vuelto la mejor definición aceptada por los inversores que representa, que sostienen sin titubeo que el crecimiento del valor del Bitcoin es una burbuja de activos de proporciones no vistas antes.
Pero Dimon no sólo maneja la imagen de la burbuja como destino de las monedas digitales, sino que las califica de fraude financiero alimentado por la estupidez humana.
El Bitcoin carece de sustancia monetria
Una moneda que ha sido emitida por un Estado tiene como punto de apoyo la autoridad de un banco central que conoce a ciencia cierta la cantidad de oro que tiene en sus depósitos con los que se mide la fuerza de su economía.
El Bitcoin no vale circunstancialmente más que la cifra que le es asignada por los participantes en la ocasión en la ruleta maligna puesta en movimiento con ese recurso. El dinero o los bienes utilizados, que tienen un valor mercantil, tienden a perderse en el torbellino de las transacciones, pero no todo el mundo pierde. En efecto, los vendedores de Bitcoins reciben un verdadero valor de cambio como si se tratase de un billete de la lotería... premiado.
La legislación en la materia es urgente antes de que el castillo de cartas se derrumbe
Los aficionados a los mercados libres han comenzado a quejarse de los intentos de regular su ejercicio y repudian la idea de que el Bitcoin sea objeto de cualquier control. Lo mismo que ocurre en todos los mercados especultivos cuyo pronóstico general es negativo para analistas de la talla de Jacques Cheminade.
Esos aficionados, que procuran no exhibirse ni ser identificados por la gente, han optado vivir al amparo de las sombras después de haber logrado hacer fortuna con los Bitcoins puestos en circulation. Así lo han expresado al Congreso de Estados Unidos, que ha comenzado a investigar el caso. En Europa nada se ha hecho ni ha habido anuncio alguno de que así se hará, lo mismo que en la América Latina donde se paralizan las instituciones públicas ante lo incomprensible.
La reglamentación dificultaría el funcionamiento del Bitcoin y su desplazamiento hacia un público más amplio. Pero las leyes no están en el cimiento del debate. Cuando el castillo de naipes se hunda, ¿quiénes serán las víctimas? Pues los inconcientes de los riesgos que sigan hallando a su paso por la calle botones metálicos de 900 dólares y descubran al poco tiempo que no valen nada. Ni siquiera el tumin (palabra que significa dinero en lengua totonaca), que en el comercio establecido en las poblaciones indígenas mexicanas se utiliza como expresión de 10 por ciento del precio de cada mercancía adquirida y etiquetada con antelación, está en el territorio impalpable del mítico Bitcoin.
Los extremos a que está llegando el capitalismo salvaje muestran la vulnerabilidad de su estructura y la inevitabilidad de su autodestrucción. El capitalismo salvaje por absurdo que sea no puede violentar sus marcos jurídicos, aunque de suyo también sean un síntoma de relativismo criminógeno.