Casinos, droga y desestabilización en América Latina. La ruleta política de Donald Trump y Ben Carson destapa un escenario inquietante (IV)

07.07.2016

La indudable victoria de Donald Trump y el desmoronamiento del GOP

Los resultados nunca mienten, Donald Trump, como estaba previsto ya en marzo, va a ser el próximo candidato republicano a la presidencia de Estados Unidos. La aplastante victoria en Indiana con los retiros del senador Ted Cruz y, el día siguiente 4 de mayo, del gobernador del Ohio John Kasich, sella el capítulo final de un cuento ya escrito después de que las primarias en el estado de Nueva York, con la conquista de 89 delegados y el 60.4% de votos, le habían otorgado al magnate una ventaja inigualable, que ya había tenido una confirmación en las anteriores elecciones del 26 de abril, fecha en la que Trump ganó en todos los cinco estados donde se votó, también esta vez con unos increíbles porcentajes: 57.9% en Connecticut (28 delegados), 60.8% en Delaware (16 delegados), 54.4% en Maryland (38 delegados), 56.7% en Pennsylvania (17 delegados) y 63.8% en Rhode Island (12 delegados).

El juego, entonces, se acabó matemáticamente en Indiana, estado que según las encuestas habría debido ser para Trump un fracaso como la guerra del Vietnam, por el contrario, se asistió a la caída del muro del GOP, y en la casa de los evangélicos el empresario neoyorquino recogió un consenso inesperado, el 53.3% de votos. Ted Cruz tuvo que reconocer una tremenda derrota, sobre todo teniendo en cuenta que gozaba del apoyo del gobernador local, Mike Pence, y del presumible respaldo de la mayoritaria facción conservadora. Aparece evidente que el electorado republicano está en contra del absolutismo de una clase dirigente que en los últimos veinte años ha destruido el sueño americano, fenómeno que se registra también en el campo demócrata donde un competidor débil está ofreciendo una resistencia heroica a la candidatura de Hillary Clinton a pesar del apoyo multimillonario que los lobbies del nuevo quinto poder, es decir el poder financiero, le están brindando desde el principio a la ex secretaria de estado, ex senadora y ex primera dama. El éxito de Trump demuestra que es capaz de ganar en todos los contextos, en Indiana, realidad en que las componentes negra (10%) y latina (3,5%) no tienen una gran relevancia, consiguió convencer a los electores de la bondad de su propuesta política, lo hizo dejando de lado su actitud xenófoba y machista pero sin renunciar a su habitual lenguaje seco y cortante, de hecho, su habilidad es precisamente la de no irse por rodeos y sintonizar con la gente común y corriente, también cuando dice que sólo un hombre de negocios puede ocuparse de la economía, el mismo eslogan que utilizó Silvio Berlusconi al empezar su experiencia política, sucesivamente chocada contra los escollos de una revolución liberal anunciada muchas veces pero nunca alcanzada, en cambio, siguiendo en un gigantesco conflicto de interés con el solapado visto bueno de una izquierda mercantilista cada día más corrupta y al servicio del capital especulativo, y por eso, a su vez, incapaz de satisfacer las expectativas de la clase trabajadora y de la media y pequeña burguesía. Hoy en día, la situación que Trump enfrenta es muy diferente, ya estalló, como consecuencia de la crisis de 2008, el enojo social, sin embargo la difusa iniquidad continúa generando pobreza extrema. El desafió que lo espera llegando a ocupar el cargo de presidente de EE.UU. es conciliar sus intereses personales y empresariales con los de los ciudadanos, por ahora, su programa electoral le proporciona una larga aprobación popular. En las primarias del 19 y 26 de abril y 3 de mayo, del total de 324 delegados, Cruz y Kasich sólo conquistaron 13, tanto que en el mismo GOP muchos opositores de Trump comenzaron a ablandar su postura buscando un dialogo con el magnate del ladrillo y los casinos que, al mismo tiempo, asesorado por Paul Manafort, ofreció una actuación más moderada con el propósito de reducir la repugnancia de la cúpula republicana y de su Comité Nacional (RNC), y ganar en comunidades, como las del noreste y del medio oeste, donde el asunto emigración no tiene la resonancia que en otros lugares, dado que la presencia de latinos y negros no roza las cuantiosas cifras de los estados del sur y del oeste (exclusivamente para los latinos). Como confirman las estadísticas 2010 de la Oficina del Censo de Estados Unidos, el noreste es la segunda región mas escogida por la minoría negra, donde llega al 13.0%, pero, entrando al especifico de las primarias del Supermartes de abril, su presencia se pone por debajo de este porcentaje en Connecticut (11.3%), en Rhode Island (7.4%) y en Pennsylvania (11.4%), por otra parte, en Delaware y Maryland, respectivamente con el 22.9% y el 30.9%, constituye una parte importante de la demografía local; con referencia a los hispánicos, el 12.6% reside en el noreste, que representa la tercera región más elegida de las cuatro por estos inmigrantes, pero los datos certifican que en tres estados donde se votó son menos del 10% de la población – 8.2% en Delaware y Maryland y 5.7% en Pennsylvania – mientras que en Connecticut alcanzan el 13.4% y en en Rhode Island el 12.4%. Discurso aparte merece el estado de Nueva York, que por su centralidad e historia fue siempre un crisol de razas y culturas (antes melting pot y ahora salad bowl), tanto que los hispanos son el 17.6% y los negros el 17.2%, representando más de un tercio de la población local.

A Trump exclusivamente le quedaba confirmar su liderazgo en los estados con una fuerte ascendencia alemana como Dakota del Sur, Montana, Washington y Oregon, donde ha triunfado sin impedimentos, ahora el asunto clave es la táctica que utilizará para comunicar con los electores en la inminente carrera presidencial, sobre el nuevo camino que intenta marcar en la política interior y exterior de Estados Unidos

La leyenda negra y la nueva campaña de evangelización

El eslogan que el empresario repitió durante toda su campaña como un mantra hipnótico fue “América First”, dos palabras que anuncian un tiempo nuevo que sale directamente de un antiguo y oscuro pasado. No se puede ocultar que el imperio tiene un problema, o mejor dicho, los Wasps, la clase blanca, protestante y anglosajona, tienen una cuestión pendiente, que es cómo conservar su mando ininterrumpido durante siglos y que ahora se presenta fuertemente amenazado por una masiva inmigración que le está cambiando la cara al país. Se trata de una contaminación cultural que con el paso del tiempo podría llegar a aquejar al núcleo interno de su civilización y por consecuencia a cuestionar su liderazgo económico, subvirtiendo los principios básicos de la construcción social norteamericana. Según la opinión de la clase dirigente, los fenómenos sociales que se produjeron a lo largo de la historia en el ámbito de la colectividad que dominan, deben ser aceptados como naturales a ella, de esta manera, se niegan a admitir que son el producto de su propia elaboración cultural y que llevan a los que la integran a compartir un punto de vista de la realidad parecido e incontestable. Los estudios estadísticos de la Oficina del Censo prevén un escenario que les atemoriza mucho, se estima que en 2030, el 56.9% de los nuevos nacidos sea extranjero, en 2040 el 65.1%, en 2050 el 72.3% y en 2060 el 78.2%, en general, la población estadounidense pasará de los 318.7 millones de 2014 a los 416.8 millones de 2060, 64.1 millones de los 98.1 millones de nuevos ciudadanos estadounidenses serán inmigrantes, pero el dato más importante es que los residentes de origen hispánico alcanzarán los 119 millones, el 28.6% de la población total (en 2014 eran el 17.4%), que sumado a los ciudadanos de otras razas determinará por primera vez en la historia norteamericana una mayoría de no blancos (56.4% respecto al 43.6% de blancos) con todas las consecuencias que se pueden imaginar en el ámbito cultural, económico y religioso. Si con los negros los Wasps manejaron el asunto preventivamente convirtiéndoles por las buenas o por las malas a la fe de los padres fundadores, el discurso se presenta decididamente complejo por lo que concierne a la comunidad latina, que aun cuando elige vivir de manera definitiva en Estados Unidos llega a conservar su catolicismo como si fuera un enlace indestructible con su tradición, su tierra y su familia de origen. Pues, el tema que Donald Trump no entendió o tal vez fingió no entender, es que, conformemente a la ideología imperialista y racista que encarna, el auténtico antagonista no acampa en la frontera sino es ya un enemigo interior, dado que el crecimiento de la minoría hispánica es y será esencialmente determinado por los inmigrantes que residen en tierra estadounidense, no sólo los ilegales sino también los regularizados que obtuvieron los beneficios de la ciudadanía. Hace tiempo que la problemática de la desintegración socio-cultural fue enfocada por la CIA, que elaboró una primera solución con la campaña de evangelización que se ha armado durante las últimas décadas en toda América Latina para convertir a diversos estratos y clases de la poblaciones locales a las fervorosas corrientes del protestantismo, entre las cuales sobresale el movimiento pentecostal, esta operación no fue una absoluta novedad, porque como relaciona José Antonio Crespo-Francés en su interesante ensayo “La leyenda negra en Alemania y los Países Bajos. El patio trasero suramericano”, ya en el siglo XVI, las potencias de la religión reformada desarrollaron un plan de acción para reducir el poder papal y en consecuencia la influencia española en las aludidas tierras. La digresión histórica mantiene intacto su valor en cada análisis geopolítico, dado que siguiendo el hilo de los acontecimientos, aflora cómo la autocrítica del fraile dominicano Bartolomé de Las Casas sobre los métodos usados por los conquistadores, en particular por Hernán Cortés, fue retorcido por los reinos protestantes, Inglaterra y Países Bajos, con el fin de ganar terreno y cautivar la simpatía de la opinión publica. La lucha anglosajona contra la Corona española necesitaba un asalto frontal contra su religión de estado, por eso se fomentó una desinformación bélica en que intolerancia, fanatismo y explotación contraseñaban a los colonizadores hispánicos, mientras que era tónica común a los conquistadores de todas las naciones, en este sentido, la obra de Tzvetan Todorov, “La conquista de América. El problema del otro”, cuenta en una manera detallada y con refinada investigación psicológica el encuentro-desencuentro entre los invasores y los indígenas, dejando de un lado las mentiras sistemáticas de los protagonistas de la guerra, que prefirieron construir relatos apologéticos, propagandísticos y difamatorios, como la famosa leyenda negra del catolicismo. Si es verdad que la Inquisición segó muchas vidas, también es verdad que la acción de los protestantes bajo el mando británico no fue menos impactante, y a pesar de los estereotipos es en este periodo que se elabora un primer núcleo de la ideología de América Latina como patio trasero de la gran finca norteamericana. Los reformistas sucesores del luteranismo tenían como objetivo prioritario liberarse de la presencia católica, su anhelo no era proteger la cultura y la sociedad indígena, por el contrario, querían, y lo lograron, arrasar con las civilidades precolombinas llevando a América del Sur a la misma visión que los pioneros anglosajones habían implantado en el norte, o sea, la ética de un capitalismo que, a diferencia de lo que se suele pensar, tiene sus raíces en una concepción eminentemente religiosa, dado que el empresario del nuevo mundo vivía y moría en un clima marcadamente espiritual. El éxito en los negocios era el testimonio de una elección y predilección divina, y todos los componentes de aquellos primeros pueblos, comunidades, y ciudades, compartían la misma convicción, eso explica por qué, a pesar de la secularización, el capitalismo ha conservado tanto dentro de las históricas familias protagonistas del mundo financiero y empresarial estadounidense (Rockfeller, Bush, Ford) cuanto en los nuevos ricos (Trump, Soros, Singer) su fuerza de persuasión metafísica que fascina a las masas, como ya intuyó durante los años setenta el intelectual italiano Pier Paolo Pasolini, se ha convertido en la religión del nuestro tiempo y a la vez en un nuevo y apodíctico totalitarismo. Parece bien, mientras que notorios periódicos andan con chismes sobre la vida personal y sexual de los candidatos a la presidencia de EE.UU., meditar sobre las palabras del poeta, escritor y director italiano:

“La Iglesia no ha intuido en su ansia ciega de estabilidad y permanencia eterna de su función institucional que la burguesía representaba un nuevo espíritu que no es por cierto el del fascismo: un nuevo espíritu que se supo mostrar en un principio competitivo con el religioso (evitando sólo el clericalismo), y terminaría luego ocupando su puesto al suministrar a los hombres una visión de la vida total y única (y por lo tanto con la supresión de cualquier necesidad del clericalismo como instrumento de poder)... El nuevo poder burgués necesita, en efecto, un espíritu totalmente pragmático y hedonístico en los consumidores: un universo técnico y puramente terreno es aquel en el cual puede desarrollarse, según su propia naturaleza, el ciclo de la producción y del consumo. Para la religión y sobre todo para la Iglesia, no hay más sitio” ( En el periodico Corriere della sera con el título El loco slogan de los jeans Jesús 17 de mayo de 1973).

Este proceso, claramente, no se cumplió en un sólo día, en los dos mundos fue una trasformación a lo largo de los siglos y con muchas diferencias, por lo menos hasta el año 1989, cuando se asistió al desplome de la cortina de hierro y a la victoria sin piedad del capitalismo. En América el cambio en el rumbo político se determinó con la expulsión de las autoridades españolas y de la Iglesia, en particular de la cofradía jesuita, y la implementación de una camaradería protestante y también masónica, que alcanzó su máximo poder a los finales del siglo XIX, cuando el liberalismo de la gran transformación, como lo bautizó eficazmente Karl Polany, edificó en las colonias, con su iluminismo de segunda y tercera mano, una sociedad racista y clasista, que consideraba como pueblo exclusivamente a la élite blanca, es un hecho que se planeó una destrucción científica de todas las culturas locales, entretanto, empeoraron las condiciones de vida de los nativos y de los criollos, por lo menos de los que no se resignaban a un rol subalterno.

El credo liberal entre ciencia y cínica espiritualidad

La nueva nobleza anglosajona del dinero se encargó de construir un capitalismo más cínico y hasta aquel momento ignorado en el viejo continente, lo hizo desconociendo la ayuda económica y diplomática que franceses y españoles les brindaron a las colonias durante su guerra de emancipación contra la madre patria británica, y rechazando intercambiar el favor cuando ellos lo necesitaban, se puede afirmar que con la independencia empieza la carrera de la confederación hacia el imperio. En los años ochenta de 1800 América Latina se había trasformado en el almacén de minerales de Norteamérica y Europa, en particular, Inglaterra, ya no era el oro y el argento pero Chile, Perú y Bolivia desangrados por guerras regionales impulsadas por los occidentales (la Guerra del Pacífico, también denominada Guerra del Guano y el Salitre), les suministraban salitre y yodo a precio barato, mientras de la tierra de Antofagasta, terminada bajo el mando chileno, salían desmedidas cargas de cobre. Los dueños de la economía local siguieron teniendo apellidos extranjeros, se pasó del dominio del británico masón Thomas North a las anónimas compañías estadounidenses Anaconda Copper Mining Co. y Kennecott Copper Co. detrás de las que había otros anglosajones, el irlandés Marcus Daly y el empresario nativo del estado de Indiana Enos Andrew Wall, además de la familia Guggenheim de origen judío-alemán, pero lo más interesante no fue la descarada explotación sino la herramienta ideológica que aquellos hombres de negocios implantaron y apuntalaron. Si los conquistadores españoles fueron acusados por su falta de comprensión en la que se oscilaba entre el mito del buen salvaje, hombre inocente que vivía en un estado puro de naturaleza similar a lo del Edén (el jardín de Jehová donde no se había conocimiento del bien y del mal), y el del brutal salvaje, ser feroz y agresivo sin moral y con rituales antropófagos, experimentando un estado crónico de guerra y barbaridad, los nuevos ocupantes disfrutaron de una mezcla de religión y ciencia, de misticismo y lógica, juntando el darwinismo social (sería mejor definirlo como antisocial) con la teoría demográfica de Malthus, un pastor anglicano autor del salario a nivel de subsistencia, y la predestinación calvinista. Empezando por la teoría maltusiana, sabemos que el economista afirmaba que cualquier aumento de salario a favor de la clase trabajadora era inútil, porque producía una crecida de la tasa de fertilidad y por lo tanto el incremento demográfico llevaba a nuevas personas a asomarse al mercado laboral provocando un descenso de la retribución, en la realidad, su tesis ha sido confutada, dado que la baja tasa de natalidad en las sociedades occidentales no se registró durante los últimos veinte años (1997-2016) de crisis financiera sistémica del capitalismo (1997 crisis de las tigres asiáticas, 1998 crisis financiera rusa y rescate estadounidense por la quiebra de la Long-Term Capital Management L.P., 2001 crisis de Argentina, 2008-2015 Gran Recesión, que comprende la burbuja inmobiliaria española de 2007, la crisis bancaria americana relativa a las hipotecas subprime de 2008, la crisis de la deuda soberana europea de 2010 concerniente a Grecia, Italia, Irlanda, Portugal y otra vez España, corralito en Chipre de 2013) sino en un periodo en que las economías funcionaban bien y con un nivel de los salarios muy por encima de el de subsistencia, dato que comproba la paradoja demográfico-económica, o sea, la relación inversa entre la riqueza y la fertilidad dentro y entre las naciones, tesis según la cual la tasa de natalidad disminuye cuando las personas incrementan su rédito y sus activos patrimoniales, se enfocan más en si mismas en vez de concentrarse en la procreación. Como observó justamente el ex ministro indiano Karan Singh “el desarrollo es el mejor método anticonceptivo” y está conectado estrechamente con el grado de instrucción y el PIB per cápita, de acuerdo a ello en los 20 países en que mayor es este indicador (Banco Mundial datos 2015) nacen menos hijos (Qatar 2.1, Luxemburgo 1.6, Singapur 1.3, Brunei Darussalam 1.9, Kuwait 2.1, Noruega y Emiratos Árabes Unidos 1.8, Suiza 1.5, Hong Kong 1.2, Estados Unidos 1.9, Arabia Saudita 2.8, Bahrein 2.1, Irlanda 2.0, Países Bajos 1.7, Taiwan 1.1, Australia y Suecia 1.9, Alemania 1.4, Canadá 1.6, Banco Mundial datos 2014) con una promedio de 1.7 por mujer, bastante por debajo de 2.1 que es la tasa de fecundidad necesaria para que un país crezca demográficamente. Entonces, las reducción de las retribuciones fueron antes una consecuencia de la internacionalización de la producción (libre circulación de capitales y libertad de establecimiento en contextos con bajos salarios y sin una adecuada o tal vez inexistente legislación laboral), luego una directa consecuencia de inmigraciones masivas aceptadas y avaladas por gobiernos de derecha (populares y liberales) e izquierda (socialistas y socialdemócratas), respondiendo a la lógica de la clase empresarial que necesitaba que multitudes de extranjeros legales e ilegales dispuestos a trabajar por un sueldo inferior a lo establecido por convenio (primer descenso salarial), accedieran al mercado constituyendo un ejercito industrial de reserva. Estos nuevos empleados causaron una caída del salario hacia la subsistencia con la rebaja de la paga horaria, la libertad de despido y reducción de la protección por despido, la generación de miniempleos y subempleos, todas condiciones típicas de la precariedad laboral que claramente se ha combinado con la creciente emancipación femínea (nueva fuerza laboral que incrementa la oferta) y la revolución informática (aumento vertiginoso de la producción con siempre menos necesidad de ocupados). El discurso es que los flujos migratorios, causados a menudo por guerras y las venideras desestabilizaciones y carestías detrás de las que hay la explotación secular de las potencias europeas y su cínica estrategia de defensa preventiva, les han quitado a las regiones subdesarrolladas su principal fuerza laboral llevándola al mundo occidental para comprimir el costo del trabajo, determinando una inicua distribución entre salarios, de una parte, y ganancias y rentas, de otra parte, que es la razón de la disgregación de la colectividad capitalista con los consiguientes problemas de cohesión social e integridad cultural. Se puso en marcha de manera voluntaria el proyecto del darwinismo social, lo que Hofstadter considera una filosofía esencialmente conservadora teniendo como centro ideológico la promoción de valores de trabajo duro de memoria victoriana, el congelamiento del orden constituido y claras diferencias sociales, en otras palabras, una creencia reaccionaria que produce la lucha competitiva y el racismo entre los pobres o clases subalternas. Para que este credo pudiera tener la máxima eficacia ha sido oportuno encubrirlo de énfasis religiosa, lo que hizo, entre otros, John D. Rockefeller Jr., quien usando el ejemplo de la rosa dijo:

“El crecimiento de un gran negocio es simplemente la supervivencia del más apto... La rosa American Beauty sólo puede alcanzar el máximo de su hermosura y el perfume que nos encantan, si sacrificamos otros capullos que crecen en su alrededor. Esto no es una tendencia malsana del mundo de los negocios. Es más bien sólo la elaboración de una ley de la naturaleza y una ley de Dios”.

Este tipo de axioma penetró en el ADN del protestantismo así como este protestantismo entró en la cultura de la nación americana, concretando una ruptura ulterior con el catolicismo que en su posición oficial condenaba decididamente el darwinismo biológico y social, en cuanto negaba la igualdad de los hombres delante de Dios, marginaba el rescate de Jesús Cristo y consideraba normales injusticias y privilegios como señas de una voluntad divina operante en el mundo.

Todo el equipaje liberal del siglo XIX ha sido recuperado en las dos ultimas décadas, con el actual resultado que los pobres son pobres no por culpa de una sociedad corrupta, argumentación racional, sino por sus mismos errores y fracasos, un delito que según el diseño teleológico hay que aceptar y expiar, de hecho, se ha afirmado un dogma neo-evolucionista que confuta tanto el pensamiento de Huxley, un denodado defensor de la doctrina de la evolución social que con agudeza mental observaba que el que más se adapta a sobrevivir podría ser el peor en el plan ético, tanto la moderna teoría simbiogenética de la científica Lynn Margulis, que funda la evolución esencialmente en la cooperación, la interacción y la dependencia reciproca entre los organismos. Este desgarre que atraviesa tanto la condición humana cuanto el escabroso universo cristiano desde sus orígenes, vuelve a colocarse en el centro del escenario, hoy en día en América Latina hay 425 millones de católicos, el 40% de los fieles de la Iglesia Romana, que no pueden ser ignorados, no es un caso que en los últimos 40 años las congregaciones reformistas se han dedicado con el respaldo financiero y logístico de los servicios secretos estadounidenses, a convertirles a la religión de Lutero y Calvino, y se calcula que alrededor de 10 millones de personas abandonaron su tradicional fe para acercarse a las comunidades evangélicas.

Según la encuesta del Instituto Pew Research (datos de noviembre de 2014), en 1960 los católicos en América Latina eran el 95% de la población mientras que en 2014 su porcentaje llegaba al 69%, con una perdida neta de 26 puntos, pues, tampoco parece que el nombramiento y la catequesis de un pontífice latino llegue a parar la huida de creyentes, y eso que la elección del cardenal Bergoglio tenía como preciso objetivo estancar el sangrado de seguidores en las ex colonias españolas. Las cifras son aun más impiedosas considerando que entre 1970 y 2014 la comunidad católica ha bajado 31 puntos porcentuales en Brasil (de 92% a 61%), 21 puntos en Uruguay (de 63% a 42%), 20 puntos en Argentina (de 91% al 71%) y Venezuela (de 93% a 73%), 19 puntos en Perú (de 95% a 76%), 16 puntos en Colombia (de 95% a 79%) y Ecuador (de 95% a 79%) y 12 puntos en Bolivia (de 89% a 77%) y Chile (de 76% a 64%), además, una caída catastrófica de afiliados, siempre con referencia al mismo período 1970-2014, se ha registrado en Centroamérica, donde en países como Nicaragua (-43%), Honduras (-47%), El Salvador (-43%) y Guatemala (-41%), los fieles del Vaticano ya no son la mayoría absoluta de la población. Es inequivocable que los protestantes hicieron un muy buen trabajo de apostolado, pero mientras ganaban terreno en toda América Latina su posición interna se debilitaba. En EE. UU. si bien los protestantes siguen siendo la comunidad religiosa más nutrida, su porcentaje durante sólo siete anos (2007-2014) se ha reducido 4.7 puntos pasando de 51.3% a 46.6% (protestantes evangélicos 25.4%, protestantes tradicionales 14.7% y protestantes negros tradicionales 6.5%), en el mismo lapso de tiempo los católicos han limitado la pérdida de afiliados alrededor de los 3 puntos pasando de 23.9% a 20.8%, pero la principal preocupación de la clase dirigente estadounidense es la tendencia histórica, durante 68 años (1948-2015) los protestantes han asistido a un progresivo empequeñecimiento de los grupos de fieles (eran el 69% en 1948), en cambio los católicos han mantenido constante el numero de sus adeptos, dado que en 1948 eran el 23% de la población (datos del Instituto Gallup). De particular relevancia, es que durante más de 20 años, entre 1948 y 1970, los cristianos reformistas han conservado su fe con una ligera disminución (69% en 1948 y 65% en 1970), por el contrario, el desapego se hace muy evidente en la década de los 70 bajando en diez años 4 puntos porcentuales, tanto que en 1980 sólo el 61% se declaraba protestante y a partir de este año el descenso ha seguido sin parar hasta hoy, eso se cumplía en el mismo tiempo en que la misión Rockfeller llevaba a cabo su campaña para proteger los intereses imperialistas en América Latina (1969), organizando una extrema vigilancia y represión de todos los exponentes católicos y protestantes integrantes de la teología de la liberación, en este sentido, encontró una mano amiga en Karol Wojtyła, el papa que se ocupó personalmente de humillar y sofocar el movimiento con una opción preferencial por los pobres, erradicándolo casi por completo como en Nicaragua.

El Cóndor vuelve a volar sobre América

En 1980 el informe del comité conservador de Santa Fé encargado por el Consejo para la Seguridad Interamericana, dio el visto bueno a la operación de manipulación ideológica para la hegemonía estadounidense en Centro y Sudamérica, ya emprendida por varias organizaciones y empresas norteamericanas. En el documento intitulado “Subversión Interna” se subrayaba la importancia del control económico del continente latinoamericano y el rol protagónico de la iglesia para forjar el concepto de libertad política, asimismo, se resaltaba la necesidad de sosegar cualquier actividad revolucionaria enfrentando con una oposición activa, y no simple reacción, la Teología de la Liberación.

El programa “América First” de Donald Trump se pone en el mismo marco político eligiendo opciones conformes al tiempo presente, su objetivo es garantizar la seguridad y la influencia norteamericana parando la difusión de la cultura hispánica en todo el continente, dado que los que han contribuido de manera rotunda al mantenimiento de la fe católica en EE.UU. son los latinos. Su presencia tiene la capacidad de cambiar la geografía religiosa de los estados donde se trasladan, basta pensar que son el 34% del total de los católicos, con un aumento de 5 puntos respecto a 2007 (29%), y de esos el 28% son inmigrantes de primera generación, el 15% de segunda generación y el 58% de tercera y precedentes generaciones, en cambio, dentro de los protestantes tradicionales los latinos son sólo el 6% (eran el 3% en 2007), el 11% de los evangélicos (eran el 7% en 2007), que una vez más, como en Sudamérica, demuestran la mayor eficacia de su catequesis, y el 3% entre los protestantes negros tradicionales (eran el 4% en 2007). La afiliación religiosa tiene su importancia respecto a temas tanto sociales cuanto culturales y se detectan diferencias en la conducta de los varios grupos de fe que pueden dañar el modelo económico wasp. Si bien EE.UU. fue siempre descrito como un país acogedor construido por inmigrantes de muchas nacionalidades, en verdad su política en materia migratoria ha sido muy selectiva y discriminatoria durante siglos, en especial, a partir de 1870 las medidas adoptadas se caracterizaron por una clara matriz racial y eugenésica y hay una larga lista de leyes que lo atestiguan. En 1882, el Congreso sancionó la Ley de Exclusión China, que limitaba el número de chinos que podían llegar al país, acordaba cupos por ciudad y vetaba la radicación de mujeres, además, todos los asiáticos eran sometidos durante meses a duras investigaciones y a menudo expulsados sin explicaciones; en 1907, un acuerdo con el Japón circunscribía fuertemente la llegada de los nipones a EE. UU.; en 1917, se promulgó la Ley de Inmigración, que teniendo como base el informe Dilligham abolía todas las incongruencias de las precedentes normas y deportaba a los indeseables, es decir, a los analfabetos, inmorales, alcohólicos, vagos, locos, polizontes, homosexuales, epilépticos, polígamos, anarquistas y los de constitución sicópata inferior; en 1921, el gobierno estableció la política de las cuotas migratorias, se limitaba la inmigración anual al 3% de los extranjeros de cada nacionalidad residentes en territorio norteamericano tomando como base 1910, la consecuencia fue que la inmigración se redujo un 50% en sólo un año; en 1924, se aprobó la Ley de Exclusión de Japoneses y Razas Orientales y se actualizó la cuota de inmigración anual según país reduciéndola al 2% y tomando como referencia el año 1890, al mismo tiempo, se inauguró la patrulla fronteriza (U.S. Border Patrol) para proteger las fronteras y puertos del país, impidiendo el ingreso de clandestinos, terroristas, contrabandos, armas y droga; en 1940, se emanó la Ley de Registro de Inmigrantes con la que se conseguían las huellas dactilares de los que llegaban a EE. UU. y se combatía la presencia de extranjeros subversivos y sediciosos; en 1952, con la Ley de Nacionalidad se determinó la exclusión y la expatriación de inmigrantes considerados de forma genérica peligrosos (comunistas o simpatizantes del socialismo real), y con una revisión del derecho existente se solicitó una apertura a la incorporación de una inmigración calificada y educada para favorecer el progreso económico y cultural de los Estados Unidos, fueron muchos los científicos nazis que llegaron al país beneficiándose de esa ley y de la “Operación Paperclip”, ya en marcha en 1945; por último, en 1965, después de haber explotado con permisos temporales 5 millones de trabajadores mexicanos utilizados en el sector agrícola durante casi un cuarto de siglo (1942-1964), la Ley de Inmigración y Nacionalidad, también conocida como Ley Hart-Celler, canceló el programa cerrándoles la puerta a los braceros y declarando la necesidad de una correspondencia entre exigencias de la economía estadounidense y flujos migratorios, en sustancia, se eligió como requisito prioritario las cualidades profesionales de los migrantes y sus lazos familiares con ciudadanos estadounidenses. El objetivo oculto de la ley era detener las olas de inmigraciones desde regiones en desarrollo (Asia, África, Oriente Medio y Sudamérica) favoreciendo la llegada de personas provenientes de sociedades tradicionales y afines (Europa Occidental).

Una primera relevante ruptura en la política migratoria estadounidense hasta aquel tiempo muy rigurosa, se produjo en 1986 cuando Ronald Reagan, presidente republicano, promulgó una amnistía que regularizaba a 3 millones de sin papeles con la notoria Ley Simpson-Rodino, la disposición no representó un gesto de solidaridad sino una rendición a las presiones de las mega-empresas, que revelaba la importancia de los trabajadores latinos indocumentados en la economía yanqui para moderar las reivindicaciones salariales, particularmente en el sector agrícola, los transportes y los servicios (hotelería y restauración), esta afirmación es tan verdadera que a los legalizados no se les proporcionaba ninguna asistencia en los cinco años sucesivos a la regularización publica, sin embargo tenían que pagar impuestos y cuotas a la seguridad social, encima, se les quitaba la defensa gratuita en las cortes. Con la Ley Simpson-Rodino, de hecho, se autorizó un mercado laboral paralelo y barato dejando a merced de los empresarios y las autoridades una gran mayoría de obreros provenientes de países donde se habían instalados gobiernos títeres (como en México bajo el mando de Gustavo Díaz Ordaz Bolaños entre 1964 y 1970 y luego de Luis Echeverría Álvarez entre 1970 y 1976), y regímenes militares apoyados por EE. UU., como en Chile (Augusto Pinochet 1973-1990), Uruguay (Juan María Bordaberry 1973-1985), Argentina (Jorge Rafael Videla 1976-1983), Bolivia (Hugo Banzer 1971-1978), Perú (Juan Francisco Velasco Alvarado 1968-1975 y Francisco Morales Bermúdez Cerruti 1975-1980) Brasil (1964-1985), Ecuador (Guillermo Rodríguez Lara 1972-1976 y Consejo Supremo de Gobierno 1976-1979), Honduras (Oswaldo Enrique López Arellano 1963-1971 y 1972-1975, Juan Alberto Melgar Castro 1975-1978 y Junta Militar del general Policarpo Juan Paz García 1978-1982), Guatemala (Fernando Romeo Lucas García 1978-1983 y José Efraín Ríos Montt 1982-1983), El Salvador (Julio Adalberto Rivera 1962-1967, Fidel Sánchez Hernández 1967-1972, Arturo Armando Molina 1972-1977) y Panamá (Omar Efraín Torrijos Herrera 1968-1981), todas dictaduras que sucesivamente colaboraron para desarrollar el pacto criminal conocido bajo el nombre de Plan Cóndor, con el auxilio de la Triple A y de varios grupos parapoliciales, terroristas y paramilitares financiados por la CIA.

Siguieron en 1990 (presidente George H. W. Bush) la primera Lotería de Tarjeta Verde (Diversity Immigrant Visa o Green Card Lottery) que les otorgaba cada año, con un sorteo, cerca de 55 mil permisos de residencia a ilegales, y en 1996 la Ley de Reforma de la Inmigración Ilegal y de Responsabilidad del Inmigrante (presidente Bill Clinton) que regularizó a 300 mil clandestinos de Centroamérica que habían llegado a EE. UU. como refugiados desde Nicaragua, El Salvador, Guatemala y otras realidades, en sustancia, se consolidaba la incorporación de asalariados con derechos reducidos o nulos que empezaron a trastornar el entorno económico del imperio.

A principios del nuevo siglo se tomó conciencia de que la demografía de la nación estaba cambiando, el presidente George W. Bush propuso una severa reforma de la inmigración, pero lo único que consiguió fue que el Congreso destinara 1200 millones de dólares en 2006 para la construcción de 700 millas de muro en la frontera con México y el reforzamiento del patrullaje, medidas absolutamente ineficaces y de pura propaganda, en cambio, su sucesor Obama, después de que el Departamento de Estado dio a conocer que 11.6 millones de indocumentados vivían de manera estable en el país, inauguró, en 2008, una política de expulsión masiva deportando casi 1.5 millones de extranjeros ilegales, pero al final tuvo que arrodillarse ante los intereses de los lobbies de las multinacionales promoviendo dos ordenes. En 2012 la Acción Diferida (DACA) les concedió un permiso de residencia temporal de dos años (a partir de 2015 tres años), renovables, a casi 800 mil jóvenes indocumentados (entretanto Barack Obama solicitó varias veces la aprobación de la ley para la reforma del sistema de inmigración con la legalización de millones de clandestinos, que pasó al Senado con un pacto transversal pero fue bloqueada en la Cámara de Representantes), y en 2014 la Acción Diferida para Responsabilidad de los Padres (DAPA), con la que se regularizaba a quien tenía un hijo o una hija ciudadano estadounidense o residente legal permanente y había residido continuamente en los EE.UU. desde el 1 de enero del 2010. Las dos disposiciones se proponían arreglar la posición de 5 millones de sin papeles.

El asunto inmigración es muy controvertido y es el lugar donde chocan líneas de fuerzas contrapuestas, Donald Trump parece compartir la preocupación que empujó, en 2010, al gobierno de Arizona y a otros estados del sur a emanar leyes restrictivas a la inmigración, es decir, el vertiginoso cambio demográfico que puede afligir al país ¿pero exactamente en qué?

En lo que es propiamente el espíritu blanco y reformador de EE.UU., dicho de otra forma, la supervivencia del más apto y de la American Beauty (la belleza americana), que los católicos parecen rechazar como elemento cultural que no le pertenece, visto que el 48% de ellos opina que la ayuda del Estado a los pobres hace más bien que mal (el 46% piensa el contrario), en cambio, el 52.6% de los protestantes (48% de los tradicionales y 56 % de los evangélicos) sostiene que hace más daño que bien. El 47% de los católicos está a favor de una presencia más grande del estado en la economía como proveedor de servicios, por el contrario, sólo el 31.6% de los protestantes (34% de los tradicionales y 30% de los evangélicos) comparte ese convencimiento (en sustancia el 61.9% de ellos quieres menos Estado), por lo que concierne la salvaguardia medioambiental, el 55% de los católicos y el 49.5% de los protestantes (56% de los tradicionales y 45 % de los evangélicos) opinan que la inversión conlleva más beneficios que costos. Además, con referencia a los temas éticos, el 48% de los católicos está a favor del aborto que, a su parecer, tendría que ser legal en la mayoría de los casos, respecto al 44.1% de los protestantes (60% de los tradicionales y 33 % de los evangélicos), el 70% de los católicos considera la homosexualidad como natural mientras que sólo el 48.4% de los protestantes (66% de los tradicionales y 36 % de los evangélicos) se expresa de manera favorable sobre el argumento, el 57% de los miembros de la comunidad católica y el 40% de los protestantes (57% de los tradicionales y 28% de los evangélicos) apoya el matrimonio entre personas del mismo sexo. En conclusión, la visión del hombre, de Dios y de la sociedad refleja una evidente diferencia entre católicos y protestantes, basta considerar que el 27% de los primeros opina que los seres humano siempre existieron en la forma presente mientras que el 45.80% de los segundos (30% de los tradicionales y 57 % de los evangélicos) queda anclado en la razón practica y la selección natural de los padres fundadores.

El Espía Digital