La CIA está detrás de casi todos los principales acontecimientos políticos de la historia reciente de España
Los hombres de la CIA (Central Intelligence Agency) están detrás de casi todos los principales acontecimientos políticos y militares de nuestra historia reciente. La sede central de la Agencia, en Langley, tiene poco que ver con el edificio donde entra y sale a su antojo Faye Dunaway en la película Los tres días del Cóndor. Es un gigantesco bunker desde donde se han diseñado cientos de operaciones desarrolladas en España por los servicios de inteligencia norteamericanos desde la posguerra mundial hasta hoy.
Las recientes escalas en aeropuertos españoles de aviones de la CIA, con prisioneros que son trasladados a centros de tortura distribuidos por varios países de la órbita norteamericana, constituyen sólo un eslabón más de la cadena de actuaciones clandestinas que la Agencia inició en nuestro país durante la Guerra Fría. La sólida infraestructura que hoy permite continuar trabajando a sus hombres aquí comenzó a construirse a principios de los años cuarenta.
La CIA interviene en la instalación de las bases militares estadounidenses en nuestro suelo, la transición del franquismo a la Monarquía, el golpe de Estado del 23-F o la definitiva integración del Estado español en la estructura de la OTAN.
La permanencia de la dictadura franquista, durante casi cuatro décadas, y la evolución controlada hacia un sistema parlamentario están condicionadas por la actividad de los espías norteamericanos.
En esa oscura tarea de mover los hilos desde la sombra colaboran con los servicios estadounidenses miembros del Ejército español, destacados políticos y diplomáticos, empresarios, hombres de la banca y personajes del mundo de la cultura y el periodismo. La mayor parte de los colaboradores de la CIA tienen poco que ver con la imagen tópica, peliculera y novelesca de los espías: son individuos «normales», perfectamente integrados en su entorno social. Muy distintos son los oficiales de operaciones, situados en los puntos neurálgicos de la red. En España, durante todo este tiempo, han dirigido el espionaje norteamericano curtidos oficiales de la Agencia, expertos en acciones encubiertas, como los sucesivos jefes de la estación de la CIA en Madrid, situada en la embajada de la madrileña calle de Serrano, Robert E. Gahagen, Néstor Sánchez, RonaldEdward Estes, Richard Kinsman o Leonard Therry. Todos ellos arrastran ya un largo historial operativo cuando llegan aquí. Han desarrollado la mayor parte de sus carreras en Latinoamérica y su biografía profesional está marcada por una sucesión de golpes de Estado y de operaciones desestabilizadoras en Bolivia, Brasil, Uruguay...
Uno de los más eficaces agentes norteamericanos en España es Ronald E. Estes. Aparece en Checoslovaquia poco antes de la Primavera de Praga; en Beirut, financia y organiza la Falange Libanesa, que más adelante provocará las terribles matanzas de Sabrá y Chatila; después actúa en Grecia, para apoyar la «solución Karamanlis», como salida a la dictadura de los coroneles... Hasta que llega a España y se produce el golpe de Tejero y Milans.
Con los hitos profesionales de estos acreditados «especialistas» se puede reconstruir la política exterior norteamericana desde los años de la Guerra Fría. Aparte de ellos, trabaja para la Agencia una legión de colaboradores de mayor o menor rango, introducidos en todos los ámbitos sociales y políticos del país: el Ejército, los partidos, la educación, la cultura, los bancos y las grandes empresas, los sindicatos... El New York Times publica en 1975, poco antes de la muerte de Franco, que la CIA mantiene importantes relaciones con todos los partidos políticos españoles para buscar una salida al régimen, incluido el PCE (Partido Comunista de España) de Santiago Carrillo.
Dos años más tarde, el secretario general de esta formación será invitado a viajar a Estados Unidos, caso único en la historia de los partidos comunistas, cuyos dirigentes han tenido prohibida la entrada en Estados Unidos desde siempre (1).
Este libro desvela los mecanismos de penetración de los servicios estadounidenses en España desde la Segunda Guerra Mundial. Los propios documentos desclasificados por la Administración de Estados Unidos arrojan luz sobre determinados aspectos de esta historia. Quienes los redactan escriben para que se les entienda, sin pudor político ni circunloquios literarios (2).
A través de esos materiales se puede comprobar que la principal preocupación de los norteamericanos es mantener bien amarrado al régimen de Franco con el menor coste político para ellos en el plano internacional (3).
Las confesiones de antiguos miembros de la Agencia apartados de la organización y los testimonios de oficiales españoles que han seguido de cerca las actividades de los hombres de la CIA aportan datos jugosos para entender cómo actúan los espías norteamericanos en nuestro país. En más de una ocasión, algunos miembros de los servicios de inteligencia españoles se han enfrentado a ellos para abortar sus planes, como es el caso de la Operación Gino, que provoca la expulsión de la plana mayor del espionaje estadounidense en España.
Antes de que la CIA se constituyera oficialmente, la actividad de los servicios norteamericanos en nuestro país era importante, pero mucho menos que la de los británicos. El Intelligence Service considera la península un feudo suyo hasta después de la victoria aliada de 1945. En España actúa el famoso espía Juan Pujol «Garbo», bajo las órdenes de Desmond Bristow, jefe de la «sección ibérica» de la inteligencia británica durante años .Y también lo hace el propio Harold «Kim» Philby, el gran infiltrado de los soviéticos en las filas de la inteligencia angloamericana.
A medida que avanza la década de los cuarenta, la OSS (Office of Strategic Services) estadounidense, precursora de la CIA, hereda las privilegiadas relaciones que los británicos mantienen, desde siempre, con el PNV (Partido Nacionalista Vasco).
Durante toda la Guerra Civil, los nacionalistas buscan la mediación británica para intentar conseguir un acuerdo con Franco. Después, cuando los norteamericanos ya están mucho más interesados en controlar las actividades de los comunistas en España que en mover de El Pardo a su inquilino, los servicios del PNV comienzan a actuar bajo las órdenes de Washington. Su anticomunismo clerical les hace coincidir con los
intereses de la CIA.
En 1947, cuando se crea la Agencia, con el mundo dividido en dos bloques antagónicos, el asunto ya está muy claro: los norteamericanos deciden mantener al Caudillo bajo palio y utilizar sin trabas el suelo español como plataforma militar. Comienza la captación de oficiales del Ejército franquista para servir al poderoso aliado estadounidense.
Por otra parte, los norteamericanos mantienen hilo directo con Laureano López Rodó y apoyan también la Operación Lolita, que prepara a Juan Carlos de Borbón para suceder al Generalísimo. Inmediatamente después de subir al trono, el primer viaje oficial del monarca le lleva a Estados Unidos, donde recibe el espaldarazo del Imperio. El rey mantiene siempre excelentes relaciones con sus mentores del otro lado del Atlántico. Colabora con ellos en la entrega del Sahara a Marruecos, cuando todavía es el «heredero» designado por Franco, y después presiona desde La Zarzuela a los sucesivos gobiernos de la Transición para que España se acomode definitivamente en el seno de la OTAN. A cambio, obtiene respaldo político y prebendas personales.
A finales de los cincuenta, los servicios de Estados Unidos «tocan» a jóvenes socialistas para tenerlos como permanente fuente de información sobre las actividades de la oposición comunista. Carlos Zayas. Joan Raventós o José Federico de Carvajal son algunos de ellos. Otro socialista de postín que mantiene relaciones con los servicios norteamericanos es el actual Defensor del Pueblo, Enrique Múgica, quien, por su ascendencia judía, también goza de buenos contactos con el Mossad israelí.
Múgica y Raventós participan en la reunión que se celebra en 1980 en casa de Antoni Ciurana, alcalde de Lérida, en la que Armada tantea la opinión del PSOE (Partido Socialista Obrero Español) sobre la «reconducción» que desembocará en el 23- F. Y sólo dos días antes del asalto de Tejero al Congreso, el comandante Cortina, del CESID (Centro Superior de Información de la Defensa), muy vinculado a los servicios norteamericanos y uno de los principales coordinadores del golpe, visita al embajador de Washington en Madrid, Terence Todman, para que dé su visto bueno a la operación.
La misma mañana del 23 de febrero, el sistema de control aéreo norteamericano, a través de la estación central de Torrejón, anula el Control de Emisiones Radioeléctricas español, mientras los pilotos de las Fuerzas Aéreas de Estados Unidos permanecen alerta en las cuatro bases «de utilización conjunta». El secretario de Estado, Alexander Haig, declara que el golpe «es una cuestión interna» española, cuando aún no está claro el desenlace de la historia.
Una anécdota hasta ahora inédita resulta muy ilustrativa para entender algunos aspectos de la trama del 23-F. Pocos días después de que se resuelva momentáneamente el asunto, con la liberación de los diputados y el encarcelamiento de Milans, Tejero y unos cuantos militares más, tiene lugar una reunión de oficiales de los servicios españoles de inteligencia para tratar algunos aspectos relacionados con el intento del golpe. La preside Javier Calderón, en ese momento secretario general del CESID. Todo parece indicar que se quiere dar carpetazo al tema sin rebuscar más de la cuenta ni apretar las clavijas a nadie. Cuando va a disolverse la sesión, el teniente coronel Guitián enseña un telegrama y pregunta: «Entonces, ¿qué hago con esto?». El sistema de comunicaciones que está a cargo de Guitián ha captado ese envío a última hora del día 23 de febrero. Lo abre y lee: «Jaime, ahora vas contra la Corona». Es una reunión con numerosos testigos. Entonces, visiblemente cabreado, Javier Calderón le dice, delante de todos: «Joder, Guitián, no tienes sensibilidad informativa».
Otro aspecto clave para entender el diseño de la política española realizado por los servicios norteamericanos es la toma del poder, dentro del PSOE, de Felipe González y los suyos en Suresnes, en 1974. El político sevillano acude a esta pequeña localidad francesa situada cerca de París escoltado por oficiales del SECED, el servicio de información creado por el almirante Carrero Blanco. Ellos son también quienes le proporcionan el pasaporte.
A la hora de garantizar la transición sin sorpresas desde el franquismo a un régimen más homologable internacionalmente, una pieza fundamental es el Ejército. El propio general Vernon Walters, que llega a director adjunto de la CIA, es el encargado de tantear a relevantes mandos militares españoles a principios de los setenta, para tener bien amarrado el proceso de cambio. Franco está ya al final del camino y el príncipe heredero, preparado para ocupar el trono. Pero antes de que desaparezca Franco, se produce el atentado de ETA contra Carrero, muy cerca de la embajada norteamericana. Nadie duda de que los autores materiales del asesinato son miembros de la organización vasca, pero en la trastienda quedan muchas cosas sin aclarar. Hay demasiadas piezas que no encajan.
Los socialistas de Suresnes aguantan su «OTAN, de entrada», como reclamo electoral, hasta que llegan al poder, en 1982. Después del referéndum de 1986, por fin, España ya es demócrata y de la OTAN. Veinte años más tarde, los aeropuertos españoles continúan siendo una base segura para las acciones encubiertas de la CIA.
Notas:
1 Citado en Área Crítica, septiembre de 1983, CIA: la estación española.
2 Pero la transparencia de los archivos norteamericanos, como su democracia, tiene demasiadas lagunas. Se desclasifican los materiales menos comprometedores y algunos de ellos aparecen con casi todos los párrafos tachados. Por ejemplo, en un memorándum del Consejo Nacional de Seguridad, de fecha 16 de diciembre de 1969, en el que se valora la funcionalidad de las bases aéreas españolas de Torrejón, Morón y Zaragoza, en los tres supuestos de «guerra general», «guerra limitada» y «tiempo de paz», se puede leer:
«Los informes militares señalan que las tres bases aéreas españolas se han convertido en menos importantes, menos centrales, para la postura estratégica de Estados Unidos desde la década de los años sesenta, cuando los bombarderos B-47 fueron sustituidos. Hoy, en el caso de una guerra general, Zaragoza proveerá de apoyo e infraestructura para poder repostar una flota de aparatos 12 SAC, y Torrejón y Morón recibirán un combinado total de 74 bombarderos estratégicos. Estas dos últimas bases ayudarán en operaciones de recuperación y reciclaje».
A continuación, queda claro que la base que de verdad les sigue interesando es la de Rota, pero intentan ocultar su opinión sobre las excelencias de la bahía gaditana: todo el resto del documento está tachado.
3 No obstante, dada la oposición implacable de varios países europeos al ingreso del régimen franquista en la estructura de la OTAN, Washington sólo encuentra la fórmula de los acuerdos «bilaterales» de cooperación hasta después de la muerte del dictador. En otro memorándum secreto, éste fechado el 5 de octubre de 1960, se marcan claramente los objetivos estadounidenses en relación con nuestro país:
El acceso a las estructuras militares en España que requieren los Estados Unidos y la aceptación, por parte de España, del concepto de «Seguridad Colectiva». Mantenimiento de la orientación anticomunista de España y desarrollo de relaciones de mayor proximidad con Estados Unidos. Mejora de las relaciones entre España y las naciones de la OTAN para atar a España tan firmemente como sea posible a los planes occidentales de defensa regional y obtener la participación de España en la OTAN tan pronto como sea apropiado, sin comprometer a los Estados Unidos en este momento para traer a las fuerzas españolas a los estándar de la OTAN en caso de que España sea admitida. Y mantenimiento de la estabilidad interna, necesaria para cumplir estos objetivos.
Alfredo Grimaldos Feito (Madrid, 1956), es licenciado en Ciencias de la Información por la Universidad Complutense. Ha desarrollado, paralelamente, el trabajo de periodista de investigación y la crítica flamenca. Ha escrito, entre otros libros, La sombra de Franco en la Transición, La CIA en España, Zaplana, el brazo incorrupto del PP, La Iglesia en España (1977-2008) y La Lidere S.A. Director de la revista de información flamenca Cabal (1982-1985), y director y presentador de los programas radiofónicos La hora del duende (1984-1990) y A compás (1991-1996), ha publicado numerosos artículos sobre flamenco en los diarios Liberación y La Tarde y en las revistas Actual, Interviú, Artículo 20,Injuve y XL Semanal, entre otras. Desde 1989 es el crítico de flamenco del diario El Mundo. También es autor del libro Luis de la Pica. El duende taciturno (2006).
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