El Demonio dentro de nosotros
Crítica y Alabanza del libro de José Antonio Bielsa Arbiol:
“Satanocracia. La destrucción del Viejo Orden Cristiano” [Letras Inquietas, Cenicero, 2020]
La Iglesia Católica nos habla de la existencia de ángeles malos. Éstos, como las demás criaturas espirituales, gozaron del libre albedrío y, aun siendo seres superiores al hombre en cuanto al conocimiento de las cosas, por no depender de un cuerpo como depende el hombre, y por participar en mayor grado del Bien y del Entendimiento divinos, no obstante también pueden caer. Esta caída de ciertos ángeles, numerosos y organizados como ejércitos, capitaneados por algunos de los más grandes, eminentes en su maldad y de nombres conocidos (Satanás es uno de ellos), son entes reconocidos por la Teología, realidades que el católico no puede negar. Fue el Doctor Angélico, la gran luminaria del catolicismo, quien dedicó numerosas páginas de la Suma de Teología, por ejemplo, a hablarnos de ellos con la austeridad, simplicidad y rigor con que trató de otras criaturas y problemas de la ontología. Lejos, muy lejos de la morbosa y bizarra “Satanomanía” de nuestros días, y lejos, muy lejos también, de toda hipostatización del concepto de Mal.
Otra verdad que la Iglesia como Maestra sostiene, y que el Doctor de Aquino defiende con todo rigor es que el Mal no es una “cosa”, no es ente. El Mal no es “hipóstasis”, vale decir, sujeto o sustancia sino más bien una privacióndel bien. Nótese que decimos privación y no meramente ausencia. Toda criatura viene de Dios, hasta el hombre criminal más abyecto, y toda acción, incluso la más repulsiva, posee inscrita en su interior una tendencia hacia el bien. Los seres a los que el Creador ha dado su existir son por esencia buenos, y cuando éstos yerran, pecan, ofenden al Padre y tuercen sus naturalezas lo hacen así, no obstante, por causa del Bien, pero de forma desarreglada. Acaso anteponen bienes inferiores a los que ocupan lugares más altos en el Plan Divino, o se extravían en pro de bienes marginales y olvidan y niegan el Bien en sí.
Que Satán, príncipe de los demonios, haya querido ser como Dios, no deja de representar, en el más profundo sentido metafísico, una rebelión en la que se reconoce a ese único Dios como la Potestad de la Creación. La rebelión de Satanás fue, a gran escala y allá arriba en los Cielos, otra muestra más del inmenso Poder que en los Cielos habita y desde donde irradia bondad y lección a todos cuantos nos arrastramos por este limo que es la Tierra y el Siglo. Le ocurrió al Demonio y a su legión lo que le ocurre, aunque a una escala ínfima, al más vulgar de los envidiosos. Quien envidia, en cierto modo, ama al envidiado si bien su orgullo y malicia hace que el amor –esencialmente bueno- se mancille de odio.
Satán ama a Dios en el fondo, pero en la envidia y el orgullo que le embarga, malogra ese amor y esto le hace caer. Es una Caída cósmica, millonaria en evos, que aún podemos contemplar hoy. Cuando vemos el mundo y nos amargamos con lo mal que van las cosas, no hacemos sino contemplar la Cósmica Caída de un ingente ejército de malos que, pese a su “luz” (en la negrura de los demonios hay una pérfida luz que portan para sus designios malvados), nada tiene que hacer contra la Luz por excelencia, la Luz de todas las luces. Ese ejército de demonios quiso arrastrar al Hombre, pero vino el Hijo del Hombre a detener la caída. Cualquier maldad rumiada por estos espíritus negros y caídos será derrotada, y si aún poseen capacidad para comprar almas de hombres o hacer de sus cuerpos sus instrumentos, ha de saberse que esa maldad temporal no es sino la sombra necesaria de una Luz Divina, inmensa, cegadora que, en su baño celeste, no deja de hallar objetos interpuestos.
El libro de José Antonio Bielsa Arbiol, se titula así, Satanocracia. Y fue preciso que en ésta mi reseña diera unos apuntes de Doctrina, pues hemos de recordar en este periódico lo que de verdad hay sobre el Ángel Malo al que se alude en el libro. Lo que hay de verdad católica, y no de palabras sensacionalistas. El título parece sensacionalista pero es profundo si se comprende como título de un verdadero Panfleto del siglo XXI.
Y es que no se puede negar: el libro del señor Bielsa es rico e interesante en contenido, si bien las formas elegidas recuerdan al “Panfleto” y a la “Diatriba”.
“Panfleto” no significa “obra de mala calidad”, sino “opúsculo de carácter agresivo”, con independencia de la calidad de sus párrafos. Esta es una de las acepciones de la RAE. La otra alude a “libelo” que es, al igual que “opúsculo”, un texto escrito de no grandes dimensiones, confeccionado para hablar mal de algo o de alguien. Igualmente “diatriba”, a través del griego y del latín, significa debate, pero la palabra diatriba se usa especialmente para esa parte del debate en que una persona emplea un “discurso acre y violento” contra declarados enemigos. El autor de éste libro posee plenos derechos para “hablar mal del Mal” que se extiende en el mundo, bien entendido que ese Mal, por más mayúsculas que le pongamos, no es ente, sino privación del bien. Si el ángel caído ha venido al mundo de la política, las finanzas, la educación y demás relaciones entre los hombres, y ha venido a instaurar su negro reinado, no ha sido sino por la aquiescencia, la participación, la voluntad, etc. de los hombres de carne y hueso, esencialmente buenos como Vd. y como yo, y siempre aptos para ser salvados, aunque ello aconteciera en un último momento de arrepentimiento. Un arrepentirse necesario ante el Supremo Juez que a todos nos habrá de pesar y medir.
¿Por qué este autor, de tan magníficas dotes expositivas, y tan certero en sus diagnósticos, emplea los géneros del Panfleto o la Diatriba? Decimos esto en términos descriptivos, sin asomo de crítica: el género panfletario es de vieja raigambre en la literatura católica. La diatriba, primero, contra el hereje, el infiel, y después, contra el “modernismo” y los pecados del siglo, es género tan viejo como la propia Iglesia. Como hipótesis, atestiguada por alguna cita y referencia salpicada en su breve pero feroz libro, creo que el señor Bielsa se ha empapado de estos viejos documentos impresos hace décadas y siglos y se ha dejado contagiar en el estilo por un celo predicador, celo del cual muchos de nuestros actuales clérigos, infectos por el protestantismo, el modernismo y el “oenegismo” (reducir el Misterio a una labor de “servicios sociales”) están faltos.
Las magníficas diatribas de Bielsa Arbiol son, con todo, arma de doble filo. Si de una parte atraen a los lectores ávidos del “viejo estilo” virulento, predicador, que afila el dedo acusador, convirtiéndolo en punta de acero con la que traspasar a las rameras y a los diablos que infestan nuestro mundo, de otra parte las declamaciones empleadas pueden espantar a muchos lectores modernos, más avezados al estilo confitado de los textos que, aun siendo críticos y combativos en la intención, quieren presentarse con sosiego y academicismo en el formato. Entre ambos extremos, soy de la opinión siguiente: el contenido del libro es rico y viene dado precisamente en el subtítulo de la obra: La destrucción del Viejo Orden Cristiano. De eso, y no de otra cosa, trata el libro, y la abundancia de vocablos “panfletarios”, en el buen sentido de la palabra, sentido que recoge la RAE, como “Sinarquía”, “NOM”, “Satanocracia”, “Bestia”, “Anti-Cristo”, etc. hace peligrar (a los ojos del lector superficial) la impresión de seriedad de éste libro. Libro que sin embargo es serio y muy serio, libro que dice la verdad en muchos de sus puntos. El Nuevo Orden no es sino el Capitalismo globocrático que hace uso de ideologías mundialistas salidas de laboratorios “comecocos” que echan a perder a la mujer, transformándola ora en ramera universal ora en marimacho, NOM que obra desvirilizando al hombre, escandalizando al niño y convirtiéndolo en víctima de abusos y manipulaciones. Capitalismo que obra de pérfida manera, arruinando a las patrias, escindiendo las comunidades… El odio al Viejo Orden Cristiano no es sólo el odio a Cristo, al cristiano… es el odio a una Civilización del Amor. Mientras exista esa Civilización del Amor, hay garantías para una defensa del Derecho Natural, para que el Amor haga que los hombres funden familias, las familias formen patrias y las patrias se atengan a ese Derecho y se constituyan en ámbitos felices, saludables y racionales.
Quienes nos gobiernan, y más aún, quienes manejan en la sombra los hilos de las marionetas gobernantes, entre el circo mediático, los payasos de la cultura y la Academia, la gestión bancaria y funcionarial y los aparatos partidistas, esos que “mandan” son, en efecto, el “666” de nuestros oscuros días. Una negra noche ha caído sobre Europa, sobre Occidente entero. Y donde menos podemos ver la punta de la nariz es precisamente en España, a la que me atrevo a llamar “Madre de Europa”, desde la Batalla de Covadonga, una Madre hoy tristemente emputecida. Para encender velas en la oscuridad y buscar las armas oxidadas que yacen en el subsuelo, cegados nuestros padres por un ansia –no obstante legítima- de paz, hacen falta discursos fuertes. El señor Bielsa los posee, pero debemos sus lectores recordar siempre que el Ángel Malo también es criatura de Dios y que cumple una parte en el Divino Plan: el Plan para que la Luz brille más aún y que quienes sean libres superen la prueba y reconozcan la Luz Verdadera.
Llegan horas decisivas. Llegan para España y para cada uno de los pueblos que, hermanos entre sí, la forjaron. Sepan esos pueblos que no van luchar contra un Mal hipostático, sino contra unas aberraciones que, en el plano ontológico, representan la privación de un bien que por naturaleza debiera poseer. España como nación debería volver a poseer la Fe de sus mayores, la esperanza de unir fuerzas de nuevo y expandirse por el mundo. España como Imperio debiera recuperar su labor civilizadora en el mundo y su función de katehon ante el demonio liberalista anglosajón. España como nación y como Imperio debería volver a ser el centinela de las Puertas de África y el valladar de las oleadas afro-árabes, masónicas e ideologizantes. ¿Que no queremos ya ser todo esto? pues entonces dígase bien alto: la Bestia, el Satán, el Mal habita en nosotros mismos.
Nosotros mismos nos hemos ido privando de lo que compete a nuestra propia esencia. En la Caída cósmica del Ángel Malo nosotros, los pobres españoles, nos vemos retratados, viéndonos allí, como cogidos de la pierna del Príncipe de las Tinieblas, atravesando espacios infinitos, compartiendo con él nuestro descenso a un negro abismo.
Publicado originalmente en La Tribuna del País Vasco: https://latribunadelpaisvasco.com/art/13876/satanocracia-el-demonio-dentro-de-nosotros