Uno para todos: el país al que volverán nuestros héroes
Todos en Rusia comprenden que en el calor de la Operación Militar Especial está naciendo una nueva élite rusa. Son los representantes del valor que darán nacimiento a un Nuevo Estado (Hegel). De hecho, los héroes de guerra en el frente ya han comenzado dividirse según sus capacidades: vemos desde guerreros puros hasta comandantes, inventores, creadores, estrategas y economistas. Incluso encontramos ideólogos, uno de los cuales fue Vladlen Tatarski y cuyo papel ha sido asumido por el filósofo Korobov-Latintsev. Son ellos quienes han formulado una filosofía de la guerra. Nadie puede negar que una nueva filosofía esta naciendo al interior de la Operación Militar Especial y que es muy diferente a la que representan todos los traidores de ojos azules. Una vez comprendidos los principios metafísicos que existen detrás de la guerra, esta santa guerra rusa, librada en nombre de los ideales del Mundo de la Luz, se puede encontrar el lugar justo y preciso para todos aquellos que vuelvan del frente a nuestra sociedad: seremos de ahora en adelante un ejército tanto en espíritu como en cuerpo. Lo primero es empezar desde arriba y probar que existe el valor y la dignidad frente a la muerte. Este elemento es esencial para la jerarquía, ya que no podemos engañar, fingir, aparentar o no ser lo que somos. Es en el fuego de la guerra donde resplandecen las manifestaciones más brillantes de nuestro ser a través de la existencia. Solo reorganizando nuestro ejército sobre este fundamento existencial seremos capaces de obtener la victoria, no se trata de algo técnico, pues la victoria es siempre y ante todo una victoria del espíritu.
Sin embargo, todo lo anterior será en vano si no se produce una victoria paralela en el frente interno, necesitamos una nueva filosofía aquí también. Cuando nuestros héroes regresen del frente no deben volver a la misma sociedad de siempre. Estas transformaciones ocurrirán en su momento, pero los responsables de la retaguardia se tienen que comprometer con una misión: cambiar la consciencia de la sociedad con tal de que este dispuesta a aceptar a la nueva élite que vendrá. El pueblo no representa un mayor problema, pero las autoridades tendrán que darse cuenta de que el destino del Estado dependerá del tipo de sociedad al que regresen los soldados rusos victoriosos. El Estado cambiará y ya no será como era antes y ni siquiera como es ahora. Será muy diferente. Este Estado ruso – renovado, transformado y justo – debe comenzar a ser construido desde ahora. Es preciso que la educación, la ciencia y la cultura asuman la guerra santa que Rusia libra contra Occidente. El significado de esta guerra debe ser comprendido tanto en el frente como en la retaguardia, debe ser multivectorial y cualquier duda, vacilación o malentendido puede ser desastroso.
El veterano que regrese de la guerra, este herido o no, debe ser aceptado con honores por la sociedad. Es él quien ha presenciado la muerte, quien ha llevado la muerte en su interior e incluso la ha palpado. Tal clase de hombres no tolerarán las injusticias, la corrupción, la estupidez, vulgaridad y cinismo de aquellos que no han derramado su sangre por otros. El héroe y el guerrero exigen respeto para sí mismo y sus camaradas, al igual que para su pueblo, su historia, su Estado, religión y valores. Eso significa que únicamente reconocerá como suyo un Estado que se haya construido siguiendo tales parámetros. Lo mismo se aplica a las familias que han perdido ha sus seres queridos en la guerra, pues ellas solo podrán vivir, respirar, trabajar y crear en un mundo donde se honre la memoria y los ideales de quienes dieron sus vidas en nombre de los valores por los que dieron sus vidas. Ahora bien, la Unión Soviética colapsó debido a su derrota en Afganistán, pero no tanto por la derrota en sí, sino porque los héroes que regresaron a la sociedad donde vivían no fueron reconocidos, sus hazañas fueron ignoradas y los valores e ideas por los que murieron se habían agotado y ya no inspiraban a nadie. Lo mismo ocurrió con Alemania después de la Primera Guerra Mundial: conocemos muy bien las consecuencias que ello tuvo, pues tal país se hundió y luego fue arrastrado por la amarga decadencia de la Republica de Weimar hasta que de lo profundo de ella surgió una fuerza negra y maligna que sumió a toda Europa en una horrible pesadilla. Es por eso mismo que debemos poner en marcha inmediatamente – después de las elecciones – una serie de reformas patrióticas reales y no, como hasta ahora, cosméticas y fragmentarias, sino sistemáticas y radicales. Todo el ambiente esta preparado para ello y, de hecho, esto ya ha comenzado en varios lugares.
Rusia se ha esforzado durante las últimas décadas en integrarse servilmente al mundo occidental, imitando y absorbiendo sus valores, métodos, criterios y tecnologías. Este proceso no ha hecho sino debilitarnos, especialmente en el ámbito moral, espiritual y en la autoconsciencia. El veneno de la Postmodernidad ha descompuesto la cultura, mientras que la tecnocracia ha estancado nuestra ciencia y el individualismo erosionado la educación. El humanitarismo, bajo el disfraz de la “democratización” y el “liberalismo” socavó sin cesar los cimientos estatales, además de los valores tradicionales y la identidad de nuestra civilización. Es criminal seguir avanzando en esta dirección y hacerlo significa trabajar para el enemigo. Hace poco nos dimos cuenta que algunos de los “lideres de opinión” de nuestra sociedad resultaron ser “agentes extranjeros” y, en esencia, enemigos del pueblo. Algunos de ellos ya han declarado públicamente su rusofobia y otros aún no lo han hecho. Hasta ahora han sido los clichés occidentales y sus sucedáneos quienes han ocupado el lugar del pensamiento, la ingeniería social que ellos representan sigue descomponiendo de forma sistemática la nación, el Estado y la identidad rusa que va siendo reemplazada por átomos individuales egoístas. Durante 30 años las humanidades y la cultura ha ido asumiendo este código liberal y no es sino hasta ahora que ha comenzado ha ser descifrado y erradicado. Esta es la tarea a la que deben dedicarse los patriotas de la retaguardia: transformar la sociedad de tal manera que se dirija entera y solidariamente – como un sabueso – en la dirección que señala la victoria. Solo entonces los soldados victoriosos que regresen de la guerra podrán decir con confianza: “Este es mi país, este es mí pueblo, esta es mí sociedad y este es mí Estado, todos ellos son dignos de mí y de mis hazañas y las de mis camaradas. Ahora los que hemos regresado a nuestras tierras o los que han permanecido en ellas vuelven a la Gran Rusia, todos somos dignos del pueblo, la sociedad y el país donde vivimos, porque somos un pueblo. Este pueblo”.
Traducción de Juan Gabriel Caro Rivera