Un nuevo comienzo en la historia mundial

09.09.2024

Hoy en día, casi nadie diría que en los últimos 30 años, desde la década de 1990, el mundo ha estado claramente en un estado de evolución degradante, pero empezó antes, en la década de 1970, al amparo del salto hacia el futuro que tuvo lugar en las décadas de 1960 y 1970. Esta evolución degradante puede verse como una cara de la fase terminal de la crisis sistémica del capitalismo. Y al mismo tiempo, esta degradación es la catástrofe social de la sociedad moderna.

El desmantelamiento del capitalismo está siendo llevado a cabo por la dirección mundial de tal forma que en su lugar no aparece algo como el sistema soviético, sino algo parecido a un sistema de castas. Se trata, de hecho, de una revolución antipopular, antinacional y antisocial, cuyo objetivo es formar un sistema mucho más brutal y menos igualitario que el capitalismo.

Una revolución igualmente antipopular fue la génesis del capitalismo: la revolución antifeudal, de la que los británicos fueron las tropas de choque y el principal beneficiario. Fueron los primeros en irrumpir en el capitalismo. También fueron las tropas de choque de la actual revolución anticapitalista.

La clase dirigente británica ha sido equiparada a la de otros países y el reformateo de sus grupos dirigentes ha seguido el modelo británico-estadounidense. Para cierto sector de las clases altas postsoviéticas, Gran Bretaña es apreciada por la actitud de sus clases altas hacia las clases bajas, crueles y despectivas como seres de un orden inferior que conocen su lugar, pero esto se ve obstaculizado por el legado socialista del siglo XX y el legado ruso de los últimos siglos. Es decir, nuestros códigos culturales, los arquetipos, tan odiados por Chubais y otras entidades semejantes.

No es casualidad que Pushkin observara que el inglés respeta a su barin, pero el ruso no. Porque el gobierno y el barin en 1762 («Manifiesto sobre la libertad de la nobleza») rompieron el contrato social. Por cierto, incluso en 1991 las autoridades rompieron el contrato social. Y, repito, el pueblo no lo olvidará ni lo perdonará, aunque no haya revolución, pero hay otras formas: el sabotaje elemental.

El Estado burgués siempre ha expresado los intereses de los poderosos. Sin embargo, a mediados del siglo XX, bajo la presión de la clase obrera, del movimiento sindical y de la existencia de la URSS, se vio obligado a desempeñar las funciones de la seguridad social universal. Y no es de extrañar que en los años 45-75, durante lo que los franceses llaman los «gloriosos años 30», los beneficios empresariales disminuyeran o crecieran lentamente y la brecha entre ricos y pobres se redujera. Sin embargo, a partir de los años 80, gracias en parte a las políticas del thatcherismo y la reaganomía, las cosas empezaron a cambiar. El gasto empezó a sostenerse con deuda pública. Este es un punto muy importante: el gasto empezó a estar respaldado por la deuda pública, y así las acciones empezaron a acumularse en manos de los bancos, los banqueros y el frenético capital financiero. Al ganar autonomía respecto a la producción, el capital financiero empezó a convertirse en financiarismo.

El hecho de que el beneficio ya no fuera creado en la esfera de la producción, ni siquiera en la de los servicios, sino por la prensa, la bolsa, la deuda pública y los derivados, se convirtió en un veredicto sobre la clase media. Pues bien, la destrucción de la URSS imprimió un sello decisivo a este veredicto. Sobre este veredicto se formó el actual establishment británico de 30 años, que en esto, pero sólo en esto, tiene la misma edad que los dirigentes postsoviéticos. Es igualmente cínico con las bases, y no lo oculta. Por ejemplo, el millonario diputado conservador Nathim Zahawi tuiteó lo siguiente en abril de 2013. «Ayudamos a los necesitados. Pero los días de exigencias escandalosas y excesivas, de proporcionar más ingresos que las familias trabajadoras, se han acabado». Esto me recuerda mucho a las declaraciones de nuestros funcionarios sobre los «macarrones», que es posible vivir con 3.500 rublos, etc.

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