Solo Bolcheviques

26.08.2018

El capitalismo nacional no existe. La naturaleza del capital es internacional. Ignora todo obstáculo a la ganancia económica. Cualquier restricción a la libertad de mercado es un obstáculo para las ganancias. Esto incluye el Estado, la nacionalidad, la confesión y cualquier otra división. El Fascismo, que malentendiendo su propia esencia como la combinación del nacionalismo con el socialismo, cayó víctima de esta monstruosa e imperdonable ilusión. El nacionalismo no puede basarse en el mercantilismo o el liberalismo. Su ideología apela a lo inmaterial, colectivo, a la vida supra-económica. La vida colectiva es tanto el centro del nacionalismo como el centro del socialismo. El capitalismo está basado en una posición radicalmente diferente, irreconciliable, en el concepto del enriquecimiento material, la efectividad, la racionalización del presente, lo inmediato, el mundo objetivo. Recordemos que el socialismo nacional estaba basado sobre un socialismo radical, el concepto rígidamente anti burgués de Ernst Jünger, el Trabajador, Der Arbeiter.

Pero es innecesario dar vueltas constantemente alrededor de la experiencia alemana o italiana. El nacionalismo ruso contemporáneo debe repensar su propia experiencia histórica. Y, a través de una aproximación apropiada, se vuelve obvio para nosotros que el orden Soviético, el bolchevismo, fue ciertamente consistente, completo y la perfecta expresión de las tendencias radicales del nacionalismo ruso en las terribles y paradójicas condiciones del siglo XX. El bolchevismo fue en su esencia, en su lógica profunda, en su espíritu no otra cosa que nacional-bolchevique. Si miramos de cerca la historia del partido comunista, veremos que ningún internacionalismo abstracto existió jamás en sus cuadros. Desde los tiempos del populismo, el “internacionalismo” fue entendido como eurasiático, imperial, un nacionalismo socialista, el cual coincidía por completo con la misión universal, histórica, del pueblo ruso; un pueblo cuyo principio no está en la sangre, la etnia, sino que su principio está en un ideal espiritual y cultural. Ni racial, ni regional, ni local. Justo como el bolchevismo.

¿Qué significa esto para el movimiento patriótico? Necesitamos una reevaluación del período soviético, trabajar con un modelo historiográfico especial, y usar este marco para reescribir la historia del período soviético por medio de una tercera variante. Hasta ahora, conocemos dos aproximaciones al tema: la soviética y la antisoviética. La historiografía soviética reflexiona la historia en términos marxistas, permaneciendo hipnotizada por una extraña y complicada metodología escolástico-marxista, como resultado confunde numerosos saltos y períodos del desarrollo de la doctrina socialista. Más que eso, la principal línea de la historiografía estrictamente soviética ha sido cortada por el colapso de la Unión Soviética y su explicación parece la jerga de un culto sectario, de grupos marginales que se enredan en su terminología, chocando los unos con los otros, incapaces de llegar a una imagen ideológica unitaria del periodo soviético.

La segunda aproximación ideológica coincide con el punto de vista antisoviético. Hay dos posiciones. Una es ampliamente conocida, “democrática”, “occidentalista”. De acuerdo con esta teoría, el comunismo es un engaño y un mal, el período Soviético es una anomalía oculta en la oscuridad, fruto del arcaico subdesarrollo asiático totalitario de las masas que habitan el Occidente de Eurasia.

Otra variedad del modelo antisoviético es la monarquista, “Blanco”. De acuerdo con este modelo, el desarrollo normal de un poder europeo fue artificialmente interrumpido por una conspiración de fanáticos extranjeros, que llevaron a cabo un golpe de estado antipopular y gobernaron basados en la fuerza y el terror durante décadas hasta que el sistema, podrido, conoció su final.

Las diferentes interpretaciones del bolchevismo en estos dos modelos, el soviético y antisoviético, son bien conocidos, pero también hay que tener precaución de las discrepancias internas y sus límites heredados. De hecho, ninguno nos lleva a la verdadera y principal explicación del fenómeno bolchevique.

Tal aproximación solo puede ser lograda en el reconocimiento de la fundamental unidad espiritual y entendimiento ético (especialmente ruso) entre la idea nacional y el pathos comunista básico como una ideología, que incluye el marxismo. Otra aproximación que distinta a la que separa radicalmente el nacionalismo y el socialismo (comunismo) como dos antítesis ideológicas, como tendencias incompatibles. Y la convicción de su incompatibilidad se extiende a todo el curso del proceso de reconstrucción histórica. Las consecuencias son conocidas: se pierde la esencia del fenómeno, las contradicciones se suceden creando problemas y malentendidos. Por lo tanto, la única aproximación cercana a la realidad sería la liberal occidental, conocida por su extrema rusofobia y su odio incondicional a cualquier forma de socialismo y comunismo. Solo aquí, aunque de un modo completamente negativo, es señalado de modo correcto la sorprendente solidaridad y consonancia entre el bolchevismo y la Idea Rusa, la profunda afinidad entre ambos a pesar de sus diferencias externas.

El problema se reduce a expurgar la forma negativa, llena de ese anticomunismo rusofóbico, para elaborar un modelo historiográfico completamente positivo y apologético del bolchevismo como un fenómeno orgánico que combina los rasgos del nacionalismo y el comunismo. Propongo como base para tal reconstrucción el importante libro de Mikhail Agursky “La Tercera Roma”. Sorprendentemente, este brillante trabajo no fue seguido por el desarrollo de este tema en autores posteriores. Solo hay rasguños, fragmentos, detalles. Sin embargo, se requerirá de la creación de toda una escuela historiográfica, que armada con la metodología de Argusky y poseyendo una multitud de trabajos historiográficos rusofóbicos y anti-socialistas, puedan ser usadas como lecturas que reemplazando sus valores éticos de uno y el mismo fenómeno lleven de lo menor a lo mayor, entendido por sí mismo.

Quizás sea necesario esperar algún tiempo, hasta que la agitación política de quienes apoyan y se oponen al socialismo pase, hasta que numerosos y extremadamente talentosos historiadores, que, llenaron todas las instituciones durante el tardío periodo brezhneviano (que indirectamente abandono el socialismo) pase. Ahora, y con el pasar del tiempo, el método historiográfico de las monarquistas está siendo desacreditado, mientras que la posición rusofóbica liberal, a pesar de ser dominante desde la perestroika, pronto se volverá físicamente insegura debido a las condiciones desesperadas del pueblo ruso y la inevitable explosión social.

El último refugio de los canallas es el nacional-capitalismo, antisocialista, anticomunista, de la derecha fascista (conectada al racismo, la xenofobia, etc…) que es contradictorio e irresponsable. Es absolutamente falso y no lleva a ninguna parte. Su teorización de sus compromisos poco naturales esta conceptual e históricamente condenada. Muere deliberadamente por su amoralidad y su falta de inteligencia, donde se mezclan el resentimiento y/o complejos paranoicos.

Por el contrario, todos los caminos están abiertos para la historiografía nacional-bolchevique. Es la única que tiene futuro en apropiarse con pasión de la verdad histórica que se mezcla con una elección ética, el orgullo nacional y exalta los ideales sociales.

Podrá verse que en el futuro la necesidad de usar el término “bolchevismo” con el prefijo “nacional” desaparecerá. El bolchevismo es ya en sí mismo nacional-bolchevique, desde que nunca ha existido un bolchevismo que no sea nacional.