Rusia y Siria: Diferentes sistemas para diferentes Estados (1ª parte)

24.01.2017

Rusia y Siria tienen multitud de diferencias cuando se trata de sus unidades administrativas en política interna, y estos son importantes puntos para reflexionar. La República Árabe Siria es un Estado constitucionalmente unitario, lo que significa que ninguna región o ciudad tiene autonomía o “autogobierno”, mientras que la Federación de Rusia es precisamente eso, una federación, y grandes extensiones del país tienen un estatus político que les concede un amplio grado de libertad para administrarse a sí mismas como si tuvieran ciertas fronteras constitucionales. La razón de que estos dos países tengan tales marcos de política interior en esencia diferentes se debe a su historia y circunstancias únicas. Siria siempre ha sido una rica civilización multi-étnica y multi-confesional durante milenios, mientras que Rusia solamente había empezado a diversificarse más allá de sus raíces ruso-eslavas en el siglo XV y continuó expandiéndose en las épocas imperial y del Estado-nación. Siria, por otro lado, ha estado bajo ocupación otomana desde el siglo XV hasta finales de la primera guerra mundial, así que han tenido una experiencia enteramente diferente en la entrada a la era moderna.

El pasado y el presente administrativo de Siria

Siria, debido a no haber experimentado la independencia durante siglos como resultado de la ocupación otomana y francesa, se enfrentó con la difícil tarea de fortalecer su identidad cívico-civilizacional en la era de los Estados-nación, lo que explica el motivo por el que el país tomó pasos hacia la centralización del control político sobre todos los grupos diferentes que habitan el país. Esto estaba pensado para preservar la unidad civilizacional de Siria que había sobrevivido durante milenios y no permite ser dividida por conflictos de identidad subnacional. Debido a que los árabes fueron la etnia más importante que guía el desarrollo histórico del Estado, el país fue oficialmente nombrado como la República Árabe Siria en honor a sus contribuciones. La Siria independiente continuó las políticas de inclusividad y secularismo que definieron su civilización histórica, de este modo permitiendo que todos los grupos étnicos y confesionales se sintieran bienvenidos en el país.

El anterior presidente, Hafez Assad, fue insistente en que este era el único camino para que Siria se desarrollase y prosperase en el futuro, lo que explica por qué predicó fuertemente la necesidad de una identidad siria unificada.

En consecuencia, tanto el presidente Assad como sus predecesores sabían que dividir el país en regiones etno-religiosas y conceder derechos políticos a algunas de ellas sería desastroso para el país e implicaría su ruina segura, lo cual es el motivo por el que nada este tipo ocurriese jamás.

Esto también explica el motivo por el que Siria está actualmente tan determinada contra la denominada “federalización” del país y/o la concesión de “autonomía” a ciertos grupos de sus ciudadanos, pues esto equivaldría a nada más que la partición interna de la civilización unificada siria. Por esta razón, Siria solamente tiene gobernaciones de igual importancia política y nunca se subdividirán en una entidad política disfuncional estilo Bosnia, ya que esto es precisamente lo que los enemigos del país quieren que suceda.

El pasado administrativo del imperio de Rusia

Rusia está en una situación completamente diferente como resultado de su historia fundamentalmente diferente. Lo que finalmente se convertiría en el imperio de Rusia empezó a expandirse más allá de su núcleo central eslavo/este europeo entorno al siglo XV bajo el reinado de Iván el Formidable (popularmente mal traducido como “Iván el terrible”). Este proceso continuaría sin cesar hasta la primera guerra mundial, lo que significa que casi los pasados 500 años han estado marcados por la ampliación territorial legal de Rusia. Naturalmente, esto resultó en la incorporación de grupos etno-confesionales diversos en la sociedad cristiano-ortodoxa eslava aunque al principio no condujo a ninguna asimetría en los derechos políticos de las provincias en comparación con el centro imperial. Esto es más que nada debido a la omnipotencia del Zar, pero dos adquisiciones territoriales únicas jugaron un papel en imperio de Rusia que concedió autonomía de facto a algunas de sus poblaciones de nueva incorporación.

El imperio de Rusia incorporó tanto al Gran Ducado de Finlandia como a lo que históricamente ha sido conocido como Polonia del Congreso tras el fin de las guerras napoleónicas. Estas añadiduras geográficamente grandes y de identidad distinta al ya diverso imperio de Rusia presentaron al Zar algunos desafíos integracionales, que buscó resolver mediante la concesión de lo que de manera no oficial equivalía a amplia autonomía. Cada entidad incorporada tenía sus propios tribunales, ejército, parlamento, y otros derechos políticos separados de todos los demás dominios de San Petersburgo, aunque todavía subordinados al Zar y cualquier cosa que él y su gobierno decretase. Los finlandeses preservaron su autonomía política durante todo este periodo y hasta la disolución del imperio de Rusia, aunque los polacos tenían derechos extra, les fueron quitados en respuesta a sus rebeliones. Finalmente, la “Polonia del Congreso” dejó de existir y fue dividida en lo que más tarde ha sido denominado como “Tierra del Vístula” o una colección de provincias separadas en el anterior territorio de la “Polonia del Congreso” al mismo nivel exacto que el resto de todas las demás terrenos administrativos de San Petersburgo (excepto el Gran Ducado de Finlandia).

La razón para explicar la génesis histórica de la política autónoma de Rusia es debido a cuán influyente esto ha sido en la historia de Europa oriental, dado que los dos antiguos territorios del Gran Ducado de Finlandia y la “Polonia del Congreso” finalmente se volvieron independientes una vez que el imperio de Rusia se desmoronó. Puede verse desde esto que la concesión de un estatus de autonomía separada a ciertas partes del país puede crear un precedente estructural e institucional (incluso si es quitado durante algún tiempo como en el caso de Polonia) para la total independencia durante futuros momentos inesperados de problemas y crisis nacional. No obstante, debido al impacto geopolítico de lo que aconteció en los momentos inmediatamente posteriores a la Revolución de Octubre y la progresiva transición de la guerra civil rusa hacia la construcción de la Unión Soviética, el legado del estatus autónomo que quedó de Rusia y continuó en el periodo soviético, y como era de esperar, con resultados similares llegados a 1991.

El pasado administrativo de la Unión Soviética

La URSS fue un Estado comunista que impuso su visión ideológica sobre todas las formas de la sociedad, especialmente en lo relacionado a las unidades administrativas de política interna. La ideología comunista predica que todo progreso de la humanidad está acorde con un desarrollo lineal unidireccional que discurre desde el escenario de nacionalismo al socialismo y finalmente comunismo. Para el pueblo que todavía vive en sociedades feudales pre-nacionalistas, según identificaron los comunistas soviéticos a algunos de sus compatriotas, sintieron la necesidad de interferir administrativamente para acelerar su desarrollo a través del fomento de un sentimiento de  nacionalidad que entonces les permitiría un avance mucho más fácil hacia el socialismo y el comunismo. Al mantener con la ideología marxista ese nacionalismo no es una fuerza política legítima sino una distracción cual pantalla de humo elaborada por imperialistas, los soviéticos no vieron amenazas en la fabricación de nacionalismos donde ninguno había existido previamente, tales como con los uzbekos o los turcomanos en el significado tradicional con que este concepto es popularmente conocido.

La URSS de este modo se dispuso a crear 15 Repúblicas Socialistas Soviéticas iguales que abarcarían la URSS (Oficialmente conocida como la Unión de las Repúblicas Socialistas Soviéticas), en parte para acomodarse a este imperativo ideológico y también para placar a los etno-separatistas que habían luchado contra los comunistas durante la guerra civil rusa e incluso disfrutaron temporalmente de una corta “independencia” (como los ucranianos, bielorrusos, georgianos, armenios y azeríes). Por tanto, como el gobierno soviético luchó para reintegrar a esas regiones tercas y secesionistas, necesitó encontrar un camino intermedio para equilibrarse entre sus aspiraciones para la independencia y su reincorporación en el sucesor geopolítico del imperio de Rusia. Del mismo modo, debido a consideraciones ideológicas, necesitó fomentar un sentimiento de nacionalismo entre los pueblos de Asia Central para acelerar su desarrollo hacia el socialismo y el comunismo, de ahí la delimitación nacional de 1936 entre lo que ahora son las 5 ex-repúblicas soviéticas en la región.

En concurrencia con esto, los soviéticos incluso llevaron su ideología un paso más allá al aplicar los mismos estándares etno-territoriales dentro de algunas Repúblicas Socialistas Soviéticas individualmente y a nivel de la Unión.

Por ejemplo, la República Socialista Federativa Soviética de Rusia recibió sus propias repúblicas autónomas dentro de sus fronteras, complicando más la administración interna de la URSS como un todo. Algunas de las otras repúblicas que experimentaron algo similar fueron Georgia con la República Socialista Soviética Autónoma de Abjasia, y Azerbaiyán con el Óblast Autónomo de Nagorno-Karabaj y la República Socialista Soviética Autónoma de Najchiván, por ejemplo. Todo esto es muy importante porque a nivel de la unión, Repúblicas Socialistas Soviéticas como Armenia y Bielorrusia se volvieron países inmediatamente independientes tras la disolución de la URSS a finales de 1991, mientras que algunas de sus regiones autónomas internas se convirtieron en fuente de conflictos letales en la era post-soviética.

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