Rusia está de vuelta y juega un papel en el poder global
Entrevista con Aleksandr Dugin.
Filósofo, analista geopolítico e historiador a menudo consultado por el Gobierno de Moscú, el intelectual defiende el multilateralismo, el populismo y un acercamiento con Trump.
“Trump es un rehén del sistema norteamericano”, dispara alguien que desde Moscú propició el apoyo al magnate estadounidense. Aleksandr Dugin es analista geopolítico, filósofo, historiador de religiones e ideólogo del “neoeurasianismo”.
Autor de la Cuarta Teoría Política, en la que fustiga por igual al liberalismo, al comunismo y al fascismo, este intelectual, que el 7 de enero cumplirá 55 años, ha asesorado al presidente ruso, Vladimir Putin. Sus posiciones, a menudo polémicas, se expusieron en Córdoba, donde disertó días atrás y dialogó con La Voz.
–Desde las elecciones que ganó Donald Trump, se acusa a Rusia de injerencia en esa y en cuanta votación importante ocurra en el planeta, ¿qué hay de cierto y qué opina de ello?
–Para empezar, creo que debemos comprender esto de una manera simbólica. Comparemos el lugar donde Rusia estaba hace 20 años, cuando nadie hablaba de ella y su poder regional era muy limitado, siguiendo el contexto de la civilización occidental, imitando a Estados Unidos, como hizo con Boris Yeltsin: eso era el fracaso total. El hecho de que hoy, después de tantos años, Rusia está representada como un poder global que puede tener influencia sobre el “número uno”, sea esto mentira o verdad, que se diga que puede influenciar en elecciones norteamericanas, significa que Rusia volvió. Rusia está de vuelta y juega un papel en el poder global. A los ojos de Estados Unidos y de los Estados que siguen la línea globalista y liberal de aquel país, Rusia representa el mal absoluto. Pero para la mayoría de la humanidad, representa una nueva potencia que resurge, que reaparece y que da la posibilidad de escoger... Yo viajo mucho por Medio Oriente y veo cómo el retorno de Rusia a Siria es visto por los árabes casi como un milagro. Incluso para los kurdos y los saudíes. Todos ven que la situación no es unipolar, sino multipolar; es posible hacer alianzas o unirse con Estados Unidos y sus seguidores, pero también con Rusia, como poder opuesto. Creo que la injerencia de Rusia en las elecciones norteamericanas está exagerada, pero el lugar simbólico está marcado correctamente. Personalmente propuse a nuestros gobernantes ser más activos en esas elecciones, pero escogieron la estrategia tradicional. Los oligarcas rusos financiaron la campaña de Hillary Clinton, porque la mayoría de los expertos pensaban que ella vencería. Vladimir Putin tenía simpatía por Donald Trump y yo mismo lo apoyaba activamente, pero eso no es injerencia.
–La reciente expulsión de funcionarios y diplomáticos entre Rusia y Estados Unidos no habla de una buena relación.
–Esto se explica porque Trump está aislado, en la posición de un secuestrado o rehén. Y esto es porque los mecanismos del Gobierno y todo el sistema norteamericano están en manos de los globalistas, quienes sabotean su línea política. Putin utiliza la expresión “deep State” o Estado profundo, y ese Estado profundo norteamericano es una institución tradicional. Esta posición wilsoniana (por Woodrow Wilson y su actitud en la Primera Guerra) es una tradición que tiene más de 100 años. Trump quiere volver no a (Ronald) Reagan, sino a la época pre-wilsoniana. Es algo revolucionario y muy importante porque es apoyado por el pueblo, no es marginal. Pero el Estado profundo lo sabotea y quiere acusarlo de agente ruso, de que trabaja para Moscú. Todo es para destruir estas relaciones que empiezan, a pesar de todo, a establecerse. Yo, que estoy considerado como el representante del antiamericanismo más radical de Rusia, puedo decir que nuestra actitud frente a Estados Unidos está cambiando radicalmente después de la elección de Trump. Nosotros separamos el Estado profundo norteamericano y el pueblo de ese país. Ya no es una geopolítica horizontal, con la posición Estado ruso versus Estado norteamericano. Es más una geopolítica vertical, donde por un lado está el “pantano” de los globalistas, ultraliberales, occidentalistas, presentes en todas partes y, por el otro, están los pueblos que, cuando se da la posibilidad, luchan contra esta elite. La elite globalista acusa al pueblo de ser populista, pero el pueblo debe ser populista. El populismo es estar al lado del pueblo.
–Usted le quita carga negativa a esa palabra.
–Hace unos días participaba en Ámsterdam en una conferencia del Instituto Nexus, con Bernard Henri Lévy. Y el filósofo francés, representante radical del típico globalismo liberal, unipolar y hegemónico, que deploraba y estaba muy triste por la situación en Estados Unidos y el mundo dijo: “Puede ser que nosotros (los globalistas) debamos trasladar el centro de nuestro poder desde Estados Unidos, que ha traicionado la globalización, a Europa Occidental”. Creo que Henri Lévy pensaba en la figura de (Emmanuel) Macron, que quiere proponerse como el líder globalista y ultraliberal, intervencionista y hegemónico, contrario al Trump populista, amigo de Putin. Es simbólico que en Nexus, donde Lévy es el filósofo típico para ese ambiente, y es un instituto donde están liberales de América latina como Mario Vargas Llosa, esta vez decidieron invitarme a mí. Esto es porque el orden del mundo cambia y los globalistas también quieren mirar a los ojos a los enemigos. Nos llaman porque el liberalismo hoy deviene más totalitario y la idea de Karl Popper de La sociedad abierta y sus enemigos, su libro más famoso, es hoy una agenda estratégica de George Soros. Cuando no hay más fascismo, ni comunismo, esta es la visión totalitaria: “Nosotros somos liberales o globalistas y todos los que no están con nosotros están en contra y deben ser aniquilados”. Es la nueva geopolítica, que no es Occidente contra Oriente, sino más bien vertical, contra pueblos y líderes que transgreden los intereses de las elites liberales y se pasan al lado del pueblo y son acusados de populistas.
–Hablando de nueva geopolítica, ¿cómo ve el papel de Rusia en Siria, en Yemen o en Medio Oriente?
–Rusia hoy lucha por un mundo multipolar. No lucha para el mundo bipolar, ni para otro unipolar, con Rusia en el centro. Tras el fin de la Unión Soviética, Rusia quedó mucho más débil y no puede esperar devenir a segunda potencia mundial o primera potencia mundial sin ayudar a otras potencias a librarse del unipolarismo. Rusia volvió a Medio Oriente, a Siria, no sólo para defender intereses nacionales luchando contra el Estado Islámico, sino para mostrar iniciativa e invitar a los Estados regionales a redefinir su posición en el proyecto norteamericano del Gran Medio Oriente. Esto fue para despertar a potencias regionales. Despertamos a Turquía, que estaba bajo el control de la Otan y de Estados Unidos, pasando por golpes, por difíciles momentos, pero liberándose. Irán se siente mucho más fuerte con nuestro apoyo. Respaldamos a Bachar al Assad, pese a todas las amenazas. Ayudamos a conservar la integridad territorial de Siria y hoy kurdos, cataríes, saudíes, los árabes de Irak, los chiítas iraníes y los turcos ven en Rusia un poder liberador, que hace mucho más fuerte su capacidad de reorganizar el espacio de Medio Oriente, sin los estadounidenses y fuera de la unipolaridad. Antes de ir a Ámsterdam, estuve en Kerbala, en el sur de Irak, donde fui testigo de una gran reunión de chiítas de todo Medio Oriente (El Líbano, Yemen, Siria, Irán e Irak). Estaban juntos para un peregrinaje religioso, pero también para celebrar la victoria de Rusia y de los sirios sobre el Estado Islámico.
–¿Puede definir a Putin como estratega político?
–He escrito el libro Putin versus Putin. Allí muestro un personaje no tan lineal, un personaje dialéctico, y trazo una hipótesis de que existen dos Putin: uno solar y uno lunar, en la misma persona; dos arquetipos. El arquetipo de Putin solar es de resistencia, un héroe del mundo multipolar, luchando contra la unipolaridad. Hay otro Putin pragmático y realista, rodeado por la elite. El Putin lunar tiene cerca al primer ministro de Rusia, Dimitri Medvedev, que es globalista, liberal, occidentalista; Hillaryista, no Trumpista. Pero veo un Putin más lunar en el interior. Afuera de Rusia defiendo al Putin solar, que me parece un ser único. Desde adentro, el paisaje es muy diferente.
–A América latina, ¿qué lugar le asigna en el nuevo tablero?
–Representa un polo potencial independiente, como Europa. No prorrusa, pero sí libre de la dominación norteamericana. En el mundo multipolar vemos a América latina como espacio estratégico, más o menos unificado e independiente de nosotros, de los norteamericanos, de los europeos, y que debe representar un poder regional grande, dejando atrás fronteras colonialistas. El pueblo latinoamericano es muy parecido. Las diferencias son de aldeas, pero tiene mucho en común. Cada ciudad de Brasil o de Argentina es diferente, pero es la misma civilización. Hay una civilización en el gran espacio de Latinoamérica, católico, ibérico, no protestante ni anglosajón, como en América del Norte. Creo que el caso de (Juan Domingo) Perón es simbólico, porque veía la situación de una manera profética hace muchos años. Hablo de esa visión de que el peronismo no es sólo la ideología nacional que refleja una identidad argentina. Pero todo esto está por decidirse. Les toca escoger a los pueblos de América latina. Nosotros dimos ejemplo de cómo unificar el espacio euroasiático y esta era mi idea, porque soy fundador del Movimiento Euroasiático. Pienso que esta ideología de la multipolaridad puede ayudar a crear este polo latinoamericano.
Argentina, Brasil y el papa Francisco
–¿Cómo ve a la Argentina en su contexto regional?
–Tengo la impresión de que en tiempos de Cristina Kirchner y de Dilma Rousseff, las dos naciones más importantes de Sudamérica y países llave de América latina, como son Argentina y Brasil, estuvieron mucho más a favor de la multipolaridad. Esta tendencia de hoy, con el cambio de los líderes de Argentina y de Brasil, puede ser una reacción globalista como fue el caso del cambio de (Jacques) Chirac y (Gerhard) Schroeder, dos europeístas casi antiamericanos y más cercanos a nosotros que (Nicolas) Sarkozy y (Angela) Merkel, que fueron mucho más proliberales y menos continentales. Aquí dos liberales como (Michel) Temer y (Mauricio) Macri han reemplazado a dos mujeres que estaban más a favor de la multipolaridad.
–Como estudioso de las religiones, ¿qué opinión tiene de Francisco?
–El papa Francisco está considerado por mis amigos tradicionalistas católicos de Europa de una manera negativa, porque piensan que es un modernista que pierde los principios de la fe católica, los dogmas, y lo tildan de liberal. Pero hay una crítica diferente del papa Francisco, que también es extendida, y es la que lo ubica como peronista, justicialista, a favor de los pobres y los que menos tienen. Esta crítica me hace estar a favor del papa Francisco, porque habla de estar al lado de los trabajadores, de los pobres y eso me gusta mucho más que estar a favor de los ricos, los capitalistas y los oligarcas. Yo creo que la religión debe ser el factor más importante del mundo multipolar, porque hace a la identidad. Yo he desarrollado la Cuarta Teoría Política y el sentido de ella es estar contra el liberalismo, pero no caer en el comunismo ni en el nacionalismo o fascismo; ser antiliberal, pero también anticomunista y antifascista. Esto significa estar contra la modernidad política, porque esa modernidad política es totalitarismo. Hay quienes pretenden calificar esta posición como criptocomunismo o criptofascismo y de esa manera producen fake news (noticias falsas). Quieren presentarme como algo que no soy. Yo soy el representante de la Cuarta Teoría Política, su mentor. Y si alguien quiere criticarla será bienvenido, porque toda la teoría científica está abierta a la crítica.
Aleksandr Dugin estuvo en la ciudad de Córdoba brindando una conferencia organizada por el Centro de Estudios Económicos y Sociales de la CGT, Dossier Geopolítico, la Fundación 20 de Noviembre y el Ateneo de Estudios Nacionales.
Fuente: http://www.lavoz.com.ar/