Reseña de El Hispanismo como Cuarta Teoría Política, de José Alsina Calvés
Ediciones Fides acaba de editar el libro de José Alsina Calvés, El Hispanismo como Cuarta Teoría Política.
En libro supone una verdadera revolución teórica. Y abre una senda para trabajar intelectualmente en provecho de la regeneración española.
La Cuarta Teoría Política (4TP) apenas merece presentación entre los lectores de esta revista, pero sigue siendo muy desconocida en el público general. Aunque es el filósofo ruso Alexander Dugin su máximo exponente e impulsor, éstemodo de pensamiento y acción cuenta ya con una labor colegiada de muchos autores procedentes de las más diversas nacionalidades y campos de especialización. Además de filósofos y politólogos, cuenta con numerosos expertos en el campo interdisciplinar de la Geopolítica, campo del cual tendremos que dar unas pinceladas. Por mis lecturas, especialmente a través de la red, creo que el eco de las ideas duginianas se oye mucho más entre nuestros hermanos hispanoamericanos que en España. Nuestro país se va volviendo más y más provinciano a medida que se desespañoliza y se centrifuga en una serie de taifas todas ellas "occidentales" y "europeístas" en sus pretensiones, y más bien autistas, desconocedoras de cuanto hablamos aquí.
La Cuarta Teoría Política (4TP) se denomina así por ser la sucesora y superadora de las otras tres teorías políticas que han marcado el paso de la Modernidad a la Contemporaneidad: 1) el liberalismo, 2) el socialismo, 3) el fascismo. La siguiente, cuarta, no cuenta aún con un nombre específico si bien es una doctrina que parece muy ligada al Eurasianismo, un concepto que también habrá que especificar más adelante. El libro de Alsina consiste en mantener el corpus de una Cuarta Teoría Política en todo lo que ella es como sucesora y superadora de las otras tres, pero adaptando el ámbito geopolítico en el cual debe ésta rehacerse para alzar el mundo hispano como actor con entidad propia en un mundo progresivamente multipolar.
Como teoría superadora, la 4TP es:
1) Enemiga del liberalismo. Esto significa, enemiga del mundo utópico individualista burgués que los sucesores ilustrados y revolucionarios de Locke y Rousseau diseñaron. Significa también la superación de un modelo de capitalismo que tiende a la disgregación de las comunidades orgánicas o naturales (etnias, naciones, pueblos, confesiones), tendentes cada vez más al individualismo extremo, a la supeditación de los estados a los mercados, a la exaltación de la propiedad privada incluso como ficción jurídica (véase la distorsión del concepto de propiedad privada en las Sociedades Anónimas).
Una teoría enemiga del liberalismo no es, per se, una teoría anti-capitalista, si bien recoge del socialismo, marxista o no, la crítica a un modo de producción que propende a la extinción de las civilizaciones y a la desaparición de la propia naturaleza humana, habida cuenta de que en el capitalismo todo tiende a convertirse en mercancía, incluso el hombre, su cuerpo, su mente, sus órganos, sus genes...
Una teoría enemiga del liberalismo puede recoger elementos valiosos de la Segunda Teoría Política, el socialismo, sin entrar de lleno en una exaltación del colectivismo o del modelo soviético del Capitalismo de Estado. Antes al contrario, en la "síntesis superadora", por hablar en idioma hegeliano, se pueden recoger todas las virtudes de la propiedad privada ligada al esfuerzo del individuo, a la dignidad de la economía familiar, al cuidado y conciencia social y local, al orgullo regional y nacional. Una propiedad privada no endiosada ni convertida en ficción abusiva, puede ser un pilar básico en una comunidad orgánica civilizada como la que se defiende en los modelos distributistas y corporativistas, en la Doctrina Social de la Iglesia.
La 4TP es compatible con la diversidad de culturas y civilizaciones, diversidad humana que incluye diferentes sentidos de lo colectivo, diferentes percepciones y valoraciones de lo comunitario. Un colectivismo universal como el que se propuso el comunismo soviético y chino es inaplicable.
2) La 4TP como teoría enemiga del socialismo, pero superadora-integradora del mismo. En cierto modo ya hemos dado las claves. La Europa occidental medieval, así como la Rusia campesina pre-bolchevique, conservaban importantes estructuras comunitarias. Otro tanto se podría decir de las sociedades amerindias antes de la llegada de Colón, y conservadas, en buena medida, según las regiones, bajo dominio imperial español. No obstante, el socialismo, y especialmente el socialismo marxista, es un producto intelectual europeo, que hunde sus raíces en el racionalismo y en la ilustración. Es, en parte, una "imagen en negativo", de la propia sociedad burguesa-liberal contra la que reacciona. Gran parte de los vicios detectados en el modelo de "capitalismo de Estado" en que se convirtió el llamado "socialismo real", de origen bolchevique, estaban ya sembrados en el mismo campo liberal burgués: desarrollismo, centralismo, mentalidad calculística-burocrática, productivismo, cientifismo...
La 4TP no es incompatible con formas de socialismo ajenas a la ortodoxia marxista que propendían hacia un "capitalismo de Estado" o un "colectivismo universal". El sentido social de toda propiedad, las obligaciones y responsabilidades sociales de la empresa, la subordinación de los mercados y de la producción al interés nacional-popular, la idea de una distribución justa y equitativa de la riqueza, la incorporación de la meritocracia de todos los trabajadores, la idea de que todos –trabajadores y patronos- son, en puridad, funcionarios al servicio de la sociedad, la participación del trabajador en los beneficios y gestión de las empresas, la lucha por la autarquía o autosuficiencia productiva y energética, el proteccionismo de las clases trabajadoras y de las industrias y labores agrícolas nacionales... son, en su conjunto, pilares de un "socialismo" no marxista que, si bien no tratan de arrumbar el modo de producción capitalista como tal, lo corrigen y enderezan. La 4TP es compatible con este modo de socialismo (2TP) en la medida en que supera y aplasta la 1TP
3) El fascismo sería la 3TP. Alexander Dugin considera esta teoría completamente derrotada al término de la II Guerra Mundial. En todas sus variantes (el fascismo italiano, que es el sentido estricto del término o el nacional-socialismo hitleriano en Alemania, así como otras corrientes surgidas en países más pequeños o menos beligerantes) esta teoría ha fracasado y su presencia mundial es minoritaria, residual, testimonial. El tema es muy complejo, tanto en lo histórico-político como en lo doctrinal, pues los movimientos canónicos del fascismo fueron ambiguos en su práctica etic y en su concepción emic, así como diversos en cada expresión nacional y erráticos en la práctica. Con todo, Dugin sostiene que fue un intento de superación simultánea tanto de la 1TP, el liberalismo burgués y de la 2TP, el socialismo. Frente al individualismo egoísta del mercader, el fascismo resaltó los valores comunitarios y corporativistas. Frente al sacrosanto Mercado que subordina a los Estados, el Fascismo es "todo en el Estado, nada sin el Estado, nada en contra del Estado". Las críticas y elogios al fascismo a menudo pasan por esta idea de ser una "tercera vía" o "tercera posición", ni capitalista ni socialista. En su versión burlesca hispana, a menudo se cita la graciosa frase "ni de derechas ni de izquierdas, sino todo lo contrario".
La política social de los fascismos, su intento de encuadrar a los trabajadores en el Estado, el control estatal de la industria nacional, acercaron la 4TP a la izquierda. Por contra, la defensa de la propiedad privada, así como de valores jerárquicos, tradicionalistas y nacionalistas (un nacionalismo de Estado, no fraccionario), acercaron la doctrina fascista a la derecha. Las combinaciones más extremas de ambos polos clásicos (nazismo, de un lado, bolchevismo, por el otro) aunque marginales en todo el mundo, han tenido cierto predicamento en Rusia, la patria de Dugin, y el filósofo de la 4TP no ha sido ajeno biográficamente a ellas. Hace años que tal posición "nazbol" ha sido abandonada por el creador de la 4TP.
4) No vamos a exponer un resumen de la 4TP. Es mejor leerse los libros de Dugin, o el propio libro de Alsina, que ofrece resúmenes muy didácticos y sustanciosos. La introducción y la I Parte del libro son una buena guía. Para reseñar el libro de José Alsina basta con resaltar el ámbito geopolítico que al autor (y a todos los hispanohablantes) interesa: el ámbito del Hispanismo.
Dugin hace referencia a Eurasia. La unidad geográfica llamada "Eurasia" ofrece pocas dudas en el sentido físico-natural. Son muchas las disciplinas (geológicas, biológicas, etc.) que hablan de esa unidad. Por ejemplo, cuando hablamos de "fauna euroasíatica". Europa es un apéndice de la Gran Asia, una península que forma parte de una enorme masa continental. Pero la Eurasia duginiana es sustancialmente de índole geopolítica. Ésta idea posee unas raíces intelectuales que no podemos resumir aquí. Alsina nos los resume de manera espléndida en su libro. Baste ahora decir que, aparte de los geopolíticos como Haushofer o MacKinder, hay todo un elenco de pensadores que remarcaron la importancia de los espacios en una teoría del poder. Carl Schmitt, Alain de Benoist, Robert Steuckers, Guillaume Faye... La diferencia entre dos clases de imperios, esto es, centros de poder que extienden su dominio sobre vastos territorios planetarios, es la que más nos incumbe aquí.
4.1. De una parte, hablaríamos de imperios talasocráticos (marítimos). En la antigüedad, el ejemplo canónico sería el Fenicio-cartaginés. En esta clase de imperio, el control político y militar se ejerce a través del mar, las flotas conectan y controlan rutas y puertos, sin esforzarse mucho en el dominio territorial. Tierra adentro se controla un mínimo de tierras para asegurar el control y el abastecimiento. El aspecto militar, cultural y político está subordinado a un imperialismo comercial. En todos los autores mencionados arriba hay –de manera más o menos explícita- una identificación entre el imperio británico y el yanqui, de las edades moderna y contemporánea, con el imperio fenicio- cartaginés, repectivamente. La gran aportación de Gustavo Bueno a la Geopolítica estriba en señalar que estos imperios talasocráticos son imperios depredadores, enfrentados (en todos los sentidos de la expresión "tener en frente" y de oponerse a) los imperios generadores.
Los imperios talasocráticos-depredadores carecen de misión y vocación civilizadora. Si dejan influencia (en el idioma, las costumbres, los cultos religiosos) es meramente accidental, no proyectada ni deducida de su esencia. Habitualmente, son imperios que adoptan la pose que hoy se suele llamar "comunitarista", esto es, no tratan de alterar las tradiciones y usos de los nativos dominados siempre que éstos obedezcan, se presten a la explotación y sumisión, suministren esclavos y se dejen arrancar materias primas y colaboren como "aliados" en la lucha contra otras potencias imperiales enemigas.
La imagen pintoresca de "reyes" africanos o indígenas, tradicionalmente ataviados con plumas, tatuajes, pinturas y taparrabos recibiendo protocolariamente –en una mezcla de pseudodiplomacia bilateral y efectiva sumisión- a Su Graciosa Majestad Británica representa muy bien –a nivel simbólico- el modo de dominación depredador y talasocrático. Gran Bretaña no pretendió "imponer" un modelo civilizatorio por igual a los diversos territorios. Una vez garantizada su sumisión, y su aporte en hombres, tierras, materias primas, etc. de cara a la dominación "comercial" del mundo, los nativos podían perfectamente adormecerse en sus propias tradiciones y supersticiones, podían contar con sus propios caciques indígenas, reyezuelos y rajás, puesto que el "comunitarismo" imperial era la contrafigura de un racismo descarado. Los dominantes y los dominados permanecían rigurosamente separados.
Los E.E.U.U. han seguido un modelo talasocrático-depredador enteramente heredero del británico. La Armada, el dominio mundial de los mares, sigue siendo fundamental a la hora de extender el poder del imperio yanqui. Con la humillante derrota de España ante el yanqui en 1898, éste dominio no hizo más que crecer, si bien en los últimos tiempos estamos asistiendo a un repliegue tras la acumulación de derrotas. Los nuevos "Vietnam" del siglo XXI los hallamos en Afganistán, Siria, Libia, etc.
Tal y como corresponde a una época post-colonial, a los E.E.U.U. no les interesa siquiera del dominio colonial-territorial extenso, aunque gelatinoso, de los británicos. Éstos poseían muchos países en calidad de colonias, pero los poseían y controlaban con un mínimo de funcionarios y militares, porosa y gelatinosamente. Eran "parques extractivos" para las compañías comerciales, pero no territorios "anglificados". En el imperio yanqui hay un dominio talasocrático, al que hay que sumar el control del aire, por medio de la aviación –ya muy tenido en cuenta por los textos geopolíticos de Carl Schmitt- así como del espacio exterior. La administración neocolonial se lleva a cabo no tanto por medio de ocupación militar y control directo, que sólo se realiza en casos extremos, sino por medio de extorsión financiera, golpes de estado, revoluciones de color, cooptación de colaboracionistas nativos, corrupción de élites, amaño de elecciones, financiación de grupos terroristas y paramilitares, etc. Un abanico muy variado de métodos, todos ellos encaminados a la acumulación y concentración de grandes plusvalías que van a parar a las grandes compañías transnacionales, de las cuales una porción indirecta beneficia al "Estado guardián" que por medio de sus fuerzas armadas y su intervencionismo exterior saca sus beneficios, de la misma manera que el dueño de una finca paga generosamente a los guardas que, carabina en mano, velan por ella.
4.2. Frente a los imperios depredadores y talasocráticos, "fenicios-cartagineses", se alzan los imperios terrestres, telúricos, "romanos", que Gustavo Bueno llamaba generadores. Aquí es donde cabe discutir el carácter de un hipotético "imperio eurasiático" como el propuesto por Dugin, o el imperio hispánico, como el imperio realmente existente entre los siglos XVI y XIX, y considerado como generador.
La propuesta de Dugin prosigue perfectamente las ideas eurasiáticas de Haushofer y otros geopolíticos del pasado siglo, así como la búsqueda del "abrazo" amoroso entre el alma de Occidente y el alma de Oriente (alma rusa) de Walter Schubart. También contamos con el antecedente teórico de Jean Thiriart, partidario de una gran Eurasia, que incluye un alineamiento con los países asiáticos (musulmanes o extremo-orientales) sojuzgados hasta fecha reciente al imperialismo de Occidente. Esa gran Eurasia sería una enorme masa humana, terrestre, energética, autosuficiente e inatacable. Lo que llamamos Occidente es, en realidad, el imperialismo de raíz burguesa-liberal y anglosajona, contra el cual habría que sumar fuerzas. Que una alianza de pueblos tan heterogéneos sea viable y no utópica es algo que está por demostrar, y a muchos no cuesta trabajo admitir. Las raíces intelectuales de una tal Eurasia no occidental que incluya a las naciones europeas y que posea un carácter generador son muy heterogéneas.
Por ejemplo la Eurasia de Guillaume Faye parece más bien una confederación étnicamente homogénea, un abrazo estrecho entre la Gran Rusia y el resto de las naciones europeas, dotada de un gran centro de poder soberano económico-político, y una periferia "tradicionalista", autárquica en gran medida. La unión de todos los europeos contando con Rusia incluye una buena porción de Asia, la Siberia, muy despoblada pero territorial, material y energéticamente fundamental para dar peso a Europa. Una vecindad razonable con chinos, indios, etc. haría de ese gran espacio autocentrado un imperio telúrico, terrestre, invulnerable ante posibles ataques islámicos o talasocráticos.
Sin embargo, ciertos escritos de Thiriart, si no los he comprendido mal, sobrepasan el factor étnico de unión. Y refuerzan la idea de una Eurasia en la que se incluyan pueblos étnicamente no europeos, pero aliados con una Europa continental en una causa común contra el Cartago nuevo representado por los E.E.U.U. No acabo de encontrar en Alexander Dugin una definición clara y concisa de lo que sería su imperio eurasiático. Es evidente "contra quién" está pensando Dugin, pues, como decía su compatriota Vladimir Illich, "pensar es siempre pensar contra alguien". Y los autores seminales de la "Nueva Derecha", así como hoy en día Dugin, "están pensando contra" los E.E.U.U. y sus derivados (OTAN, UE, atlantismo, occidentalismo) Pero la relación promiscua de europeos con pueblos asiáticos que sostienen "tradiciones" y despotismos tan horrendos como el chiísmo iraní, por ejemplo, difícilmente va a dar frutos saludables. Dugin saluda una gran federación anti-liberal y neotradicionalista, en la que Rusia ejercería un indiscutible liderazgo. Sin embargo, en cuanto al primer rasgo, anti-liberal, tenemos las dificultades de cualquier alianza "anti", puramente negativa, como hemos visto en el triste movimiento "anti" que hoy representa el "anti-fascismo": dudamos de que sea un movimiento real y no una fantasmagoría. Lo más frecuente en la historia es que los movimientos puramente "anti", precisamente debido a su falta de sustantividad, a su abstracta negatividad, es que no sean otra cosa que un producto instrumental, muñecos teledirigidos por poderes sistémicos lo bastante fuertes como para mantenerse en una mediática invisibilidad. De igual manera que hay sospechas muy sólidas que hablan del anti-fascismo como un producto del Sistema capitalista-mundialista- neoliberal para domesticar la disidencia, habiendo desaparecido el fascismo realmente existente por derrota militar en 1945 (dejemos a un lado los grupos residuales y testimoniales), tenemos sospechas de que un "anti-occidentalismo" como el que pretende orquestar la 4TP y Dugin sea, en un futuro inmediato, algo más que una estrategia intelectual del propio imperialismo ruso.
La 4TP deberá concretar sus lazos con sectores descontentos de "occidente" para convertirse en un verdadero caballo de Troya, en el ámbito interno de cada país dominado por los E.E.U.U. de forma directa e indirecta, y una alterntiva multipolar en el ámbito externo. Los pueblos, y dentro de ellos, los movimientos sociales, especialmente los tildados de "populistas" e "identitarios", y toda la disidencia habida y por haber con respecto al occidentalismo, tendrán que dejar de ver en la 4TP una maniobra estricta y fundamentalmente rusa. El anti-occidentalismo no bastará, y un imperialismo ruso sustituyendo a un imperialismo yanqui será un plato difícil de digerir para muchos.
Sin embargo, con todos los recelos que se puedan despertar, motivados en parte, el concepto clave para organizar una estrategia metapolítica seria, que no sea la mera negatividad de los "anti", desde España y desde la Hispanidad, es precisamente fijar un sustrato geopolítico desde el cual actuar, de manera parecida a como la aguja de un compás debe pinchar en una superficie para poder trazar una circunferencia. La propuesta de Alsina no consiste en un pinchar o anclar el compás en Eurasia, sino en la Hispanidad. Esta novedad es revolucionaria, y debería ser tenida muy en cuenta por el propio Alexander Dugin, Leonid Savin, etc. Una toma en consideración que no obedece exclusivamente a admitir una "variante local" o "periférica" de su querida Eurasia, como si el ámbito hispano fuera un bloque o polo secundario a coordinar con el polo encabezado por la Federación Rusa y "masificado" de forma sólida en una Eurasia unida. Esto sería un error.
La Hispanidad, en sí misma, aunque la debemos tomar todavía como proyecto más que como realidad efectiva, conforma una masa territorial y humana nada desdeñable. Son muchos millones de personas que hablan un mismo idioma, en su mayor parte habitando las Américas. En mi opinión, las ideas de Frigidiano Durántez sobre el iberismo, potencian la propia idea de Hispanidad. Según señala Durántez hay una fácil intercomprensión entre el español y el portugués, que podría trabajarse en el sistema educativo de todas las naciones ibéricas, y eso elevaría el potencial geopolítico de un polo ibérico. El peso que Brasil, Portugal y las múltiples ex-colonias portuguesas de África y Asia es enorme y, sumado al de la Hispanidad, podría constituirse en un verdadero polo que contrarreste las pretensiones hegemónicas de los otros. En el contexto del medio plazo, el bloque atlantista-occidental quedaría severamente dañado en sus pretensiones hegemónicas con una coordinación de Eurasia e Iberia. Las relaciones entre Eurasia e Iberia irían más allá de todo "tacticismo", puesto que la Península Ibérica, y sus pueblos, participarían doblemente y de forma natural de ambos bloques. La labor que España y Portugal como naciones europeas, y como antiguos imperios "proyectados" hacia los demás continentes, debería ser algo más que materia de discursos culturales, diplomáticos y protocolarios. El iberismo geopolítico, y no sólo una federación "exigida por la Historia" entre la nación lusa y la hispana, es una ausencia en este libro. Dada su breve extensión, y el carácter más bien programático del mismo, el libro de Alsina está pidiendo, a mi juicio, una segunda parte o una vigorosa expansión, para asumir este reto.
La construcción de esa nueva Hispanidad, por supuesto, "empieza en casa". Los españoles tenemos la casa sin arreglar, con una maraña de problemas domésticos, cainismo, centrifugación, liquidación de valores esenciales, etc. y cuesta trabajo vernos a nosotros mismos en condiciones de aportar ideas y estilos de trabajo para arreglar los problemas en casa ajena. Por ejemplo, en Iberoamérica: somos nosotros, los españoles europeos quienes tenemos mucho que aprender de todos los iberoamericanos en general, y de los españoles de América en particular. Es cierto que hay tendencias que hoy parecen imbatibles. El indigenismo en las Américas ha llegado a ser una suerte de virus que se alimenta de hispanofobia, leyenda negra, tergiversación y revisionismo históricos, mentalidad mágica, pseudomarxismo, y "utopía etnológica" (el libro de Gustavo Bueno, Etnología y Utopía ya señalaba hace muchas décadas la peligrosidad de la utopía alimentada por los antropólogos culturales, su relativismo y su "culturalismo"). Otra oleada que parece diseñada desde el imperio yanqui del norte es el evangelismo. La omnipresencia de misioneros de diversas sectas protestantes, el éxito y creciente relieve político de estas comunidades en todo el continente, es incompatible con la herencia católica común recibida de los imperios español y portugués, y parece una muralla para evitar la posibilidad de una verdadera alianza hispano-americana que deseamos.
La formación de un bloque iberoamericano, que implica o contiene una Hispanidad como 4TP, complementaria con y engranada a Eurasia, no significa que nadie –por ejemplo nosotros, los españoles- tengamos que venir a arreglar los problemas de nadie. España misma, que aparece minúscula en el mapa si se la compara con Brasil, Argentina o México, va aflojando sus lazos internos, confundiéndose hoy una descentralización administrativa con la creación de mini-estados de taifas. La misma leyenda negra y el mismo abandono (sin recambio ni reforma visibles) del fondo tradicional católico, están ejerciendo sus efectos deletéreos sobre la nación española. Cada día poseen más eco y predicamento publicistas sin escrúpulos, del estilo Henry Kamen, que vienen a negarnos (vale decir robarnos) nuestra más profunda identidad histórica. Aunque formalmente se muestren críticos con el nacionalismo fraccionario (por ejemplo, el catalán), se dedican dichos publicistas y demagogos a minar los cimientos más básicos de una comunidad hispana. Así, según su lista de mentiras y revisiones no habría pruebas de la existencia de don Pelayo, ni de los reyes godos, ni de Numancia, ni de la Reconquista, ni nada de nada. Asistimos a una labor de zapa y demolición de los pilares de la nación española sin precedentes, realizada por charlatanes que gozan de un espectacular apoyo mediático.
En este sentido, para poder remontar este ataque, hay datos muy valiosos en el libro del profesor Alsina. Los datos que nos hablan de un regeneracionismo español.
No hay ninguna posibilidad de una reconstrucción del Hispanismo como alternativa geopolítica sin pasar antes por un regeneracionismo de la nación española. A pesar de nuestra debilidad y aparente fracaso, la posibilidad de ejercer un cierto liderazgo entre nuestras naciones hermanas del iberismo sigue existiendo, siempre que aquí, en la Península, arreglemos nuestros problemas de centrifugación y demolición de la identidad común compartida. Los hatajos, las soluciones fáciles, son rechazadas por el autor: soluciones nostálgicas, centralismo jacobino, etc. El regeneracionismo que precisa España para liderar y consolidar un Hispanismo como 4TP bien pudiera estar inspirado en don Ramiro de Maeztu y en tantos otros teóricos y hombres de acción que la apisonadora feroz del pensamiento "progresista" y los cortesanos felices de la mitificada Transición ha machacado en el suelo del olvido. Un regeneracionismo no meramente literario, poético-trágico, quejumbroso, como tendió a ser el de los hombres de 1898, sino otro broncíneo, hecho con la solidez de pensadores dotados de planteamiento estratégico. Hombres, como quería Spengler, más dotados para la acción y la mirada a largo plazo, que entiendan de economía y milicia, de tecnociencia y planificación antes que soñadores ensimismados o utopistas.
Muchos de esos pensadores que fueron hombres de acción, y que actuaron bajo las coordenadas de su tiempo, trabajaron durante el franquismo. Fueron ingenieros, científicos, planificadores, etc. que hoy no sería "políticamente correcto" reivindicar, ni siquiera estudiar. Y fueron regeneracionistas bajo un régimen autoritario, con el que colaboraron, bien por convicción bien por resignación. En todo caso, su patriotismo consistió en servir a España, con independencia de toda otra consideración.
En contra de lo que hoy es moda y tono habitual, no se es más valiente ni patriota por salir a la calle con banderas y pancartas. Se es valiente y patriota trabajando cada uno e su especialidad aún en las más duras y adversas condiciones políticas, económicas, morales. Un Estado del trabajo, a la manera del "socialismo" spengleriano es un Estado en que cada español debería sentirse funcionario al servicio de un bien común. La vocación de servicio, y no la de reivindicación ("¿qué hay de lo mío?") común al patrono, al empleado, al militar, al científico, es una vocación que en sí misma neutraliza toda lucha de clases. Un socialismo como el que Maeztu una vez ideó, sin lucha de clases, en el cual los españoles se organizasen un poco como a la manera de los antiguos gremios, esto es, por sectores profesionales que pudieran coordinarse orgánicamente, daría otro tipo de representatividad a las Cortes, y no ya la representatividad trazada según el modelo partitocrático liberal hoy vigente. Por supuesto estos puntos del regeneracionismo posible para España no están desarrollados en el libro de Alsina, y no sabemos hasta qué punto el autor los compartiría, al menos en parte. Lo que sí es cierto es que el libro abre vías para indagar en esos precedentes históricos del regeneracionismo hispano y, en base a ellos, lanzarse a la búsqueda de aliados. Hacia el oeste, tenemos a nuestros hermanos iberoamericanos, y hacia el este, nuestra patria eurasiática. Solamente aprendiendo del pasado, y rebuscando en nuestras raíces más hondas podremos ser revolucionarios. La alternativa al mundialismo atlantista y al imperio yanqui, que es su materialización más concreta, junto con la U.E. (una fachada de todo lo anterior) exige esta labor de titanes. Debemos educarnos y disciplinarnos. A veces, un pueblo o una confederación de pueblos hermanos, sorprenden vivamente, actúan contra todo pronóstico agorero, virando 180 grados en un par de generaciones. Este podría ser el caso.