Prusianismo y Socialismo de Oswald Spengler

16.01.2022

Anotaciones críticas

Spengler pretende liberar al socialismo alemán de la sombra Marx. La categoría “socialismo” en el filósofo alemán no es un sistema de un doctrinario, ni necesariamente una etapa de la historia universal de la humanidad. El socialismo, tal y como lo comprende en su obra Preußentum und Sozialismus es una forma vinculada a una cultura nacional. El pueblo alemán, en su específica forma prusiana era un pueblo de trabajadores y funcionarios. El socialismo prusiano se opone al individualismo inglés y al anarquismo italiano. Es una forma específica del “prusianismo” que incluye un modo particular y único de entender la vida, la política, la cultura. 

Und damit ist die Aufgabe gestellt: es gilt, den deutschen Sozialismus von Marx zu befreien. Den deutschen, denn es gibt keinen andern. Auch das gehört zu den Einsichten, die nicht länger verborgen bleiben. Wir Deutsche sind Sozialisten, auch wenn niemals davon geredet worden wäre. Die andern können es gar nicht sein [Einleitung].

Y así se plantea la tarea: la tarea es liberar al socialismo alemán de Marx. El socialismo alemán, porque no hay otro. Esta es también una de las ideas que no pueden seguir ocultándose. Los alemanes somos socialistas, aunque nunca se haya hablado de ello. Los otros no pueden serlo” [Introducción].

Todo el liberalismo alemán es una patraña. De manera análoga a como en España los partidarios de Napoleón fueron llamados “afrancesados”, en Alemania los partidarios del modo de vida inglés (parlamentarismo, liberalismo) son tildados por Spengler de “inglesados”. Los “inglesados” llegaron Alemania como resultado de las campañas napoleónicas. El corso que llevó sus ejércitos franceses a toda Europa no luchó “por Francia” sino más bien luchó por el ideal inglés. 

Es war die unsichtbare englische Armee, die Napoleon seit Jena auf deutschem Boden zurückgelassen hatte.

Era el ejército inglés invisible que lo Napoleón había dejado en suelo alemán desde Jena” [La Revolución, 2].

Napoleón obligó a los pueblos europeos a hacerse nacionalistas y liberales. Al desarraigarlos del principio monárquico, que fue el principio formador de los pueblos, éstos hubieron de buscar otros mitos organizadores y fundadores: la “voluntad general”, el “espíritu del pueblo”, etc. 

En el caso alemán, la adopción o importación de principios extranjeros, ya sea el egoísmo del capitalista inglés (que procede de los piratas y animales de rapiña que fueron los ingleses en sus expediciones a partir de su isla) o el sadismo anárquico francés (con su necesidad de sangre para “nivelar”, y que nadie sea más que nadie) fue nefasto. Un alemán no puede ser un gentleman ni un businessman: un alemán es un “empleado”, ya sea en la fábrica, en el ejército o en la administración. En Spengler, la “forma de ser” determina la forma política que conviene a la nación, no hay internacionalismo que valga. El capitalismo genuino es el inglés, lo demás son burdas imitaciones. El socialismo genuino, de la misma manera, es el alemán: en modo alguno consiste en esa mezcla de socialismo inglés (la visión de Marx está extraída de la economía británica) o de anarquismo revolucionario francés. Es un socialismo comunitario y jerárquico. 

Se debe comprender que el socialismo spengleriano no es revolucionario, sino un socialismo “de orden”, organizador y disciplinado. El contraste con los socialistas revolucionarios es patente. Si Napoleón fue, en el fondo, el “anglificador” de Europa, Francia en sí misma fue la difusora del ideal latino de la disgregación, de las “republiquitas” (traspasado de manera nefasta a la América Española y causa de su ruina desde el mismo momento en que gálico principio anarquizante pisó el suelo del Nuevo Mundo):

Das klassische Land westeuropäischer Revolutionen ist Frankreich. Der Schall tönender Worte, die Blutströme auf dem Straßenpflaster, la sainte guillotine, die wüsten Brandnächte, der Paradetod auf der Barrikade, die Orgien rasender Massen – das alles entspricht dem sadistischen Geist dieser Rasse. Was an symbolischen Worten und Akten zu einer vollständigen Revolution gehört, kommt aus Paris und ist von uns nur schlecht nachgeahmt worden. Wie ein proletarischer Aufstand unter feindlichen Kanonen aussieht, haben sie uns schon 1871 vorgeführt. Es wird nicht das einzige Mal gewesen sein.

“El país clásico de las revoluciones de Europa Occidental es Francia. El sonido de las palabras resonantes, los ríos de sangre sobre el pavimento, la sainte guillotine, las noches desoladas de fuego, el desfile de la muerte en la barricada, las orgías de las masas frenéticas, todo esto corresponde al espíritu sádico de esta raza. Las palabras y los actos simbólicos propios de una revolución completa vienen de París y han sido mal imitados por nosotros. Cómo es un levantamiento proletario bajo las armas del enemigo, ya nos lo demostraron en 1871. No habrá sido la única vez” [La Revolución, 4].

La falta de justicia social, la opresión del humilde, sólo en parte justifican las revoluciones sangrientas. Como orgías de sangre, no siempre son productos genuinos de la fracción del pueblo que las protagonizan. El caballero español, que, en su condición militar y misionero, dominó un imperio donde no se ponía el sol, no está precisamente representado en el miliciano rojo ni por el pistolero falangista del siglo pasado. Es la ideologización (un virus ideológico de origen extranjero) la que desnaturaliza a los pueblos, aunque por supuesto también son los pueblos los que van degradándose a lo largo de siglos de decadencia debido a las diversas causas históricas y a su propio destino.

Siempre es un virus ideológico para un pueblo el que éste acepte reglas de conducta contrarias a su instinto. Para Spengler, los instintos rectores de la Europa moderna y contemporánea son de tres naturalezas:

1) El instinto inglés: el poder le pertenece al individuo.

2) El instinto francés: el poder no le pertenece a nadie.

3) El instinto prusiano: el poder le pertenece a la comunidad. 

En la distinción spengleriana hay, además, una genealogía. Ingleses y prusianos poseen una raíz étnica común. Los antiguos sajones y vikingos poseían cualidades raciales aptas para la conquista y la rapiña, y Spengler (por medio de unas caracterizaciones étnicas no muy afinadas, dicha sea la verdad) presenta a ingleses y prusianos como parientes, pero unos parientes que han seguido trayectorias diversas. 

Los ingleses, seguros en su isla, no precisaron del Estado apenas, pues la propia geografía isleña protegía de ataques externos y eximía de tareas organizativas en el interior: la iniciativa siguió siendo, hasta el siglo XX, la iniciativa pirática privada. El capitalismo anglosajón es “corsario”. Si hay éxito, el Estado sanciona y obtiene rédito, pero ese Estado no deja de ser un “comité de patronos para poder gestionar mejor sus beneficios”, haciendo casi exacta de esta manera la definición marxiana. En cambio, el socialismo prusiano necesita concentrar esfuerzos organizadores pues su extensión se hace a lo largo de llanuras, expuestas a agresiones desde “los cuatro vientos”:

Die deutsche Revolution aber ist aus einer Theorie hervorgegangen. Der deutsche, genauer preußische Instinkt war: die Macht gehört dem Ganzen. Der einzelne dient ihm. Das Ganze ist souverän. Der König ist nur der erste Diener seines Staates (Friedrich der Große). Jeder erhält seinen Platz. Es wird befohlen und gehorcht. Dies ist, seit dem 18. Jahrhundert, autoritativer Sozialismus, dem Wesen nach illiberal und antidemokratisch, soweit es sich um englischen Liberalismus und französische Demokratie handelt. Es ist aber auch klar, daß der preußische Instinkt antirevolutionär ist.

“Sin embargo, la Revolución Alemana surgió de una teoría. El instinto alemán, o más exactamente prusiano, era: el poder pertenece al todo, al conjunto. El individuo lo sirve. El conjunto [das Ganze] es soberano. El rey es sólo el primer servidor de su Estado (Federico el Grande). Cada uno tiene su lugar. Se ordena y se obedece. Se trata, desde el siglo XVIII, de un socialismo autoritario, antiliberal en esencia y antidemocrático en comparación con el liberalismo inglés y a la democracia francesa. Pero también está claro que el instinto prusiano es antirrevolucionario” [La revolución, 5].

La teoría spengleriana sobre el socialismo no es fácil de comprender, dado que huye de modelos abstractos. Es una teoría basada en las circunstancias históricas que han determinado el curso de la historia de Europa occidental. No se habla de “socialismo” como de un sistema, sino como un modo de percibir y conducirse un pueblo. Tampoco se pontifica sobre las maldades o virtudes del capitalismo, sino sobre la forma de hacerse con él en cada pueblo. Pero, nótese bien, tampoco se trata aquí de un relativismo. Es tópico, pero muy errado, ver a Spengler como un relativista: “lo que llamemos socialismo dependerá del pueblo que lo encarne”. Más bien se trata de conceder autenticidad distinta, según grados, a modos de vida nacionales que son, radical y esencialmente, distintos. Un alemán no es liberal si no es un “inglesado” ni marxista-revolucionario si no es un “afrancesado”. Otro tanto se diga de un español del Siglo de Oro, que en el libro de Spengler se acerca mucho más al prusiano que al inglés o al francés.

Las revoluciones no son entidades externas a la Historia, como gradas en el ascenso a un Progreso, como interrupción del instintivo camino de un pueblo a lo largo de su historia con vistas a converger en una especie de “Historia Universal”. Error frecuente del pensamiento progresista, tanto del ala liberal como del ala marxista. Las revoluciones son procesos geopolíticos, no escalas hacia un Progreso: 

Jede neue Phase vollzieht sich unter dem Druck einer feindlichen Kombination. Die englische Revolution spielte sich auf einer Insel ab; die französische behielt dank ihrer Tapferkeit im Felde die Entscheidungen in der Hand. In der deutschen Revolution aber zählen Paris, London und Newyork mit, nicht mit ihren Arbeiterbewegungen, sondern mit Truppen, die sie marschieren lassen, wenn die deutsche Revolution eine ihnen nicht erwünschte Form annimmt. Die Marxisten haben es so gewollt und müssen nun damit rechnen. Außer den Handgranaten des Spartakusbundes und den Maschinengewehren der Reichswehr ist noch die französische Besatzungsarmee und die englische Flotte da.

“Cada nueva fase tiene lugar bajo la presión de una combinación hostil. La revolución inglesa tuvo lugar en una isla; los franceses, gracias a su valentía en el campo de batalla, mantuvieron las decisiones en sus manos. En la revolución alemana, sin embargo, París, Londres y Nueva York cuentan, no con sus movimientos obreros, sino con las tropas que hacen marchar cuando la revolución alemana toma una forma que ellos no desean. Los marxistas lo han querido así y ahora deben contar con ello. Además de las granadas de mano de la Liga Espartaquista y las ametralladoras del Reichswehr, están el ejército francés de ocupación y la flota inglesa” [La Revolución, 7]-

Es absurdo e infantil no ver las revoluciones en un contexto geopolítico. En el tablero internacional ¿a quién beneficia una revolución? El hecho de que, en plena guerra, matanza justificada bajo criterios de patriotismo, una importante facción traicione a los suyos anteponiendo su utopía a la defensa del suelo o a la camaradería con tus consanguíneos y coterráneos ¿a qué se debe? ¿Quién se frotaba las manos -por ejemplo- cuando los españoles se mataban entre sí entre 1936 y 1939, con un ensañamiento salvaje nunca visto en ellos contra enemigos exteriores, franceses o moros? Las potencias alientan revoluciones y contrarrevoluciones y degradan a los pueblos con ideologías víricas letales.