¿Por qué gano Trump?
Hace varios meses, en nuestro Blog: La página de los intelectuales, así como en nuestra columna del periódico digital El colorado, habíamos llegado a la conclusión de nuestro análisis, de que Donald Trump ganaría las elecciones presidenciales de los EE.UU. Ahora veremos qué pasó y por qué lo logró.
Qué representa Donald Trump
El encumbramiento de Donald J. Trump en el seno del Partido Republicano y finalmente su nominación para la compulsa Presidencial había causado estupor y preocupación. Su fuerte retórica, particularmente en relación con la inmigración, lo ha colocado en un lugar de líder populista y xenófobo.
Es cierto que no es fácil hallar discursos tan provocativos por parte de un candidato a la Presidencia de la única superpotencia del mundo, pues, mal que pese a muchos, Estados Unidos continúa siendo el actor central del orden interestatal. Basta considerar “fuentes duras” como “fuentes suaves” de su Poder, por ejemplo, gasto militar (596.000 millones de dólares en 2015, más del 36 por ciento del total global), y cantidad de solicitudes de patentes por año (160.000 registros en 2014, más del 48 por ciento del total mundial), para concluir que cualquier competidor marcha muy por detrás.
En otros términos, Estados Unidos continúa siendo, como la denominó Zbigniew Brzezinski, la “única superpotencia global extensa”, esto es, global por su presencia y capacidad para proyectar poder, extensa porque cumple un papel líder en todos los segmentos de poder, desde el tecnológico hasta el militar, pasando por el cultural, el comercial, etc.
Por otra parte, si bien en un grado menor o aminorado, Estados Unidos continúa reuniendo los cuatro elementos que simultáneamente desplegó en cuatro ocasiones (en tiempos de Theodore Roosevelt, durante la Segunda Guerra Mundial, luego con Ronald Reagan y, finalmente, con George W. Bush) durante los últimos 120 años: nacionalismo, militarismo, globalismo e ideología.
Este último componente es capital para abordar a Trump y tal vez concluir que su retórica, histrionismo y exceso son sin duda exagerados, pero responden en buena medida al patrón ideológico, religioso, geopolítico, protohistórico estadounidense.
Dicho patrón se funda en una profunda convicción que arrancó con los mismos Padres Fundadores, para quienes el territorio Estadounidense era el asiento del “Bien”, mientras que en “el resto” del orbe predominaba el “Mal”, entendiendo centralmente por Mal el fenómeno de la guerra, que por entonces era el lugar común en Europa. Esta concepción mesiánica explica los ciclos de aislacionismo estadounidense en el mundo hasta 1941, cuando Estados Unidos fue atacado, entró en la guerra y, terminada ésta, convertida en superpotencia nunca más regresó al ensimismamiento internacional. Pero la idea respondió al mismo patrón: mantenerse lejos del Mal combatiéndolo (ahora) fuera del territorio Norteamericano; es el “excepcionalismo” convertido en “faro” de la libertad para la humanidad.
Después del 11 de septiembre el globalismo (junto con los demás componentes) fue tan total y contundente que el propio sistema internacional prácticamente se identificó con la defensa y promoción de los intereses nacionales norteamericanos. La llegada de Barak Obama “desactivó” la casi hegemonía Norteamericana, aunque ello no implicó que Estados Unidos dejara de considerar al mundo como un lugar riesgoso para el “sagrado” espacio norteamericano. De hecho, desde los atentados en 2001, por vez primera en su historia los estadounidenses desarrollaron y mantienen hasta hoy una “mentalidad de asedio”.
El mundo puede encontrarse en una etapa de cambio, sin duda, pero esta concepción de “excepcionalidad” habita en las dos fuerzas políticas estadounidenses, aunque “tiende” a ser más pronunciada entre los Republicanos (si bien Trump se ha expresado poco en materia de política externa) y, ni que decir, en el Tea Party.
Hacia dentro, aquella concepción supone la predominancia de la nación homogénea, más otros componentes que han sufrido cambios o impactos en las últimas décadas, por caso, el origen geográfico del Presidente, el “factor blanco” y “anglosajón”, etc. Pero el “espacio nacional para los estadounidenses” es el dato que debemos considerar en la retórica de Trump, dato que, más allá del relacionamiento con una concepción de cuño mesiánica, es una “regularidad” en los países en tiempos de incertidumbre.
Para Trump no existe incertidumbre: la “amenaza”, es decir, el extranjero (particularmente próximo) está en Estados Unidos y es necesario enfrentarlo y “erradicarlo”; así, sin ambages. De no hacerlo, Estados Unidos podría marchar hacia la “desintegración”. Esta postura pone al desaparecido Samuel Huntington en el centro del discurso actual de Donald Trump y en su notable posicionamiento. Pero no al Huntington del conocido “Choque de Civilizaciones”, sino al pensador posterior que fue muy bien analizado por Arthur Schlesinger Jr.: el que no deseaba que Estados Unidos fuera como el mundo, es decir, multicultural. El Huntington que criticaba duramente a los “monoculturalistas globales que quieren hacer el mundo como los Estados Unidos, y a los multiculturalistas caseros que quieren hacer a Estados Unidos como el mundo”. La política estuvo abierta: Trump llegó a la Presidencia de Estados Unidos, sosteniendo una ideología política nacionalista basada en intereses nacionales, que prendió en el pueblo norteamericano. En EE.UU. Trump cometía una metedura de pata tras otra –según decían sus oponentes– en algunas de sus declaraciones; sin embargo, muchos electores (y no solo el activo del Partido Republicano) oían en su discurso lo que querían oír. El mensaje de Trump sugería una actitud antiburocrática, contraria a la inmigración, a favor de un camino y de un futuro económico propios, y el rechazo a que el pueblo sea gobernado desde el extranjero. No hay duda que Trump incluirá estas reclamaciones en su programa de gobierno pues son parte central de su discurso; un dato que, una vez más, corrobora las tesis que sostienen que muchas cosas podrán cambiar en las relaciones nacionales e internacionales, menos la naturaleza humana. Porque Trump quizá sea “el último WASP (White, Anglo-Saxon, Protestant= Blanco, Anglo-Sajón y Protestante) como los Peregrinos del “Mayflower”, los “Padres Fundadores” y la élite que siempre ha dominado en el pueblo de los EE.UU y sigue siendo sumamente conservadora y tradicionalista.
¿Por qué Hillary Clinton era tan resistida?
Para empezar, las Estadounidenses han tenido que esperar la friolera de 227 años para ver a una mujer abrirse camino como candidata a la Casa Blanca, y si encima Hillary Clinton conseguía anotarse la victoria sería un hito que ponía fin a una tradición de 44 Presidentes estadounidenses todos ellos hombres. Pero si el que se embolsaba el triunfo era Donald Trump también marcaría un hito: no es sólo que nunca el timón de Estados Unidos haya estado en manos de un hombre como él. Y si estas elecciones tienen multitud de elementos para ser consideradas históricas, ¿por qué despiertan entonces tan poco entusiasmo entre buena parte de los estadounidenses?
La avanzada edad de ambos candidatos explica en gran medida la poquísima ilusión que tanto Trump como Hillary despiertan entre los jóvenes, que los ven como carcamales de otra era muy alejados de sus anhelos e intereses. Pero el que una mujer pueda por fin ocupar el cargo más poderoso del mundo tampoco estuvo generando ni la mitad de la mitad de la emoción de la que en su día suscitó la elección de Barack Obama como el primer Presidente negro de Estados Unidos.
El hartazgo de los Clinton
Los motivos son varios: por un lado, los Clinton son una saga, y llevan tanto tiempo en primer plano de la política que han conseguido generar bastante hartazgo. Por no hablar de que fue en enero de 2007 cuando Hillary confesó por primera vez su deseo de llegar a la Casa Blanca como Presidenta, y los casi diez años transcurridos desde entonces han aumentado esa sensación de saturación que genera. Además, es una mujer que ya ha sido casi de todo: Primera Dama, Senadora, Secretaria de Estado... Todo eso provoca que sea percibida, y con razón, como la quintaesencia del “establishment”, como una política de la vieja escuela, la representante por excelencia de la casta, la encarnación del sistema puro y duro, alguien que podría dar para un personaje de la serie “House of Cards” (Castillo de naipes)... Características que por cierto Trump ha sabido aprovechar muy bien para presentarse a sí mismo como todo lo contrario: un outsider, un forastero de la política con ademanes de cowboy que llega pegando tiros y dispuesto a poner patas arriba un sistema caduco.
¿Hillary? La gente no conecta con ella, la verdad. Aunque no guste mucho Trump, pero ella les parece que representa lo peor de Washington, de una política totalmente caduca. “Me parece una pena que la primera mujer que llegue a la Casa Blanca sea precisamente ella”, contaba Lucy Peterson, una estudiante veinteañera de la Universidad de Columbia. "Soy demócrata, pero no voy a votar. Los dos candidatos me parecen un horror", sentencia, resumiendo en esa frase lapidaria el sentimiento de desilusión que embargaba a muchos Estadounidenses.
La abierta antipatía que despierta Hillary entre los Estadounidenses viene de lejos. Ya en 1996 la revista The New Yorker publicaba un artículo titulado Odiando a Hillary en el que decía: “Al igual que las carreras de caballos, odiar a Hillary se ha convertido en una deporte nacional que une a la élite con el lumpen”. Es percibida como una persona profundamente arrogante y, quizás por su carrera como abogada, tiende a ponerse a la defensiva cuando habla y a ser agresiva. Y, por si fuera poco, están los numerosos escándalos que han rodeado a la Fundación Clinton y que han lanzado sobre ella sospechas de corrupción.
Con todo eso, las personas la odian. Sus calificaciones negativas, de hecho, han sido terriblemente altas para alguien tan cercana a la nominación de su partido. De hecho, una de las preguntas que con mayor frecuencia se le ha hecho a la candidata es una versión de “¿por qué no les agrada?”.
Por supuesto, los republicanos desde hace mucho tiempo sabían que Hillary Clinton era una candidata inusualmente fuerte, y esto los aterraba. Por lo que se han aprovechado algunos temas de debate como Bengasi (un caso en el que ella tuvo responsabilidad) y el escándalo de su correo electrónico. Según hemos visto, ni Bengasi ni el problema del correo electrónico podrían desalentar a los votantes Demócratas, quienes consideran eso como temas de debate de los republicanos.
Misoginia desenfrenada
Quizás es demasiado fácil culpar al sexismo por la maldad que empaña a la oposición de Clinton. Sin embargo, uno ve que borbotea misoginia en la sección de comentarios de los artículos en la web, donde ningún sentimiento –por muy crudo que sea– tiene límites. Ellos atacan su voz, su peinado, sus trajes depantalón, su risa. Y así sucesivamente.
Incluso en la corriente principal, uno escucha comentarios misóginos, como cuando Tucker Carlson dijo al referirse a Clinton en MSNBC: “Cuando ella aparece en televisión, involuntariamente cruzo mis piernas”, o como cuando Rand Paul dijo: “Me empieza a preocupar que cuando Hillary Clinton viaje, necesitarán dos aviones... uno para ella y su séquito, y uno para su equipaje”.
A Clinton la critican por “gritar” y por no sonreír lo suficiente, aunque estas son críticas que no oímos cuando se refieren a los candidatos masculinos. Al parecer, lo que menos les agrada de Hillary Clinton es su género, y uno solo podía imaginar el tipo de lenguaje que Donald Trump usaría en las elecciones generales.
También han surgido críticas duras contra Clinton. Algunos creen, por ejemplo, que ella no dice la verdad. O que está en deuda con Wall Street. O que por su culpa murieron cuatro personas en Bengasi; por presionar al Presidente Obama para que interviniera en Libia; siendo entonces Secretaria de Estado de EE.UU. Hillary Clinton, afirmó respecto a Gaddafi en tono de mofa: “venimos, vimos y él murió”. Otros insisten en que ella jugó con sus mensajes de correo electrónico, poniendo en riesgo la seguridad nacional e infringiendo la ley.
De hecho, ella oculta la verdad a veces, al igual que todos los políticos, incluyendo a Sanders. Politifact, un excelente sitio web, mide la calidad de la verdad de las declaraciones hechas por todos los que se postulan a la presidencia de ambos partidos, y Clinton no resulta ser la más veraz del grupo, incluso mucho menos que Bernie Sanders... aunque ambos estuvieron casi empatados, diciendo toda la verdad o algo muy cercano a la verdad la mitad de las veces.
En cuanto a Wall Street: la industria financiera ha suministrado aproximadamente mucho de la financiación de Clinton. Ella, por supuesto, ofreció una gran cantidad de discursos para los grandes bancos... aunque de ninguna manera gran parte de sus ingresos como oradora se derivaron de esos discursos. ¿Y qué obtendría Wall Street por su dinero? Mucho, en caso de que fuera Presidenta. En el Senado, votó a favor del TARP, el plan de Bush para rescatar a los bancos. No es perfecta, pero es inteligente y tiene experiencia
En general, Clinton ha sido bastante solidaria con Wall Street y está dispuesta a trabajar con el mismo, incluso colaborar con él a veces. Esto molesta a algunos de la izquierda. Pero, ¿realmente quieren a un Presidente que odie a Wall Street, que es el motor de la economía norteamericana?.
¿Qué ofrece Trump?
David Stockman, que fue Director del Gabinete Presupuestario de Ronald Reagan, presentó su libro “Trumpeados: un país al borde de la ruina… y cómo sacarlo de ella”. Defiende la política de Donald Trump de pactar con Putin, abandonar las guerras y dedicarse a producir. Vaya, vaya, con Stockman, un ultraliberal, pero coherente, eso sí, no como los anglómanos que tenemos que soportar en Latinoamérica. Viene muy bien leer esto para darse cuenta de que el liberalismo es pura teoría, un puro mito. Todos los liberales acomodan la realidad a una plantilla, pero a la hora de la verdad defienden a EEUU, que es conservador desde sus orígenes. Y lo es porque nunca jamás hubo semejantes plantillas teóricas que funcionaran, entre otras razones porque de haberlas aplicado EEUU no sería un imperio, que se financia única y exclusivamente gracias a la emisión continua de dinero. ¿De qué otra manera iba a mantener la hegemonía?
El ciudadano elector estadounidense no posee una información confiable de lo que ocurre realmente en este proceso pues, decididamente, los medios de comunicación y Wall Street se han aliado con Clinton para detener a un candidato que decía lo que desea ya que no está atado a un sistema donde los favores se pagan luego de obtener la Presidencia del país. Trump se opone al “establisment”. En este sentido, independientemente de la estatura ética, las posiciones que se enmarquen en el respeto a las soberanías y lo innecesario de fomentar conflictos bélicos en otros continentes es rechazado por las organizaciones para las cuales la guerra es la fuente de su riqueza. En síntesis, la elección se ha configurado como un problema moral y no esencial donde parece más peligrosa la sexualidad lasciva por sobre las actividades criminales de intervención, genocidio y tortura. Es arriesgado, aunque necesario, proponer una predicción que va más allá de la selección de Trump o Clinton. Así, este período de la Nación Norteamericana parece proveer las condiciones para una crisis interna que se puede traducir en secesiones regionales, incremento de la violencia social, aumento de la pobreza y la indigencia en salud, manejo cuestionado de los medios de comunicación, avance de la crítica política antisistema, fuerte represión y control gubernamental que, entre otros, pueden crear una situación de “desarmonía social funcional”.
El pronóstico más serio va ligado a que la selección de una mandataria como Hillary Clinton podía conducir a una espiral belicista de incalculables consecuencias, ya iniciado por un “Premio Nobel de la Guerra” como lo ha sido Barack Obama quien, ante su incapacidad para enfrentarse y derrotar al terrorismo de Daesh y Al Qaeda, opta por la amenaza de la disuasión atómica. Pese a ello, su terror a bases militares alternativas en América Latina provee un grado de disuasión a la confrontación en mayor escala, aunque siempre existe la posibilidad de una falsa bandera a través de ataques nunca reconocidos o “por error”.
Finalmente, utilizando la misma técnica empleada en España contra PODEMOS con el tema Venezuela, el hecho que Donald Trump realizace un elogio de Vladimir Putin como estadista reconocido mundialmente, se ha manipulado aprovechando toda la propaganda anti rusa realizada por décadas en el cine, la televisión y la prensa belicista, apelando al inconsciente colectivo que no comprende que su principal enemigo es aquel que ha conducido a Estados Unidos a una contradicción interna muy fuerte y, posiblemente, a su debacle por una guerra nuclear producto de las ambiciones anti ciudadanas de Wall Street. En las elecciones presidenciales estadounidenses se jugó en gran parte el destino del planeta, por lo cual la selección del próximo mandatario era crucial y su proceso requiere un análisis muy serio.
Como se ha develado, Donald Trump ofrece un proyecto encaminado a desarrollar a EE.UU. desde su interior, concentrando los esfuerzos en la creación de empleo, limitación de inmigrantes, desarrollo de la empresa y negocios, evitando los conflictos militares, pues son un desangre presupuestario. Hillary Clinton ha planteado su compromiso con los sectores más poderosos del país, junto a los cuales realizará un nuevo despegue económico y político a través de la inversión y la guerra.
Sin embargo, los programas completos de ambos candidatos no fueron el eje central de la campaña, puesto que esta se ha convertido en un “show” mediático donde se ha apelado a sentimientos y emociones, junto con denuncias, como fuente.
La exacerbación de cualidades que hizo toda la gran prensa del “establishment” al caracterizar a Hillary como una persona que conoce la mecánica de la Casa Blanca pues únicamente ella ha tomado parte en decisiones geoestratégicas, confirma de modo explícito su compromiso con las guerras de destrucción en Afganistán, Libia, Irak, Siria, Yemen, cuando menos. Preocupa la posible obstrucción a la Justicia, ya que se ha obstaculizado al máximo las investigaciones sobre las denuncias a la aspirante y, en especial, la última sobre fraude debido a la publicación de unos 20 mil correos por WikiLeaks, que revelan cómo el Partido Demócrata perjudicó al Senador Sanders para que perdiera las primarias. Esto es un reflejo de la naturaleza antidemocrática del sistema electoral de EE.UU.
La denuncia de Clinton sobre los jóvenes negros como súper depredadores (“Ley contra el crimen” de Bill Clinton en 1996), la destrucción del programa de bienestar conocido como “Ayuda a Familias con Hijos Dependientes” y la Ley Efectiva de Pena de Muerte y Antiterrorismo, que limita las apelaciones de Hábeas Corpus para los prisioneros condenados a muerte, desmitifica el carácter progresista del Partido Demócrata: la derogación de la Ley Glass-Steagall (promulgada en la Gran Depresión para establecer algunas regulaciones a Wall Street), clarifica a quién sirve realmente.
Es imprescindible recordar que pese a los llamamientos de Hillary Clinton a fomentar la amistad con Venezuela, Wikileaks reveló sus esfuerzos como Secretaria de Estado para sabotear a este país entre 2009-2013, ordenando “tirar de las riendas a Chávez”. La financiación otorgada por esta funcionaria a la BBG, oficina encargada de supervisar todas las transmisiones de radio y televisión no militares del Gobierno Federal para luchar contra los supuestos enemigos de América, específicamente Irán, Venezuela, Rusia y China, corrobora la desestabilización e injerencia indebida. En este sentido, las manifestaciones de Barack Obama acusando a Rusia se conjugan con el apoyo a la ex Secretaria de Estado, Hillary Clinton, indicando que ésta seguirá el modelo neoliberal-militar impuesto, el cual ha causado la destrucción de puestos de trabajo en dicha nación, el empobrecimiento de millones de personas, la intervención guerrera en diversos continentes, aunado al sostén dado al terrorismo internacional representado en Daesh-Estado Islámico. Así, el gobierno estuvo involucrado en una clara intervención en las elecciones pese a su obligación constitucional de mantener la neutralidad.
¿Quiénes votaron a Trump?
La clase obrera: Trump enfocó la mayor parte de su atención en los cuatro Estados del cinturón industrial de los Grandes Lagos, que votaban predominantemente por el Partido Demócrata: Michigan, Ohio, Pensilvania y Wisconsin, “El cinturón de acero”, más comúnmente conocido ahora como el Rust Belt (“cinturón de herrumbre”, a causa de las fábricas abandonadas por la crisis industrial del sector), es un área en la parte superior del Medio Oeste y de las regiones del Atlántico Medio centrado alrededor de los Grandes Lagos de los Estados Unidos de América. La región puede definirse en términos generales como el principio de la región oeste de la Bosnywash corridor y en funcionamiento para el este al oeste de Wisconsin. La región se extiende hacia el sur hasta los comienzos de la minería del carbón de las regiones de los Apalaches, al norte de los Grandes Lagos, e incluye las fábricas de las regiones del sur de Ontario en Canadá.
La actividad económica en la fabricación “Belt” forma una parte importante de la industria pesada y la fabricación de los sectores de la economía americana. La contracción del empleo manufacturero ha dejado a muchas ciudades de esta región en mal estado, obligando a la zona -el centro de coordinación en el continente para una recuperación de la industria del automóvil- a diversificar. Partes del noreste y del medio oeste de los Estados Unidos que se caracterizan por la disminución de la industria, las fábricas en envejecimiento, y una disminución de la población. Las ciudades productoras de acero en Pennsylvania y Ohio están en su centro.
Según analistas, todo lo que necesitaba Trump para ganar “son estos cuatro Estados. No necesita Florida. No necesita Colorado o Virginia. Solo Michigan, Ohio, Pensilvania y Wisconsin”. Y ganó en todos, excepto en Virginia.
Además, Trump atacó a Clinton tanto por su apoyo al NAFTA (Tratado de Libre Comercio de América del Norte), que anteriormente ayudó a destruir a los estados industriales de la zona norte del Medio Oeste de EE.UU., como por el apoyo al TPP (Acuerdo Transpacífico de Cooperación Económica). Según el candidato republicano, la política de apoyo de los tratados internacionales ya “ha perjudicado gravemente a los habitantes de estos cuatro estados”. Además Hillary Clinton ha apoyado la política neoliberal de no alzar los impuestos a los ricos y anunció su intención de cerrar las minas de carbón “por no ser rentables”, como en su momento lo hizo Margaret Thatcher.
El voto de los hombres blancos: Como ya dijimos al comienzo, Trump también encontró el apoyo de un numeroso grupo de hombres que ven como una amenaza el creciente poder de las mujeres, los gays y los miembros de varios grupos étnicos en la política y la sociedad estadounidense. Destacados analistas sostienen que el electorado masculino de raza blanca siente que pierde el control, que el poder se les escapa de las manos y que su supremacía está en peligro. Piensan: “después de 8 años con un presidente negro diciendo lo que hay que hacer, ¿ahora se supone que debemos quedarnos sentados y aceptar 8 años de una mujer dando órdenes? ¡Después serán ocho años de gays en la Casa Blanca! ¡Luego los transexuales! Para entonces habrá animales dirigiendo al país. Esto debe parar”.
Las políticas de Hillary Clinton: En este punto, muchos, aunque les gustaba Hillary, prometieron no votarla después de que esta apoyara la guerra de Irak. “Su voto a favor de la guerra en Irak me hizo prometer que nunca votaría por ella. Sé que nos meterá en algún tipo de acción militar si gana las elecciones. Romperé mi promesa solo para evitar que un profascista se convierta en nuestro Presidente”, precisó mucha gente. “Nuestro mayor problema no es Trump. Es Hillary. No es popular, casi un 70% del electorado piensa que no es de fiar y es deshonesta”, opinó un analista. Aparte, consideró que Clinton representa a la vieja guardia de la política estadounidense.
Los simpatizantes de Bernie Sanders no votaron por Hillary Clinton: Aunque muchos de los seguidores de Sanders han expresado su apoyo a Clinton, esto no asegura que convencerán a otros de votar por ella, aseveró, antes de las elecciones, el famoso cineasta Michael Moore. Están frustrados y rabiosos por la conducta deshonesta del Comité Nacional Demócrata contra Sanders, según lo reveló WikiLeaks. Los votantes más jóvenes “no van a votar por Trump. Algunos votarán a un tercer partido pero muchos se quedarán en casa. Hillary tendrá que hacer algo para darles un motivo para que la apoyen”, agregó.
Algunos votaron por Trump solo por votar: También, algunos votantes pudieron dar su voto por Trump como una señal de advertencia para el deteriorado sistema político en EE.UU., que se niega a cambiar. “Por el enfado que muchos sienten hacia el sistema político, millones de personas votaron por Trump. No porque estén de acuerdo con él, no porque les guste, sino solo porque pueden hacerlo, solo por enfadar al sistema”, dijo un célebre observador. Asimismo, recordó un caso de los años 90, cuando el Estado de Minnesota eligió a Jesse Ventura, un profesional de lucha libre, como gobernador. “Lo hicieron porque podían y no porque fueran unos tontos… Minnesota es uno de los Estados más inteligentes del país. También es un Estado con sentido de humor negro… Eso pasó con Trump”, aseguró el mismo.
El voto latino y de los inmigrantes no ayudó a Clinton: Sucedió lo contrario de lo que todos creían; Hillary perdió en Florida, Arizona, Texas y Nuevo México. Resultó que los cubanos de Florida votaron por Trump en rechazo a la apertura hacia Cuba de Obama y los inmigrantes latinos ya documentados estaban de acuerdo en cerrar el paso a los indocumentados que ingresaban clandestinamente y se ofrecían a trabajar por salarios miserables sacándoles puestos de trabajo.
En fin, el pueblo Norteamericano ha hablado y la elección está hecha. Veremos si Donald Trump es otro Ronald Reagan que levante la moral y la economía de los EE.UU. con una ideología y política nacionalista-desarrollista, terminando con las intervenciones guerreristas en el exterior y traiga más paz al mundo; y si el “establishment” neocon (neoliberal) se aplaca y se muestra menos ofensivo, acorde con las palabras conciliadoras de Hillary Clinton en su discurso de aceptación de los resultados que terminó con la consabida frase: God bless America. El tiempo dirá si es cierta la percepción de los Estadounidenses que votaron a Trump de que en él hallaron un Líder que tiene las cualidades de fuerza, responsabilidad, firmeza.--
FUENTES: Revista “Nueva Sociedad”; y además de los autores y periódicos citados, se basa en la opinión del Dr. Alberto Hutschenreuter, argentino, Doctor en Relaciones Internacionales (summa cum laude, USAL). Posgrado en Control y Gestión de Políticas Públicas. Profesor Titular de Geopolítica en la Escuela Superior de Guerra Aérea; Carlos Santa María, analista internacional, Ph.D. en Ciencias de la Educación por la Universidad de Barcelona (España), Psicólogo social por la UNAD (Colombia), especialista en estudios Latino Americanos. Y también se basa en informes de: .. “http://piensachile.com/2016/07/después-la-campana sanders/”; “http://www..wikileaksnet/news/:Los-correos-filtrados-de-Clinton-20160728...”; “The Washington Post”; “The National Interest”; “The Guardian”; WikiLeaks; y el politólogo Grigori Lukiánov.-